Eran las ocho de la mañana y me
encontraba en la cocina preparando el desayuno a mi hijo, hoy le había dado el
día libre a la asistenta. Abrahán había pasado mala noche, y no quería que
fuera al colegio encontrándose mal. —¡Cómo me dolía cada vez que enfermaba!—.
Aunque realmente desde que salió de mis entrañas ya no he vuelto a saber qué es
vivir tranquila, y mucho menos a dormir de un tirón. Con cada suspiro me
desvelo, incluso a veces me despierto sólo para verle. Jamás pensé que se
podría llegar a querer tanto a alguien como le quiero a él. Y es que gracias a
la maternidad me he dado cuenta de que solo él es el amor de mi vida, y todos los demás meros sucedáneos.
Aunque Davinia y yo habíamos dejado la
relación, era tanto el afecto que mi hijo sentía por ella, que hasta decía que
era su segunda mamá y para no hacerle daño al niño habíamos establecido un
régimen de visitas. Y hoy le tocaba a ella estar con Abrahán. Sentía un nudo en
el estómago, mi hijo, crecía por días y yo sin querer me imaginaba mi vida el
día de mañana sin él, y estar sola es algo que no me gustaba. —Era la primera vez en
mi vida que sentía miedo. ¡Sí!, la soledad me da miedo—.
Acababa de terminar de hacer el
desayuno, cuando Davinia llamó al telefonillo.
Seguía siendo esa mujer espectacular
que me cautivó desde el día en que me formó para ser una de las mejores y más
cotizadas profesionales de Madrid. Su pelo moreno, sus ojos verdes, sus pechos,
todo en ella me seguía seduciendo. Todavía la deseaba, aunque nuestra forma de
ser era la que se había encargado de que tomásemos la decisión de dejar la relación,
pero… qué no hubiera dado por besarla de nuevo.
—Davinia, ¿por qué no has abierto con
las llaves?—la dije mientras que nos dábamos un par de besos.
—He cambiado de bolso y me las he
dejado en el otro. ¿Qué tal Abrahán? ¿Cómo se encuentra?
—Mejor. La cena de ayer no le sentó
bien, pero ya está mucho mejor. Espera que subo avisarle.
—Giselle, espera, yo…
Cuando me quise dar cuenta los labios de Davinia estaban posados sobre los míos. Nos empezamos a besar como si fuera lo último que fuésemos hacer en la vida. Me indicó que me sentase en la mesa de la cocina y una vez allí, se encargó de levantarme el camisón que llevaba dejando mis senos al descubierto. De nuevo volví a sentir la maravillosa sensación de sentir sus labios sobre mis pezones y su lengua traviesa haciendo que me excitase cada vez más… Nadie, ni Musa, ni ningún cliente, eran capaces de con tan solo excitar mis pezones llevarme al clímax. —¡Cuánto la deseaba!—.
En ese instante sonó la voz de mi hijo.
—¡Mamá! ¿Ha venido ya Davinia?
El tener un hijo de siete años es lo
que tiene, que cuando menos te lo esperas escuchas esa vocecilla que hace que
vuelvas a la realidad. Davinia y yo nos miramos cómplices y soltando una
carcajada a la vez. Me bajé de la mesa, me puse el camisón rápidamente y subí a por él a la habitación.
Cuando los vi montarse en el coche y ver como se alejaban, el vacío y la soledad se apoderan otra vez de
mí. Los años pasaban tan rápido que desearía tener el poder de parar el tiempo
para que mi hijo siempre estuviese a mi lado, pero era y es ley de vida verle
crecer y con el tiempo… alejarse de mi lado.
Todavía no había recibido contestación
al mail que le mandé al Sr. Rodríguez y a estas alturas ya estaba convencida de
que ni tan siquiera lo habría leído.
Aproveché las escasas horas en que iba
a estar sola porque me venían muy bien para pensar… Decidí tomar un baño de
sales que tanto me relajaba. Cuando me desnudé y me observé ante el espejo comencé a
llorar. La maternidad había hecho mella en mi cuerpo, mis pechos ya no estaban
tan firmes, ni eran tan tersos y mi vientre estaba lleno de estrías. Nada
quedaba de esa belleza insultante y arrolladora que tenía hace siete años.
Pero cuando recordaba la sonrisa de mi hijo, nada de eso me importaba. Ahora
con casi cuarenta y tres años me sentía más segura y más mujer que nunca, pese
a no tener la belleza que antes tenía.
Todavía aún sentía en mis pezones la
sensación de los pequeños mordiscos que Davinia me
produjo antes de que mi hijo llamase con su voz nuestra atención. Llevaba tanto tiempo sin sentir verdaderamente placer desde que fui madre que cualquier caricia por superficial que fuese me hacía estremecer. Era tanta la necesidad de sentirme viva, de gemir como solo entre los brazos de ella lo conseguía, que no pude evitar acariciar mi clítoris sintiendo como se endurecía, mientras que las pulsaciones se me iban acelerando y con ellas mi respiración entrecortando. Necesita de nuevo sentir el temblor de mis piernas, y la sensación de morir para después renacer sintiendo de nuevo el placer. Cada vez iba aumentando la velocidad del movimiento de mis dedos, curvándolos lo suficiente para tocar mi zona más placentera y en ese instante el flujo de mi interior se mezcló con el agua tibia de la bañera y así me quedé un buen rato, convulsionando sin poder controlar el temblor de mis piernas. Morir, para después renacer…
produjo antes de que mi hijo llamase con su voz nuestra atención. Llevaba tanto tiempo sin sentir verdaderamente placer desde que fui madre que cualquier caricia por superficial que fuese me hacía estremecer. Era tanta la necesidad de sentirme viva, de gemir como solo entre los brazos de ella lo conseguía, que no pude evitar acariciar mi clítoris sintiendo como se endurecía, mientras que las pulsaciones se me iban acelerando y con ellas mi respiración entrecortando. Necesita de nuevo sentir el temblor de mis piernas, y la sensación de morir para después renacer sintiendo de nuevo el placer. Cada vez iba aumentando la velocidad del movimiento de mis dedos, curvándolos lo suficiente para tocar mi zona más placentera y en ese instante el flujo de mi interior se mezcló con el agua tibia de la bañera y así me quedé un buen rato, convulsionando sin poder controlar el temblor de mis piernas. Morir, para después renacer…
Al salir del baño. Me dirigí al
estudio, de nuevo necesitaba escribir en mi diario, cuando en ese instante un sonido
que procedía de mi ordenador me llamó la atención.
Había recibido un mail del Sr. Rodríguez:
Apreciada Giselle;
Cierto es como bien dice que han transcurrido muchos años desde que supe que se fue de la agencia, al igual que también es cierto que durante mucho tiempo estuve preguntando por usted. Es complicado, casi imposible diría yo, encontrar a una profesional como usted, pues lo reúne todo. Me siento halagado a la par que sorprendido al no llegar a comprender el por qué ahora quiere verme, sinceramente no llego a entenderlo. Claro que sabe que la deseo Giselle, ¡qué hombre no la desea!
Cierto es como bien dice que han transcurrido muchos años desde que supe que se fue de la agencia, al igual que también es cierto que durante mucho tiempo estuve preguntando por usted. Es complicado, casi imposible diría yo, encontrar a una profesional como usted, pues lo reúne todo. Me siento halagado a la par que sorprendido al no llegar a comprender el por qué ahora quiere verme, sinceramente no llego a entenderlo. Claro que sabe que la deseo Giselle, ¡qué hombre no la desea!
Usted sabe que en la vida hay situaciones
en las que uno tiene sed y necesita dar un trago rápido sin apenas saborear lo
bebido, pero… Giselle, usted sabe que es algo más que un sorbo rápido, a usted hay
que saborearla lentamente y despacio.
Comprenda que ha irrumpido en mi vida
después de tantos años y que ya tenía agendada reuniones interminables pero
beneficiosas para mi empresa que no puedo eludir.
Giselle, permítame hacerla el amor aunque
sea una sola vez en la vida.
El próximo dieciséis de junio estaré
en Madrid. Me pondré en contacto de nuevo con usted una semana antes para
indicarle donde nos reuniremos.
Hasta ese día soñaré despierto con
sentir su respiración al compás de la mía.
Siempre suyo,
Roberto
Escrito por:
Eva Mª Maisanava Trobo
Ay, eres toda seducción en tus relatos, la pasión con la que vive el personaje y la necesidad de amar y ser amada. Enhorabuena por saber transmitirlo de una manera tan auténtica.
ResponderEliminarBuenos días. Lo acabo de leer. Gracias por tu comentario. Espero que "la vida de Giselle" te siga seduciendo.
EliminarErótico y excitador tu relato, Giselle cabalga de nuevo, espero pronto una continuación porque promete, ¿Acudirá a lacita o no? Y después, ¿seguirá? Nos has de hacer una segunda parte.
ResponderEliminarFelicitaciones por este estupendo relato.
Un abrazo
¿Acudirá? ¿No acudirá? Tendrá el valor de volver a regresar o solamente será esa cita y ya... Hasta el 16 de junio no se sabrá.
EliminarGiselle debe estar ya contando los días que faltan para el 16 de Junio, donde intuyo y ,a la vez deseo, que se encuentre con el Sr. Rodríguez y dejen los formalismos de un lado, se tuteen, y Roberto sea capaz de satisfacerla en todos los sentidos, y después nos lo cuente con todo lujo de detalles, con la fuerza y el erotismo que tan sensualmente sabe transmitir.
ResponderEliminarUn abrazo
Rocío Ruiz
Gracias por decir que el erotismo lo sabe transmitir bien. Y es que la vida sin erotismo no sería absolutamente nada. En cuanto a Roberto, no sabemos si ella acudirá a la cita o por el contrario le dará miedo.
EliminarMomentos y situaciones cargadas de gran erotismo... Giselle y Davinia en un pequeño, intenso e incontrolable instante de erótico acercamiento. Se pensaría que hace las veces de aperitivo para lo que ha de venir ya que fueron abruptamente interrumpidas por la voz infantil pero enérgica de Abrahán.
ResponderEliminarUn saludo
Nunca se sabe si entre ellas habrá algo más o no. Ahora quien en verdad importa es el Sr. Rodríguez.
EliminarDespués de un picante interludio siempre es bueno ver que Giselle vuelve a la carga. Un relato picante como los que siempre sabes darnos, gracias!
ResponderEliminarGracias Carlos... pero Giselle no solamente da momentos "picantes".
EliminarMe gustó mucho! me gustaria escrbir como tú. Muchos besos Teresa Silvestre.
ResponderEliminarGracias Teresa. A ver si quedamos en breve y nos tomamos un café. A la que le gustaría escribir como tú lo haces sería a mí. Besotes.
EliminarJoder como me ha gustado. Es un placer leerte. "haber si queamos a comer" un abrazo. Tito
ResponderEliminarYa me explicarás bien eso de "Joder como me ha gustado" con palabras más claritas. Besos
EliminarAyer lunes libre y estuve con unos amigos en casa. Les hable de La Revista de Todos, y uno de ellos leyó este relato en alto. Nos gustó mucho y lo volvió a leer. Me gusta mucho cómo escribes. Esa sensación de Soledad que tiene la historia, mezclada con esas ganas enormes de Vivir. El personaje del hijo la da a la historia un enfoque más creal, y cotidiano, en donde sale la responsabilidad de una Madre, y por su hijo está dispuesta a todo por ese amor tan grande. Escribes de una forma muy sendsen y provocativa, pero la vez se ve mucha ternura en el relato. Me gusta mucho Eva. ¡Se te Quiere! Besos Lolotónico
ResponderEliminar¿Qué lo leyó alguien en voz alta?¿Y quién fue el valiente? Me alegro Manu, gracias por tus palabras. Besotes.
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