Después de haber
pasado la noche en vela, Alicia seguía esperando noticias sobre su hija. Desde
aquella llamada de la tarde, en la que una voz confusa le comunicaba su
secuestro, sufría sola la angustia, la desesperación y el miedo.
Sonó el teléfono y se lanzó sobre él,
temblando. La voz le exigía un rescate y le anunciaba una próxima llamada, con
la misma amenaza de no ver más a su querida Paula, si contaba algo.
Su marido estaba de viaje y maldijo la
hora en que ella misma le animó a embarcarse con sus amigos en una aventura por
él tan deseada desde hacía tiempo, que lo mantendría incomunicado durante
varios días. No podía ponerse en contacto
con quien podría compartir la tragedia ni disponía de la cantidad reclamada, ya
que su esposo era quien se encargaba de los negocios y ella no sabía cómo
conseguirla.
Pasaron dos horas, durante las cuales
Alicia no sabía qué hacer. No se atrevía a avisar a la Policía por temor a que
se cumpliese la amenaza: solo pensarlo la estremecía. Nunca se había sentido
tan sola y tan vulnerable. Paseaba por su casa, de habitación en habitación,
intentando encontrar una solución que no llegaba. Lo único que podía hacer era
tratar de explicar la situación a los secuestradores; pero pensaba, al mismo
tiempo, que contrariar a personas como aquellas, sin escrúpulos para hacer lo
que estaban haciendo, podía ser muy peligroso para su hija. Engañarlos y
simular que llevaba el dinero a donde le ordenasen le parecía muy arriesgado,
porque, sin duda, antes de liberar a Paula, comprobarían que ella había
cumplido su parte del trato. Solo podía decir la verdad: era lo único que
tenía.
Se produjo la nueva llamada. Alicia se
armó de valor e impuso saber que su hija estaba viva, pero el secuestrador era
implacable y le respondió con “un lo toma o lo deja”. La respuesta aumentó su
indignación. Controló su rabia y relató lo que ocurría. Oyó una especie de
murmullo, después del cual la voz dijo secamente que se pondría en contacto
nuevamente con ella y colgó.
Le extrañó esta reacción, pues
esperaba una contestación airada y desafiante. Se dio cuenta de que el sonido
era más claro, como si el secuestrador hubiera olvidado fingir aquella afonía
que hacía difícil entender las palabras. Entonces pensó en la posibilidad de
que no fuesen profesionales; pero si no lo eran, ¿qué podía hacer? Se
encontraba de nuevo como al principio.
Se sentó en la cama de Paula y tomó su
retrato, que descansaba, con un marco, encima de su mesa de estudio. Los
recuerdos acudieron a su mente y avivaron su dolor. Era una jovencita de
diecisiete años bastante rebelde y últimamente estaba nerviosa e irritable. Ante
sus ojos enrojecidos por el llanto y el cansancio, apareció su diario y lo
apretó contra su pecho. Por un
impulso inexplicable intentó abrirlo, pero sus secretos estaban allí escondidos
bajo un pequeño candado. Siguiendo ese impulso, acudió a la cocina y con un
cuchillo lo forzó: comenzó a leerlo. Se quedó paralizada.
“Día 4: el plan sigue en pie, todo está bien
calculado, tendremos el dinero”.
“Día 8: llegó el día, estoy nerviosa,
pero saldrá bien. Podré al fin vivir con Nacho.”.
La libreta se cayó de sus manos en el
preciso momento en que el teléfono volvió a sonar. La amenaza salió esta vez de
la boca de Alicia:
-Nacho, quiero a ver a Paula inmediatamente
en casa o te verás en problemas.
Escrito por: Carmen Novo Colldefors.
Madre mía, qué historia, me ha tenido en vilo hasta el último momento. Leer el final me ha supuesto un encuentro de sentimientos entre alivio e indignación.
ResponderEliminaruna historia perfecta. Se ha mantenido la intriga hasta el final.¡enhorabuena! no conocía a esta escritora pero le mando mi completa admiración.
ResponderEliminarSobre todo me ha encantado el final, no me lo esperaba, perfecta la historia.Enhorabuena Carmen.
ResponderEliminarMuchas gracias a los tres. Me hacéis feliz con vuestros generosos comentarios y me animáis a continuar en este difícil y, a la vez, maravilloso empeño. Un abrazo para cada uno.
ResponderEliminar¡Ah!, por supuesto, también mil gracias a Eva, la directora de esta revista, por contar conmigo. Un beso.
ResponderEliminarNo me tienes que dar las gracias. Ya sabes que La Revista de Todos, es tu casa y cuando quieras puedes mandarme una aportación para que la publique. Besos.
EliminarMe impresiona la forma en la que lo corto del relato no corta el manejo de la angustia. Muy buen final.
ResponderEliminarJaja! Un climax que te pone de golpe la verdad ante la angustia de la pobre madre sufrida. Es una historia muy sabrosa con un giro bastante drástico. Porque no hay nada como el instinto materno para comprender las cosas. Felicidades!
ResponderEliminarDifícil es el arte del suspense, manejar sentimientos encontrados. En un corto relato, has encuadrado un montón de sensaciones diferentes. Muy buen trabajo compañera. Un saludo
ResponderEliminarSobre todo me encanta la última frase, eso de "ya es otra historia", deja un buen regusto y ganas de paladear más.
ResponderEliminarMuy bueno, lo mantiene a uno a la espera de que todo salga bien, y hasta la respiración se aguanta! Saludos!
ResponderEliminarHola Carmen, me gusto mucho tu relato. Se ven esas imágenes de la Madre, que le dan sentido del porque una Madre hace lo que hace y nos conoce mejor, que nosotros mismos.
ResponderEliminarUn Fuerte abrazo.
Manuel Barranco Roda
Una intriga hasta el final, muy bueno el final, ¡suerte del diario! un abrazo
ResponderEliminarUna historia que engancha, no hay duda. ¡Las madres! a veces tenemos que hacer cosas que luego irremediablemente se vuelve en contra de nosotros, pero siempre pensando en el bien de los hijos.
ResponderEliminarUna buena historia, un saludo.