Por Faustino Cuadrado
Pasaban con extrema rapidez los días y su rostro iba adquiriendo con cada jornada transcurrida, ese color macilento, típico de la enfermedad grave y definitiva.
Hacía cerca de dos años que la fatalidad se había cruzado en su camino, con la forma engañosa de alimento atrayente y económico y sin embargo adulterado por el voraz apetito dinerario del hombre.
Pasó que éste creyó, que podía recortar gastos, que podría abaratar su vida mientras que ese otro ser humano actuaba sin ningún rubor comercial, arañando beneficios de dónde fuera y sin valorar las conclusas y nefastas consecuencias que eso podría acarrearle a su prójimo.
Y el auténtico y definitivo problema le visitó sin él esperarlo. Comenzó con un principio de irritación en el cuero cabelludo que creyó sobrevenida. Unos síntomas iniciales revestidos de extrañeza, acompañados con posterioridad con una elocuente e irreparable pérdida de cabello, achacada por su lógica ignorancia al frenético y repetitivo trabajo del peine y a una configuración genética desfavorable.
Siempre llevaba uno de éstos en el bolsillo trasero del pantalón. Adoraba regalarse continuas pasadas e innumerables roces con el dentado instrumento, por el ya castigado cabello, haciéndolo frente a cualquier espejo o pulido cristal que pudiera reflejar tan encantador rostro. Le gustaba imaginarse a menudo, como un esforzado Travolta en la película “Fiebre del Sábado Noche”, tan llamativo y extraordinario a sus ojos. Así éramos casi todos en esa bendita pero oscura época.
No tenía agua corriente en su vivienda, y la costumbre al uso, como la de otros muchos a su alrededor, era acercarse a primera hora de la mañana a la fuente pública y llenar todos los bidones que pudiera acarrear. Su padre (su madre murió cuando apenas levantaba dos palmos del suelo) era camarero, y se encargaba de preparar a los trabajadores del barrio el primer café con leche de la mañana, justo antes de coger la “ camioneta” que les llevaría al tajo de cada día.
Su mejor y único amigo, le acompañaba todos los días a por agua a la fuente. Al principio lo hacía, para darle charla y compañía, después, su único motivo fue, ayudarle a llevar el cubo que en solitario, él desparramaba.
Su único y mejor amigo, lamentaba la suerte de aquel, le afligía no poder hacer nada más por él que prestarle su escasa presencia y su innegable amistad.
Al principio de todo, llegó a barruntar que no había vuelta atrás, ni remedio conocido. Era una cuestión de tiempo, y ese era escaso, la verdad.
Él también lo sabía, y su mejor amigo lo supo después, porque lo habían hablado al principio, aunque ya llevaran algún tiempo que hacían como si no pasara nada. Bien es verdad, que eso era de puertas para afuera, porque dentro de su morada interior, en el interior del perfil de sus miradas, la tristeza lo corroía todo y todo lo enturbiaba.
Hubo un día en que la alopecia no fue el único síntoma y ya no pudo asomarse siquiera a la puerta de su casa. Sus agarrotados pies ya no le respondían y la debilidad y la torpeza se apoderaron de él, juntas pudieron con su naturaleza pujante y rabiosamente vital, hasta solo un año antes.
La cama se hizo su compañera habitual e infatigable en su rutina diaria, soportando de este cuerpo maltratado, cada vez menos peso. Lo fue, hasta que por fin traspasó el mundo de las realidades y se introdujo definitivamente en el de los sueños tranquilos, dónde nadie se encuentra solo y percibe constantes y apacibles sensaciones, sin ninguna intromisión ni injerencia indeseada.
Los días cambiaron y dejaron de ser claros y nítidos, a pesar de la luz de Marzo y la calidez de Mayo, a pesar de la subida de las temperaturas y de la extensión de los días, de la temporal retirada de las frías y largas noches del invierno.
Su único amigo comenzó a pasar menos tiempo a su lado, a la cabecera de su lecho.
A éste le conmovía cada vez más su aspecto, su semblante comprimido y seco, su triste apariencia. Principió a pesar más en él, la congoja y la amargura comenzaron a embargarle y supo que no deseaba que su deslavazado amigo, pudiera y quisiera verle así, se lo debía, por los innumerables y gratos momentos que compartieron, en los que los dos se hallaban en pie de igualdad, hermanadamente sanos y rebosantes de color y vitalidad.
Los meses pasaron a convertirse en días, y los días en horas. Los minutos fueron segundos, y los segundos, ya ni siquiera fueron. Todo se acortaba, los plazos y los términos acabaron con las fechas de futuro. La vida pareció partir hacia otro lugar de referencia, hacia el otro sino que sin duda, todos acabamos buscando, aunque casi siempre fracasamos en el intento. Y en ese viaje, ni siquiera su mejor amigo pudo acompañarle. El uno tuvo que partir y emprender la marcha, el otro, necesitó aguardar turno y completar su particular camino aquí, una senda que todos debemos circundar a pesar de no desearlo siempre.
Llegó el momento triste de la despedida, y cuando su único amigo bajó esta vez en solitario en dirección a la fuente, y subió luego, desoladoramente cargado de agua en el interior de los cubos y de aguijoneantes y dolorosas sensaciones adheridas a la espalda, pensó por un breve instante en su fiel compañero y en el viaje que había emprendido, y le deseó en su interior la mayor de las suertes. Pidió para él la más amplia de las fortunas y toda la felicidad que cupiera en sus manos.
Yo sé, con absoluta seguridad y certeza en lo que digo, que eso fue lo que le deseó fervientemente a su amigo.
copyright©Faustino Cuadrado
siempre que leo a Faustino me emociono, consigue llegar a lo más intimo de los sentimientos del lector. Sabe meter el dedo en la llaga y salir indemne. Precios relato. Estupendo escritor.
ResponderEliminarMuchas gracias Nuria, me alegra que te emocione, porque a mi me emocionó de la misma manera cuándo lo viví. Lo he escrito muchos años después de ocurrido, cuándo el dolor se ha mitigado. ¡Ah! y gracias también por tus piropos literarios.
EliminarMuy triste y cuando lo lees siempre te viene alguien cercano a la mente, pero estupendo y profundo relato que llega directo al corazón.
ResponderEliminarSiempre es triste cuando una parte de ti, se desgaja en forma de un amigo que se va. Sé que sabes bien lo que expreso en el relato. Gracias por tus comentarios.
EliminarBastante triste, pero me ha gustado la forma de escribirlo.saludos Faustino.
ResponderEliminarGracias Juan Carlos. Sí que debe resultar triste el relato, porque el hecho en el que se basa, lo fue realmente. Me alegra infinito que te guste la forma en la que lo he expresado.
EliminarHay pocos venenos que pueden hacer esa clase de daño en tanto tiempo. ¿O es un ataque microscópico? Es bueno que queden esas preguntas, le dan un sabor diferente. Muy buen relato Faustino, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti Carlos. Sí que existen venenos que matan lentamente el cuerpo y el espíritu y que también dejan huérfana a la amistad.
EliminarEs precioso, muy triste, pero muy emotivo. Una historia de amistad con mayúsculas. Lástima que se vea truncada, pero es gracias a la enfermedad como se prueba que es un cariño de verdad el que se tienen los dos amigos. Magistral, Tino.
ResponderEliminarAsí es, Juan. Una gran amistad y un terrible desenlace. Siempre perseguimos la alegría y la tristeza es la que acaba a menudo, apoderándose de nosotros. Gracias por tus comentarios, muchas gracias por tus calificativos.
Eliminarla amistad un lazo fuerte que une a dos personas y cuando es sincera sin condiciones, triste y emotivo, saludos!
ResponderEliminarLa amistad y su desarrollo a lo largo de los años, es motivo de felicidad y a menudo, de tristeza. Da muchas alegrías y provoca muchos sinsabores. Quién practica la amistad, se ve salpicada por ella. Gracias por comentar el relato y por haberlo asumido.
EliminarUn excelente homenaje a la amistad sincera, esa de dar un todo por nada. He sentido la tristeza de la despedida, de los recuerdos y del pesar de volver a esa fuente, esta vez sólo.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Gracias Sylvia, gracias por tus comentarios y por las valoraciones tan positivas. Es un placer para mi sentir que te ha gustado y por valorar la amistad de la misma manera en que lo hago yo. Un saludo.
ResponderEliminarHola Faustino, es la primera vez que te leo, y me ha encantado, sabes llegar al alma, sabes tocaar esa tecla que te lleva al sentimiento, me ha gustado mucho como poco a poco me ido adentrando en la historia, tu forma de describir genial, Un abrazo y enhorabuena
ResponderEliminarHola Jose, encantando de saludarte e igualmente satisfecho de que el relato te haya gustado, eres muy amable por tus halagos.
EliminarLa historia por cierta, se hace mucho más emotiva. Yo solo me he limitado a contarla. Un abrazo
Muy triste. Me ha hecho recordar a uno de mis mejores amigos que ha fallecido ya hace un año.Llega a lo más profundo.
ResponderEliminarAsí es Gontxu, realmente triste. Aunque cuándo en cualquier momento posterior, te paras a pensar en ellos, te asaltan otras ideas mucho más agradables, como su sola existencia. Me alegra no obstante que te haya tocado la fibra. Un abrazo
EliminarHe llorado
ResponderEliminarLo siento
No puedo escribirte nada ahora
Un abrazo
Manuel Barranco Roda
Un abrazo de mi parte, Manuel. El leer determinadas cosas, remueve el corazón a veces. Es muy posible que sientas lo mismo que he sentido yo, al recordar y luego al escribirlo.
EliminarHace no mucho, he leído un artículo de opinión en un diario, narrando un hecho muy real y estremecedor. Ahora, leyendo lo que publicas, me sumerjo en ese desconsuelo de los románticos empedernidos, que frustrados por el dolor, llegaban a quitarse la vida.
ResponderEliminarA veces perdemos no la vida entera, pero si un un gran trozo de ella. Un saludo.
EliminarHace no mucho, he leído un artículo de opinión en un diario, narrando un hecho muy real y estremecedor. Ahora, leyendo lo que publicas, me sumerjo en ese desconsuelo de los románticos empedernidos, que frustrados por el dolor, llegaban a quitarse la vida.
ResponderEliminarPues la verdad, Juan, es que es muy difícil afrontar la vida cuándo uno sufre estos reveses, pero que nada ni nadie nos quite el romanticismo. Yo, como otros muchos, andaríamos realmente cojos si esto sucediese.
ResponderEliminarA quitarme la vida, no sé, pero que sería completa y absolutamente infeliz, no me queda la menor duda.
FAUSTINO, las vivencias cotidianas, los lazos de amistad, los apreciamos mas a medida que avanzamos en edad, en que todo se analiza y se profundiza con mayor claridad por eso, de que se acumula la experiencia. Entablamos reminsicencias de tiempos pasados, de amistades que dejaron huellas y que acompañamos en sus necesidades y carencias, en los momentos gratos y amargos, en el viaje hacia la inevitable muerte, que no perdona y para la cual, cada quien tiene su hora precisa.
ResponderEliminarUn placer leerte, porque me ha llenado de reminiscencias.
TRINA