-Ahora que la nueva generación dio el
puntapié inicial, es hora de que la más vieja siga…
Lo que
José Francisco intentó hacer con su comentario fue una (especie de) broma pero era tan serio, tan rígido, con ese aspecto
tan militar, esos nudillos tan salientes, esa mandíbula tan prusiana, que nadie
se animó a reír.
Cuando
Guillermo vio que José Francisco tenía en la mano un frasco de perfume a medio
llenar (“Bambú” de Alfonso Domínguez, Sofía,
su ex pareja, se lo había traído de su último viaje a Europa) se preguntó
COMO llegaría a describirse este hombre con ese objeto quizás tan ajeno a su
personalidad. “Apuesto a que este hombre
es de los que todavía usan colonia, Crandall o Colbert Noir, quizás. No lo veo
usando otro perfume” pensó el analista mientras José Francisco empezaba su
descripción.
“Soy un perfume, estoy compuesto de
alcohol de origen vegetal, agua, fragancia, butilmetoxidibenzoilmetano, Etilhexil
Metoxicinamato, etilhexil salicilato, alfa-isometil ionona, butifelnil
metilpropional, citral, citronelol, cumarina, geraniol, hexilcinamal,limoneno,
linanol. Todos estos elementos me componen y me forman. Tengo la tarea de que
la gente huela correctamente. Y estoy a medio llenar…”
“A medio llenar” recordó en su interior “Como
la Botella de Whisky de aquella noche en que me convertí en asesino”.
La tarde
del asesinato que conmovió al barrio de Barracas allá por principios de los 90,
José Francisco se fue a tomar el té a la confitería Boston como solía hacer.
Pidió un blend[1]
de té ingleses acompañado de 3 masas secas (“tenían” que ser tres), una de chocolate, una de membrillo y una de
coco. Se sentó en la misma mesa de siempre y fue Tito, su camarero que lo
atendía hacia veinte años, quien lo atendió como de costumbre.
El
acontecimiento había aparecido en todas las planas de los diarios: los cuerpos
de Elsa Judith Frenchi de Aztigueta, cosmetóloga, de 42 años y de su amante,
Roque Ramón Castillo de 29, desocupado, yacían inertes en la cama matrimonial,
con los labios violáceos hinchados, el cutis pálido y los ojos sin vida
abiertos y vidriosos. Pero lo peor había sido la expresión de dolor en sus
rostros, como si hubieran tenido un sufrimiento exiguo. Sin embargo, no había
signo alguno de violencia en los cadáveres. Los cuerpos mortecinos de ambos
estaban desnudos, por lo que se deducía que el hecho los había tomado
desprevenidos. También, en la cocina del dúplex de Barracas, se encontró el
cuerpo sin vida de Dorothea Rosa Sara Golblatt de Ferenchi, de 77 años, madre
de una de las víctimas y más conocida como “Goldie”. Tampoco el cuerpo de la
anciana presentaba signos de violencia. Tan solo el mismo color en la cara, la
hinchazón en los labios, el color morado…y la mueca agarrotada de dolor, la
misma que presentaban su hija y su amante.
José
Francisco Aztigueta y Elsa Frenchi -“Elsita”, como la llamaban todos-se habían conocido en la Facultad de
Medicina allá por principios de los 70. Ninguno de los dos llegó a terminar la
carrera: José Francisco se dio muy pronto cuenta de su pasión por los elementos
químicos más que por la salud humana y raudamente se pasó a Bioquímica, carrera
de la cual se recibió con honores y Elsita –quien
no era muy afecta a estudiar ni la
constancia era una de sus virtudes-recaló primero en Psicología, carrera que dejó porque estaba lleno de
“comunistas” , luego en Magisterio el cual dejó porque consideraba que las
maestras eran chatas y no tenían ambiciones,
para terminar haciendo un Curso de Peluquera y Cosmetología. Total, lo
único que realmente le importaba a Elsita era casarse, tener hijitos y
dedicarse a su marido. Y por supuesto el sexo. Elsita era una “bomba”, se
consideraba al nivel de Graciela Alfano, Moria o Susana[2].Su
apetito por el sexo era tan voraz como su apetito por el dinero y la buena
vida. José Francisco ya tenía un buen pasar desde soltero, hijo de unos
inmigrantes vascos que habían llegado a hacer la América y habían puesto un
pequeño almacén que con el tiempo se había convertido en un mercado y qué más
tarde el hermano mayor de José Francisco lo había modernizado: Supermercados
“Aztigueta”.
Elsita, en
cambio, venía de una historia familiar menos común: su madre judía nacida en
Austria había escapado de los nazis, etc. En Buenos Aires,
conoció a un húngaro buscavidas (el
apellido en realidad era “Férenczi” pero al llegar a la Argentina lo habían
escrito lo más parecido a como sonaba y el resultado había sido “Frenchi”),
medio gitano de alma y de actuar pero no así de sangre, aunque a Elsita le
gustaba decir que llevaba sangre gitana en sus venas, por más que su padre no
tenía nada de gitano y los gitanos eran más abundantes en Rumania que en
Hungría. Luego de algunos años de romance con Goldie y de darle un retoño,
Férenczi abandonó a su mujer y a su pequeñísima hija con rumbo desconocido,
aunque las malas lenguas decían que se había escapado detrás de una bailarina
francesa de un espectáculo de revistas y nunca más se había vuelto a saber de
él. Esto le generó a Goldie un odio hacia los hombres en general y a los “goy”[3]
en particular. Sería por eso que Goldie nunca aprobó la relación de su única
hija con el bioquímico. “Dreck[4],
Mierdita” lo llamaba, marcando bien la erre con ese acento tan particular que
le había quedado del idish. Goldie solía hablar en Idish con Elsita para que
José Francisco no las entendiera. Y no se sabía por qué causa, razón o
circunstancia, Goldie volcaba en su yerno todo su odio hacia los hombres y
hacia los goy.
Si bien
eran tan diferentes como podían ser (Francisco José un flemático Lord Inglés, estructurado, rígido, muy mental y con
pasión por las formas y el protocolo mientras que Elsita era una fuerza de la
naturaleza, salvaje, seductora, voluptuosa y sobre todo, voluble, una mujer a
la que no le importaban los límites, ni propios ni ajenos. Tanto así que los
amigos de José Francisco-todos profesionales e intelectuales-solían llamarlos
“El Damo Y La Vagabunda”[5])
igualmente se enamoraron, se pusieron de novios por unos pocos meses y se
casaron con bombos y platillos, todo pagado por los Aztigueta, claro, está, que
no veían con buenos ojos a la mujer de su retoño. Tuvieron dos hijas mujeres,
José Francisco prosperó en su Profesión, trabajando en un laboratorio muy
importante. Se compraron un dúplex en Barracas, cambiaron el auto y Elsita
tenía todo lo que un Ama de Casa podría soñar. Hasta su marido le había puesto
un gabinete de cosmetología a todo trapo.
Pero
Elsita igual se aburría. José Francisco trabajaba mucho y encima, siempre
llegaba cansado y no quería tener sexo. Las pocas veces era un sexo mecánico,
automático, microscópico que dejaba a Elsita sedienta y enojada a la vez. Y
encima, la relación de Francisco con Goldie no ayudaba en nada. Su madre solía
torturarla por haberse casado con él y cada vez que José Francisco le decía algo
a Goldie, esta le contestaba: “Kush meer in Tujes”[6].
Pero Goldie no solo lo insultaba sino que le echaba maldiciones en Idish,
maldiciones que venían de siglos y siglos, lanzadas por generaciones de Madres
Judías. La que más le molestaba a José Francisco (y más le gustaba a Goldie)
era:
-“Er zol
hobn Pare’s makes bashoton mit Iov’s krels”, que tenga las Plagas del faraón
matizadas con las pústulas de Job.
O también
le deseaba que fuera una lámpara que se colgara de día y que se quemara de
noche. En fin, que la convivencia no era nada buena. Pero José Francisco la
soportaba estoicamente, aunque marcaba sus reglas y dejaba claro que el que las
mantenía a las dos era ÉL. Mientras tanto, Elsita, para evadirse de su “triste
y mediocre rutina” como llamaba a su vida, se consolaba con algún que otro
amante ocasional, al que nunca volvía a ver.
Hasta que
un día llegó Roque. Una tarde sudorosa de pleno Febrero, con el sol radiante,
Roque Ramón Castillo llegó para arreglar el jardín de los Aztigueta en la casa
de fin de semana de Luis Guillón[7].
Elsita lo vio bajarse de la chata, en musculosa, moreno, con el cuerpo de un
Adonis, los labios gruesos como dos esponjas, el culo bien parado y el bulto
que se le marcaba en el pantalón. Elsita sentía como se le ponían sus pezones
turgentes como dos flechas. Ella siempre usaba sus pezones de brújula cuando un
hombre le gustaba. Una hembra como ella necesitaba eso, un macho alfa que la
hiciera gozar, sentir que estaba viva. No como José Francisco a quien ya el
sexo había dejado de interesarle hacía rato. En realidad no era que no le
interesara: se la follaba como si fuera una tabla de planchar, sin la menor
emoción, sin juego previo, con esa cara de póker inexpresiva e imperturbable y
apenas con tan solo un débil gemido que José Francisco exhalaba al acabar.
Y cuando
Elsita vio a Roque quitarse su camiseta, exponiendo esos músculos viriles,
torneados y excitantes, el sudor deslizándose por su vientre chato y firme como
una tabla de lavar, lampiño como una estatua de jardín, donde solo unos pocos
vellos comenzaban en su ombligo y se escondían al llegar al slip bordó que se
asomaba apenas por encima del pantalón supo que no pasaría mucho tiempo hasta
que él cayera rendido a sus pies. Y así fue, nomás. A la tercera cortada de
césped y arreglo de los rosales, Roque le cortó el césped de su femineidad,
haciéndola gozar como nunca nadie lo había hecho. Su brutalidad y falta de
tabúes en el sexo le abrieron a Elsita una puerta a lo desconocido; ella que se
jactaba de ser una “mujer fatal” que dejaba sin aliento a los hombres, conoció
los orgasmos múltiples, el sexo anal, los juguetes, la lluvia dorada. Cosas que
harían que su marido la hubiera llamado puta como mínimo.
En un
principio, Elsita y Roque solo se veían en Luis Guillón, él la llevaba con su
chata[8]
a su casita o a un albergue transitorio, pero luego también empezaron a verse
en Capital. José Francisco trabajaba todo el día, las chicas iban al colegio y
Goldie…Bueno, Goldie con el tiempo –y el odio a José Francisco-se convertiría
en cómplice de la relación. Con el tiempo, a Elsita la sola presencia de su
marido se le hacía insoportable pero a la vez, necesitaba de su buen pasar, así
que una idea surgió por su mente:
-Matémoslo.
Y así fue
como Roque arregló con unos “amigos”, a los que prometió unos pesitos, después
que la esposa del finadito heredara. Todo simularía ser un asalto cuando José
Francisco estacionara su auto y quedaría como una víctima más de la
inseguridad. Lo que no contaron con el día del robo es con que José Francisco
justo ese día había llevado un arma a limpiar y ahuyentó a los frustrados
asesinos a tiros.
Sin
embargo, Elsita y Roque no se dieron por vencidos y lo intentaron una segunda
vez. Esta vez lograron que le pegaran un par de tiros, pero ningún balazo había
tocado un órgano vital y después de unos días en el hospital, José Francisco
había vuelto a su vida normal. Elsita, quien tenía casi nula tolerancia a la
frustración, entraba en ataques de nervios cada vez que el intento de asesinato
fallaba.
José
Francisco no supo bien ni con certeza cuándo empezó a sospechar. Lo que sí supo
era algo le olía mal y era en su propia casa, así que contrató un investigador
privado quien le puso ante sus ojos la evidencia que él no había logrado ver.
Sólo supo que se estaban burlando de él, que Elsita se estaba portando mal-muy
mal- y que merecía un castigo. Para José Francisco, el mundo era un lugar donde
todo estaba mal porque la gente no hacía lo que tenía que hacer. “Si tan solo hicieran lo correcto…”
solía pensar.
Y así fue
como la víctima se convirtió en victimario.
Pese a que
el crimen fue caratulado como “pasional”, no tuvo nada de pasión ni de ceguera.
José Francisco no entré con un revólver y los acribilló a tiros ni tiró a su
mujer por la ventana ni acuchilló con varias puñaladas al que lo hizo cornudo.
No, no. José Francisco cometió el crimen con la frialdad, flema e
imperturbabilidad que lo caracterizaban. Siendo Bioquímico y un experto en
sustancias, preparar el “Compuesto 1080” fue un juego de niños. Un día entero
que él se había pasado observándolos, había descubierto que Elsita y Roque
tenían un rito: tomarse el Whisky importado de él, los dos desnudos, bailando,
antes de hacer el amor. El Whisky. Dado que el Mono Fluoruro Acetato de Sodio
era inodoro, insípido y soluble en medio líquido, el bioquímico lo introdujo
por medio de una jeringa en la botella abierta de whisky, que estaba a medio llenar
(o a medio vaciar, según quien la mirara).
Luego de inyectar el liquido letal, y antes de que los amantes furtivos
llegaran (a reírse de él, pensaba José Francisco) se fue a tomar su usual
blends de Tés con masas a la “Boston” y esperó allí las dos horas que
aproximadamente el veneno bloquearía el metabolismo celular de Elsita y Roque.
Pasado el
tiempo calculado, regresó a su casa y se encontró con su suegra Goldie en la
cocina.
-¿Qué
hace, Drick[9]?-lo
saludó con fastidio. Sin embargo, esta vez el yerno no le contestó con altivez
ni con ira ni con aires de superioridad. Recordando todas las humillaciones que
Goldie le había hecho en sus años de casados, le dijo con una dulzura espontánea
y natural:
-¿Quiere
que le sirva un Licorcito, suegrita? Es casero, de esos que guardo para las
grandes ocasiones, me lo regaló una compañera del laboratorio que tiene
parientes en Mendoza.
José
Francisco sabía de la debilidad de su suegra por los licores caseros.
La mujer
asintió con fastidio.
“No me
querrás envenenar vos” le dijo, a lo cual José Francisco la miró impasible. Si
con su mujer y su amante había usado la dosis exacta para que la muerte fuera
lenta, con su suegra no podía darse ese lujo, así que le vació la ampolla
entera en el Licor.
Mientras
la vieja se tomaba el licor de un saque, José Francisco iba repasando los
síntomas. Y luego de una profunda, aguda y terrible agonía, Doorthea Sara Rosa
Golblatt de Frenchi, más conocida como Goldie, cayó sin vida sobre la mesa de
la cocina.
José Francisco
subió hasta su dormitorio, donde yacían los cuerpos desnudos, inertes y
retorcidos de Elsita y Roque. La botella de Whisky estaba tirada sobre el piso,
así que la levantó, le puso la tapa y la acomodó sobre la repisa. Fue hasta el
equipo de música, puso un casette de Frank Sinatra-su cantante favorito-y
mientras escuchaba a “La Voz” cantando “Strangers In The Night”, esperó a la
Policía sentado al borde de la cama.
Lo único
que alegó en su defensa fue:
-Soy culpable y merezco un castigo. Acabo de
matar a tres personas. Pero ellas se lo merecían…No eran seres derechos ni
correctos. Todo el que obra mal, tiene que tener un castigo. ¿Si me arrepiento?
No, de ninguna manera. No tengo remordimientos. Ellos tres eran culpables. Lo
volvería a hacer.
Guillermo
se quedó sorprendido. Por lo general, cada vez que alguien se describía con un
perfume, decía cosas lindas o hablaba sobre su frivolidad o de cómo eran un
accesorio en la vida de los demás. José Francisco simplemente se había
focalizado en las propiedades químicas. “Está bien que es Bioquimico” pensó
“pero se podría haber esforzado más”.
-¡Cuánto
tecnicismo, José!-intervino Guillermo-Buscá más en tus profundidades, a ver,
¿qué más se te ocurre de ese perfume?
-Mi mujer
usaba mucho perfume. Dejaba una estela por donde fuera.
-Si, pero
enfócate en vos, no en ella.
-¿En mi?
Hace rato que dejé de enfocarme en mi. La cárcel te quita muchas cosas. Por eso
solo quiero estar bien para que mis hijas me perdonen. Yo maté, pero fue por
amor. Aunque ahora que lo veo a la distancia, el sentirme digno y virtuoso fue
más fuerte que el amor que sentía por Elsita. Y eso, Licenciado, fue lo que me
llevó al precipicio.
“Hay
personas que son Sauces y otras que son Robles” reflexionó Guillermo para si
“Este hombre jamás supo lo que era ser un sauce y doblarse flexible ante la
adversidad; prefirió quedarse duro y firme, digno como un roble y un tornado lo
arrancó de raíz. Su dignidad ni siquiera le permitió expresar su ira
contenida”.
Continuará…
[6] Idish: “Bésame el culo”.
Siempre en la línea que te has marcado. De contenido intenso y complejo. El relato invita a sumergirse en la trama desde el principio. Muy bien escrito. Enhorabuena
ResponderEliminarGracias, Faustino! Los personajes van tomando vida de a poco y contandonos sus historias....
ResponderEliminarEsta muy bueno. La simpleza justificada del bioquímico combinado con el cierto placer que le produjo el hecho y la descripción del crimen estuvo genial. Perdona que póster hasta ahora, felicidades Gontxu.
ResponderEliminarCarlos, gracias! Jose Francisco es uno de los personajes que mas me gusta.:)
ResponderEliminarSlds
Gontxu
Muy buen capítulo, se lee fluido y se mantiene el interesante, me gustó, Saludos!
ResponderEliminarSOBRE CADA CAPÌTULO SE DESPIERTA EL INTERÈS, LA CURIOSIDAD DE SABER LO QUE CONTINÙA Y SE VA CONOCIENDO LA VARIEDAD DE CARACTERÌSTICAS Y SENTIMIENTOS DE LOS PERSONAJES QUE INTERVIENEN, INCLUSO, LAS FACETAS DE CARACTERES CUANDO UNA PERSONA NO PUEDE DOMINAR SUS INSTINTOS SEA PARA BIEN O MAL. ESPERO EL PRÒXIMO CAPÌTULO.
ResponderEliminarTRINA
Me gustó bastante, la forma de narrar hace que la lectura sea fácil y al mismo tiempo interesante, me gusta bastante la historia.
ResponderEliminarUn abrazo