Tiernos y traidores es el título de un libro de Susana Fortes,
publicado en 1999, al que no me voy a referir ahora, ni tampoco comentarlo; ni
siquiera tomar algo de su contenido. Simplemente que su enunciado me viene a
decir lo que el ser humano es algunas veces; no siempre, ni todos.
La ternura, que
posiblemente responda a algún estímulo de la infancia, se despierta de nuevo
cuando los años avanzan hacia el final; ese final impredecible, pero
irremediable. Es esa ternura que sobra, porque no se ha usado y hay que
gastarla antes que sea tarde. A la contra, no se encuentra a quién la dé, si no
es en algún rincón desconocido hasta el momento, donde salta esa chispa que
prende en los sentimientos adormecidos. Es entonces cuando a quien reparte esa
ternura, le pueden llamar traidor, sin pararse a sopesar la culpa que recae en
quién se atreve a pronunciar la palabra: ‘traidor’.
La ternura se desboca,
como el pantano que ha recibido tanto de los ríos con las lluvias de noviembre,
que dice algún poeta, es el mejor mes para mostrar los sentimientos y darlos a
los demás. Hay que aliviar el embalse para que no se rompa, destruyendo toda
vida en su eclosión fluvial, como también hay que liberar la ternura, sin
traición ni bridas, porque el mundo lo necesita, mientras a muchos les sobra.
No hay traición siendo
tiernos. Sí hay amargura no siéndolo. Y la amargura, no conviene ni aproxima.
¿Cómo era esa ternura
de la niñez? Limpia, espontánea, necesaria, dulce… ‘Sin traición’. ¿Cuándo se
convierte en Guadiana la ternura? Ese rio que nace y esconde su curso, para
volver a renacer cuando los cielos lo riegan.
Así, en la vida, la
ternura nace perdiéndose con el paso del tiempo, para volver a brotar más allá
de media vida, en la medida en que se la haya alimentado. Pero tiene que salir
o reventar. Discurrir con solemnidad, sublimación; poco a poco: sin dolo.
Ternura, traición,
hombre, mujer, vida, ocasión, deseo, alimento, piel, roce, labios, frente,
manos,… Todo debe estar dispuesto para promover, acoger, resguardar, cultivar…
Dar ternura, en fin, esperando una respuesta de igual magnitud. Sin beber en el
Leteo.
Si no hay ternura, no
hay humanidad, vuelos felices, cauces idílicos, sonrisas sinceras… No hay
razones de vida real, hipotecadas por el egoísmo y la sombra que acompaña al
ser iluminado desde dentro de sí mismo. No hay traición en la ternura. Si se
tiene hay que darla, sin más; sin temor a ser tenidos por traidores.
Juan Martín-Mora Haba
Noviembre 2012
Interesante reflexión, tocayo.
ResponderEliminarMe gusta...
ResponderEliminarUn abrazo
Manuel Barranco Roda
Buena reflexión, aunque el termino traidor es muy complejo y suele variar según como lo interprete cada persona.
ResponderEliminarDefinitivamente, no creo que haya traición en la ternura. creo que la ternura es uno de los más hermosos sentires del ser humano, no pretende ser correspondida. Se da... Simplemente se regala sin esperar correspondencia. Muy bonito tu texto Juan, te hace pensar.
ResponderEliminarLa ternura es un gran problema. Es algo que todos esperan y que no todos pueden dar en la misma dosis. Por eso si estoy de acuerdo en calificarla con esa palabra. La gente espera muchas veces más de lo que una persona puede dar.
ResponderEliminarAmigo Juan: Dejas bien claro la tesis con respecto a la ternura, la firmeza de tu pluma se va quedando reflejada en el papel de manera tan palpable, que no deja lugar a dudas, resulta ser como un libro abierto.
ResponderEliminar"La ternura se desboca"
como se desboca un río
si crece su manantío
y un desborde le proboca.
Pero en cambio,si se apoca
y se queda entumecida,
le resta fuerza a la vida
y esto no debe pasar,
hay siempre que procurar
vencer en toda partida.
Manuel MEJÍA SÁNCHEZ-CAMBRONERO
Una reflexión que estimula seguir preguntándoselo ¿hay traición en la ternura?
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