viernes, 14 de febrero de 2025

Las tribulaciones de Jaimito


 

Hola:

Me llamo Jaime, pero los que me conocen me llaman Jaimito “El mentiroso”…

No viene a cuento volver a explicaros el motivo de tan humillante apodo, pero os aseguro que ni he mentido, ni miento, ni mentiré, jamás…

¿Qué tengo grandes atributos? Pues, sí, la verdad… Pero, sólo en parte, ya que lo que se dice los perendengues son de un tamaño normalito, normalito… Eso sí, lo otro es —como lo del argentino del chiste— ¡Enorme!

En mi anterior relato, os describí una aventura en la que terminé siendo objeto de persecución de dos enfermeras del hospital, donde me desengancharon de mi compañera Jimena (por cierto, la pobre quedó allí ingresada y no pudo recuperarse… ¡QEPD!)…

Pues hete aquí que, al salir del hospital, las dos sanitarias en cuestión, con la excusa de hacerme una entrevista para sus TFM’s, me pidieron mi teléfono y mis datos de redes sociales. Yo, incauto, se los di sin poder siquiera imaginarme las consecuencias de aquella acción…

Unos días más tarde, la primera semana de febrero, estaba yo saliendo de clase y, al conectar el móvil, me saltaron varios mensajes de WhatsApp. Uno de ellos procedía de un número que no estaba en mi lista de contactos y que decía así: <<Hola, Jaime. Soy Desideria, pero puedes llamarme “Side”: Debo confesarte que mi compañera, Luisi, y yo quedamos bastante impresionadas con lo sucedido en la sala de urgencias del hospital en que os atendimos. Las dos estamos terminando un máster en sexología y jamás habíamos visto un miembro como el tuyo (lo comprenderás…). Creemos que nuestro estudio sería muy exitoso si pudiéramos realizarte algunas fotos y ciertas pruebas, para aportar los resultados, de forma totalmente anónima, por supuesto…

—¿Querrías colaborar con nosotras…?—.

Si aceptas, te invitamos a nuestro loft, donde trabajamos y tenemos todo el instrumental… Esperamos tu respuesta, con nuestro agradecimiento. Un beso.>>

 

Yo tiendo a la timidez, como ya sabéis los que me seguís; pero, al asegurarme que su estudio era totalmente anónimo, dije que sí… al fin y al cabo eran dos chicas y me tentaba y apetecía que me tocaran…

Quedé con ellas el 14 de febrero en un polígono industrial (qué romántico pensé, quizás está es una oportunidad de encontrar quien me quiera…).

Aquel día, me vestí como quien acude a una cita: pantalones anchos, para ocultar ya sabéis qué; camisa de flores, para que no me mirasen hacia abajo y un sombrero ridículo para la gente, pero que a mí me encanta…

Cuando llegué, ellas ya estaban dentro… ¡Madre mía lo que tenían allí…! Aquello parecía más una sala de tortura de la Inquisición, que un laboratorio para pruebas médicas… Pero, de perdidos, “al trío”… pensé.

Me ofrecieron algo de beber y me dieron una pastilla (Cialis, creo) que, aseguraron, era inocua (como si necesitase yo ayuditas…).

Pusieron música y me hicieron desnudarme del todo y tumbarme en una camilla del cuarto contiguo. Noté que ambas me miraban boquiabiertas centrándose en mi entrepierna, como no dando crédito a lo que estaban viendo. Pensé que Side era la más tierna y me daba buena “vibra” en aquel San Valentín imprevisto y sorprendente.

Al echar una mirada a mi alrededor, quedé estupefacto… Había allí vitrinas enteras de juguetes eróticos de todas las formas y tamaños imaginables. Había también una especie de máquina con un motor que desplazaba horizontalmente, con movimiento de vaivén, una barra metálica que tenía en su punta un pene negro de buenas dimensiones (aunque parecía de juguete, comparado con mi herramienta…)

Las chicas se me acercaron y comenzaron a ponerme electrodos en la cabeza, en el pecho, en las piernas y en más sitios y, con aquel toqueteo, no pude evitar que me sobreviniera una incipiente excitación… Entre avergonzado y curioso, yo las veía trajinar por allí, agachándose a coger objetos en los cajones, sin tener el menor cuidado de no mostrarme sus traseros en pompa una vez y otra y otra y una vez más… Esto pintaba mal, ya que mi instrumento crecía por instantes, con unas palpitaciones que lo iban hinchando al ritmo de los latidos de mi corazón y, claro, pasó lo que tenía que pasar: Al acercárseme Side, no pude reprimir una violenta eyaculación que le dejó la cara y el pelo como la radio de un pintor (Para “millennials”: ¡Llena de chorretones blancos!)…


Como todo había sido tan prematuro, no les había dado tiempo de conectarme los electrodos y me pidieron repetir la prueba… ¡Ya ves¡ No tuve ni que recargar la estilográfica… A los pocos minutos, tenía aquello, otra vez, vamos… como el cerrojo de un penal… y las chicas estaban bastante emocionadas… Luisi empezó a apoyarse en mi pecho, así, como sin darse cuenta,  y con el meñique, me rozaba tibiamente la rajilla de mi miembro, lo que me hizo dar un impulso con mi cadera de tal calibre el meneo que casi se cae la pobre chica… Afortunadamente, no me corrí en ese momento, porque, como me llega el instrumento a un palmo de la boca, me habría tragado, yo mismo, mis propios hijos inmaduros…

Sintiendo mi testosterona rebosante, ambas mujeres se iban despojando de sus ropas y yo no sabía ya dónde atender... De pronto, se miraron con una sonrisa de infinita lujuria y se pusieron a manosearme el miembro a cuatro manos y a cuatro tetas, mientras se besaban en la boca… A mí, que no había tenido más experiencia previa que la aventura de Jimena, me bastaron dos o tres caricias verticales de mis científicas admiradoras, para provocarme un nuevo orgasmo, está vez múltiple, porque se embadurnaron sus pechos, sus bocas, sus…  y todo el aparataje de alrededor, y las muy perturbadas se divertían recogiendo mi semen con los dedos y dándoselo, la una a la otra, a sus boquitas para golosearlo con delectación, mientras se les salía rebosándoles por la comisura de los labios…

—¡Hasta diez orgasmos conté…!—.

Como me tenían atado a la camilla y conectado a los aparatos, aquello empezó a pitar, chiflar y a parpadear diversas luces rojas, con varias alarmas y las chicas se empleaban en tratar de apagar los aparatos. Para conseguirlo, pasaban con sus pechos desnudos por encima de mi cara y de mi boca, lo cual excitaba de nuevo mi juvenil impulso y volvía a ponerme verraco, como ciervo en celo… y yo bramaba y mugía de placer barnizando sus pezones al pasar por encima de mí… En fin, no sé cuánto duró aquella locura, pero sé que aquellas mujeres no podían ni andar para venir a despedirme, tanto, por lo que había caído en el suelo (dejé aquello como un bebedero de patos), como porque les temblaban las piernas de tanto acariciarse la una a la otra… ¡Qué terrible decepción! ¡Yo que creía que en ese día iba a encontrar el amor…!

Aquello terminó, dejándome tan exhausto que sólo pude despedirme con un gesto, levantando mis cejas, al salir de allí. Ellas, bañadas en mis semillas, se habían corrido tantas veces que quedaron sentadas en sendos sofás, mirándome con una sonrisa de haber ascendido al éter y no poder descender…

Al llegar a mi casa, me tumbé en el sofá del salón y, reviviendo las imágenes de lo que acababa de presenciar, dije… ¡A la mierda, el día de los enamorados! Así que, agarré mi cacharro, me alivié de nuevo, antes de meterme en el sobre y me quedé dormido.  

Para fastidiarme más, había venido escuchando en el coche a Carina y su puto “Día de los enamorados” y pasé toda la noche soñando con la cancioncita de los huevos.

Y es que, ¡me pasan unas cosas…!

Bueno, amigos… En el próximo capítulo, os contaré los resultados del examen médico al que me sometieron… Porque la cosa no acabó en el loft…

“To be continued!”

Saludos, amigos.


El Perurena

6 comentarios:

  1. Bueno, no conoció el amor, pero bien fue muy consentido ese día.

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    1. Consentido sin sentido, diría yo... ¡😂!
      Gracias por tu comentario.

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  2. Bueno, yo me hubiera arriesgado también, digo, hay momentos para el amor y hay momentos para pasarla bien y teniendo dos al mismo tiempo pues definitivamente se toman los riesgos. Sin riesgos no hay recompensas y conocer el amor, bueno para eso hay tiempo, la oportunidad de un trio no debe desperdiciarse jajaja.

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    1. ¡Eres un romántico, sin duda...! Jajajaja...
      Gracias por tu comentario.

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  3. La cita no tuvo codornices pero si final feliz, múltiples finales. Jaja. El manejo del narrador no confiable siempre es una gran herramienta para la sátira y la comedia, sin duda Jaimito tiene con que mantener al público interesado y a sus féminas satisfechas.

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  4. Con ciertas herramientas, el final feliz es inevitable... En el caso de Jaimito, su instrumento en reposo sería de un tamaño que haría soñar a cualquier hombre en estado de suma excitación... Jajajaja... ¡Da juego, seguro!
    Gracias por tu comentario.

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