domingo, 22 de diciembre de 2024

Jaimito, el mentiroso.

 

Hola: Me llamo Jaime.

Los amigos, desde joven, me llaman “Jaimito, el Mentiroso”, porque dicen que me como veinte y cuento una (ya sabes que los tíos son al revés, como el parchís: Se comen una y cuentan veinte)… Confieso que me hubiera gustado que así fuera, pero la realidad es la contraria… Siempre he sido gordito, retaco y un poco tímido, aunque, para compensar, la Naturaleza me dotó, más que “adecuadamente”, diría yo que “sobradamente”... Esa condición, en casa, de pequeño, era motivo de risa y permanente tomadura de pelo… Hasta mi madre y mis hermanas me miraban de soslayo la entrepierna, cuando iba al baño para ducharme...

Dicen que los miembros grandes, a la hora de la verdad, crecen menos que los pequeños; pero, en mi caso, creo que no se cumple esa norma (quizás es fruto de una de tantas leyendas urbanas)…

En el barrio me habían visto desnudo los amiguetes, cuando jugaba al fútbol; ya que, en los vestuarios, los tíos nos paseamos en pelotas, sin pudor alguno. Eso propició mi fama, y pasé a ser envidiado por todos los colegas de la vecindad.

Más tarde, en la universidad, conocí a una chica, Gimena, también gordita, como yo, pero con estupendas formas: Tenía cintura, un culito respingón, que daban ganas de sacarla del mapa a empujones, y un par de “aldabas” que podrías usarlas de escondite, metiéndote entre ellas en caso de peligro nuclear. Con aquel físico, despertaba la atracción de los compañeros, poco habituados a esas voluptuosidades y, claro, todos estaban detrás de ella, para invitarla a vermut o a cubatas, para ver si pillaban… Yo la observaba desde hacía más de un mes y le dedicaba sinceros homenajes por las noches, cuando estaba solo en mi cama…

Una tarde, llegando las vacaciones de Navidad, fuimos diez o doce compañeros a tomar unas copas, celebrando el final de las clases. Estuvimos en varios tugurios del barrio universitario y cuando ya íbamos contentillos, sobre la media tarde, se decidió ir al chalet de uno de los presentes, que estaba vacío, porque sus padres estaban de viaje y… ¡Allá que nos fuimos!

Nada más entrar, observé que su árbol de Navidad era verde, sin nieve que lo cubriera, y a mí me parece que es una imagen muy cutre de las fiestas invernales y me obsesiona sobremanera; pero, en fin…

Por el camino habíamos comprado unos bocatas y, tras comérnoslos, empezamos a pensar en qué juegos sabíamos, para divertirnos y calentar los ánimos… Tras los típicos juegos de cartas y los clásicos juegos de mesa, uno propuso jugar “a la botella” (ya sabes… Girar una botella y al pararse, el señalado debería despojarse de una prenda). Pues ¡dicho y hecho…! Estuvimos gira que te giraré y, poco a poco, fuimos despojándonos de las prendas que teníamos puestas… Alguna chica dijo que se quedaría como máximo en bikini, otras no dijeron nada. Los chicos, más osados, no pusieron condiciones… Todos, excepto uno : ¡Yo…! ¡Pufff…! ¡Menuda coña…! Me llamaron de todo y fui el hazmerreír de la reunión. Les dio por decir que la tenía pequeña y que, por eso, no quería que me la vieran y se propusieron bajarme los pantalones, jugando a demostrar su sospecha. Las chicas, muertas de risa, apoyaban a los brutos aquellos, hasta que lograron quitarme los pantalones… ¡Ahí quedaron estupefactos! No hacía falta quitarme los calzoncillos para comprender el tremendo tamaño de mi estimado miembro… Se hizo un silencio espeso, las chicas, sonrojadas unas y boquiabiertas las más, no decían ni palabra y a los maromos se les pasó de golpe la risa y la borrachera… En aquella situación, rompió el silencio Gimena: Me llamó tendiéndome una mano, recogió mis pantalones del suelo y me subió al piso de arriba. Fue como una madre protectora que me salvó de aquella manada de cenutrios. Yo me senté en la cama de matrimonio y Gimena hizo lo propio… Durante el jueguecito, ella se había despojado de la blusa y tenía los pechos casi al descubierto. Al mirarla, me di cuenta y me quedé embobado observando de cerca aquel terso canal de la Fosa de las Marianas, en el que yo, a solas, ya había vertido varios litros del fruto de mis entrañas… Ella, muy femenina, se sonrió y me tomo la mano y se la plantó en una de sus hermosísimas tetas, como diciéndome “toca, que son de verdad”… ¡Horror!  La pobre no pudo sospechar el efecto que tendría aquel acto sobre mi miembro… Si, ya era impresionante en estado de reposo, imagínate cuando empezó a crecer y crecer… En diez segundos, empezó a sobresalir por encima de la cintura del calzón mostrándose en todo su esplendor con un color amoratado en la cabeza, que era como una gigantesca berenjena, con una rajilla en medio por la que comenzaba a chorrear un jugo transparente que, ella se apresuró a tomar entre sus dedos y se la llevó a la boca con una mirada lasciva que casi me hizo reventar en su cara. Sin cambiar su mirada, paladeó aquel icor y, ya que tenía humedecidos los dedos, los introdujo hábilmente bajo su tanga y se puso a acariciarse impúdica haciendo círculos con los dedos, variando la velocidad a placer… Yo, al ver aquello, no tuve más opción que ponerme de pie delante de ella y sacarme mi monstruoso instrumento para pedirle que lo cuidara un poco… ¡Todo fue inútil…! Hizo varios intentos de metérselo en la boca y sólo consiguió agrietarse los labios y hacerme un daño de narices en la punta. Al ver aquello, siguió lamiéndome, como si no hubiera un mañana y decidió, entonces, pasar a mayores… Me quitó la ropa y ella también se quedó desnuda… Debió de pensar que su tesoro sería más elástico que su boca y se empecinó en introducirse mi pene, pero era imposible… De pronto, se levantó, fue al baño y se embadurnó con vaselina, vino a la cama e hizo lo mismo con mi herramienta (se acabó el bote)… Al ponerse encima de mí, noté como un desgarro terrible y ella gritó, como en el potro de la tortura, y de pronto me miró fijamente con los ojos fuera de las órbitas, muy seria, con la boca entreabierta, y un gesto entre el dolor y el estupor, que me hizo pensar… ¡ésta ha muerto empalada! Pero, aquello sólo fue el inicio de la pesadilla…

Empecé a mover las caderas y su expresión no cambiaba. Le acaricié las enormes tetas y, sin poderme ya contener, noté que le vertía litros de semen en su interior, que me aprisionaba con tal fuerza que llegaba a dolerme… Gimena no debió ni de notar mi orgasmo y, al irse deshinchando un poco el instrumento, reaccionó tratando de desenclavarme de su cuerpo… Como no podía salirme, mi miembro le acariciaba por dentro y, al tercer o cuarto intento, tuvo un orgasmo brutal con gritos de animal herido y soltándome unos cuantos chorros de “squirt” que empaparon toda la colcha…

A pesar de que ya había mermado bastante mi tamaño y de que ella estaba rezumando jugos, no había forma de sacar aquello del acogedor recoveco de su cuerpo… Con cada intento de desengancharnos, yo iba recuperándome y sentía mis venas henchidas de sangre y obstinadas en volver a engrosar mi pene… Ahí, ya no pudo más y empezó a gritar pidiendo ayuda… ¡Imagínate qué bochorno…! Llamaron al 112, llegaron los sanitarios y decidieron llevarnos al hospital. Nos pusieron sobre una camilla y echaron una manta para tapar nuestra desnudez. Al bajar las escaleras, se cargaron el puto arbolito de Navidad ¡Qué torpes…! Nos metieron en la ambulancia y no te imaginas el “cachondeito” del conductor y el sanitario… Al llegar al hospital, nos sacaron en la camilla y nos pasearon, como un trofeo, por toda la sala de espera… Yo le sugerí a Gimena que disimulara, ya que estaba sentada sobre mi miembro, fingiendo que me daba un masaje cardiaco… Casi fue peor el remedio, porque con los meneítos al apoyarse sobre mi pecho empezó a sentir la presión en su interior y tampoco pudo reprimir otro nuevo orgasmo escandaloso, mientras nos dirigíamos al box de Urgencias… ¡Imagínate qué Show…! Sólo de oír sus alaridos y de sentir las contracciones de su vagina, yo no pude evitar correrme otra vez, como un animal en celo…

Y, allí que tenían también el consabido arbolito de Navidad, con muchas bolas, ¡Pero sin nieve…! ¡Me saca de quicio!

Ya, más calmados, los médicos no pudieron hacer nada para desenclavarnos, a pesar de que tiraron de ella, hasta tres tíos en fila, como en un juego infantil al que yo jugaba que se llamaba “estirachorizos”… Por fin, a uno se le ocurrió hacerle un corte perianal, como en los partos y sólo así, logramos separar nuestros destinos; no, sin que ella volviera a sentir un nuevo orgasmo, por el roce al deslizar mi instrumento, fláccido ya, por su vagina, mientras salía…

Pero, lo que no previó nadie es que, tras varias corridas mías, tenía un importante volumen de semen a enorme presión en su interior y, al sonar el taponazo, y con aquella vulva gigantesca y dilatada que se le había quedado, empezó a manar de allí, como el champán cuando lo agitas, un sifonazo de semen espumellante que empapó a todos los presentes y también roció con mis semillas la paredes y aparatos de la sala de urgencias… La mayoría hizo gestos de asco, pero vi a alguna que se relamía con cierta naturalidad… Para finalizar aquel espectáculo, le tuvieron que dar veintisiete puntos de sutura para su episiotomía. 

Yo recibí el mayor porcentaje del riego de aquel aspersor humano y también me corrí de nuevo, pringando sus enormes tetas, con las que seguí soñando varios años… Aunque lo mejor fue ver, por fin, aquel árbol de Navidad bien nevado, de arriba abajo, chorreando nieve, como si hubiera vuelto “Filomena”… ¡Qué paz…!

El destino me preparaba una sorpresa… Dos enfermeras, de las que nos atendieron, quedaron bastante impresionadas con lo que presenciaron y me persiguieron mucho tiempo (te lo cuento en el próximo capítulo de Jaimito, el Mentiroso) y, como comprenderás, me veo obligado a firmar con un seudónimo.

¿Sabes lo peor…? Después de haberme desvirgado así… ¡Ella me dejó!

¡Nunca la perdonaré!

 


 

EL PERURENA. 07/11/2024.

8 comentarios:

  1. Ok, tengo que admitir que me he reído bastante con esta historia. Definitivamente que has logrado un buen balance entre lo erótico y lo jocoso. La descripción de Gimenea durante el acto simplemente espectacular, se puede imaginar claramente sus expresiones mientras se lee historia. La parte donde llegan los sanitarios y trasportan a la pareja aun enganchada me recuerda una escena de la película “La tribu”. Definitivamente una historia muy divertida sin perder el toque erótico. Genial.

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    1. Gracias, Efraín... Seguiré profundizando en la biografía del pobre Jaimito, el Mentiroso.

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  2. No existe nada más dificil para un lector para tomar en serio que un narrador no confiable, especialmente cuando usa la comedia para no tomarse en serio. No he parado de reír con las ocurrencias del personaje, habra que ver si puede sostener la mentira o habra algo de verdad en lo que cuenta. Felicidades!

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    1. Discúlpame, Somet, porque no entiendo muy bien tu mensaje... En cualquier caso, creo que te has divertido con la lectura y trataré de profundizar en la biografía...
      Gracias por tu comentario.

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  3. Que insólito y divertido, todo un circo erótico, muy entretenido.

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  4. Circo, circo, lo que se dice circo... El Circo del Sol...

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  5. Un buen sexo, siempre con humor... buena elección por parte del autor.

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  6. La imaginación al borde de lo comprensible.
    Forma de parodia de alguna ocurrencia erótica salida del hipotálamo de su autor.

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