Las horas se hacían eternas hasta
que vi entrar a mi hijo Abrahán por la puerta. Se le veía tan feliz al lado de
Davinia que llegué a plantearme si el haber roto la relación con ella había
sido lo más acertado.
Pero cierto es que eran ya muy
continúas las discusiones que ambas teníamos. Y que mi hijo se criase en un
ambiente en ocasiones bastante tenso no me parecía lo más oportuno.
Han sido muchas las veces en las
que me he planteado como hubiera sido mi vida al lado de Musa y sobre todo la
de mi hijo. Es cierto que había crecido en un ambiente feliz y estable. Pero me
daba miedo el día en el que más tarde o temprano me hiciera más preguntas sobre
su padre. Nunca le mentí y sabía que estaba muerto.
Recuerdo como si fuese ayer cuando
al contárselo me dijo: —Entonces… Papá, ¿está en el cielo? ¿Algún día podré
hablar con él y verlo?—. Nunca pensé que siendo tan niño me hiciese preguntas tan
profundas.
Cuando los domingos le llevaba para
que jugase al fútbol con sus compañeros de clase y me decía: —Mamá, ¿qué diría
Papá al verme jugar? ¿Se sentiría orgulloso de mí?—.
Estas preguntas os aseguro que
formuladas por un niño que todavía ni había hecho la comunión, sin que él lo
supiera, me apuñalaban las entrañas. Y lo más penoso de todo es que no sabía
que contestarle. En esos instantes, mis lágrimas, resbalaban incontroladas por
mis mejillas.
Cuánto no daría por poderle devolver
la vida a su padre y que con él compartiera esos partidos de fútbol… porque por
más que Davinia y yo intentamos que no echase de menos la figura de un padre,
era imposible evitarlo, mi hijo, necesitaba un padre.
—¿Qué
tal os lo habéis pasado?—, les pregunté.
—Mamá
Davinia me ha llevado al cine y… ¿sabes qué? ¡Me ha comprado palomitas!— Ver
esa cara de felicidad con esos ojos tan brillantes me hacían sentir la mujer
más feliz del mundo.
Aunque en esos instantes me sentía
sin duda completamente dichosa, ya que mi hijo había conseguido que como mujer
me sintiera realizada. Pero en lo más profundo de mi ser, no dejaba de sentirme sola,
vacía…
No sé si tenía tan claro lo que
quería, como lo que necesitaba, y lo que anhelaba era sentirme mujer, amada y
deseada…
Davinia se había despedido de mí con
un par de besos y se marchó. Hasta dentro de dos semanas no le tocaba volver a
ver a mi hijo.
Como cada noche después de bañar a
mi hijo y antes de que se durmiera le contaba un cuento. Cuando por fin
conseguí que se quedase dormido, le miré embobada. —¡Cada día se parecía más a
su padre—.
Cuando salí de su habitación —dejé
la puerta entornada para poderle escuchar por si le sucedía algo— me dirigí a
mi habitación. No tenía ganas de recoger la cocina y aunque soy bastante
maniática para el orden y la limpieza, las ganas de abrir el diario y seguir
escribiendo en él, eran más poderosas.
Me encontraba sentada en la silla
frente al escritorio que tenía en mi habitación, cuando en ese instante el
sonido que procedía del ordenador me anunciaba un mail nuevo en mi bandeja de
entrada.
Me apresuré en abrirlo y era del Sr.
Rodríguez, los días habían pasado tan rápidamente que ni me había percatado de
que en una semana sería el día en el que me citó para vernos.
Hace años al recibir un mail de un
cliente no me causaba ninguna sensación, mi profesionalidad en ocasiones me
llegaba asustar, y sin embargo ahora… no sabía deciros si era miedo, respeto o
deseo. Pero tenía claro que no podía dar marcha atrás.
Aunque no acertaba a manejar el
ratón porque me temblaba el pulso, al final conseguí poder abrir el mail para
poder leerlo.
Querida Giselle;
Como
le prometí le escribo a una semana de nuestro encuentro. Encuentro que siento
que va a cambiar nuestras vidas.
Aunque
todavía sigo consternado al no llegar a entender el por qué se puso de nuevo en
contacto conmigo, intento no darle más vueltas, ya que lo importante sin duda
es que lo hizo.
Me
dijo que nos citásemos en Crowne Plaza, pero Giselle…el nuevo hotel ni llega a
ser la mitad de lo que en su día fue del que estaba situado en la Plaza de
España. Ahora es más moderno, más cercano al aeropuerto, pero lejos… muy lejos
de aquel maravilloso hotel.
¿Por
qué citarnos en un hotel, Giselle? Tengo ganas de verla, de hablar con usted y
para eso no necesito que estemos encerrados en una habitación. Un poco frío, ¿no
cree?
Entiendo
que ahora sea mi respuesta la que le contraríe y le aseguro que no es falta de
interés hacia su persona, más todo lo contrario, quiero conocerla, quiero que
me hable de su vida, que me cuente que ha hecho en todos estos años. Empecemos
por eso y lo que tenga que ser, si tiene que ser, será.
La
espero en la calle de la Rosaleda a las 19:30 de la tarde. Venga con ropa
cómoda, deje a un lado su profesión y permítame conocer a la mujer, a la
verdadera Giselle Bayma.
Sin
más, me despido, ansioso de que llegue el día en el que por fin pueda apreciar
su belleza en persona.
Siempre
suyo
Roberto
La verdad es que después de leer el
mail del Sr. Rodríguez he de reconocer que me dejó bastante contrariada.
Durante años había estado
solicitando mis servicios y ahora que el destino le brindaba la oportunidad de
hacerme suya, me encontraba con que solamente quería conocerme.
No puedo negar que esas palabras me
extrañaban. Ahora que lo que necesitaba era sentirme
viva. Me daba miedo reconocer que lo único que en verdad quería era no seguir sintiéndome sola, vacía…
Y sin darme cuenta llegó el día
dieciséis, día en el que al final nos veríamos.
Llamé a Davinia y le pedí que se llevase
a Abrahán a pasar el día con ella, aunque por fecha no le tocaba.
Habíamos quedado a las 17:00 para
que lo recogiera y se lo llevase. Cuando mi hijo me preguntó que a
dónde iba, no supe que contestar, ya que me parecía demasiado temprano como
para hablarle de la que en su día fue mi profesión. Una verdad que tenerla que callar me
envenenaba día a día cada vez más.
Davinia con esa mirada escrutadora
que le caracterizaba, me preguntó en silencio si estaba bien, si me sucedía
algo… Me abracé a mi hijo, después a ella y me dirigí al interior de mi casa,
después de asegurarme de que la silla que llevaba Davinia en el coche para mi
niño estuviese bien asegurada.
El miedo sin saber por qué se iba
apoderando por momentos de mí. Aparentemente lo tenía todo o eso era lo que
parecía de cara a los demás, sin embargo, sentía la necesidad de respirar....
Lo que me frenaba es que ahora no tenía la frialdad de entonces, ahora me
sentía bastante vulnerable. —¿Y
si de nuevo volvía a enamorarme? ¿Y si era en verdad eso lo que necesitaba?—
Vivía al lado de la rosaleda, por lo
que no necesitaba coger ningún taxi como antaño hacía para acudir a ninguna
cita de trabajo.
Iba vestida como realmente quise
hacerlo años atrás cuando decidí alejar de mí esa imagen de mujer frívola.
Llevaba puestos mis vaqueros favoritos, una camiseta de palabra de honor de
color negro y una fina chaqueta de hilo que color azulón que sin duda alguna
resaltaba el color de mis ojos, y mis queridísimas zapatillas de deporte.
Conforme me iba acercando al lugar donde
nos habíamos citado, las pulsaciones, iban aumentando. El miedo a lo
desconocido es algo que a día de hoy me seguía atrayendo sobremanera. No me
había parecido bien el que me hubiese citado en un sitio tan cercano a mi casa,
siempre podía haber alguna vecina a la salida del colegio y que sin querer su
hijo le dijese algo al mío. —Ya se sabe que los niños son las personas más
sinceras del mundo— ¡Lástima que esa sinceridad con los años desaparezca!
Hace
años no tenía la necesidad de tener tanta cautela y sin embargo ahora, toda
precaución era poca.
—¡Cuántos
años sin verte, Giselle!— me decía mientras cogía mi mano para llevarla hacía
su boca para besarla.
—Sin
duda, Sr. Rodríguez. ¡Mucho tiempo!
—Por
favor Giselle, deje de tratarme de usted, me llamo Roberto y me gustaría que me
llamase por mi nombre.
—Será
complicado. Ya sabe que yo…
—¡No!,
no sé nada. Tan solo sé que acabo de verla y toda su vida profesional anterior
es como la vida personal de cada uno, privada, y en estos instantes parte del
pasado.
Cada vez me desconcertaba más su
actitud. Estaba acostumbrada a que todo fuese de una manera más rápida y
directa en cada servicio. Todo esto… no dejaba de sorprenderme.
Me cogió de la cintura y fuimos
paseando hasta llegar al Templo de Debod. No recuerdo haber visto un atardecer
tan maravilloso. Me sentía rara, hacía años que nadie me cogía por la cintura
al caminar, a excepción de Musa. Esa sensación me hizo sentir rara, diferente
si cabe, pero completamente agitada por el recuerdo de una sensación ya casi
olvidada.
Apenas hablaba, como siempre, estaba
acostumbrada a escuchar y aunque quisiera alejarme de mi profesión, no podía. El
escuchar siempre me daba más pistas sobre la vida de la persona que tenía
frente a mí.
Al regresar me cogió de la mano al
caminar, como si de un acto reflejo se tratase, la aparte de la suya.
—Giselle,
¿te encuentras bien?… Notaba cierta tristeza en su mirada al pronunciar estas
palabras.
—¡Sí,
no sé… supongo! Apenas pronuncié estas palabras con un hilo de voz.
Estaba
completamente nerviosa y hasta notaba que las piernas me temblaban. Hace tantos
años que no me cogía un hombre de la mano, me sentía completamente
desconcertaba a la par que deseosa.
—¡Tranquila!
¿Quieres que te lleve a tu casa? Me dijo mientras que me besaba en la frente.
—¡No!
Se me pasará. Hace tanto tiempo que yo…
—¡Hace
tanto tiempo de qué, Giselle!
—De
quedar con un hombre a solas. Cuando murió Musa, mi vida, fue la de mi hijo.
Todo lo que he hecho hasta ahora ha sido por y para él, hasta tal punto que me
olvidé de mí, de lo que yo sentía, de lo que yo necesitaba. —Las lágrimas
rodaban incontrolables por mis mejillas—. Y no dejo de sentirme culpable, hasta
mezquina y mala madre por estar aquí Roberto. Pero yo necesito…
—Sé
que necesitas, lo sé desde el minuto cero, Giselle. Rompe la coraza, vence tu
miedo, se tú misma y así te quitarás de encima ese lastre que te lleva mortificando
desde hace tanto tiempo.
Sin
saber cómo en ese instante los nervios se fueron o estos tal vez fueron los que
hiciera que comenzase a quitarme de encima la coraza que durante tanto tiempo
llevé puesta.
En ese
instante me abracé a él,
comencé
a llorar,
a
vaciarme por dentro,
a
expulsar toda la rabia que me consumía
y que
me quemaba por dentro.
Dejé de
luchar,
me dejé
llevar,
me dejé
querer,
me arrulló entre sus brazos
y me sanó con sus besos.
Y ya no era yo, sino éramos...
Cuando sus labios se separaron de los míos. En éstos se
habían dibujado una sonrisa. Ya caminando de la mano, sin tener ninguna
sensación extraña, nos dirigimos hacia su coche.
Durante todo el trayecto hacia su
casa apenas hablamos, pero sí nos intercambiamos unas miradas cómplices. De
nuevo volvía a tener a mi lado a una persona con la que apenas tenía la necesidad
de hablar, ya que hasta en silencio nos entendíamos.
Solamente entrar en su casa. Me besó apasionadamente. Beso, al que correspondí con la misma pasión. Me cogió en
brazos y me llevó hasta la cama. Y una vez allí, me desvistió como hace tiempo
nadie hacía. Sentí sus labios acariciando cada centímetro de mi piel. Mis
pezones se endurecían al sentir como los mordía. Siguió besando mi vientre y en
ese instante separó mis piernas delicadamente, dejando mi sexo abierto ante él
y una vez allí, sentí su lengua jugueteando con mi sexo hasta que sentí que mi
clítoris comenzaba a palpitar. Me estremecí, grité, pedí que no parase… Hasta
que sentí desfallecer de placer…
Y sin darme cuenta llegó el
dieciséis de junio, fecha en la que al final logré sentirme como hace tanto
tiempo no me sentía. Mujer, amada, deseada y después de mucho tiempo… viva.
Escrito por:
Eva Mª Maisanava Trobo
Me ha gustado este capìtulo de Giselle, nuevamente cambia su vida, parece que ha encontrado por fin alguien que la quiere por si misma y no por lo que ha sido. Espero que haya dejado la soledad al encontrar el hombre de su vida.
ResponderEliminarUn beso
Muchas gracias por tu comentario y no sabes lo que me alegra que este nuevo giro de la trama, haya sido de tu agrado. Un besazo.
EliminarSentirse Vivo es lo más importante
ResponderEliminary, lo que más necesitamos los humanos
para un porqué a nuestro ser.
Un besito me gustó muchísimo
Lolotónico
Manuel Barranco Roda
Gracias guapísimo. La verdad es que la nueva Giselle, sorprenderá...
EliminarBueno, ahora que Giselle ha podido liberarse de las ataduras que la oprimían y ha vuelto a dar esbozos de su ser, será interesante contemplar lo que viene a continuación. Espero con ansias la siguiente entrega.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos. Giselle, tiene derecho a ser feliz y al parecer en su vida habrá cambios y giros positivos. Gracias de nuevo.
EliminarDesde que conocí a Giselle, en capítulos anteriores, he tenido la necesidad de conocerla un poco más. Poco a poco, nos vas contando su vida , y confieso, que por fin me alegra que ya no se sienta sola y vacía, porque sufría por la pobre.
ResponderEliminarEl anhelado encuentro con Roberto, por fin ha llegado, dejando los protocolos y la ropa de lado, sanándola con sus besos. Ojalá que este ansiado encuentro sea el preludio de una vida más satisfactoria para ambos y que por mucho tiempo se siga sintiendo por encima de todas las cosas: mujer completa.
Ahora esperaré con ansiedad a que llegue Agosto para la siguiente entrega.
Felicidades Eva por dar un giro a la historia.
Un abrazo
Rocío Ruiz
Gracias, Rocío.
EliminarSin lugar a dudas poco a poco la soledad y el vacío que eran asiduos en la vida de Giselle, se están ensombreciendo con la presencia del Sr. Rodríguez. Aunque lo que no es seguro si por mucho tiempo o el suficiente para que ella vuelva a sentirse mujer y a recuperar la confianza en ella misma. De todas maneras, gracias.
Este encuentro de Giselle con el señor Rodríguez resultó ser un encuentro diferente a todos los que hasta ese momento había tenido. La manera delicada...suave y pausada de tratarla resultó ser a la larga la más asertiva para permitirle a ella tranquilizarse...tomarse confianza...exteriorizar sus sentimientos y ya luego sus deseos como ella en el fondo lo anhelaba y necesitaba. Felicidades Eva!!!
ResponderEliminarAsí es Hollman. Al final alguien se ha tomado la molestia de conocerla en verdad por como es ella, y no por lo que en su día fue.
EliminarTe aseguro que la vida de Giselle, dará un gran cambio.
Espero que te guste.
Besotes