Guillermo prendió,
como cada Jueves a la tarde, las velas aromáticas que se encontraban diseminadas de manera estratégica por todo el apartamento, el cual a su vez le servía de
consultorio. Mientras las encendía, pensó en su propia historia. Guillermo Macedo
siempre había un hombre astuto, inteligente y rápido de mente y de actos, un verdadero
“zorro” -inclusive su mirada chispeante tenía algo zorruno- y por lo general,
siempre caía bien parado como los gatos. Pero estos últimos tiempos algo le había fallado: había perdido su
trabajo como Director de Recursos Humanos de una gran empresa de gaseosas, su
exitosa y atractiva novia con la cual habían estado juntos once años lo acababa
de abandonar y allí se encontraba él, lleno de algunas dudas y muchas deudas.
Pero su lema era “Siempre Qué Llovió;
Paró”. Luego se le había ocurrido la genial idea de hacer una terapia sólo
para hombres, “hombres que habían perdido su GPS” como solía llamarlos él. Parecía
mentira pero ya habían pasado tres meses-exactamente
trece sesiones- desde que sus “machos” como él los llamaba cariñosamente,
se habían juntado por primera vez. Un grupo variopinto si se quiere…
El grupo
había decidido hacer un hiato en su terapia a partir de las fiestas navideñas,
hiato que se extendería por todo Enero y ahora retomaban a mediados de Febrero.
Como todos los jueves a las siete de la tarde, uno a uno fueron llegando:
Robertino, “el pendejo”[1], quien llevaba encima el
peso de un accidente donde había sido el único sobreviviente; José Francisco,
un flemático y formal bioquímico jubilado y ex convicto por haber cometido un
triple crimen pasional, quien estaba tratando de reinsertarse en la sociedad;
Fausto, un ejecutivo muy “Casa, Club y Familia”[2], a quien el éxito profesional
y la seguridad económica ya no le sonreían y quien había perdido su estatus
social y con ello, su autoestima, por más que se aferrara a su imagen de hombre
compuesto y seguro de sí; luego estaba Alejandro, un joven mecánico muy
vergonzoso con problemas graves de integración, que aún no develaba nada
importante y decía las cosas de su historia con cuentagotas; completaban el
grupo Damián, una estrella del pop en ocaso, adicto a las adicciones y con un carácter infantil y caprichoso y Darío, un futbolista gay con una
personalidad controladora y obsesiva, que había sucumbido bajo los encantos de
un adolescente perverso, sumiéndolo en una gran depresión existencial.
Como era la
costumbre, se sacaron sus calzados al entrar (Robertino, unas zapatillas Converse rojas; Damián, unas modernas D
& G abotinadas hechas en “patchwork”[3];
José Francisco, siempre formal, unos
clásicos zapatos de vestir negros acharolados; Darío, unas zapatillas negras de
cuero con el logo de Puma en blanco; Fausto, unos mocasines italianos color
borravino y Alejandro, unos borceguíes gastados
que usaba para trabajar, que parecían dos veces su talle), se sentaron en
circulo en los almohadones “extra-large” dispuestos en la alfombra de seda tailandesa
que tenía impresa la cara de Buda, cerraron los ojos por unos minutos,
respirando hondo con inhalaciones profundas, tratando de dejar el estrés del
afuera y concentrarse en el aquí y ahora.
-Bienvenidos otra vez-les dijo Guillermo
cordialmente y algo excitado con la vuelta de sus pacientes. –Se me ha ocurrido algo: hoy por ser el Día
de San Valentín, vamos a enfocarnos en el amor...o en la falta de él.
Hubo risas y
silbidos por lo bajo; Damián revoleó la mano por lo alto haciendo un gesto muy
de cancha y tarareando el tema “Oh,
L’Amour” del grupo Erasure.
-Para empezar, les pregunto: Si tuvieran qué elegir una
pareja que representara “LA” Pareja Ideal… ¿Quiénes serían?
Guillermo vio
como las respuestas de cada uno de sus pacientes se iban mezclando en su mente
con sus propios pensamientos al respecto. A veces, su mente pareciera tener
vida propia.
Robertino : Harry Potter y Ginnie.
(¿Ginnie?! ¿Quién mierda era Ginnie en
Harry Potter? ¿Harry no se la trancaba a Hermione?)
José Francisco:
A mí me gusta mucho la ópera. Cuando estuve en prisión me las ingeniaba para
conseguir cds de Opera. Así que mi pareja favorita sería Tristán e Isolda.
Aunque si pienso en Elsita, mi ex mujer, ella era más parecida a la Carmen de
Bizet. Esa fue su perdición.
(¡Vos fuiste su perdición que la mataste!)
Fausto: Bill
y Hilary Clinton, siempre apoyándose el uno al otro, a pesar de las
dificultades.
(Aunque él se la dejara chupar por una
pasante. La imagen ante todo, ¿no Fausto?)
Damián: Sid
Vicious y su novia Nancy. Pero con final feliz.
(No hay final feliz para gente como Sid y
Nancy. Tampoco lo hubo para Amy Winehouse, ni Jim Morrison, Ni Janis Joplin. Ni
para vos, como sigas con esa vida)
Alejandro:
Perón y Evita.
(Era obvio que iba a contestar eso. Como que
dos más dos son cuatro)
Darío: Bette
y Tina, de la serie “The L Word”.
El nombre de
la serie le hizo hacer un clic. Guillermo recordaba que había visto un par de temporadas
de la serie que trataba sobre un grupo de lesbianas pijas en Los Angeles. En
realidad a Guillermo le importaba un cuerno la historia de las protagonistas,
pero la serie tenía escenas de alto voltaje erótico y sáfico que a Guillermo le
ponían y estratégicamente arreglaba todo para que la serie coincidiera cuando
estaban con Sofía en la cama. Como Guillermo se excitaba como un animal en celo
con las escenas lésbicas, terminaban haciendo el amor salvajemente.
Erróneamente, pensó que la serie serviría de trampolín a su fantasía de lograr hacer
un trío con Sofía y otra mujer, pero sus expectativas fueron en vano. Sofía, con
su ácido sentido del humor, siempre le contestaba: “Está bien, pero si hacemos el amor con otra mujer, también lo hacemos
después con un hombre. Y quiero que él te penetre. Pero bien salvajemente”.
Y al pensar en tal situación, a Guillermo se le quitaban inmediatamente las
ganas del ménage a trois.
-Notable que hayas elegido una pareja de
mujeres a una de hombres-le devolvió a Darío, volviendo su atención a la
sesión.
-Las lesbianas son mejores en eso. Son más
fieles, más estables, les gusta estar en pareja.
-¿Te gustaría ser lesbiana, entonces?
Todos se
rieron, menos Darío que no era muy afecto a las bromas, y menos cuando era el objeto de ellas. Su quijada cuadrangular se puso más rígida que de
costumbre y si bien no contestó, le devolvió a su terapeuta una mirada casi
furibunda.
-Bueno, sigamos: Ahora, Si ustedes tuvieran que contar su vida con
una canción de amor..¿qué tipo de canción sería y qué tema elegirían para
contarla?
-“Los Amantes” de Mecano, of course!-dijo Damián con entusiasmo.
- Yo usaría un bolero-respondió José Francisco-Sería Perfidia…
Fausto,
sentado erguido en posición de Loto en su almohadón, dibujó una sonrisa. No era
la habitual sonrisa de pasta dentífrica que solía poner, sino una verdadera,
provocada por algún recuerdo feliz.
-La letra no tiene mucho que ver, pero creo
que sin duda sería el tema con el que
Débora y yo entramos en nuestro casamiento. El dueto de Drácula, el musical…
Robertino
dijo: “Without You” de David Guetta- luego
de pensárselo mucho.
Alejandro-quien
curiosamente solía siempre contestar en último lugar-se adelantó a Darío:
-“Si te agarran las ganas” de Leo
Mattioli.
Por último,
Darío dio su veredicto:
-Mi vida amorosa siempre fue un desastre. Y
eso que me esmero en que la relación sea perfecta. Creo que en el fondo soy un
idealista. Pero es como si siempre llegase demasiado tarde o demasiado temprano
a la vida de la gente. O ya están en pareja y quieren que solo sea el amante o
recién vienen de una relación
conflictiva y no quieren compromiso. O no están lo suficientemente maduros para
una relación. Pero siempre o bien me terminan dejando o los termino dejando yo,
porque la relación no se acopla a mi idea de una relación perfecta. Así que calculo
que mi canción sería “Te Dejaré” de
Mijares.
-Ajá-asintió
Guillermo-Vamos entonces a exorcizar
nuestros demonios, nuestros amores perros. Vamos a hacer los siguiente: se van
a parar y van a empezar a caminar,
recorriendo todo el espacio, repitiendo un par de versos de cada una de sus
canciones, primero mecánicamente pero luego se van a ir conectando con sus
sentimientos y pensando en una persona a la que se dedican. ¡Arriba!
Los seis
hombres se incorporaron y comenzaron a caminar por el consultorio. Siendo el
único que estaba en su salsa, al principio sólo Damián cantó fuerte. Su voz de
barítono, musical y entonada, retumbaba por todo el salón.
-“Yo
soy uno de esos amantes, tan elegantes como los de antes, que siempre llevan
guantes”.
Los demás
seguían caminando, pero las palabras que salían de sus bocas eran casi apenas
susurros inentendibles, murmullos. Guillermo sintió un dejo de frustración.
Mientras tanto, Damián seguía en una especie de éxtasis, cantando y haciendo coreos
como si estuviera en un recital.
-“Y voy buscando por los balcones bellas
Julietas para mis canciones y hacerles los honores…”
Hasta que de
repente, José Francisco sacando una voz operística que parecía surgirle de las
mismisimas entrañas, se puso a cantar.
- “Mujer, si puedes tú con Dios hablar,
pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar...”
La voz pop de
Damián y la voz lirica de José Francisco se entrelazaron en el aire, como una
enredadera a un muro. Rompiendo la armonía entre ambas voces, se escuchó a alguien
imitando con sonidos onomatopéyicos el “punchi punchi” de la música
electrónica y una voz desafinada se unió
a las otras. Era Robertino.
-“I am lost, I
am vain, I will never be the same, without you, without you”.[4]
Para sorpresa
de Guillermo, Alejandro que siempre era el último en hacer cualquier dinámica o
en hablar de alguna cosa, se acopló a los demás con una voz dulce, que a Guillermo
curiosamente le hizo recordar más a la de Gilda que a la voz áspera de Leo
Mattioli.[5]
-“Y cierras los ojos si
te agarran las ganas y soñemos los dos que estamos en la cama,
haciendo cosas bonitas…”
haciendo cosas bonitas…”
Fausto que seguía cantando
en voz muy baja, se quedó callado. Cerró los ojos por unos segundos y cuando
los abrió, recurriendo a sus varios años de concerts[6] en su colegio
alemán, se transformó en un personaje salido de algún musical.
-”No estás junto a mi ahora. Amor
¿Cuándo volverás? Perdón, pero yo sin ti, estoy tan perdido, siento que la vida
se viste de gris”.
Finalmente,
el duro Darío rompió su coraza y trató de cantar:
-“Te dejaré que vayas, tan
hermosa como eres. Daré mi vida intentando sostenerte…”
Guillermo sonrió satisfecho. La dinámica estaba dando los
resultados esperados. Las voces, las palabras, los versos de sus “machos” se
mezclaban en el aire cada vez con mayor intensidad. Los diversos sentimientos
hasta se podían palpar en el aire, de tan densos que eran.
-Sal ya,
que este trovador…
-“La
perfidia de tu amor…
-You!
You! You!
-Yo te
hago el amor enloquecido y perdido…
-Querer
apurar las horas…
-Te
dejaré que encuentres…
Un trueno se
escuchó potente como un meteoro estrellándose en las inmediaciones. Súbitamente,
la lluvia se desató sobre la ciudad en ese día de calor húmedo y pegajoso.
Instintivamente, y como dando pie a algo más dionisiaco, Guillermo corrió las cortinas
y abrió el ventanal de su balcón terraza (ventajas
de vivir en el último piso de una torre moderna). La lluvia caía sobre las abundantes
macetas y plantas que Guillermo (y Sofía)
habían improvisado y mimetizado como jardín.
Damián fue el
primero en salir, seguido por Robertino. Se sacaron sus remeras y comenzaron a
bailar y saltar bajo la lluvia. El contraste de los dos cuerpos, morrudo y con
algo de panza el de Damián, muy alto, desgarbado y fibroso el de Robertino, ambos con
tatuajes, se recortaba sobre la copiosa lluvia. En un impulso, Darío se sacó su remera negra deportiva, develando
un torso casi perfecto de deportista y salió a juntarse con sus compañeros, quienes ya
estaban en ropa interior. Fausto y José
Francisco, quizás los más formales del grupo, se miraron y con una sonrisa cómplice, se
desabrocharon sus camisas, sacándoselas y corriendo a unirse con los demás.
Fausto tenía cuerpo de deportista venido a menos y José Francisco un cuerpo
delgado y fibroso, muy bueno para su edad. Guillermo pensó que inclusive en
cueros, el bioquímico no perdía esa flema rígida de Lord Inglés.
Alejandro se quedó mirándolos desde adentro, sin
saber qué hacer. Una parte de él se moría de ganas de liberarse y bailar bajo
la lluvia con sus compañeros de terapia pero su otra parte-aquella de Elizabeth María Eva, que todavía nadie en el grupo conocía-
le daba mucha vergüenza. Si bien a fuerza de inyecciones de hormonas, testosterona
y mucho entrenamiento en el gimnasio, había logrado un torso masculino y bien
formado, aún tenía algo de ginecomastia (7) que le recordaba su otra vida.
Guillermo, al
ver que el joven no se integraba, le tendió la mano como invitándolo.
-¿Venis, Ale?
_Bueno…pero…yo no me saco la
camisa-dijo dubitativamente.
-Ok, no hace falta. Después te presto
una camiseta mía para que te pongas.
Y finalmente
se unieron al grupo. Siete hombres en cueros (bueno, todos menos uno) bailando bajo la lluvia, exorcizando sus
demonios de amores perros.
Curiosamente,
del departamento de al lado se escuchaba a Kylie Minogue cantar a toda voz su
hit “All The Lovers”: Todos Los Amantes.
Continuará…
Definitivamente, la terapia de machos da un giro hacia el día más romántico. La escena de los encuerados es algo para recordar. Vamos a ver donde para, Gonzalo. Gracias.
ResponderEliminarMuy bueno, la historia se mantiene, y deja aun para más, Saludos!
ResponderEliminarCarlos y Juan, gracias por vuestros comentarios. La verdad es que nunca sé para donde va a ir la historia.Es la primera vez que escribo una novela sin tener un "plotter" previo, tan solo los conflictos por los que cada protagonista va a esa terapia. Lo bueno es que tampoco se COMO terminará, así que es toda una AVENTURA y un DESCUBRIMIENTO escribirla.
ResponderEliminarLa aventura continua y sorprendiendo en cada capítulo. un abrazo
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