El ataque sobre
la familia Barrizynge’del’Armgo fue brutal, sorpresivo y masivo para la escala
de la ciudad. Con la información que había obtenido de la débil hija de su
antigua maestra, Jhaelxena tuvo la excusa para convencer no solo a su casa y a
sus satélites de atacar a los traidores; sino para involucrar a las cinco casas
principales en la operación para purgarla. Pero ella sabía que se lanzaría
contra un enemigo poderoso, probado en combate y de gran capacidad. Como medida
de seguridad, consiguió alienar a la rama femenina de la misma familia, por
medio de amenazas, sobornos y reuniones privadas. Una vez que todas estuvieron
de acuerdo, el ataque dio inicio a menos de tres días de haberse enterado del
suceso
Pero este difería en mucho del llevado a cabo contra el templo de la Doncella Oscura. La
rama militar de la familia del’Armgo era muy fuerte, dominada por los hombres. Por
lo tanto la victoria debía provenir del matriarcado, de las mujeres que
dominaban la sociedad, por el significado simbólico. Por eso ella evitó reunir
a los oficiales de alto rango de la ciudad (Zeknarle incluido). Para la
extrañeza de quienes se congregaron en torno al Patio de Armas de esta familia,
la totalidad de los efectivos más
importantes eran todas mujeres. Nobles Hijas de todas de las familias
dominantes, sacerdotisas que venían con sus esclavos, sus siervos, sus
juguetes y sus mercenarios. Todas se reunieron en torno al enorme edificio, para
iniciar el asedio una fría noche de invierno, el cual era evidente por del
vapor que manaba de su respiración.
La resistencia
fue mayor de la esperada. Los varones de la familia del’Armgo y las pocas mujeres
que se quedaron a pelear a su lado brindaron una ejemplar demostración de armas
que sorprendió a todos. Aunque poseían una abrumadora superioridad numérica,
las murallas del edificio aguantaron toda la noche y buena parte de la mañana
los embates de sus expugnadores. Sin embargo, a mediados de la mañana, los
refuerzos llegaron de parte de la nueva familia en la ciudad. En la forma de
Golems de Telarañas, los monstruos ignoraron el fuego que llovió sobre ellos y las
numerosas saetas en su contra. Sus golpes certeros derribaron la entrada
principal de la estructura y abrieron la brecha para que una combinación de
magas, clérigas y guerreras ingresara al interior del Patio de Armas, que quedó
perdido para los defensores.
Desde una
distancia prudente Jhaelxena contemplaba el espectáculo. A su lado, un par de
religiosas conservaban su cabeza baja y una rodilla en el piso. Luego de
confirmar la brecha en las defensas, ella se volteó, colocó sus manos sobre los
hombros de ambas y exclamó —Ardulintra… Zilvryne… Saben lo que tienes que hacer.
—Por supuesto,
mi señora. Sabemos lo que tenemos que hacer. Confié en nosotras.
La religiosa
dejó de sujetar a las mujeres en ese momento, ambas se pusieron de pie. La
joven pareja de Zeknarle de inmediato tomó un medallón de las manos de su
superiora y se montó en un enorme golem que la esperaba a unos pasos. Pero
cuando Ardulintra quiso tomar el suyo, su madre lo retiró con recelo.
—¿Sabes
perfectamente lo que sucederá si fallas de nuevo, Ardulintra?
La joven se
tragó su temor, no respondió verbalmente pero su afirmación nerviosa provocó
una sonrisa en su madre. Esta acaricio su cabello delicadamente, conservó su
sonrisa, le entregó el medallón y reclamó
—¡No me
decepciones!
—No lo haré, su ilustrísima.
La joven se
acercó a paso apresurado el golem a unos pasos de ella, se colocó el símbolo en
su pecho, le ordenó que la levantara en el aire y la montara sobre su hombro. Sujeta
de un mechón de telarañas en la parte donde debería estar la oreja, ella señaló
hacia el frente, por lo que su improvisada montura avanzó en esa dirección
hacia la estructura.
La criatura
avanzó entre la tropa de reserva, a los cuales ignoraba y de los cuales no le
importaba su destino. Luego de localizar visualmente al golem de Zylvrine, la
joven se sorprendió cuando una enorme bola de fuego lo impactó y lo prendió.
Ella no se detuvo ante el espectáculo, tenía una misión que cumplir. Ella debía
encontrar al elfo claro que luchaba en el interior del Patio de Armas. Debía
encontrar al Maestro de Armas de la casa si quería que alguna vez su madre la
perdonara por haber fallado en una de sus primeras pruebas de iniciación en el
templo. Si no lo hacía, podía esperar la mesa de sacrificio como castigo por su
ineptitud.
Al llegar a la
puerta, ella ingresó motivada por la ira. Aunque tenía miedo, ella avanzó entre
las saetas lanzadas en su contra, derribó a un par de guerreros que trataron de
alcanzarla a través del golem (literalmente los pisó) mientras se abría camino
hacia el centro del patio. Debía encontrar a ese sujeto; el que según su madre
era el más malo, el más poderoso y el más imponente de todos los guerreros que podía
imaginar. Pero, mientras ingresaba al patio, no pudo encontrar a alguien que
respondiera a esa descripción.
Ella avanzó por
entre los guerreros, religiosas y magos que la rodeaban, amigos y enemigos sin
importar se apartaron o sucumbieron a su paso. Ella oteaba con indiferencia su
alrededor. Debía, tenía que encontrar a la razón de su misión, al jefe de la
casa y someterlo a la brevedad posible. Lo tenía que hacer por su bien, por el
de su prestigio y el de su casa. Lo tenía que hacer para conservar la vida.
Pero había muchos, muy buenos guerreros a su alrededor. Entre la maraña de peleadores
que la rodeaban ¿cómo podría reconocer al principal guerrero de esta casa?
Mientras oteaba
la batalla, ella fijo su atención en uno de los que combatían contra los
soldados de su casa. El guerrero era desaliñado, vestía ropas sucias y raídas, pero
mostró con una increíble habilidad al luchar con la espada. Ella abrió de más
la boca, el terror y la ira la invadieron, porque el prodigio que observó
después fue estremecedor. En un instante este desmembró a un guerrero ante su vista.
Aunque se encontraba rodeado, su espada descuartizó el cuerpo de uno de sus
rivales, arrancó la cabeza de un esclavo de un suspiro, para después introducir
una daga escondida en una guerrera. Ella sólo conocía una persona que podía
hacer eso. La causa de su pena y sufrimiento de los últimos meses.
¡Tú!
Ella sabía que no podía atacarlo de frente. A la señal de su
mano la montura asesina que gobernaba golpeo con su mano
al guerrero, que salió disparado contra una de las paredes de los
establos. Con otro gesto, ella obligó a su montura a avanzar
descuidadamente. Aunque fue alcanzada por una saeta, ella no iba a permitir que
una herida la alejara de su venganza, no le iba a permitir la oportunidad de
recobrarse. El golem sujetó el cuerpo del guerrero con sus dos manos, lo mordió
en el hombro y luego lo estrelló contra el techo de la estructura, lo que acabó
por derrumbarla. Fuera de sí, ella ordenó a la enorme estructura que envolviera
y sujetara al guerrero y la criatura volvió a morder en su hombro sano. Con los
restos del establo que llovían a su alrededor, ella ignoró que había sido
golpeada, que tenía una astilla clavada en su brazo. Cuando
quedó completamente envuelto en un capullo, ella se deslizó por los brazos de
su montura como si fuese un tobogán. Una vez en el piso, esgrimió una sonrisa
de realización, sacó una daga de su cinto y lo amenazó.
—Maldito… Mi
cuerpo y mi mente no han dejado de sufrir desde que me abandonaron en ese
callejón. No tienes idea de lo que he esperado y rezado para hacerte pagar lo
que me hicieron. Los hilos de la Gran
Tejedora me han dado esta oportunidad de acabar contigo. Prepárate a morir
en su nombre.
El joven elfo
sangraba por las heridas en sus hombros y por la boca, le costaba respirar debido
a la telaraña que lo envolvía. Pero su única respuesta fue cerrar los ojos con
un gesto de paz. La muchacha sostuvo el puñal con furia, quiso usarlo en su
contra, quiso acabar con su existencia y vengar la humillación que había
sufrido en sus manos. Pero encontró que no podía hacerlo. Algo en su interior,
una pequeña voz le susurraba que no debía acabar con su vida, no ahora.
Con un grito
ahogado en su frustración, ella guardó el puñal en su cintura y golpeó el
rostro del muchacho con su mano—: Oye, maldito… reconsideraré tu situación si
me señalas cual de todos los imbéciles de esta casa es el Maestro de Armas Eorel.
—Pues… señorita…
no puedo mentirle. Estoy a sus servicios.
La muchacha
sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo. Una mezcla de sensaciones confusas
se apoderaron de su ser. Una parte incredulidad, una parte desazón, una parte
sorpresa. Ella se imaginaba que el Maestro de Armas de la casa del’Armgo era un
gigantesco ejemplar añejado por la experiencia y los años, curtido de cuerpo y
alma por mil batallas. En su lugar, este joven escuálido reclamaba ese honor
para sí mismo.
Incrédula, ella
hizo lo único que podía hacer para confirmar su identidad. Si su madre estaba
en lo correcto, él estaba disfrazado. Por esto sujetó el sombrero que parecía
pegado a su cabeza y lo lanzó al piso. La piel del muchacho se comenzó a
aclarar, lo que mostró ante sus ojos su verdadera apariencia. Su blanca tez,
sus hermosos ojos azules y su cabello negro ceniza resaltaban en la oscuridad, como
una luciérnaga fosforescente en medio de esa enorme cueva.
La muchacha
acarició el rostro de su prisionero, asombrada, maravillada por la vista. Ella
había escuchado las noticias y las historias de las expediciones a la
superficie. Ella había escuchado las viejas historias de los sacrificios de
elfos, de lo infames que eran, de lo injustos que eran. De cómo los primos
débiles de los elfos oscuros les habían robado su merecido lugar al lado del Padre de todos los Elfos, su lugar en la
superficie, su honor y su privilegio. Pero al tener a uno frente a ella, al
contemplarlo por primera vez, no pudo evitar compararse con él y encontrar que
no eran muy diferentes.
Ella se acercó
su cara, se puso de puntillas y lo besó tiernamente. El gesto los hermanó por
un corto instante, ignorantes de la muerte y la destrucción que los rodeaba.
Ella se permitió dejar llevar por las sensaciones y emociones en el momento.
Era similar a esa vez en el callejón. Él había sido quien le había robado su
primer beso, aunque no quisiera admitirlo no había sido una sensación desagradable, y ella sabía que no
volvería a tener esa oportunidad.
Ardulintra fue
la primera en reaccionar. Lentamente, con los ojos parcialmente cerrados, se
separó de él con una sonrisa. Después de esto escupio, se limpió la boca, transformo su gesto en uno enfermo y torcido, que acompañó con una bofetada.
—Esto es por el
beso que me robaste, maldito.
Luego de escalar al golem, ella le ordenó a la enorme criatura que
perforara la pared frente a ella con el prisionero en sus manos. Mientras
luchaba por mantenerse en su hombro, la joven Ardulintra no podía esconder la satisfacción
que sentía. Era la primera vez que salía en una misión oficial bajo el comando
de su madre, había superado a su favorita y volvía con la presa solicitada, un
tanto magullada pero intacta. La ilusión de su éxito provocó su deleite,
mientras imaginaba los posibles honores con los que sería cubierta dada la
forma en que había capturado al peligroso rival que su madre le había ordenado
capturar. Y si movía bien sus cartas, quien sabe que otros honores podría
recibir por su logro.
![]() |
Ardulintra Elisana. Arte de Alex Palacios, tintas de Yohnan Montalban |
Esta fantástica familia sigue emocionándonos día a día. Te felicito por ello, amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan. Falta poco para el final, aunque podría ser muy duro para algunos lectores. Espero que te siga gustando.
EliminarMe gustó, lleno de emoción, imágenes visuales, quedando al filo de la silla esperando el siguiente capítulo, saludos!
ResponderEliminarGracias Don Juan. Las próximas entregas se pondrán cada vez más oscuras, así que espero que acompañe el relato hasta ese momento. Nos escribimos.
EliminarReconozco que voy a tener que leer los capítulos anteriores, porque es muy atractivo el relato. Las ilustraciones son muy acertadas, y la redacción posee una gran calidad. Te felicito, Carlos.
ResponderEliminarSiento que la revista y las críticas me han ayudado a evolucionar en mi redacción y estilo. Gracias por el tiempo Dioni, espero que la historia te guste (más lo que queda). Estamos en contacto.
EliminarUna historia diferente, original y fantàstica que envuelve y atrapa, felicitaciones.
ResponderEliminarTRINA
Muchas gracias, Tina.
Eliminarme sigue atrapando poco a poco, cada vez me gusta más la energia que pones, enhorabuena, un abrazo
ResponderEliminarBueno, la historia está a punto de entrar a un punto de no retorno. Me alegra que te haya enganchado y muchas gracias por tus palabras Jose.
Eliminar¡Me encanta el punto de vista metido en la acción que le has dado a la historia! De pronto vemos qué está sucediendo dentro de la escena de combate, de pronto vemos qué ve ...xena... Cómo mujeres y hombres más criaturas fantásticas batallan por igual, y lo ingenioso de los nombres y dibujos, todo muy distinto a lo que solemos ver. La historia de amor me recuerda irremediablemente a la de Victoria con Kirtash, en "Memorias de Idhún" de Laura G. García. Me ha gustafo, me ha transportado a ese lugar.
ResponderEliminarUn abrazo
María José Cabuchola Macario
Yo diría más bien lo que vería Calipso. La sociedad que inspira esta historia es una diseñada para los Reinos Olvidados por R.A. Salvatore, para un background de dos personajes. En este caso, los elfos oscuros son una sociedad matriarcal. No he tenido la oportunidad de leer "Memorias de Idhun", y pronto llegará a su punto de no retorno. Me alegra mucho que te haya gustado y esa reminiscencia. Estamos en contacto.
EliminarBRAVO! Juego de Tronos es un juego de niños al lado de lo tuyo!
ResponderEliminarGracias por las palabras, Gontxu; pero todavía me hace falta el nivel de profundidad de G.R.R. Martin. Aunque quisiera llegar a su nivel, no lo niego. Gracias de nuevo.
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