La cuesta de enero resultaba aún más costosa para Roberto.
Mientras
aspiraba el aroma del canuto que Hakim acababa de regalarle, repasaba en su
cabeza los caóticos últimos días que llevaba encima. De ser un antisistema que,
a diferencia de otros correligionarios, sí creía en el uso de la violencia para
servir a la causa, había pasado a ser un miembro más de la masa, absorbido por
los problemas sentimentales, como cualquier proletario alienado, ignorando por
completo la lucha contra el poder opresor, sólo pendiente de la enloquecida
cabeza de una mujer, como cualquier personaje de las novelas de Federico
Moccia, con mucho músculo y poco cerebro. Pero él no era así, estaba por encima
de esos vacuos valores adolescentes. En su mente había preocupación por el progreso
de la humanidad, y su idea de una relación excedía, y mucho, de protagonizar un
vomitivo culebrón de ahora te quiero, ahora no, a lo ‘Física o química’. Y sin
embargo, Margarita había logrado convertirlo en una parodia, en un fantoche, en
un esperpento; en definitiva, en un idiota.
Por suerte,
aquello ya había pasado.
No hay mal
que por bien no venga. Cuando Margarita zanjó una relación que ni siquiera
había arrancado, Roberto pudo recuperar la consciencia y, de este modo, su
dignidad, aunque el precio a pagar por este despertar estaba resultando
demasiado doloroso.
Una nueva
calada le trajo aún más recuerdos.
- Siento hacerte daño, pero lo de estos días me ha hecho abrir los ojos, valorar lo que realmente deseo-. Se justificaba Margarita.
- Y por supuesto, eso no soy yo.
- Sólo llevamos un par de semanas, Roberto. No me irás a decir que soy el amor de tu vida.
- ¿Y qué si lo fueras?
- A ver, sé razonable. Hemos salido un par de días a tomar algo, un día se nos fue la mano con el alcohol y acabamos en la cama. Hasta ahí todo bien, no me arrepiento de nada.
- Pues parece que sí-. Respondió Roberto, con bastante rabia.
- No seas crío. Sabes que no es así, como tampoco me arrepiento de lo que ha pasado después. Me has demostrado que, después de toda esa fachada de bruto que tienes, existe un hombre dulce capaz de amar, y siempre te querré por ello.
- Ahórratelo, por favor.
- Escúchame-. Insistió Margarita, que empezaba a desesperarse con la cerrazón de Roberto –Lo que nos ha pasado ha sido muy bonito, pero tienes que entender mi situación. Vengo de dos relaciones fallidas, de estar con dos personas a las que quería, sin saber a cuál amaba de verdad. Cada vez que estaba con una, me acordaba de la otra y me dolía.
- No entiendo qué tengo que ver yo con todo eso.
- Pues que al estar contigo me ha vuelto a pasar. Me he sentido mal porque era como traicionar a otra persona. ¿No lo entiendes? No me he sentido mal por los otros dos, sino por uno de ellos, nada más. Por la persona que quiero de verdad. Este rollo me ha permitido resolver el dilema. Ahora sé por quién debo pelear para ser feliz.
- Estupendo-. Roberto estaba muy molesto –Mi enhorabuena. ¿Y yo qué? Te he servido para resolver tus dudas, y ahora que ya no te sirvo para nada, que me den por culo. Tú ya te sientes bien, que yo me sienta mal te importa una mierda, ¿no?
- ¡Claro que no! ¿Pero qué quieres que te diga? Yo esto no lo he hecho a propósito. No he pensado: voy a liarme con éste a ver si así me decido entre Marcos y Carlos, pero es lo que ha pasado. ¿Y ahora qué esperas que pase? ¿Que siga contigo para que no te sientas mal aunque no esté enamorada de ti? No puedes haberte pillado tanto en tan poco tiempo.
Era cierto
que Roberto no se había enamorado realmente de Margarita. Tan sólo le gustaba,
como tantas mujeres, pero al creerse correspondido, se había hecho ilusiones y
ahora se sentía un estúpido. En verdad, era su orgullo lo que realmente le
dolía, no su corazón.
- Entonces-. Retomó la conversación, más sereno -¿ya te has decidido entre Marcos y Carlos?
- Sí.
En esa misma
ciudad, en el mismo andén donde Carlos y Sofía se conocieron, un chico delgado
con rastas y cargado con una enorme mochila caminaba sin rumbo, algo distraído,
como ubicándose de nuevo en casa.
Efectivamente,
Marcos había regresado.
Tras pasarse algún
tiempo haciendo el tonto en Andalucía, había optado por volver y afrontar los
problemas sentimentales que allí lo esperaban, en lugar de seguir huyendo de
ellos.
Cuando volvió
en sí, abandonó el andén, cruzó el vestíbulo de la estación y salió al
aparcamiento de la misma, repleta de taxis, coches de alquiler y vehículos en
doble fila de gente que paraba a buscar a los suyos. A él nadie lo esperaba, no
porque no lo quisieran, sino porque nadie sabía de sus planes de retorno.
Decidió que la mochila no pesaba tanto como pudiera parecer y optó por ir andando. ¿A dónde? A casa, por supuesto.
Aunque, al iniciar la marcha, pensó que lo primero era saldar cuentas con su
gran amigo, su hermano, Roberto, al que había dejado tirado y con los marrones
que él quedó pendientes al irse. Le debía la primera visita, le debía esa
sorpresa.
- ¿De veras que lo entiendes?
- Claro que sí, Margarita, no te preocupes. Me he puesto un poco bruto, lo sé, pero es que no me gusta que me dejen, supongo que soy demasiado orgulloso.
- Y que lo digas, Roberto, el maldito ego masculino…
La
conversación entre los dos se había calmado. Roberto al fin había asumido que
su historia con Margarita formaba parte del pasado. Le gustase o no, su corazón
estaba en otra parte, y nada podía hacer por cambiar eso. Tenía que aceptarlo y
seguir su vida, mientras ella peleaba por su verdadero amor.
- He de irme.
- ¿Un último café?
- Roberto-. Lo reprendió.
- ¡Sólo es un café! Vamos a estar mucho tiempo sin vernos. Será lo mejor, es verdad, pero al menos podremos despedirnos con un café. Cinco minutos, luego podrás irte.
- Está bien.
Marcos sintió
una sensación extraña al pasar por la comisaría de Delicias. Nunca le había
transmitido mucho sosiego la autoridad, pero desde que lo detuvieron frente al
Congreso, su alma se amostazaba cada vez que veía un uniforme. Sin embargo, las
dependencias policiales también le recordaban a Sofía, a aquella maravillosa
chica a la que no supo corresponder. Cuánto la echaba de menos, lo mismo que a
Margarita. El tormento de esa doble relación continuaba, pero había vuelto
dispuesto a resolverlo. No sabía muy bien cómo, pero no lo aplazaría más
tiempo.
Por otro
lado, aquella comisaría, antiguo colegio, era el faro que guiaba al peregrino
hasta la casa de Roberto, por lo que ver todos aquellos coches patrulla era el
propicio augurio del reencuentro con su amigo. Esteba deseoso de volver a verlo.
Sólo tendría que rodear el edificio y girar en la primera calle a la izquierda.
Se sentía muy nervioso por volverlo a ver, a pesar de todas las discusiones
políticas que a menudo tenían. Ya casi había llegado.
- Gracias por todo, Roberto.
- De nada. Que tengas mucha suerte con tu verdadero amor.
Roberto y
Margarita se fundieron en un sincero abrazo en el que se expresaban todo su
afecto y su perdón por el daño que la ruptura pudiera haber causado en el otro,
principalmente en él.
Tras la
despedida, Margarita bajó las escaleras que la condujeron hasta el portal que
daba a la calle, el mismo que cruzó por primera vez la noche en la que se
entregó a Roberto. Al salir, optó por girar a la derecha y alejarse de aquella
casa.
Un golpe de
fortuna, mero azar, quizá el destino.
Apenas se
había cerrado la puerta, un chico con rastas y una enorme mochila apareció por
la izquierda.
- Juraría que conozco a esa chica que acaba de irse-. Pensó.
Continuará…
Me ha gustado mucho el diálogo, sin "escenitas" aunque con un matiz de reproche (como suele pasar), al menos todo aclarado y sin males mayores. Ya tengo ganas de leer la continuación.
ResponderEliminarEn el Taller en que estoy asistiendo me han estado enseñando a que hable más los personajes. Una excelente intercambio en donde queda muy en claro la seriedad de la relación, y los regresos imprevistos. Espero que no escribas sobre la "Mano del Muerto" en algún momento. Lol! Felicidades Juan.
ResponderEliminarMis felicitaciones. Me gusta las historias que tienen conversaciones de los protagonistas, un dialogo hace más amena la lectura y no con tantas definiciones. Un saludo.
ResponderEliminarMe gustò tu relato, que se repite mucho cuando las personas son indecisas o toman las cosas a la ligera, para llegar al final a la acertada apreciaciòn de a quien en verdad se quiere, aunque este puede tener un giro diferente, asì que espero la continuaciòn. Un abrazo fraterno.
ResponderEliminarTRINA LEÈ DE HIDALGO
Interesante, aun se van desenvolviendo dentro de la historia, aunque en la historia tienen más sentido común que el ser humano en general, me va gustando como se va desarrollando la trama! Saludos!
ResponderEliminarMe gustó, muy bien conseguido el diálogo, muy natural, enhorabuena, Un abrazo
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