Allí estaba, delante de la estancia,
mirando una estampa de otro tiempo que tan lejos quedaba, la habitación
aparecía fría y desolada, los muebles allí seguían ocupando el mismo espacio y
el mismo lugar, acumuladores de polvo y de recuerdos. Parece mentira pero
cuando abandonamos un lugar y nadie vuelve a vivir en él desaparece de él toda humanidad,
parece como si le arrancaran las entrañas y aunque todo sigue igual no hay rastro
de vida, todo muerto, inerte sin movimiento, sin una mano que los desordene,
sin un cuerpo que le dé calor y sin el acogimiento de otro tiempo más pueril.
Me
parece estar viéndome delante del pupitre haciendo las tareas con ganas de
terminar para irme a jugar con mi amiga Mari, me parece escuchar las palabras
de mi madre desde el hueco de la escalera: -de ahí no te mueves hasta que
termines-; la impaciencia de la infancia y la prisa por vivir.
Todo
ha quedado atrás y sin embargo aquí está la misma estancia, la misma habitación
con su mismas cosas pero ya sin vida, no hay niña que juguetee entre las
sabanas, no hay infancia que se ilusione con un mañana, no, ya la pelota nadie
la mueve y el aro aparece colgado de la percha tan estático como el resto de
los enseres, objetos que pertenecían a una niña que ya no existe. Ahora me
parece todo tan pequeño como si no me perteneciera como si ya no fuera mío.
Manuela Carrión
Yo resumiría este relato en eso que dicen de: nunca vuelvas al lugar donde fuiste feliz. Aquí se refleja muy bien. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan por tu apreciada opinión...un saludo
EliminarBueno! Luego de la muerte de mi abuela su cuarto se convirtió en esa habitación por casi 2 años. No puedo negar que revive recuerdos intensos. Muy bueno Manuela, gracias por compartir.
ResponderEliminarMuchas gracias Carlos, los recuredos nos abordan sin darnos cuenta y siempre una historia puede ser que nos traiga algún mensaje propio...un saludo
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ResponderEliminarHola Manuela, me gusto mucho y está muy bien escrito. A mí, me parece muy triste, creer que tu niña interior ha muerto. En el relato muere una persona real, que es el padre de esa mujer que es lo único que le ligaba al hogar de su infancia. La dolorosa perdida, es lo que no le permite sacar la niña de su interior y jugar con la pelota. Yo puede que sea un Peter Pan y me niegue a perder mi niño interior y seguramente ese niño se me escapara algún día y no volverá. Pero yo lo retengo con toda mi alma. Ahora a lo mejor no juegas con pelotas, pero juegas con las palabras. Porque en tus letras aparece la niña que llevas dentro, aparecen las gracias de dar las buenas nuevas regalando tu sonrisa. Un beso grande...
ResponderEliminarManuel Barranco Roda
Gracias, Manuela por este texto. Es una buena estampa de lo que muchas veces sentimos al recorrer ambientes de antaño, sean de nuestro hogar infantil, de la escuela, del club, de la iglesia... Me gusta mucho la frase: 'la impaciencia de la infancia y la prisa por vivir'. La impaciencia la seguimos conservando muchas veces. Lo que quizás perdemos es la prisa por vivir. Creo que si trabajas un poco más el texto podrías mejorarlo y hacerlo más brillante.
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