Una pareja de enamorados prepara su
boda con toda ilusión; viven en ciudades distintas, la boda se celebrar en la
de ella, en el norte de España.
La boda se desarrolla en los años 70 en que aún España estaba
gobernada por el Caudillo Don Francisco Franco Bahamonde, y la mayoría de edad
para la mujer es de 21 años; por lo cual María es considerada como menor de
edad pues solo tiene 20 recién cumplidos.
Empiezan los preparativos, busca un
bonito vestido de color champán que nada tiene que ver con los clásicos
vestidos de novia de la época.; quiere casarse en una iglesia de su ciudad por
la tarde y hace los trámites pertinentes para cambiar la iglesia que por zona
le toca.
Elige los adornos florales y prepara
las invitaciones. Todo parece controlado.
Cuando va a buscar sus vestiduras, lo
hace acompañada de una amiga, recogen las cajas con el vestido el cancán y los
accesorios y se van derechas a casa de María, al llegar se encuentran con que
una caja va bacía, la del cancán. Vuelven a la tienda, y allí no aparece, la
dependienta dice que seguramente alguien por el camino les quiso gastar una
broma, pero no habían parado en ningún sitio; así que como no había mucho
tiempo le improvisan un nuevo cancán. Parece que empiezan los contratiempos.
En la Iglesia empiezan a hacer obras,
obras así que habría que celebrar la boda acompañados de los andamios que
serian uno de los principales decorados de las fotos mientras se celebra la
boda.
El acontecimiento se celebra en el mes
de febrero, y unos días antes empieza a nevar quedando el puerto que separa las
dos ciudades de los novios, cerrado; los nervios de María se disparan, se ve
compuesta y sin novio, a los dos días se abre el puerto y ella respira; parece
que todo se va arreglando.
Llega el día esperado, aparece en la Iglesia
con una figura radiante, donde la espera el novio y los invitados; el cura que
les casaba, sale muy cabreado porque dice que la boda estaba apuntada para las
17,30 y ya eran las 18; a las 18,30 él tenía un bautizo, así que no daría
tiempo a casarlos; a María le habían dicho que la apuntaban para las 18.
Después de un tira y afloja, accede a casarlos con una ceremonia rápida.
Las arras las lleva una niña que al
entrar en la Iglesia tropieza y se desparraman, todos buscando las arras; a la
madrina que era la suegra de María casi le da un pasmo, pues las arras eran 13
pesetas de no sé qué año con las que se habían casado sus anteriores hijos.
Gracias a Dios consiguen volver a
reunir las arras completas.
Parece que la cosa se va
tranquilizando, tocan la música nupcial y se acercan al altar; comienza la
ceremonia; el cura, la celebra a toda prisa, parece radio canuto; 1000 palabras
por minuto; según los invitados nunca una boda fue tan rápida.
Un momento dado, el cura pide las
arras y lo anillos, el novio entiende las arras que en ese momento las tenía la
novia, ella oye los anillos, que les tiene el novio; y comienzan una disputa que
el cura la finaliza diciendo: “he dicho las dos cosas”.
Finalizada la parte de arras y
anillos, la madrina, por miedo a que se vuelvan a perder, empieza a dar codazos
a la novia pidiendo las arras para guardarlas, este gesto sale en una de las
fotos.
Acabada la ceremonia, los novios salen
de la iglesia hechos un manojo de nervios; a la salida, alguien tira arroz de
forma inesperada, la novia casi se cae; el novio esta tan nervioso que solo
quiere salir de la aglomeración, y desaparece de pronto.
El fotógrafo, saca unas fotos a la
novia y va en busca del ya cónyuge de ésta pero no le encuentra; un invitado
dice que cogió a su madre y su propio coche y dijo que se iba para el
restaurante; la recién desposada se queda compuesta, sin marido y sin reportaje
fotográfico.
Entra en el coche nupcial y para que
no valla sola, dos tías solteras del marido se suben con ella una a cada lado,
llamando así más la atención al bajar del coche, una novia sin novio y con
escolta.
Camino del restaurante, hay un
accidente sin importancia, pero al conductor del coche nupcial le hace dar un
brusco frenazo y los adornos florales que van detrás, caen sobre el vestido de
María.
Al no haber reportaje fotográfico,
llegan demasiado pronto al restaurante, con lo cual unos amigos de él proponen
ir hasta una sidrería; los recién casados acceden y se van a una pequeñita, por
aquel entonces la sidra aún se escanciaba a mano y el suelo esta encharcado,
allí se presentan los cuatro todos emperifollados llamando la atención de los
clientes que allí estaban, sobre todo la novia que tenía que sujetarse el
vestido para que no se le embadurnara de sidra. Piden unas botellas de sidra
acompañadas de marisco; se les hace tarde, la hora de la cena llega y los
novios no están; todos esperando por ellos.
Al fin llegan los novios, media hora más
tarde de lo previsto, la madre de maría, al borde de un ataque de nervios, le
entra descomposición.
Como el novio se había puesto las
botas a marisco, no consiguió probar bocado; los camareros no hacían más que
preguntar si quería otra cosa.
Acabada la cena empieza el baile, los novios tienen que abrirlo y el novio se niega a bailar, tocan por dos veces la pieza nupcial, y a la tercera, la novia saca a bailar a un tío de ella para que pueda la gente empezar a bailar. Como se puede comprobar, la boda mejor no pudo salir.
Rosa Caldevilla
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ResponderEliminarLo que mal empieza mal acaba, triste futuro le depara a esa novia.
ResponderEliminarDefinitivamente es una boda para olvidar. Espero que la vida haya tratado mejor a la pareja. Muy bueno.
ResponderEliminarUna boda no significa siempre felicidad. Debería darle qué pensar y actuar en consecuencia. Enhorabuena
ResponderEliminarLas cosas que pasan tras bambalinas siempre son más interesantes, aunque en éste relato, la nota la dan los mismos ahora esposos, Saludos!
ResponderEliminarTanto problema me hace recordar la boda de mi hermana, jajajajaaj, ahora me rìo pero fue algo increible, jjejejeje, seguramente, que si siguen casados, ellos tambièn se reiràn. Como decìa mi madre: bueno es cilantro pero no tanto!. Abrazos.
ResponderEliminarTRINA
Vaya locura de boda, me gustó bastante.
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