Recuerdo con cariño esas noches de viernes en que, después de un
concierto de rock añejo, mi hermano y yo volvíamos en el coche hablando sobre
la cantidad de sitios que íbamos a conocer, juntos o cada uno por su lado. Al
fin y al cabo, ya habíamos veraneado juntos muchas veces, y contrastar las
fotos de nuestros viajes por separado, tenía su encanto.
En aquellas noches, de
las cuales no hace tanto, yo solía quedarme a dormir en casa de Colours, que es
como yo llamaba afectuosamente a la chica que se adueñó de mi sentimentalismo,
ese mismo del que dudé muchas veces si poseía.
Pensar en aquellas
deliciosas y entrañables veladas, trae consigo un sabor agridulce, qué duda
cabe, pero en muchas ocasiones es imposible soslayar los lazos que me unen a
esos recuerdos. Nunca me fue sencillo asimilar que, algunas cosas, se van sin
más, dejando momentos intentos para bien y para mal.
Ahora, con una buena
dosis de dureza aparente, trato de ver el futuro, intentado odiar algún segundo
de aquellas noches, para hacerme ver que no eran tan perfectas. Si soy
completamente sincero, os diré que no soy capaz de odiar un solo segundo. Al recordar,
y al escribir este texto, tanteo la opción de no esbozar una sonrisa, pero
acabo sonriendo.
Cuando las
remembranzas carecen de pureza, o por asomo noto que les falta algo de
esplendor respecto a la realidad, soy capaz de mostrarme estoico y/o impasible.
Pero, esos momentos del ayer..., no tienen un precio, no tienen una fecha de
caducidad y no tienen pensado esfumarse de mi interior.
El llanto de algún día
pasajero es una reacción lógica, al menos según mi paradigma, el cual se
construyó a base de tiberios mentales. En mi situación, lo así llamado maduro
es nutrirme de una idea: yo fui capaz de ser partícipe en aquella perfección
del ayer y, por lo tanto, es factible rememorar con hecho, y no sólo con
palabras.
Tal vez, de aquí a
unos años, cambien los escenarios y cambien las personas, pero creo que me
llevé buena parte del fulgor de esas vidas que complementaron la mía.
Jorge Loarte
Me gusta la miscelánea, aunque el detalle de y/o mata el texto, en mi opinión, porque rompe totalmente el lirismo y el sentimentalismo de la composición con un elemento tan puramente jurídico. Yo hubiera optado por una letra o la otra, pero el resto del texto está muy bien.
ResponderEliminarLos recuerdos de aquello que pasó es lo que moldean nuestra forma de ser y pensar. Es lo que fuimos y lo que somos.
ResponderEliminarMe gustó mucho, un saludo.
Los recuerdos son parte importante de la vida. Pero no debemos dejarnos dominar por ellos, porque es difícil saber si podemos sostenerlos o no. Gracias Jorge.
ResponderEliminarMe gusta mucho, los recuerdos buenos siempre son recordados con añoranza, no se pueden odiar. Está muy bien expresado. Un saludo.
ResponderEliminarNo somos nada sin nuestros recuerdos. Para bien o para mal éstos nos marcan y también deciden en gran medida nuestro futuro. Saludos.
ResponderEliminarBuena reflexión, la vida es eso, recuerdos, y andamos con ellos a cuestas, Saludos!
ResponderEliminarMe encantò leerte. Un buen texto literario. Las reminiscencias forman parte de nuestra existencia y sirven de acicate para continuar y tomarlas como indicadores positivos de nuestra existencia. Gracias or compartir.
ResponderEliminarTRINA
Me gustó bastante tu forma de narrar, por otra parte opino que gran parte de nuestra vida se forma por los recuerdos o por lo vivido, pero tenemos que tener la fortaleza de marcarnos nuestro propio camino. Un saludo
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