Paralel se
había dado cuenta de que a pesar de encontrarse en un mundo paralelo, la
situación no se enmascaraba de una manera irrevocable. Lo notó cuando metió la
mano en la basura y percibió, de manera sorpresiva, que ésta se le calentaba;
pues ya antes, frente al edificio de telefónica, había descubierto esa
insensibilidad creciente a lo material, cuya evidencia venía a trastrocarse con
esta prueba. Entonces acordó sacar partido de su nuevo estado. Necesitaba
conocer, experimentar con las nuevas posibilidades creadas, averiguar un método
científico o "mágico" -en su defecto-, que le ayudase a volver al
momento anterior a su muerte. Porque ahora sí estaba tomando plena conciencia
de que estaba irremediablemente muerto, a pesar del entorno familiar visible y
de continuar sintiéndose él mismo, con toda la onerosa carga de su
personalidad. Quizás estaba animado de cierta ingravidez, o volatilidad, que le
otorgaba la ventaja de una sobredosis de ligereza, agilidad y penetración
mental revalorizada, agudizada en extremo. Consultó con Max –su ayudante,
muerto en un experimento anterior por causa de una explosión provocada por sus
enemigos Magot y Preston- si él pensaba que se podría regresar al territorio
físico de los no dobles –y no sabe la razón, se le vino a la mente la
substitución del vocablo por “sino múltiples”; si existiría la oportunidad de
borrar el pasado. Mónica y Julie –dos jóvenes difuntas/espectrales amigas de
Max- lo miraron con un destello de esperanza dibujada en sus demacrados
rostros. Ellas habían asumido con resignación esa condena de vivir en este
nuevo territorio, tan diferente en esencia del otro lado, pues se requería un
continuo bregar con la basura para no diluirse en la nada.
-No sé de nadie que lo intentase -replicó
Max, por vía mental-. Hay cosas que puedo saber sin necesidad de planteármelas,
analizarlas o de que me las soplen otros. Estoy sorprendido por el aumento de
mis capacidades –añadió vanidoso.
-¿Y el tiempo? –indagó Paralel. Pero no
obtuvo respuesta.
Lo que menos considera un
“desterritorializado” son los relojes.
-Empiezo a sospechar que están en base a tus
cualidades anteriores. No te vas a convertir de pronto, por arte de
birlibirloque -así porque sí, sin más-, en un mochuelo sabio. Y lo que nos
rodea, esta imantación, se habrá edificado en función de nuestras respectivas
proyecciones de entes de aura libre. ¿Tú me ves de colores?
-Ahora que lo dices…
Paralel se apoyó en la idea, nada descabellada,
de que las chicas llevaban más tiempo “habitando” esta otra dimensión y que
estarían por tanto mucho más duchas en averiguar el entorno, sumando todo lo
experimentando en el transcurso del proceso. Entonces se dirigió a ellas y
trató de sonsacarles todo lo que sabían acerca del nuevo mundo en el que se
hallaban inmersos, rodeados de enigmas como los peces por el agua, pero
revelándoles explícitamente el verdadero propósito de sus indagaciones.
-¿Estáis de
acuerdo con la opinión de Max, acerca de la imposibilidad de abrir una brecha,
una puerta por la que escabullirse? –les preguntó.
-Por lo que sabemos… es muy complicado. Hubo
gente que lo intentó, pero sólo consiguió desintegrarse –replicó Mónica.
-¿Desintegrarse?
-Sí. De pronto desaparecían como el humo. Es
lo triste… Estamos aquí, avistamos el otro lado, pero no podemos traspasar el
umbral.
-¿Y no
habéis observado, visto u oído algo raro, algo que os llamase la atención, que
sea diferente a lo que normalmente estamos acostumbrados a tratar, tocar o
sentir…, un portento? Porque ahí reside
la clave de este nuevo territorio que nos apresa.
Julie lanzó una mirada mezcla de curiosidad,
temor e indecisión a Mónica, como si con esa actitud quisiera pedirle permiso
para poder contar lo que conocían respecto del asunto. Al comprobar que su
amiga no daba muestra alguna de inquietud o reprimenda para que callase, ya más
serena, le confió a Paralel lo siguiente:
-Sí, se producen luces extraordinarias, como
fogonazos blanquecinos, que encierran signos extraños que nadie puede
descifrar.
Paralel exteriorizó de manera harto notoria
su asombro al escuchar esta confidencia.
-¿Y existe el color cuando se presentan esos
relámpagos o llamaradas, esos brotes luminiscentes?
-¡Claro!
–se apresuró a remachar Mónica, ya más alentada por el interés bien dispuesto y
batallador de Paralel. Y añadió entusiasta-: A veces hay mucha variación del
color, la intensidad cambia e incluso se generan matices que no parecen
reales...
-¿Esas
manifestaciones de color ocurren extemporáneamente?, ¿o quizás se da un tiempo
para que se produzcan? ¿Vienen
precedidas de un aviso?
Mónica se demoró en contestar. Y, tras el
titubeo, respondió ya más resuelta:
-Se siente como un goce íntimo –aseveró,
llevándose con delicadeza la mano al pecho-. Otras veces arrancamos a reír como
locas. Pero solamente lo sentimos nosotras –se apresuró a reseñar.
-Es verdad –se dio no menos prisa Max en
recalcar-. Hay ocasiones en que les da por reír y yo en principio no caigo en
el motivo, pero luego aparecen esas luces –dijo de manera ingenua-. ¡Maldita la gracia que me hacen…!
-Yo, a pesar de no sentir esa premonición, ¿puedo
contemplar el color?
-En lo de ver los colores no hay problema.
Ese hecho se produce para todo el mundo –perdón, todos los descarnados-. Todo
se ralentiza, se paraliza casi, y todos se ponen a mirar en la dirección de la
luminosidad que brota como el agua de un manantial. Es un bonito espectáculo:
intuyes que significa alguna cosa misteriosa, pero no estás calibrado para
desentrañar el secreto. Cuentas…
-¿Por qué dices “cuentas”? ¿Qué quieres decir con eso de contar?
Mónica dudaba esta vez en satisfacer la
pregunta.
-Puedes contar mentalmente el compás con el
que se mezclan las manifestaciones coloristas. Un sonido extraño, pero no
desagradable, precede a todo cambio. Es como una melodía si se escucha de
continuo. De hecho, sientes que estás obligada a prestar atención –se adelantó
Julie a responder, viendo el azoramiento de su amiga.
A todo esto, Max no se perdía el hilo de la
conversación que se estaba manteniendo. Y todo ello sin desplegar ni por un
instante los labios. Unos y otros “hablaban” (es un ejemplo) comprendiéndose de
una manera mental, como ya se dejó entrever. Aunque esta cualidad no les
capacitaba para adivinar el pensamiento del contrario. En realidad, tampoco
existía un “pensamiento”, sino que éste más bien se hubo metarfoseado en una
especie de sensación inteligente, perceptible, casi alquímica, de los estados
supra/racionales y anímicos.
Dejaron el camión de basura aparcado frente
al águila ibérica, que movía la cabeza con tirones esporádicos, chispeando
fuego por los ojillos enrojecidos, pero sin desplegar el vuelo.
Rodeados de
muertos y vivos, paseaban silenciosos por la acera de la Gran Vía. Paralel
caminaba cabizbajo, recapacitando sobre la información que se le acababa de
proporcionar; figurándose seguramente la forma de cómo descifrar las señales lumínicas
cuando se presentase la oportunidad.
Muchos vivos llevaban a cuestas muchos
muertos, o al menos las piltrafas carroñeras que
quedaban de ellos –cabezas difuminadas incluidas-, con la boca abierta chupando
a chorros todo humor y vaho. Especialmente la sangre menstrua: si calentita,
pues mejor. Mordían culos preciosos y sexos con toda impunidad, y se balanceaban
en frondosas cabelleras colgados de los pelos de hermosas mujeres como macacos
de las lianas de un árbol. Pegados como lapas a frentes sudorosas y mal
pensantes (por torpes o perversas, quiero decir). Era la única posibilidad que
les quedaba de seguir agarrados a su paupérrimo y corto pervivir.
La diferencia entre los vivos y los muertos
residía, precisamente, en la intensidad de luz que unos y otros desprendían a
su alrededor. La de los vivos era más opaca, a veces no superaba la fuerza de
una bombilla de 25W, ni siquiera llegaba a malas penas a alcanzar el halo que
proyecta una vela.
- ¿Sabes? –le interrumpió enardecido Max, lleno de
arrojo, enviándoles un sms cable/toque tipo feisbus-, aquí me gustaría ver
ahora a mi antiguo jefe X1 y a la arpía de X1a, esa gamba con cabeza de
serpiente. Su veneno aquí es inofensivo, si es que lo almacenara en sus
colmillos viperinos; aparte de que estamos inoculados contra la maldad –terminó
orgulloso, alegre de sentirse a buen recaudo.
-No te fíes, Max –secundó Paralel-. No
llevamos por estos lares el tiempo suficiente como para aventurar el cómo se
cuecen las habas, a pesar de que en todas partes cuecen habas. Tú que eras
detective, ojo al parche y avizor, porque no hay respiros sin suspiros ni vista
que no se engañe: las
sorpresas pueden aparecer en cualquier momento. No debemos confiarnos en la
cultura que se nos ha impuesto, que hemos mamado como chorlitos y que hemos
traído a hombros hasta el mismísimo estado post-mortem, que ya es decir
bastante.
-Todavía lo soy…, detective –puntuó Max.
“Pareciéreme que ando poseído -¿poseído?- por la sombra
caballeresca del de la triste figura”, reflexionó Paralel como en un aparte.
Max paró en seco su envalentonamiento. Acto
seguido comenzó a mirar receloso a todas partes, desconfiando de cualquiera que
se cruzaba por su lado. Incluso empezó a tener miedo de sí mismo y de su mala
sombra. Instintivamente, aligeró su paso –casi en holandas- y se puso a la
altura del todavía caviloso Paralel.
“Ahora comprendo claramente que mi existencia
estaba abocada a la traición –se decía el Dr., rememorando de cuando hacía
escasos instantes metió la mano en la basura por indicación del ya su buen
amigo Max-. Te vas a encontrar lo que te pertenece por destino. Y el
enfrentarte a ello…, es lo que te va a revelar la parte escondida del resto de
tu vida. De la vida que creías haber vivido, pero que en el fondo acaba a
partir de ese instante”.
De repente, se escuchó un ruido aparatoso, chirriante, tremebundo:
un turismo había perdido el control, invadido la calzada y se había lanzado
intempestivamente sobre los transeúntes, arrollando a su paso a algunos, que
quedaron tendidos sobre el suelo semi/inconscientes y, en algunos casos,
gimiendo lastimosamente a causa del dolor. Se interrumpió el tráfico. Apenas
transcurridos unos minutos desde el percance, tanto las patrullas policiales
así como las ambulancias del Namur acudieron rápidas. Se apercibió una
expectante enajenación general: un trasiego de camillas, de batas blancas, de
botellas de sueros, de acciones precipitadas, intervenciones desesperadas… Y
luego un silencio conmovedor, como de capa de amianto con la que se cubre un
hueco, para destapar que los heridos desaparecieron entre acelerados coches
provistos de sirenas destellantes y que el accidente había dejado tres muertos
dentro del vehículo. Al menos sus
cuerpos unánimes eran harto identificables. Porque su silueta astral sí que se
diferenciaba del resto de mirones acotados tras las cintas de seguridad.
Salieron del auto como el que despierta por las mañanas: desperezándose, frotándose
el rostro como gatos, entrenándose para lavárselo antes del desayuno que
aguarda. Luego miraron a su alrededor y pusieron cara sorpresiva de lelos, así
como de alguien que no entiende lo que está pasando en su alrededor ni tampoco
qué hace allí, en medio de todo aquel inextricable fregado.
-¡Válgame el cielo! –transmitió Max
con gesto de estupefacción, notando que exclamó “cielo”, donde se suponía que
ahora residía sin, por el momento, pagar alquiler, o eso parecía-. ¡Pero si son nada más y nada menos que X1, X1a y
Terelu, la chica del pub Diskebar! ¿Cómo es posible? “Sorpresas te da la vida,
la vida te da sorpresas”, tarareó por lo bajini sin muchas ganas, un tanto
apesadumbrado, la famosa canción de Juan Luis Guerra.
Apenas salía de su estupor, cuando captó que
X1a se desaparecía del ambiente como humo mojado por la lluvia, como pompa de
jabón arrastrada por el viento, que ya es imaginar.
X1 y Terelu se miraron, tras comprobar que
yacían con los ojos cerrados dentro del coche desvencijado, chatarra partida en
dos. Creyeron que se trataba de maniquíes para el rodaje de una escena
accidental de alguna película de Alex de la Iglesia, o de Almodóvar. No
parecían reconocerse… Fuera de la carcasa del cuerpo, ahora éste les resultaba
al contemplarlo mucho más extraño y ajeno que el de un puercoespín, o que el de un calamar, cuando
está vivito y coleando.
En un
tris, como era la costumbre para el que traspasaba el dintel del ultramundo,
las nociones básicas sobre su situación le fueron inculcadas de manera
inexplicable. X1, enternecido, abrazó calurosamente a Max –al que vio allí de
pie mirándolo sonriente-, y se disculpó en plan contrito una y otra vez por su
malos tratos y peor saña infringidos cuando era su jefe: y Terelu se abrazó a todo el mundo,
aterrorizada a la vez que feliz de seguir sintiendo y pensando en la medida de
lo imposible.
Mónica y Julie adoptaron de pronto una pose
repleta de gestos contradictorios reflejados en sus figuras. Mientras la una se
contorsionaba debido a no poder contener
un ataque repentino y convulsivo de
risa, la otra se entregaba a una ensoñación casi mística al ver aparecer los primeros
rayos de luz y unos sonidos que no se asemejan a nada terrestre, así que es
inútil el intentar describirlos o compararlos con algo… Si acaso, a una reunión
de todos los acordes salidos en tropel por la campana de una trompeta.
Muchos, en el nuevo territorio, se inclinaron
asustados al escuchar las sonoras vibraciones y al admirar las circunferencias
resplandecientes que despedían mil colores, aunque como obedeciendo a pautas de
ensayo.
Luz y sonido influenciaban para una mayor
superación de la inteligencia primitiva.
Paralel, que no participaba del temor o de la
reverencia común, aprovechó el clima de elevada conciencia en aumento para
intentar descifrar las señales que tan maravillosamente se le ofrecían de manera fortuita.
Intuyó que si podía interpretar esos signos…, estarían salvados. Recordó sus
tiempos primaverales de grumete, empleado allá en la compañía naviera ubicada en el querido
Buenos Aires. Y le vino a la mente el Código Morse con el blinker que se utiliza para los casos de emergencia en los
naufragios para prevenir el rescate de la tripulación o en las situaciones
extremas de peligro, como instrumento de aviso para pedir SOS.
Si se tiene la cifra, los símbolos, aun los
más intrincados, se pueden resolver e interpretar con los dedos de la mano.
Calculó con rapidez inusitada, en un momento
de extrema lucidez, que los hechos equivalen a la materialización de esas
intuiciones que la inteligencia es incapaz de calificar. Y la sutilidad del
pensamiento vislumbra la realización. De modo que, incluso los actos más
simples, mantienen su correspondencia con arcanos y principios que sobrepasan
la capacidad de intelección.
-Ven, acércate, Max –exclamó tirando de la
mano de su amigo-, no hay tiempo que perder. Ponte delante de nosotros y no te
muevas: mira de cara a la luz, sin desafíos, para que se te vea bien ese 53 que
llevas impreso en la frente; es tu número. ¡Ésa es la constante que nos falta!
¡Y vaya si
resultó…! ¡Yeaaaaah..!
Conforme iba descodificando las señas e imágenes ahora casi criptográficas, la otra
puerta -¡oh, gate, gate!- se iba abriendo e iba despejando el paso al territorio
de los cuerpos sólidos. Un sendero brumoso se iba desplegando, ampliándose y
extendiendo a lo largo ante la atónita mirada de todos los presentes. Paralel
temía que el tiempo no se prolongara lo suficiente como para consolidar su
conjuro en una materialidad indestructible. Al final, bien la suerte o la buena
voluntad del extraordinario fenómeno, o de la Mente maquinadora que lo
facilitaba, permitió fabricar esa startgate
escapatoria.
-¡Vamos! –Vociferó
Paralel-. Démonos prisa en escapar.
Nadie ajeno al grupo pareció percatarse del
hecho, aterrorizados o embebidos en la contemplación de sí mismos como estaban
por causa de las luminiscencias y de los sones esclerotizantes.
Mónica se resistió al avance. Estaba
paralizada por el miedo. No se atrevía a dar un paso. X1 y Terelu estaban aún
demasiado penetrados – léase usurpados- por los acontecimientos recientes como
para poder determinar o vislumbrar un mínimo qué era lo que estaba sucediendo
ni qué quería significar ese “vamos” de Paralel. Así que solamente Max, Julie y
el propio héroe de las termópilas –Paralel- huyeron del territorio de los
dobles –de Ka-. Mónica movía la cabeza rechazando el querer liberarse del
inframundo, ante la insistencia del resto de sus amigos, que la conminaban con
vehemencia a que tomase la decisión de trasmontar el umbral.
Y más se alejaban nuestros valientes amigos
del lugar, más se cerraba la puerta, difuminándose por términos.
De nuevo se vieron en la Gran Vía, justo en
la plaza del Callao, pero con la ventaja de no ser advertidos por los
ajetreados y celerípedos transeúntes, que parecían moverse en un mundo
aparentemente dichoso. Captaron que estaban imbuidos de la extraordinaria
facultad de atravesar los cuerpos o decidir alojarse en ellos como el que se
monta en un tranvía. Y por la mente de los tres cruzó la más peregrina y
fantástica de las ideas que en imaginación alguna pueda surgir: poseer a
alguien para poder disfrutar plenamente de la vida del territorio físico.
Bien sabía Max que él aún seguía existiendo
como “mortal” dignificado e investido del empleo de detective. Y masculló su
venganza inaudita de meterse en el cuerpo de Pilotas, su malvada madrastra.
Julie estaba decidida a usurpar a una amiga guapa del colegio, aunque un poco
tontina, y convivir con ella hasta que la muerte las separase, o las dividiera.
Y Paralel, enterado por Max de lo tremebundo y atroz de su asesinato perpretado
por el diabólico Magot y Preston, el maléfico albino de ojos iridiscentes y
medio bizcos, pasarse el resto de su flamante existencia cachondeándose de este
par de malvados sinvergüenzas, saltando del uno al otro como niña a la comba jugando a las rayas y a las tejas.
-Sí, es verdad
–se dijo el Dr. Paralel-: existen otras formas de vida.
Escrito por:
José Luis Benítez
relato mezcla de Isaac Asimov, Don Quijote y arte filosófico. Difícil y controvertido. Como siempre Jose Luis ha sabido sacarle partido a su talento.¡enhorabuena amigo!
ResponderEliminargracias Nuria!!!
EliminarEs un relato muy imaginativo. Aunque no soy gran partidario de las realidades paralelas (detalles con la Teoría de Hilos), el manejo imaginativo es muy bueno, haciendo sentir las capas que en las que el Dr. Paralel debe coexistir. Espero haberla comprendido bien. Gracias!
ResponderEliminarMezcla imposible de irrealidad y cordura. Buen trabajo.
ResponderEliminarEl estado de un mundo medio entre el real y el de las almas, me gusto la descripción, el análisis por Paralel y el de estar de nuevo el mundo de los vivos para hacer de las suyas, bien logrado, Saludos
ResponderEliminarMuy original, aunque me ha resultado un poco caótico al principio al aparecer "de pronto" tantos personajes, solo ha sido por un tiempo breve. Me ha gustado el planteamiento y la idea de dos mundos paralelos y bueno, ¿quién sabe?
ResponderEliminarLA imaginación es un prodigio en historias como estas, has manejado muy bien el paralelismo de los mundos y me gustaron en concreto las descripciones y ese atisbo de filosofía hilada en la historia. Felicitaciones.
ResponderEliminarMe ha gustado la originalidad, la forma de describir, y la idea del mundo paralelo muy bueno.
ResponderEliminarMe gusto mucho
ResponderEliminarExisten muchos mundo paralelos y la imaginación nos lleva a ellos
Después que lo escribas como tú lo haces ya es arte.
Un saludo
Manuel Barranco Roda
El peralelismo está demostrado, situaciones paralelas existen, figuras de repetición es un paralelismo, ¿existen mundo paralelos? pues esa teoría en concreto aún no se ha demostrado...pero tu historia es imaginativa...un saludo
ResponderEliminarAunque con algo de retraso, miles y miles de gracias por vuestros comentarios!!! /Saludos
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