Como
cada mañana, antes de incorporarme al trabajo, corrí varias vueltas a la
manzana. Pensé vagamente qué propósito me sustentaba para mantener fijo mi
entrenamiento diario. Lo mismo me acudían en tropel a la cabeza imágenes de
colegas, tareas por concluir dejadas la jornada anterior; invadido por una vaga
sensación de vacío que ignoraba cómo rellenar, ni con qué… Amor llamado sexo,
lecturas informales y dispersas sobre orígenes culturales del género sapiente,
y no menos fantasiosas; representaciones fugaces y poco definidas de rostros no
menos marchitables —difusamente constantes—, sobrevolando la imaginación.
“Esto es el principio de cierto poder activo”, me dije. Y, redoblando el esfuerzo, continué la marcha.
Recuerdo que ella, a la que no conocía muy bien, me miraba indolente desde un rincón: como si soñara con otro o no sé qué cosa o quién. Era todo muy extraño, pero intuí que un lazo se bifurcaba entre ambos. Lejana y cercana a un tiempo; una isla desierta. ¿Qué pensaría de mí? Me parecía una situación bastante confusa y rodeada de enigmas.
Una vez me sorprendió con lo siguiente:
—¿Sabes
lo que le dijo una tal Eva al desnudo a su pareja Adams cuando estaban a punto
de dejar el Hotel Paraíso?—.
—¿Qué?—.
—Adams,
eres un tonto—.
—¿Será
posible?—.
—¡Puf!
Bueno, posible es todo—.
Y
dio en reír.
—¡Eh!
¡Mire usted por dónde va, joven!—, me advierte, gritando, una señora. Y con
razón de sobra: la atropellé inopinadamente y, además, le espachurré un zapato.
Seguía
obsesionado con la cantilena de si alguien estuviera oculto en aquella
habitación. ¿Escondido en el armario? Aquella mujer me desvariaba. Era rígida,
de rasgos imprecisos, de mirada fría… No creo que fuese muy calculadora. El
conjunto de su cuerpo, muy estilizado, me resultaba atrayente, irresistible.
La
supuse inquieta, nunca en el mismo lugar, poco interesada en nada ni en nadie.
¿Era una pose? ¿Pueden existir ese tipo de seres? ¿Esa indolencia asesina?
Dada
mi corta trayectoria, todavía no he aprendido a diferenciar los caracteres. La
experiencia te va a descubrir quién eres realmente.
Creo
que le gustaba viajar, la comunicación entretenida de los otros hacia ella, de
la que entresacaba energía para seguir poseyendo un reflejo poco nítido de su
propio ser. Ese ser igual a todos
pero que no se determina, indefinible, por miedo a ser usurpado, descubierto en
sus secretas intenciones.
—¿De
verdad te gusto?—.
—Sí—.
—¿Mucho?—.
—Me
gustas…—.
Quizás
se desenvolvía con harta eficiencia. Con todas aquellas siluetas derrumbadas
por los suelos que ilusoriamente entreveía a mis pies, como maniquíes
desvencijados.
Tal
vez mi destino consistiría en servir a los demás… ¿Por qué se me ocurre esto de
improviso? La aspiración por ese fuego que lo consume todo y que te eleva por
encima de la dualidad equívoca en la que estás inmerso. La lucha titánica para
resurgir de esa cueva obscura en la que te hallas encadenado. Fuerzas
sobrenaturales que te someten sin remisión. El eterno retorno de los conceptos
que te esclavizan sin misericordia. La herencia de la sangre transmitida.
Y
la liberación anhelada, la escapatoria, porque adivinas que las mentiras las
crea la frustración generada por los sueños que no se cumplen, iguales a la
muerte; aunque se diluya el tiempo.
Nunca
supe su nombre. Es un hechizo. Me siento atrapado.
—¿Cómo
escapar de sus garras?—.
No
creo que nunca lo consiga, aun buscando en mil lugares lejanos.
José
Luis Benítez Sánchez
Creo que todos tenemos al menos una experiencia en donde nos enamoramos de una fantasía, de una persona que a veces vemos constantemente y otras en que solo en ocasiones, pero en ambas situaciones, esa persona no es parte de nuestro circulo, la vemos como una estrella inalcanzable en donde solo nuestra mente nos consuela con encuentros cercanos. Algunas se puede tener un ligero encuentro en donde como en este caso un leve intercambio de palabras es suficiente para alimentar mas esa fantasía, o hasta en algunos un pequeño escape en donde se puede alcanzar un encuentro mas intimo pero único, y nunca mas se vuelvan a ver, no intercambio de información de contacto, no direcciones y hasta incluso no un verdadero nombre y hasta en cierto punto, ese panorama misterioso crea un ámbito sumamente romántico he inolvidable aunque sea solo una fantasía.
ResponderEliminarEl amor es un sentimiento difícil de contener o de sostener, cuando te atrapa y no puedes llevarlo a termino cuesta mucho que el estupor del olvido permita liberar su garra. Pero es admirable, porque aún buscando nunca se escapa de él.
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