viernes, 14 de febrero de 2025

Escribir es nuestra forma de amar.



Ni siquiera sé cómo pude cometer el error de ser tan cercana con él. Había venido a varias presentaciones de mis novelas y siempre estaba en primera fila.

Nunca, jamás, le había dirigido la palabra, salvo para dedicarle algún libro. Pero ese día, por alguna extraña razón, reparé en su mirada como nunca antes lo había hecho.

Siempre tuve claro que mi vida como escritora era lo que más feliz me hacía, y aunque había recibido alguna propuesta de algún seguidor que otro, nunca me propuse cruzar esa barrera. Porque ya se sabe que los rumores corren a la velocidad de la luz, y ahora que estaba empezando a ser reconocida, no quería, por nada del mundo, dejarme llevar, por muchas ganas que tuviera; puesto que mi relación con Javier, mi marido, comenzaba a hacer aguas, y la necesidad de sentirme mujer de nuevo era algo que no podía ignorar.

Pero ese día, sin saber cómo, acepté su propuesta y, a la salida de la firma, quedamos en un bar cercano para tomar una copa.

El alcohol, sin duda, logró que perdiera esa timidez tan propia de mí. Así que, entre risas sin sentido, le pregunté por qué se había fijado en mí.

Alejandro no dijo nada. Solo me miró y me pidió mi dirección porque quería enviarme un libro. Dijo que estaba convencido de que me iba a gustar.

Pasaron varios días desde la presentación, hasta que, de pronto, llamaron al telefonillo. —Me levanté para abrir la puerta—.

El remitente del paquete era Alejandro, ese seguidor que, con su mirada, me estaba empezando a cautivar. Lo abrí y, en su interior, encontré el ejemplar de la última novela de un amigo mío que no había alcanzado a comprar. Se titulaba Figuras en un espejo. Pero lo que más me sorprendió fue descubrir una carta de Alejandro dentro del libro.



Te extrañará que te responda ahora, pero me gustaría verte. Siempre dejamos que pase el tiempo en exceso, más nunca se borra la emoción de encontrarnos de nuevo. Tal vez me encuentres distinto. Tienes razón, ya no soy la misma persona. He cambiado y por eso no puedo comportarme de la misma manera, supongo que ya estás acostumbrada a ello. Aunque no sé por qué escribo así. He leído cada frase de tus novelas, cada palabra de tus relatos, soy tu seguidor, tu admirador. Y sé que no me responderás o si lo haces será con una frase literaria.

Puedes encerrarte en ti misma, aislarte. Así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos. Piensas. Pero… ¿Ves?

La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si es real o irreal, si tú eres verdadera o falsa. O tus personajes son reflejos de ti misma o acaso lo que te gustaría ser y tan solo transmites cuando escribes.

Yo he desnudado pocas veces mi interior y en muchas de ellas contando solo lo que a mí me interesaba… pero a ti te conté más… aunque no todo, me resultaba imposible; ahora necesito exorcizar mis fantasmas para continuar adelante. Pero yo no soy escritor como tú y los pensamientos me ahogan cuando los quiero ordenar.

¿Tú te encuentras bien? Porque yo no lo estoy. Me gustaría verte y solucionar esto. Pero sé que es muy difícil, o imposible porque tú ya estás escribiendo otro libro. ¿Cómo será esa nueva obra? Cambiarás de protagonista, solo fui un personaje más de aquel argumento que vivimos sin soñar, o que soñamos sin vivir.

Te pediría que me abraces, pero mejor no lo hago, deduzco que tienes otros amantes. Es cierto, ¿verdad?

Se me atragantan las palabras, me sucede a menudo. Debes tener paciencia conmigo, te repito que no estoy bien. Me faltan incluso las lágrimas.

¿Cuántas veces me has besado en sueños? Se puede acariciar el silencio. Se puede soñar con el vacío, incluso tendremos que vivir con la ausencia.

Mujer y Luna, piel que se eriza al sentir su desnudez. Eres escritora, si no me hablas al menos escríbeme.

Alejandro


Había una tarjeta con su dirección de correo electrónico. Decidí escribirle, aunque no sé si sería lo más correcto, y contestar a su carta con otra mía...

Alejandro,

No sé qué decirte. La verdad, no me esperaba nada de esto.

Y no sé muy bien cómo pude dejarme llevar. Sabes que estoy casada, aunque jamás te lo haya dicho, y no suelo llevar la alianza. Cada libro se lo dedico a él, a Javier, y tú, como seguidor mío que eres, has tenido que leer cada dedicatoria.

Y, pese a que soy escritora, como bien sabes, quien ahora te escribe es la mujer, y no me está resultando nada sencillo.

Porque no es fácil reconocer que mi marido ni siquiera repara en mi presencia. Ni aunque me vea desnuda. Ni aunque lo busque en la intimidad. Lo único que encuentro es rechazo tras rechazo. Y, pese a que mi género es el erotismo —como bien sabes—, mi vida íntima es inexistente. Creo que llevo cinco años sin estar con nadie en la intimidad.

No puedo seguir escribiendo, Alejandro. No sé si tiene sentido que nos veamos o siquiera que respondas a esta misiva.

Te pido perdón por haberte confesado algo que, hasta ahora, nadie sabía.

—¡Qué fácil es escribir siendo escritora, y qué complicado es hacerlo cuando quien lo hace es la mujer que habita en ella!—

Ena.



Hola Ena, no iba a contestar, tal y como señalas en tu carta, pero me puede tu recuerdo, tus palabras escritas resuenan en mis oídos. Verte desnuda. —Eso me hace temblar—.

Como escritora conoces mucha gente, tienes admiradores, estoy seguro de que alguno se te ha acercado. Yo en cambio no tengo más que los recuerdos. Y amigas también, pero llegan y se van. No dejan huella.

—¿Es verdad que te han invitado a unas jornadas literarias en las islas, junto al mar?

Lo leí en algún periódico—.

—¿Y si me acercara allí en secreto para verte?—.

Nadie seguirá mi pista y puedo pedirme en la empresa algunos días de vacaciones. Serían dos días mágicos, aunque luego cada uno siga su camino y yo no vuelva a escribirte.

No te insistiré; comprendo que no puedas aceptar, pero llevo pensando en ello desde que me enteré de la noticia. De hecho por eso me atreví a escribirte de nuevo.

Alejandro

Hola, Alejandro:

Respondiendo a tu pregunta, he de decirte que hay un seguidor que me atrae, pero… tal vez por su profesión y porque estoy segura de que soy poco para él, ni me planteo el hecho de robarle un beso, aunque… me encantaría.

He de confesar que también he temblado cuando escribiste —verte desnuda—, aunque no sé por qué lo menciono. Tal vez porque en sueños…

Sí, Alejandro, la noticia que has leído sobre las jornadas literarias es veraz. Pero José, el editor del autor del libro que me regalaste, me ha invitado a unos eventos en San Sebastián y, como ya sabes, mi siguiente novela es histórica.

Por eso quiero aprovechar, cuando tenga algo de tiempo libre, para acercarme al Palacio de Miramar. Allí fue donde Alfonso XIII pidió la mano a Victoria Eugenia de Battenberg, y necesito documentarme.

Tu oferta de pasar un fin de semana juntos es muy tentadora, y después, que cada uno siga con su vida.

Te seré sincera… —¡Me apeteces!—, que no es lo mismo que gustarme o sentir amor por ti. No sé si me explico…

Pero he de hacerte una pregunta, Alejandro: —¿No será que es la escritora quien te atrae y no yo, la mujer?—


Da igual, sea como fuere, me despido ya…

Ena

P. D.: Hotel María Cristina. Habitación 503. Sin preguntas, ni porqués.





¿Acaso la escritora no es la mujer? ¿Son dos personas distintas? No lo sé, pero a mí me sedujo lo que me mostraste. Así que tú tienes la respuesta. Tu debes saber si lo que me dejaste ver era la mujer o la escritora. O ambas a un tiempo.

Estoy escribiéndote este correo electrónico porque estoy a punto de llegar a tu hotel. Tengo alojamiento en otra planta, solo una noche. Esta noche, desnuda y evanescente, ardiente y real. Mujer o escritora. Pero con el cuerpo desnudo y el alma tejida con sueños.

Mañana he de regresar; tal vez no nos volvamos a ver. O quizás en otro hotel una noche furtiva.

Ya casi estoy llegando. Confío que puedas estar libre ya a esta hora.


Alejandro


No llevaba ni media hora instalada en la habitación cuando me llegó el mail de Alejandro. El solo hecho de pensar que ya estaba en el hotel aceleró mis pulsaciones.

Nunca antes me había planteado ser infiel a mi marido, pero, a fin de cuentas, solo iba a ser una noche. Después, todo volvería a ser igual a mi regreso.

La casa, la limpieza, la plancha, la rutina, la distancia… casi insalvable entre Javier y yo me devolvería a mi habitual estado de melancolía. Hasta que la vida, una vez más, me ofreciera la oportunidad de sentirme algo más que una estatua insultantemente atractiva, pero… sola y vacía.

Estaba saliendo de la ducha, apenas me dio tiempo a ajustarme el albornoz cuando escuché los golpes en la puerta.

Abrí. Era él. Alejandro.

En efecto, no hubo ni preguntas ni porqués…

Solo éramos dos personas dispuestas a disfrutar de ese momento que el destino, caprichoso y veleidoso, nos tenía reservado.

Las palabras sobraron, como nos sobró la ropa. Y fue entonces cuando Alejandro—el seguidor, el hombre—escribió con sus besos, sus caricias y su sexo la mejor ópera prima jamás escrita en el cuerpo de una mujer.

Ya no importaba si yo era la escritora o la mujer, si él era el seguidor o el hombre. Solo éramos dos adultos sin prejuicios, capaces de dejar los tabúes a un lado para entregarnos a la pasión, convirtiéndonos, por unos instantes, en un solo ser.

Dos amantes de la literatura y del placer, incapaces de ponerle puertas al campo y de decirle que no al deseo, al amor...

A la mañana siguiente, cuando desperté, Alejandro ya no estaba a mi lado. Solo me quedaban el recuerdo, su olor en mi piel y el calor en mi vientre…

Me incorporé para ducharme y entonces vi una nota en la mesilla.



No es fácil escribir estas notas. No soy escritor como tú. Me gustaría tener esa capacidad para dibujar las palabras. Me quedan las imágenes grabadas en mi mente. Entré en tu habitación y allí estabas envuelta en aquel albornoz rosa. Había fantaseado con quitarte la ropa poco a poco, pero la impresión recibida fue aún mayor.

Completamente desnuda tu piel refulgía, tu cuerpo brillaba con una luz que silueteaba tu intimidad y la convertía en fuego y fascinación.

No encuentro palabras —no soy escritor como te he dicho, solo ávido lector— para describir ese momento, y los que le siguieron. Tu rostro, tu cuerpo erótico pleno de intimidad y misterio, tus manos traviesas, tus pechos erguidos y tu mirada. Sí; fue tu mirada además de tu desnudez la que me transportó a un mundo lejano. Tal vez al mundo de tus escritos, de tus fantasías. Sentí que por unas horas yo formaba parte de ese mundo tuyo de escritora. Y tú dibujabas tus letras apasionadas en mi cuerpo hasta el límite mismo de la excitación, de la locura…

Ahora estamos lejos. El libro se ha acabado de escribir, como todos los libros, pero la escritura queda y el libro vuelve a vivir cuando se lee de nuevo.

¿Volveremos a leer este relato?, o mejor aún, ¿podremos escribir otro nuevo?

Se que nuestros mundos reales se han separado porque son diferentes. Pero releo a menudo aquella frase de tu novela más famosa: escribir es una forma de vivir.

Si no podemos compartir el mundo real podemos vivir nuestro sueño en tu escritura. Esa será nuestra forma de vivir, nuestra manera de hacer el amor. Concebiremos hijos de papel y tu recuerdo será mi recuerdo hecho de palabras y acentos.

Escribe Ena, porque escribir será nuestra manera de amar, nuestra forma de sentir.

Fin


22/01/2025

4 comentarios:

  1. La historia es una la cual puede ocurrirle a cualquiera, no solo a la escritora. En estos días nos podemos conocer entre redes sociales o lugares públicos, solo como una cosa casual y eventualmente desarrollar una atracción de deseo. Al igual que la historia, se desarrollarán conversaciones cada vez mas atrevidas hasta llegar a proposiciones las cuales suelen ser tentadoras, porque al igual que en la historia, esa atracción es una furtiva y un encuentro efímero es tentador ya que, en muchos casos, no es una atracción amorosa, solo es que se apetece el encuentro como muy bien lo establece el relato. Que se llegue a cometer infidelidad, seguramente muchos casos son así, la pregunta seria si la satisfacción tiene mas peso que la culpa que se pueda general tras la infidelidad.

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    1. Hay dos tipos de infidelidades: La del hombre que viene siendo más bien por sexo y la de la mujer, que cuando decide hacerlo, es porque ya en casa ni la ven.

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  2. Me produce admiración el uso del relato epistolar para convenir los sentimientos, mantener el dialogo bajo y el flujo de la historia. Me produce alegría la forma en que los amantes casualmente se reunen y se separan. Felicidades por el relato, me alegra mucho la lectura.

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    1. Muchas gracias, Carlos. Siempre me ha gustado el género epistolar, y como era para el especial de San Valentín, me resultó lo más acertado. Gracias de nuevo.

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