Hola:
Me llamo Jaime,
pero los que me conocen me llaman Jaimito “El mentiroso”…
No viene a cuento
volver a explicaros el motivo de tan humillante apodo, pero os aseguro que ni
he mentido, ni miento, ni mentiré, jamás…
¿Qué tengo grandes
atributos? Pues, sí, la verdad… Pero, sólo en parte, ya que lo que se dice los
perendengues son de un tamaño normalito, normalito… Eso sí, lo otro es —como lo
del argentino del chiste— ¡Enorme!
En mi anterior
relato, os describí una aventura en la que terminé siendo objeto de persecución
de dos enfermeras del hospital, donde me desengancharon de mi compañera Jimena
(por cierto, la pobre quedó allí ingresada y no pudo recuperarse… ¡QEPD!)…
Pues hete aquí
que, al salir del hospital, las dos sanitarias en cuestión, con la excusa de
hacerme una entrevista para sus TFM’s, me pidieron mi teléfono y mis datos de
redes sociales. Yo, incauto, se los di sin poder siquiera imaginarme las
consecuencias de aquella acción…
Unos días más tarde, la primera semana de
febrero, estaba yo saliendo de clase y, al conectar el móvil, me saltaron
varios mensajes de WhatsApp. Uno de ellos procedía de un número que no estaba
en mi lista de contactos y que decía así: <<Hola,
Jaime. Soy Desideria, pero puedes llamarme “Side”: Debo confesarte que mi
compañera, Luisi, y yo quedamos bastante impresionadas con lo sucedido en la
sala de urgencias del hospital en que os atendimos. Las dos estamos terminando
un máster en sexología y jamás habíamos visto un miembro como el tuyo (lo
comprenderás…). Creemos que nuestro estudio sería muy exitoso si pudiéramos
realizarte algunas fotos y ciertas pruebas, para aportar los resultados, de
forma totalmente anónima, por supuesto…
—¿Querrías colaborar con
nosotras…?—.
Si aceptas, te invitamos
a nuestro loft, donde trabajamos y tenemos todo el instrumental… Esperamos tu
respuesta, con nuestro agradecimiento. Un beso.>>
Yo tiendo a la timidez, como ya sabéis los
que me seguís; pero, al asegurarme que su estudio era totalmente anónimo, dije
que sí… al fin y al cabo eran dos chicas y me tentaba y apetecía que me
tocaran…
Quedé con ellas el
14 de febrero en un polígono industrial (qué romántico pensé, quizás está es
una oportunidad de encontrar quien me quiera…).
Aquel día, me
vestí como quien acude a una cita: pantalones anchos, para ocultar ya sabéis
qué; camisa de flores, para que no me mirasen hacia abajo y un sombrero
ridículo para la gente, pero que a mí me encanta…
Cuando llegué,
ellas ya estaban dentro… ¡Madre mía lo que tenían allí…! Aquello parecía más
una sala de tortura de la Inquisición, que un laboratorio para pruebas médicas…
Pero, de perdidos, “al trío”… pensé.
Me ofrecieron algo
de beber y me dieron una pastilla (Cialis, creo) que, aseguraron, era inocua
(como si necesitase yo ayuditas…).
Pusieron música y
me hicieron desnudarme del todo y tumbarme en una camilla del cuarto contiguo.
Noté que ambas me miraban boquiabiertas centrándose en mi entrepierna, como no
dando crédito a lo que estaban viendo. Pensé que Side era la más tierna y me
daba buena “vibra” en aquel San Valentín imprevisto y sorprendente.
Al echar una
mirada a mi alrededor, quedé estupefacto… Había allí vitrinas enteras de
juguetes eróticos de todas las formas y tamaños imaginables. Había también una
especie de máquina con un motor que desplazaba horizontalmente, con movimiento
de vaivén, una barra metálica que tenía en su punta un pene negro de buenas
dimensiones (aunque parecía de juguete, comparado con mi herramienta…)
Las chicas se me acercaron y comenzaron a ponerme electrodos en la cabeza, en el pecho, en las piernas y en más sitios y, con aquel toqueteo, no pude evitar que me sobreviniera una incipiente excitación… Entre avergonzado y curioso, yo las veía trajinar por allí, agachándose a coger objetos en los cajones, sin tener el menor cuidado de no mostrarme sus traseros en pompa una vez y otra y otra y una vez más… Esto pintaba mal, ya que mi instrumento crecía por instantes, con unas palpitaciones que lo iban hinchando al ritmo de los latidos de mi corazón y, claro, pasó lo que tenía que pasar: Al acercárseme Side, no pude reprimir una violenta eyaculación que le dejó la cara y el pelo como la radio de un pintor (Para “millennials”: ¡Llena de chorretones blancos!)…
Como todo había
sido tan prematuro, no les había dado tiempo de conectarme los electrodos y me
pidieron repetir la prueba… ¡Ya ves¡ No tuve ni que recargar la estilográfica…
A los pocos minutos, tenía aquello, otra vez, vamos… como el cerrojo de un
penal… y las chicas estaban bastante emocionadas… Luisi empezó a apoyarse en mi
pecho, así, como sin darse cuenta, y con
el meñique, me rozaba tibiamente la rajilla de mi miembro, lo que me hizo dar
un impulso con mi cadera de tal calibre el meneo que casi se cae la pobre
chica… Afortunadamente, no me corrí en ese momento, porque, como me llega el
instrumento a un palmo de la boca, me habría tragado, yo mismo, mis propios
hijos inmaduros…
Sintiendo mi
testosterona rebosante, ambas mujeres se iban despojando de sus ropas y yo no
sabía ya dónde atender... De pronto, se miraron con una sonrisa de infinita
lujuria y se pusieron a manosearme el miembro a cuatro manos y a cuatro tetas,
mientras se besaban en la boca… A mí, que no había tenido más experiencia
previa que la aventura de Jimena, me bastaron dos o tres caricias verticales de
mis científicas admiradoras, para provocarme un nuevo orgasmo, está vez
múltiple, porque se embadurnaron sus pechos, sus bocas, sus… y todo el aparataje de alrededor, y las muy
perturbadas se divertían recogiendo mi semen con los dedos y dándoselo, la una
a la otra, a sus boquitas para golosearlo con delectación, mientras se les
salía rebosándoles por la comisura de los labios…
—¡Hasta diez
orgasmos conté…!—.
Como me tenían
atado a la camilla y conectado a los aparatos, aquello empezó a pitar, chiflar
y a parpadear diversas luces rojas, con varias alarmas y las chicas se
empleaban en tratar de apagar los aparatos. Para conseguirlo, pasaban con sus
pechos desnudos por encima de mi cara y de mi boca, lo cual excitaba de nuevo
mi juvenil impulso y volvía a ponerme verraco, como ciervo en celo… y yo
bramaba y mugía de placer barnizando sus pezones al pasar por encima de mí… En
fin, no sé cuánto duró aquella locura, pero sé que aquellas mujeres no podían
ni andar para venir a despedirme, tanto, por lo que había caído en el suelo
(dejé aquello como un bebedero de patos), como porque les temblaban las piernas
de tanto acariciarse la una a la otra… ¡Qué terrible decepción! ¡Yo que creía
que en ese día iba a encontrar el amor…!
Aquello terminó,
dejándome tan exhausto que sólo pude despedirme con un gesto, levantando mis
cejas, al salir de allí. Ellas, bañadas en mis semillas, se habían corrido
tantas veces que quedaron sentadas en sendos sofás, mirándome con una sonrisa
de haber ascendido al éter y no poder descender…
Al llegar a mi
casa, me tumbé en el sofá del salón y, reviviendo las imágenes de lo que
acababa de presenciar, dije… ¡A la mierda, el día de los enamorados! Así que,
agarré mi cacharro, me alivié de nuevo, antes de meterme en el sobre y me quedé
dormido.
Para fastidiarme
más, había venido escuchando en el coche a Carina y su puto “Día de los
enamorados” y pasé toda la noche soñando con la cancioncita de los huevos.
Y es que, ¡me
pasan unas cosas…!
Bueno, amigos… En
el próximo capítulo, os contaré los resultados del examen médico al que me
sometieron… Porque la cosa no acabó en el loft…
“To be continued!”
Saludos, amigos.
El Perurena
Bueno, no conoció el amor, pero bien fue muy consentido ese día.
ResponderEliminarConsentido sin sentido, diría yo... ¡😂!
EliminarGracias por tu comentario.
Bueno, yo me hubiera arriesgado también, digo, hay momentos para el amor y hay momentos para pasarla bien y teniendo dos al mismo tiempo pues definitivamente se toman los riesgos. Sin riesgos no hay recompensas y conocer el amor, bueno para eso hay tiempo, la oportunidad de un trio no debe desperdiciarse jajaja.
ResponderEliminar¡Eres un romántico, sin duda...! Jajajaja...
EliminarGracias por tu comentario.
La cita no tuvo codornices pero si final feliz, múltiples finales. Jaja. El manejo del narrador no confiable siempre es una gran herramienta para la sátira y la comedia, sin duda Jaimito tiene con que mantener al público interesado y a sus féminas satisfechas.
ResponderEliminarCon ciertas herramientas, el final feliz es inevitable... En el caso de Jaimito, su instrumento en reposo sería de un tamaño que haría soñar a cualquier hombre en estado de suma excitación... Jajajaja... ¡Da juego, seguro!
ResponderEliminarGracias por tu comentario.