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lunes, 22 de abril de 2013

"Mario y el reflejo de la luz sobre la oscuridad". Capítulo 3º. Cuarta parte.

          Sí, la verdad es que fue como un despertar, como recibir una enorme inyección de moral al comprobar que no estabas solo y que eran muchos los que, como tú, también creían que un mundo mejor y más justo sí era posible. Recuerdo aquellos días con la ilusión de un niño, como si los acontecimientos me demostraran que todo era posible. Un sentimiento, por cierto, agrandado por esa paz que sentía en mi interior al tener junto a mí a Sonia, a esa persona que definitivamente había equilibrado mi existencia y había igualmente disparado mis ilusiones hasta límites insospechados. Cada tarde, después de habernos saciado con aquel espíritu rebelde y reivindicativo que inundaba la Puerta del Sol, me iba junto a ella recorriendo el centro histórico de Madrid mientras Sonia observaba extasiada la belleza de muchos de sus edificios. Según me dijo, tan solo había estado un par de veces en Madrid, y siempre lo había hecho para solucionar algunos asuntos burocráticos y no por placer. «Menos mal que sí pude al menos visitar el Museo del Prado y el Reina Sofía junto a mi tío Arístides», me dijo, hablándome entonces de la enorme emoción que sintió en este último al observar en vivo el Guernica y las salas que lo rodean. «Recuerdo muy especialmente un póster de la Guerra Civil que denunciaba los continuos bombardeos que tuvo que sufrir la ciudad por parte de ejército golpista, y en donde las caras de horror y pánico de dos niños evidenciaban lo cruel y repugnante de aquella situación», me dijo al hablarme de aquel museo. Sinceramente no sé si era pasión de enamorado lo que en aquellos momentos sentía al oírla hablar, pero verdaderamente Sonia contaba las cosas con tal devoción, que todo su ser se iluminaba mostrándote una luz que era capaz de traspasar cualquier barrera, por más opaca que esta fuera.         
 
          Recorrimos también la Gran Vía, la calle de Alcalá, la de Atocha y todos aquellos barrios como el de Malasaña, la Latina o Chueca, que mostraban al transeúnte un carácter propio y especial. Incluso aprovechamos nuestra visita al Museo del Prado para adentrarnos en el parque del Retiro y así impregnarnos de su tranquilidad, rodeados en todo momento por la hermosura de sus jardines y plazoletas. Pero más que las calles o jardines más conocidos, recorrimos parsimoniosamente esas callejuelas del casco antiguo que, a pesar de la modernidad del siglo XXI, todavía conservan en sus entrañas esa especial y peculiar singularidad que por sí sola es capaz de transmitirte toda la historia acumulada que aun mantienen sobre sus, en ocasiones, angostos adoquines. A cada paso, y posiblemente porque mi mente intentó trasladarse a otras épocas, iba sintiendo en cierto modo todas aquellas vivencias que otras gentes habían dejado a su paso en aquel laberinto de intrincadas calles. Sí, si uno hace un pequeño esfuerzo, tus ojos y todo aquello que la historia ha dejado plasmado en papel son capaces de transmitirte sentimientos de todo tipo de unas gentes que, en su día, también caminaron por el mismo lugar que en ese momento yo lo estaba haciendo. Aquellas viejas casas habían sido testigos de guerras, de revoluciones y de todo tipo de acontecimientos que el peso de los años dejan tras de sí.
 
          Así es, en aquel instante sentí que yo solo era un pequeño eslabón de la cadena, aunque un eslabón que no por diminuto dejaba de tener menos importancia, al igual que las vidas de toda aquella gente que en otro tiempo, casi con toda seguridad, también albergaban en su interior mis mismos anhelos de paz y convivencia. «En efecto», pensé en aquel instante, «la naturaleza humana siempre busca lo mismo y eso no es otra cosa que colmar sus deseos para intentar hallar el camino de la dicha y la felicidad, aunque casi siempre esa palabra se convierta en una auténtica quimera para la gran mayoría de los mortales».
 
          Pensando ahora en aquellos momentos, los recuerdo de una forma muy emotiva y cargados de mil y una sensaciones, como aquellas que cada noche, y ya en la privacidad de nuestra habitación, sentíamos Sonia y yo al dar rienda suelta a nuestras pasiones para así mostrar todo el amor que sentíamos el uno por el otro. Sí, así es, nos sentíamos bien, esperanzados y, evidentemente, locamente enamorados. Todavía pienso en cómo entre aquellas cuatro paredes, y solo con mirarnos, nuestra sensualidad se disparaba hasta límites insospechados, pues hacer el amor no consistía en un mero y circunstancial desahogo hormonal, sino que se convertía en un verdadero despertar de todos nuestros sentidos.


 



 


Escrito por
Víctor J. Maicas Safont

10 comentarios:

  1. del sexo al amor,poco a poco nos va adentrando de una relación superficial basada en el sexo a un amor que se hace más fuerte. Madrid de fondo. A ver cómo sigue.

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  2. Me gustó mucho esa sensación de sosiego que el personaje experimenta al sentirse bien con la persona que está empezando un vínculo de comunión interno. De como es capaz de sentir el entusiasmo de ella al ver un cuadro, de verla interiormente y que a pesar de notarse uno más de muchos que caminaron por las mismas calles hace muchos años con sus vivencias y experiencias, él mismo está marcando su propio camino y su propia historia.

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  3. El amor es algo que se construye lentamente. Es un excelente relato sobre que las bases del amor tiene muchos fundamentos pero siempre un mismo objetivo. Saludos.

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  4. Considero a Madrid, una ciudad tan romántica y sensual como lo pueda ser París. Relatos como el de Víctor ayudan a que eso sea cada vez más cierto. Buen trabajo

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  5. Mucha suerte con la novela, compañero de Éride!!

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  6. Gracias por vuestros comentarios. Espero que disfrutéis con la lectura de esta novela que, además de sumergirnos en el mundo de Roberto, nos adentra también en la verdadera realidad de nuestros días. Un abrazo.

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  7. Interesante descripción de Madrid, marco histórico, y lo que la esencia de la humanidad buscar la "felicidad", buen capítulo! saludos

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  8. Una descripción sensacional de Madrid, y de los inicios del amor, me gustó. Un saludo

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  9. Me gusta mucho el final, así es el amor un despertar de los sentidos. Una historia interesante y que llega. Un saludo.

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  10. Bonito Madrid, bonito Amor y bonita la Pasión
    Me gusto mucho
    Un Abrazo
    Manuel Barranco Roda

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