El eco de las llaves cayendo en la mesa resonó por la oscuridad de la casa, fría y silenciosa, no hacía falta prender luz alguna, los brillos rojos y verdes de las decoraciones navideñas de los vecinos que se filtraban por las ventanas alumbraban suficiente, hace un año su casa hubiera estado igual, decorada, brillante y llena de esperanza y amor, eso no volverá; se cambió rápido a ropa deportiva y se dirigió a la cochera, accionó un interruptor y una habitación de entrenamiento se iluminó, cosas apiladas, pesas, guantes, almohadillas, y un saco que colgaba del techo, también la luz mostró un hombre de mediana edad, fornido, atlético pero su rostro sombrío no mostraba emoción alguna, sus ojos negros no se movían, sus labios secos pequeños se escondían detrás de una barba y bigote descuidados y su cabello, apenas arreglado, se notaba que hacía tiempo no era recorrido por un peine amable, no era el mismo hombre que había entrado aquí la última vez.
Lo recordaba vívidamente, en lo que comenzaba a saltar rápidamente y estirar los brazos para calentar, aquella vez, ella estaba aquí.
Su figura alta, delgada y elegante, vestía un short y top negros, su cabello castaño amarrado con una cola de caballo, caía frente a su rostro en lo que hacía un Split y se levantaba, con un movimiento ágil, esas facciones de muñeca, bellas y coquetas, eran adornadas por dos brillantes esmeraldas, intensas y desafiantes que lo volvieron a mirar con alegría, se acercó a él y sus bocas se encontraron, jugaron mordiéndose los labios con cariño, pero había ganas de más, él la tomo de sus glúteos redondos y bien formados, la levantó y la posó en una mesa cercana mientras ella reía sorprendida, él empezó a bezar su cuello, bajó y levantó el top dejando ver unos hermosos senos, modestos, pero bien redondos, y comenzó a devorar los rosados pezones como un recién nacido, el sabor a sudor, piel y mujer, lo volvía un animal hambriento, siguió besando y bajando por su abdomen hasta que ella misma bajó su short, y abrió las puertas a su tesoro, pero aún no, tomo uno de sus pies que tenía una zapatilla, con dos movimientos como mágicos, ya tenía su pie desnudo frente él, y pasó su nariz en su planta olfateando profundamente hasta que su boca mordió el dedo más pequeño, ella río y lo pateó suavemente, lo cual evadió y su boca se aferró a su delgado tobillo, donde comenzó a lamer y su lengua recorrió la liza y delicada piel hasta la rodilla, con minúsculos mordiscos subió por el precioso muslo, hasta su secreto, donde se dio un festín, ella comenzó a cerrar los ojos en lo que su respiración se volvió más profunda y caliente, arqueando la espalda dejando sus pezones erectos mirando al cielo en tanto una corriente recorría su cuerpo, ya estaba lista.
Él también estaba listo, ya había calentado suficiente, tratando inútilmente de despejar ese recuerdo de su mente, se puso unos guantes de boxeo y se volteó hacia el saco colgante, lo golpeó fuerte, que resonó en el lugar, a su vez en su mente recordó también la primera embestida, donde entró sin resistencia pero creando un sonido de aplauso que fue seguido por un gemido de ella ligero y agudo, se besaron nuevamente, sin moverse, nuevamente tomó impulso y un nuevo golpe al saco con ruido sordo hizo eco, él no podía sacarse de la cabeza ese día, ese hermoso día, ella estaba extasiada, aferrando con sus piernas las caderas de él, cada empuje profundo y caliente era seguido por un golpe al saco que aumentaba en ritmo y fuerza. El sudor, el aliento caliente, la calentura, el frenesí, cada parte de su cuerpo se movía al mismo compás en dos realidades, en dos tiempos, el dolor, las uñas en la espalda, los besos, los gemidos, cada embestida desenfrenada más locura, era cada vez más rápido, el saco cada vez se mantenía más alejado a su eje pero ellos cada vez estaban más cercanos en sus seres, ella en su interior una explosión que no se pudo contener más, soltó un gemido alto de placer en tanto él entró hasta su centro casi sobrepasando el límite y también desbordó todo al punto de ocasionar dolor por la rápida salida de cantidades anormales en ella.
Él cayó de rodillas en tanto gruesas gotas caían al suelo, su mente lo había traicionado, eran lágrimas, recordó el amor que sentía, pero también recordó cuando ella empezó a vomitar, los exámenes, la noticia, el tratamiento, como ella fue perdiendo el cabello, como sus mejillas se hundieron qué a su vez se tornaban pálidas, como ella sonreía pese a todos los tubos y máquinas, y sin tiempo de despedirse recordó, como sus esmeraldas perdieron brillo apagándose para siempre.
El abrazó el saco, de sus ojos no paraban de salir lágrimas, un gemido sobrehumano salió de sus adentros, era dolor hecho sonido, sus labios se partieron, su voz se raspó, deseó morir ahí mismo, su padre la había dicho incontables veces que “los hombres no lloran”, “los hombre no lloran”, “los hombres no lloran”.... entonces él ya no quería ser un hombre si no era capaz de sacar todo esto, si no podía llorar su pérdida, si no era capaz de extrañarla. Con los ojos hinchados y húmedos, miró hacia arriba, donde estaban las cuerdas que sostenían el saco, había una forma de terminar ese dolor. Estiró su mano con la intención de tomarlas, pero algo lo detuvo, era una mano blanca, hermosa y delicada que venía desde el otro lado del saco, él se detuvo en seco y ella salió desde detrás de este, sonriendo, con esa mirada desafiante esmeralda, se acercó como mecida por el viento y posó sus manos en los lados de la cara de él, le sonrió con cariño y sus labios tocaron su frente, y desaparecía mientras un susurro inaudible llegó directo a su interior: “Lucha hasta el final”.
Ella luchó pese a todo diagnóstico, lo intentó pese al dolor, trató pese a todo, hasta el final, siempre fue así, nunca se rendía, nunca, él apretó los dientes con ira y se levantó de un salto y comenzó a golpear el saco, a la vez que lagrimas salían de sus iracundos ojos, estaba enojado consigo mismo, y descargó toda su frustración, dolor y pena contra el indefenso saco que se tambaleó haciendo crujir las vigas que lo sostenían y con un remate se elevó casi un metro de su altura inicial causando un ruido sordo en toda la estructura, él jadeaba y un rugido parte de dolor e ira salió de sus adentros con todo el peso y agonía más allá de la razón haciendo eco en toda la casa.
Horas después, ya calmado, sacaba un saco de basura de su casa, a la esquina donde en un par de días, pasarían los recolectores, pero había que sacarla ya, porque apestaba, hacía mucho que no estaba en su casa, el frío viento de las vísperas penetraba la piel con la humedad característica por las lloviznas ocasionales, las familias se sentaban alrededor de la cena navideña, él ahora solo tenía los ojos hinchados como sus nudillos, y tiró la bolsa junto a las demás, en eso escuchó algo, y se fijó dentro de la caja contenedora, y una pequeña mancha blanca se movía en la penumbra, un minúsculo felino le protestaba por haberlo asustado, erizando su pelaje sucio y levantando la cola a la vez que maullaba lo más fuerte que podía, él se agachó y tomó el minino por el lomo, y lo levantó con solo dos dedos, estaba delgado y sucio, débil, pero aun así lo desafiaba con fuertes maullidos, mostrando sus diminutos colmillos, y una mirada de pequeñas esmeraldas lo retaban, sin pensarlo mucho, puso al ser en su mano libre y lo acercó a su pecho para protegerlo del frío, tomó de regreso el camino a su casa, y murmuró: Parece ser que no pasaré solo esta navidad…
Marvin Duran
La historia esta estructurada de manera fantástica, mostrándonos como entra en ese entrenamiento y describiendo el encuentro intimo de una forma magnética para luego tomar ese giro emocional y trágico levantando sentimientos en el lector. Pero, aun así, vemos como al final de la historia ella le envía un mensaje de amor representado en el pequeño gato que el encontró al tirar la basura. Definitivamente una historia que toca los sentimientos.
ResponderEliminarSiempre es interesante leer sobre una dicotomia a la hora de narrar una historia. El uso del entrenamiento fisico como forma de dejar atrás la depresión y la intensidad de una perdida se conecta con el espectador debido a que de una u otra forma hemos pasado por perdida y la hemos manejado de forma diferente. (y)
ResponderEliminarEntretenido juego de tiempo pasado y tiempo presente...
ResponderEliminarLa calentura comparada, el dolor del presente calmado con el recuerdo del pasado...
Y el gatito que calma...
Juego completo...
¡Feliz año 2025!
Los animales. La elección de un gato para esta historia viene al pelo. Gracias.
ResponderEliminarMe ha encantado la descripción paralela de los dos momentos temporales para converger en el dolor del momento presente... El final imaginativo, a modo de reencarnación felina, con esos ojos verdes que te han servido como referente... ¡Enhorabuena! Magnífico relato!
ResponderEliminar¡¡¡Magistral relato!!!
ResponderEliminarDos realidades paralelas van teniendo lugar en el tiempo y el espacio, enriqueciendo a su vez el contenido y sentido del texto.
Conexión plena con el espíritu a partir de la percepción atenta de su entorno.
Relato para leerse despacio y poderse interiorizar y degustarse una y otra vez.
Excelente manejo de la metáfora.