Hola: Me llamo Jaime.
Los amigos,
desde joven, me llaman “Jaimito, el Mentiroso”, porque dicen que me como veinte
y cuento una (ya sabes que los tíos son al revés, como el parchís: Se comen una
y cuentan veinte)… Confieso que me hubiera gustado que así fuera, pero la
realidad es la contraria… Siempre he sido gordito, retaco y un poco tímido,
aunque, para compensar, la Naturaleza me dotó, más que “adecuadamente”, diría
yo que “sobradamente”... Esa condición, en casa, de pequeño, era motivo de risa
y permanente tomadura de pelo… Hasta mi madre y mis hermanas me miraban de
soslayo la entrepierna, cuando iba al baño para ducharme...
Dicen que los
miembros grandes, a la hora de la verdad, crecen menos que los pequeños; pero,
en mi caso, creo que no se cumple esa norma (quizás es fruto de una de tantas
leyendas urbanas)…
En el barrio
me habían visto desnudo los amiguetes, cuando jugaba al fútbol; ya que, en los
vestuarios, los tíos nos paseamos en pelotas, sin pudor alguno. Eso propició mi
fama, y pasé a ser envidiado por todos los colegas de la vecindad.
Más tarde, en
la universidad, conocí a una chica, Gimena, también gordita, como yo, pero con
estupendas formas: Tenía cintura, un culito respingón, que daban ganas de sacarla
del mapa a empujones, y un par de “aldabas” que podrías usarlas de escondite,
metiéndote entre ellas en caso de peligro nuclear. Con aquel físico, despertaba
la atracción de los compañeros, poco habituados a esas voluptuosidades y,
claro, todos estaban detrás de ella, para invitarla a vermut o a cubatas, para
ver si pillaban… Yo la observaba desde hacía más de un mes y le dedicaba
sinceros homenajes por las noches, cuando estaba solo en mi cama…
Una tarde,
llegando las vacaciones de Navidad, fuimos diez o doce compañeros a tomar unas
copas, celebrando el final de las clases. Estuvimos en varios tugurios del
barrio universitario y cuando ya íbamos contentillos, sobre la media tarde, se
decidió ir al chalet de uno de los presentes, que estaba vacío, porque sus
padres estaban de viaje y… ¡Allá que nos fuimos!
Nada más
entrar, observé que su árbol de Navidad era verde, sin nieve que lo cubriera, y
a mí me parece que es una imagen muy cutre de las fiestas invernales y me
obsesiona sobremanera; pero, en fin…
Por el camino
habíamos comprado unos bocatas y, tras comérnoslos, empezamos a pensar en qué
juegos sabíamos, para divertirnos y calentar los ánimos… Tras los típicos
juegos de cartas y los clásicos juegos de mesa, uno propuso jugar “a la
botella” (ya sabes… Girar una botella y al pararse, el señalado debería
despojarse de una prenda). Pues ¡dicho y hecho…! Estuvimos gira que te giraré
y, poco a poco, fuimos despojándonos de las prendas que teníamos puestas…
Alguna chica dijo que se quedaría como máximo en bikini, otras no dijeron nada.
Los chicos, más osados, no pusieron condiciones… Todos, excepto uno : ¡Yo…! ¡Pufff…!
¡Menuda coña…! Me llamaron de todo y fui el hazmerreír de la reunión. Les dio
por decir que la tenía pequeña y que, por eso, no quería que me la vieran y se
propusieron bajarme los pantalones, jugando a demostrar su sospecha. Las
chicas, muertas de risa, apoyaban a los brutos aquellos, hasta que lograron
quitarme los pantalones… ¡Ahí quedaron estupefactos! No hacía falta quitarme
los calzoncillos para comprender el tremendo tamaño de mi estimado miembro… Se
hizo un silencio espeso, las chicas, sonrojadas unas y boquiabiertas las más,
no decían ni palabra y a los maromos se les pasó de golpe la risa y la borrachera…
En aquella situación, rompió el silencio Gimena: Me llamó tendiéndome una mano,
recogió mis pantalones del suelo y me subió al piso de arriba. Fue como una
madre protectora que me salvó de aquella manada de cenutrios. Yo me senté en la
cama de matrimonio y Gimena hizo lo propio… Durante el jueguecito, ella se
había despojado de la blusa y tenía los pechos casi al descubierto. Al mirarla,
me di cuenta y me quedé embobado observando de cerca aquel terso canal de la
Fosa de las Marianas, en el que yo, a solas, ya había vertido varios litros del
fruto de mis entrañas… Ella, muy femenina, se sonrió y me tomo la mano y se la
plantó en una de sus hermosísimas tetas, como diciéndome “toca, que son de
verdad”… ¡Horror! La pobre no pudo
sospechar el efecto que tendría aquel acto sobre mi miembro… Si, ya era
impresionante en estado de reposo, imagínate cuando empezó a crecer y crecer… En
diez segundos, empezó a sobresalir por encima de la cintura del calzón
mostrándose en todo su esplendor con un color amoratado en la cabeza, que era
como una gigantesca berenjena, con una rajilla en medio por la que comenzaba a chorrear
un jugo transparente que, ella se apresuró a tomar entre sus dedos y se la llevó
a la boca con una mirada lasciva que casi me hizo reventar en su cara. Sin
cambiar su mirada, paladeó aquel icor y, ya que tenía humedecidos los dedos,
los introdujo hábilmente bajo su tanga y se puso a acariciarse impúdica
haciendo círculos con los dedos, variando la velocidad a placer… Yo, al ver
aquello, no tuve más opción que ponerme de pie delante de ella y sacarme mi
monstruoso instrumento para pedirle que lo cuidara un poco… ¡Todo fue inútil…!
Hizo varios intentos de metérselo en la boca y sólo consiguió agrietarse los
labios y hacerme un daño de narices en la punta. Al ver aquello, siguió
lamiéndome, como si no hubiera un mañana y decidió, entonces, pasar a mayores…
Me quitó la ropa y ella también se quedó desnuda… Debió de pensar que su tesoro
sería más elástico que su boca y se empecinó en introducirse mi pene, pero era
imposible… De pronto, se levantó, fue al baño y se embadurnó con vaselina, vino
a la cama e hizo lo mismo con mi herramienta (se acabó el bote)… Al ponerse
encima de mí, noté como un desgarro terrible y ella gritó, como en el potro de
la tortura, y de pronto me miró fijamente con los ojos fuera de las órbitas,
muy seria, con la boca entreabierta, y un gesto entre el dolor y el estupor,
que me hizo pensar… ¡ésta ha muerto empalada! Pero, aquello sólo fue el inicio
de la pesadilla…
Empecé a mover
las caderas y su expresión no cambiaba. Le acaricié las enormes tetas y, sin
poderme ya contener, noté que le vertía litros de semen en su interior, que me
aprisionaba con tal fuerza que llegaba a dolerme… Gimena no debió ni de notar
mi orgasmo y, al irse deshinchando un poco el instrumento, reaccionó tratando
de desenclavarme de su cuerpo… Como no podía salirme, mi miembro le acariciaba
por dentro y, al tercer o cuarto intento, tuvo un orgasmo brutal con gritos de
animal herido y soltándome unos cuantos chorros de “squirt” que empaparon toda
la colcha…
A pesar de que
ya había mermado bastante mi tamaño y de que ella estaba rezumando jugos, no
había forma de sacar aquello del acogedor recoveco de su cuerpo… Con cada
intento de desengancharnos, yo iba recuperándome y sentía mis venas henchidas
de sangre y obstinadas en volver a engrosar mi pene… Ahí, ya no pudo más y
empezó a gritar pidiendo ayuda… ¡Imagínate qué bochorno…! Llamaron al 112, llegaron
los sanitarios y decidieron llevarnos al hospital. Nos pusieron sobre una
camilla y echaron una manta para tapar nuestra desnudez. Al bajar las
escaleras, se cargaron el puto arbolito de Navidad ¡Qué torpes…! Nos metieron
en la ambulancia y no te imaginas el “cachondeito” del conductor y el sanitario…
Al llegar al hospital, nos sacaron en la camilla y nos pasearon, como un
trofeo, por toda la sala de espera… Yo le sugerí a Gimena que disimulara, ya
que estaba sentada sobre mi miembro, fingiendo que me daba un masaje cardiaco…
Casi fue peor el remedio, porque con los meneítos al apoyarse sobre mi pecho
empezó a sentir la presión en su interior y tampoco pudo reprimir otro nuevo
orgasmo escandaloso, mientras nos dirigíamos al box de Urgencias… ¡Imagínate qué
Show…! Sólo de oír sus alaridos y de sentir las contracciones de su vagina, yo
no pude evitar correrme otra vez, como un animal en celo…
Y, allí que
tenían también el consabido arbolito de Navidad, con muchas bolas, ¡Pero sin
nieve…! ¡Me saca de quicio!
Ya, más
calmados, los médicos no pudieron hacer nada para desenclavarnos, a pesar de
que tiraron de ella, hasta tres tíos en fila, como en un juego infantil al que
yo jugaba que se llamaba “estirachorizos”… Por fin, a uno se le ocurrió hacerle
un corte perianal, como en los partos y sólo así, logramos separar nuestros
destinos; no, sin que ella volviera a sentir un nuevo orgasmo, por el roce al
deslizar mi instrumento, fláccido ya, por su vagina, mientras salía…
Yo recibí el mayor porcentaje del
riego de aquel aspersor humano y también me corrí de nuevo, pringando sus
enormes tetas, con las que seguí soñando varios años… Aunque lo mejor fue ver,
por fin, aquel árbol de Navidad bien nevado, de arriba abajo, chorreando nieve,
como si hubiera vuelto “Filomena”… ¡Qué paz…!
El destino me preparaba una
sorpresa… Dos enfermeras, de las que nos atendieron, quedaron bastante
impresionadas con lo que presenciaron y me persiguieron mucho tiempo (te lo
cuento en el próximo capítulo de Jaimito, el Mentiroso) y, como comprenderás, me
veo obligado a firmar con un seudónimo.
¿Sabes lo peor…? Después de
haberme desvirgado así… ¡Ella me dejó!
¡Nunca la perdonaré!
EL PERURENA. 07/11/2024.
Ok, tengo que admitir que me he reído bastante con esta historia. Definitivamente que has logrado un buen balance entre lo erótico y lo jocoso. La descripción de Gimenea durante el acto simplemente espectacular, se puede imaginar claramente sus expresiones mientras se lee historia. La parte donde llegan los sanitarios y trasportan a la pareja aun enganchada me recuerda una escena de la película “La tribu”. Definitivamente una historia muy divertida sin perder el toque erótico. Genial.
ResponderEliminarGracias, Efraín... Seguiré profundizando en la biografía del pobre Jaimito, el Mentiroso.
EliminarNo existe nada más dificil para un lector para tomar en serio que un narrador no confiable, especialmente cuando usa la comedia para no tomarse en serio. No he parado de reír con las ocurrencias del personaje, habra que ver si puede sostener la mentira o habra algo de verdad en lo que cuenta. Felicidades!
ResponderEliminarDiscúlpame, Somet, porque no entiendo muy bien tu mensaje... En cualquier caso, creo que te has divertido con la lectura y trataré de profundizar en la biografía...
EliminarGracias por tu comentario.
Que insólito y divertido, todo un circo erótico, muy entretenido.
ResponderEliminarCirco, circo, lo que se dice circo... El Circo del Sol...
ResponderEliminarUn buen sexo, siempre con humor... buena elección por parte del autor.
ResponderEliminarLa imaginación al borde de lo comprensible.
ResponderEliminarForma de parodia de alguna ocurrencia erótica salida del hipotálamo de su autor.