(De Recuerdos Infantiles)
1
Otoño cálido. En
el hospital zangoloteaban las camillas
Por pasadizos
con olor a medicina.
Su carga:
humanidad mugrienta.
Unas llevaban
botellines de suero,
Bandejas con
burbujas de plasma.
Y calmantes en
ningún sitio, todas.
La apertura del
vientre despertó el dolor
Y los quejidos fueron
malestar respirado durante días.
El morbo rompió
los esquemas de la decencia
Observando el
remuevo del borracho muerto en la calle,
Desde la
atalaya, en la cuesta de la soledad.
Fue un altibajo
del piso quien le hizo trastrabillar,
Besar el suelo,
aunque no cerró los labios.
Se los clausuraron.
Como los ojos y
la vista a la ciudad.
Nadie se había
de enterar.
Aquí no pasa
nada.
Detrás,
conteniendo a los curiosos, el Padre Serrado,
Repartiendo
bendiciones e hisopazos por doquier,
Como queriendo
espantar la maldad de la vida diaria.
Era su ambición
rociar con perdón líquido al mundo entero.
Lo apetecía su
ánimo misionero.
Que estaba chispo
y lo completó un coche…”
Alguna gota de
agua salada cayó encima del jersey sanguinolado.
Pareció respirar
al ver la prenda rociada por agua bendita:
“Ya está libre
de culpa,
Y puede entrar
en el cielo…”,
Comentó Sor
Caridad.
Hija de Jesús
lloraba
Y desde una
esquinita rezaba
Silencio y
fraternidad
Para todos.
Paraíso
universal.
En otra
dirección, y llamando a gritos al médico de guardia,
Corría Sor Inés
con un infante en las manos:
“No respira, no
respira”.
“Pronto, que
muere, pronto, auxilio.”
La voz gritó
agarrotada
Cohibida por el
pánico.
Como si fuera
hijo suyo.
“Pero no es
posible”,
Comentó el
galeno auscultando al niño de once otoños
Que presentada
quejumbres con el bajo vientre abierto.
“Es imposible un
apéndice inflamado, tan niño…”
Todo el verano
lo pasó rumiando el sueño de los dolores
Sobre manojos
rubios de trigo apilado en el campo.
Acompañaba a la
madre a segar, de madrugada.
No había otro
medio de subsistencia.
Al perforar el
vientre para extirpar lo malsano
Estaba ya
putrefacto.
Algo de más
tiempo dilatorio
Y hubiera
acompañado a las malvas.
Crecen
fructíferas en la última mansión popular,
Camposanto de
cruces roñosas.
Algunas ya
caídas, homenajeando a la gravedad.
No sé si
honrando a la alta hierba del suelo
O saeteando la
ruta de los huracanes.
Y todas casi
cubiertas con altos yerbajos y cardos secos.
¡Enorme
facilidad para obtener el título sanitario!
O, tal vez, fue
regalo de la beneficencia.
Recuerdos de
mañana
2
Aquel mes de
mayo poseía un encanto especial en la primera enseñanza.
Hacía compañía
el tiempo a los trazos de la estación.
El recuerdo de
la práctica mariana
Con las flores y
cándidos entonos
Llenaba de
alegría el alma.
Los chorros de otra
luz estallaban en las ventanas
De la escuela,
adormecida la chiquillería al socaire.
Casi levitando
en añoro de juegos
Y deseo de
mayoría física,
Echarse novia y
lucir lo impropio para aquella edad.
También en el
templo reverberaba,
El fervor de lo
humilde bruñido en las casas de aldea.
Eran inocentes
las buenas intenciones infantiles.
Como los campos
inmensos de trigo y hierba verde.
En el artesonado
cristalino de los sueños,
Reflejos
irisados
Pintaban de
ilusión el transcurso de los días
Y su resbalo
reposado.
Y sin noción por
alcanzar el siguiente,
Aunque
anunciaran algún nacimiento
O alguna muerte…
Transcurrían los
días casi sin percibirlo.
Me iba haciendo
el hombrecito serio que deseaba la madre
Para desempeñar
pronto
Labores
inacabadas que empezaba la cabeza familiar
Y nunca concluía
a tiempo.
Don Severino, el
maestro cojo, sabía mucho y enseñaba mejor:
“La vida hay que
tomarla despacio y no dejarse arrastrar por nada;
Sea cual sea el
signo que distingue al evento.”
“Flores a
María”, que no faltase la ilusión coloreada a sus pies,
Ni los rezos
aspirando mejor comportamiento
De uno propio y
de los demás. Para que la vida fuera feliz
Y todo el mundo
hijo de Dios para siempre.
“Porque Dios y
la Virgen somos todos.”
Si bien algunos
lo pasaban mal solo con rezos,
Sin trabajo y
tuvieron que buscarlo en el extraño alejamiento.
Hoy es distinto.
Nos visitan extraños como turistas de lujo,
Con las manos en
los bolsillos
Y tan solo una
palabra conocida del idioma de Cervantes:
“dame, dame,
dame…”
Y los políticos
les quitan a los legítimos dueños,
Los aportadores
de impuestos al fisco
Para que lo
manduquen en Paraíso ajeno los foráneos.
Y enarbolan
miseria de origen a cambio de pesebre gratuito.
Algún día se
enterarán que el dinero se consigue trabajando,
Cuando llegue un
gobierno neutro
Que los tenga
bien puestos.
Nada de
generosidad universal
Ni demagogias
internacionales.
O ser del bien parecer
ante todo el mundo,
Caer bien a la
opinión pública propia y ajena
Intentando
estirar una caridad sin Dios que nunca llega.
O valores
imposibles, hueros.
Lo ideal es
aumentar la masa aborregada de analfabetos
Que les nombren
sin criticarles, bicoca eterna,
Estómago
agradecido.
Pero entonces
los inmigrantes ya tendrán derecho a voto
Y devolverán el
favor
Haciéndonos
tascar la hierba del monte.
Mientras, se
asienta y crearán su propio partido político
Y se llevan
España por votos en la subasta electoral.
Más que ahora,
es el comienzo fallido de los ilusos.
No sé si volverá
el encanto pasado de los meses
Y las flores
muertas, destripadas al paso del ganado:
Han arramblado
todo.
Por algo
concedieron permiso para envenenar el cielo
Y el aire a
respirar a cada instante, la buena voluntad
De los creyentes
aceptando hasta la falsa identidad.
Fomentando
nuevos Mesías de cloaca;
Rateros de
arrabal,
Chuloputas
algodonados,
En trajes de
impecable calidad.
Les dejan pisar
pasillos y alfombras
Propios, sin
rechistar.
Admiten hasta el
ántrax en la manada
Solo por
figurar…
(Hasta aquí
para: La Revista de Todos, julio 2013)
Bueno, recuerdos infantiles de hechos muy crudos de la vida. Es algo atrevido con su estilo, Virgilio. Porque a esas edades expresaste muy bien las cosas que pasan y como se toma la muerte de confusa en esas chances de la vida.
ResponderEliminarUna excelente aportación, sincera y dura. Me ha gustado, Virgilio. Sensible y emotivo, has sabido empatizar con una edad difícil y de una manera maestra.
ResponderEliminarFuerte ciertamente la inmigración acá es diferente a la de allá me parece, y yo coreo que la humanidad llegará a crecer cuando se conciba como una, no como clanes donde se pelea el bien individual! excelente aportación!
ResponderEliminarBuena crítica, muy dura y fuerte. Ese paraíso universal que mencionas en el silencio y fraternidad, es todo lo contrario a lo que los gobernantes de cada país postulan, en su palabrería vana. Cuánto se ha creído y qué poca fe existe ahora... Un abrazo,
ResponderEliminarMaría José Cabuchola Macario