¡Has venido como todos los días! ¡Qué
feliz me haces! Supongo que estarás extrañada por haberme deshecho del silencio
que siempre me acompaña. Si he callado hasta ahora es porque tu belleza nunca
ha dejado de aturdirme desde la primera vez que te vi. Pero hoy es el día de
san Valentín, y después de tanto tiempo me he armado del suficiente valor como
para abordarte. Eso sí, primero te tengo que confesar mi gran temor de que al
hablarte de la manera en que lo voy a hacer, pienses que soy sólo un romántico
más, un loco, un exaltado, alguien obsesionado por verte, y que eso, haga que,
desencantada de mí, huyas lejos y no te vuelva a ver. Si te marchas después de
hablarte, incluso doliéndome profundamente, lo entenderé. Pero ahora, con todo
lo que me cuesta expresarme, te suplico que me escuches hasta el final.
Aunque
es posible que te parezca una tontería a mi edad, déjame que te diga que desde
aquel preciso momento en que nuestras almas se encontraron a través de nuestras
miradas, en todos estos años no he perdido un ápice la ilusión e interés por
verte. Y no es que no haya luchado como un titán contra este sentimiento. Sé
que tú también lo has hecho con todas tus fuerzas. Había que hacerlo. Existen,
desafortunadamente, demasiados condicionamientos para que nos podamos convertir
en pareja. En este extraño combate que estamos librando, desconozco qué armas
habrás intentado utilizar tú, pero yo, contra lo que siento por ti, creo que lo
he utilizado todo: negarme a mí mismo que me deslumbras, no aparecer cuando
pienso que tú sí estarás, hacerte todos los desaires posibles cuando aún así
nos encontramos con el fin de serte al menos indiferente, convencerme de que no
soy bueno para ti, convencerme de que no eres buena para mí, desear que te
fijaras en otro hombre y un sinfín de cosas más que se me han ido ocurriendo.
Ahora sé que todos esos intentos estaban condenados al fracaso más absoluto,
porque mis ojos, mi corazón y mi cerebro desde aquel primer momento en que te
tuve enfrente, confabularon contra mí pues no han parado de hablarme de ti: la
forma en que te cae el cabello sobre la frente, el tierno y gracioso aleteo de
tus pestañas, tus preciosos ojos, el perfil de tus labios, el perfecto óvalo
que es tu rostro, el sonido de tu voz, tu espontánea y nerviosa risa, lo suave
que parece tu piel, tu cuerpo de Afrodita, la inmensa paz que les transmites.
Estoy
tan lleno de ti, que lo que más deseo en el mundo es que nos fundamos en uno
sólo y para siempre. Pero como sé que no es posible porque al fin y al cabo
somos pura ensoñación, dos personas que se conocieron una noche transitando por
el limbo del amor, pues estábamos y estamos durmiendo cada uno en un punto
distinto del país desconocido para el otro, me tengo que conformar con que
pronuncies mi nombre y notar el calor de tu mano sobre la mía mientras me
dices, lentamente, que me quieres.
- Y lentamente,
mientras entrelazamos nuestras manos, te digo que me tienes muy e-na-mo-ra-da,
y que ya que tengo que renunciar a notar tu ser en la realidad, nada más dulce
puede tener mi boca que pronunciar tu nombre: Fabián, Fabián, Fabián.
- Te quiero
- Y yo a ti.
Fernando Sancho Casañ
¡el amor es hermoso a todas las edades y en todo momento!
ResponderEliminarEfectivamente. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Que error sería renunciar a él por absurdos prejuicios.
EliminarUn saludo
Fernando
Muy lindo. Me hizo acordar a una canción que se llama "Puerto Pollensa", no sé por qué.
ResponderEliminarGontxu, tus comentarios siempre son positivos. Si te ha hecho evocar algo bonito, mayor motivo para agradecerte tus palabras.
EliminarUn saludo
Fernando
Ni edades, ni sexos, ni condiciones. El amor es de todos y para todos, y punto. Fernando, muy bueno y sentido.
ResponderEliminarHola Faustino:
EliminarLo extraordinario del amor es precisamente su pureza y que no le ata ningún convencionalismo. ¿A que nos hace latir más el corazón y nos insunfla de de vida como ninguna otra cosa?
Gracias de nuevo, Faustino.
Fernando
Mucha ternura en un sentimiento que no tiene barreras.
ResponderEliminarHola Caliope:
EliminarMe honras con tus palabras al dejar constancia de mi capacidad para reflejar un sentimiento que hasta a los filósofos les cuesta describir por lo abstractro y maravilloso que es. Quien nunca se ha enamorado, no creo que haya vivido por completo.
Gracias Caliope
Fernnado
El amor es incondicional y sin barreras. Pero también el amor es esclavitud, una voluntaria. Por esta razón la obra queda como anillo al dedo. Maravilloso relato Fernando, gracias.
ResponderEliminarHola Carlos:
EliminarEs cierto, el verdadero amor se caracteríza por ser incondicional, una esclavitud, pues se es esclavo de querer estar con la persona amada, pero como bien dices, una esclavitud que se hecha en falta cuando se está lejos de la persona a la que se ama. Pero que también debe ser libertad, libertad para que ese amor, de verdad, sea cierto y con todo el valor que debe tener.
Gracias
Es muy bonito,muy sincero y muy tierno. Enhorabuena.
ResponderEliminarHola Juan:
EliminarMuchas gracias, como a todos, por tus palabras tan favorables. Sin duda me animan a seguir colaborando con La revista de todos.
Fernando