-Bueno, empiezo yo.
Guillermo se
sorprendió gratamente al ver que Robertino fuera quien se animó a romper el
hielo .Junto con Alejandro, eran los dos pacientes más parcos e introvertidos
del grupo. Hubiera sido más esperable que Fausto o Damián-o inclusive Darío-
fuesen los que empezaran, siendo los más extrovertidos. Pero no. Tomando la posta, Robertino levantó
su objeto para mostrárselo a todos. Era un “Atrapasueños” de esos que se habían
puesto de moda con el frenesí del chamanismo y las medicinas alternativas.
Robertino los conocía muy bien ya que su madre-fanática de esas cosas- tenía
varios en su casa. El cuerpo principal del objeto estaba constituido por un
gran aro bordado en hilo de un violeta azulado (o azul “avioletado”, dudó Robertino) el cual poseía en su parte
interior un entramado entretejido parecido a la tela de una araña. De él,
colgaba una especie de rosario hindú del cual a su vez, pendían varias plumas
de diversos colores. Siguiendo con la consigna de la dinámica planteada por
Guillermo al principio de la sesión-presentarse
como si fueran el objeto- y con el laconismo habitual que lo caracterizaba,
Robertino se presentó.
“Soy un
Atrapasueños. Soy intrincado y vistoso, vivo colgado(1). Sirvo para atrapar los sueños malos de la gente, las pesadillas…
….como esas pesadillas que sigo teniendo de la
noche del accidente” terminó la frase para sí mismo.
“Muerdo el anzuelo y vuelvo a empezar de nuevo…cada
vez…” La voz de Andrés Calamaro(2) repicaba a todo volumen por los parlantes, haciendo que la pista de baile se
volviera a llenar de bailarines luego del corte para el postre (helado de vainilla y jengibre con crust(3) de praliné y salsa de frutos de los bosques patagónicos). Robertino no
quería dejar su postre-pese a ser muy delgado, era muy goloso- pero Ayelén lo
llevó de un brazo.
“Vamos,
Robbie”-le dijo, mientras lo arrastraba hacia la pista. A Robertino no le
gustaba que ella lo llamara Robbie. Pero aún menos le gustaba bailar, se
consideraba totalmente espástico y descoordinado. Su máxima expresión
coreográfica se limitaba a hacer pogo en algún recital .Pero Ayelén, su novia
desde hacía ya dos años y medio, no era de esas personas que aceptaran un no
por repuesta. La intensidad, extroversión y pragmatismo de Ayelén contrastaban
con el laconismo, introversión y mente imaginativa de Robertino. Se habían
conocido por Internet a través de un foro de fans de Harry Potter, en donde
ella se llamaba “Bellatrix64” y él “RemusLupinArg(4)".
Y aunque ella era un poco Bellatrix y él bastante Lupin, congeniaron. Luego a
alguien se le había ocurrido la idea de organizar un encuentro de foristas,
después vinieron un par de citas y prácticamente, Robertino, sin darse cuenta,
se encontraba en el medio de una relación con una chica que lo fascinaba, lo
calentaba y lo abrumaba a la vez. Pero
también era cierto que Robertino solía sentirse abrumado por la gente muy a
menudo-especialmente por su madre- y si bien tenía varios amigos y se lo podría
denominar un chico medianamente sociable, su sociabilidad se limitaba al rol de
acompañar a los demás. No era de mucho hablar, salvo cuando se tocaban los dos
o tres temas que le apasionaban y ahí sí, se volvía verborragico y podía estar
horas y horas hablando. No era tímido-de hecho las convenciones sociales se las
pasaba por el orto- pero sí era introvertido, como si su mente siempre
estuviese a años luz del momento y las personas presentes.
Tanto
Robertino como Ayelén tenían por ese entonces 20 años. El estudiaba Diseño
Gráfico y su sueño era llegar a trabajar algún día para Pixar, la productora
animada, además tocaba la batería, hacia Capoeira(5) y era fanático de los comics de Spider Man; ella era bailarina, estudiaba
Comunicación Social y su sueño era entrar en el “Bailando”(6),
y por eso hacía tiempo que estudiaba pole-dance o “baile del caño”, uno de los
ritmos más difíciles requeridos en el programa.
Esa noche, la
noche fatídica, estaban en la fiesta de casamiento de una pareja amiga. La
novia se había casado de 7 meses y medio, entrando muy orgullosa con su bombo(7) por la nave de la
iglesia. El tío del novio les había regalado la fiesta en su estancia cerca de
Baradero, en la provincia de
Buenos Aires. Robertino y Ayelén habían ido con Nicolás, uno de los hermanos de
Robertino y Pancho, su mejor amigo. Daniela y Sebita –la mejor amiga de Ayelén y el primo de Robertino y Nicolás, que eran
novios-habían ido en el auto de la hermana de él, pero a duras penas habían
logrado llegar a la estancia, antes de que el auto se descompusiera primero en
Garín y después en Zarate, para morir al llegar a duras penas a la estancia y
no quisiera volver a arrancar, por lo que la parejita se había quedado sin
vehículo de vuelta. Los seis compartían la mesa número 10, ubicada inmediatamente
al lado de la pista, que hervía de gente. Cuando el DJ cambió la música y puso
el tema de “Nueve Semanas Y Media”-con el objeto de que la novia entregara las
ligas a las invitadas solteras- Daniela y Ayelén acapararon la escena (siempre lo hacían) y subiéndose a la
tarima, y resultado del champagne libre que corría a borbotones en el evento,
comenzaron a hacer una coreografía sensual-digna de strippers profesionales-a
la cual se unió la novia, panza y todo. Todo el mundo las aplaudió. Robertino sintió
a la vez vergüenza y admiración por su novia. Y calentura, porque si había algo
de lo que Ayelén era capaz, era de calentarlo.
-Son
un fuego-dijo Pancho sonriendo, mientras se contoneaba al compás de la
música, como si quisiera en realidad estar formando parte de esa coreo. Pancho,
el bueno de Pancho, era el mejor amigo de Robertino desde que tenían seis años.
Grandote y morrudo, aunque un poco bajo y medio coloradón, siempre con una
sonrisa en la cara, que era su marca registrada. Jugaba al Rugby y siempre
salía con la chica equivocada, aunque Robertino sospechaba que había algo más
allí, algún secreto que Pancho no quería contar.
-Me
parece que se la come-pensaba Robertino a menudo acerca de su mejor amigo y
se encogía de hombros ya que poco le importaba si a Pancho le gustaban las
chicas, los chicos o los perros. En eso, Robertino tenía una visión amplia
sobre la vida. Mientras no lo molestaran ni lo invadieran, él no juzgaba a
nadie, ya que muy poco le importaba el resto del mundo, más allá de sus pocos
afectos. ”Soy escaso de sentimientos”
solía decir un poco en broma, un poco en serio.
-Panchito,
acompáñame al baño a fumarme un caño.(8)
Mientras Nicolás-quien se había quedado solo
en la mesa- era acosado por dos primas solteras (y feas) de la novia, Robertino y Pancho se fueron al baño a fumar
un porro(9). Media hora más tarde, salieron con las corbatas en la cabeza, las camisas
afuera y meneándose al compás de la música, con esa impunidad que dan la adolescencia
y la marihuana.
Nicolás, visiblemente malhumorado, un poco
por el acoso de las chicas solteras y feas, otro poco porque no le gustaba que
su hermano se drogara (sí, él le llamaba
“drogarse” a fumar porro siempre pensaba Robertino) y otro poco porque él
era el conductor designado y no había podido tomar una gota de alcohol, solo un
sorbito de champagne a la hora del brindis, les pinchó el globo.
-Vamos,
chicos, es hora de irnos-les dijo, siempre responsable. Los hermanos
Scaglione eran cinco, todos varones. Nicolás era el segundo y Robertino era el
cuarto, pero pese a los cinco años de diferencia que se llevaban siempre habían
sido compinches. Nicolás siempre había sido el “hijo perfecto”, el responsable,
el estudioso, el deportista y se estaba por recibir de Abogado mientras que
Robertino era el colgado, el friki, el que prefería navegar horas y horas por
internet a estudiar y fumar porros (y
alguna que otra pastillita colorida) en vez de hacer algún deporte, aunque
él solía argumentar que Internet era SU deporte.
-Pará.
Pará-lo cortó Daniela que venía de terminar su baile erótico. Daniela era
rubia, alta, una diosa vikinga, producto de sus genes escandinavos que
provenían por parte materna.
–Saquémonos
una foto, los seis juntos. Rober, sacá la cámara y pedile a alguien que nos
saque.
Robertino no era muy fanático de salir en
las fotos pero sí de sacarlas, por eso siempre andaba con su Canon a cuestas.
Sacó su cámara digital y le pidió a alguien de una mesa vecina que les tomara
una foto. Los seis jóvenes posaron y la foto salió como una de esas películas
de Hollywood, donde se ven adolescentes sanos y felices pero que uno sabe que
no son ni tan sanos ni tan felices y que al final, la película no termina del
todo bien. Alineados de izquierda a derecha estaban Robertino, haciendo un
gesto que solía hacer con el brazo, levantándolo como arengando a alguien,
Ayelén, con sus brazos apoyados en el hombro de su novio y posando como si
fuera una producción para la tapa de alguna revista de chimentos(10); Daniela, mostrando el anillo que se había sacado en la torta; a su lado, el
primo Sebita haciéndole “cuernitos” y Nico al final, a la derecha, que no
necesitaba posar porque ya su sola presencia llamaba la atención; Pancho se
había arrodillado en el piso, a los pies de todos, con los brazos estirados
para adelante, como en esas poses que solían hacer los cantantes de rock’n’
roll de los años 50 cuando terminaban sus shows.
-Bueno,
vamos-los arengó Nicolás poniéndose el saco, una vez que se sacaron la
foto.
-Aguafiestas-le
gritó Ayelén. Le encantaba hacer enojar a su cuñado.
Los seis se subieron en el auto de
Nicolás, un viejo Ford Falcon modelo 85 al que llamaban “La Panga” haciendo
una semejanza a ese tipo de embarcación
precaria, chata y cuadrada que se solía usar para cruzar personas en los ríos y
en donde usualmente iban todos apretados. Y al igual que en una panga, se
apretujaron como pudieron: Nicolás iba manejando, en el asiento del acompañante
Ayelén y Daniela, una encima de la otra y atrás Robertino, Sebita y Pancho, que
como era rugbier, era grandote y ocupaba mucho espacio.
-Poné
la radio, Nico-le dijo Ayelén-No
soporto este silencio madrugador. Ni
siquiera se escucha el mugido de las vacas.
Mientras Nicolás trataba de sintonizar el
dial, Robertino armó un porro con lo que le quedaba de faso y todos, menos
Nico, empezaron a fumar. Los chicos se movían y cantaban al compás de la
música, agitando los brazos y meneándose, como si la fiesta les hubiera quedado
chica y la quisieran continuar en el auto. Nicolás trataba de mantenerse ajeno
al resto, para no perder el control del auto, pero el humo del porro casi no lo
dejaba ver, el olor le penetraba por las fosas nasales y la algarabía de los
demás no le permitía concentrarse en la ruta. Llegó un momento en que el Falcon
85 parecía estar repleto de una niebla digna de una escena londinense.
Rufino Balenciaga era camionero hacia treinta
y dos años, camionero como había sido su padre, camionero como había sido su
abuelo. En ese viaje venía de vuelta desde Brasil, precisamente desde rio
Grande do Sul, adonde había llevado un cargamento de soja del campo de los
Irrazabal, sus mejores clientes. Hacía veinte horas que Rufino venía manejando,
desde Paso de Los Libres pero con unos buenos mates amargos se la solía bancar(11) bien. Sin embargo esa noche, Rufino Balenciaga, quien usualmente no era devoto
de pensar ni analizar mucho, tenía la mente en otro lado. No sabía cómo le iba
a decir a “la Doña”-así llamaba a su mujer- que la iba a dejar por una mulata
brasilera, que ni siquiera era mulata sino mulato, cosa que Rufino había
descubierto demasiado tarde, cuando ya se había enamorado perdidamente de ella.
Tanto viaje a Brasil, tanta soledad del camionero y ahí había aparecido
Xiomara-así se llamaba la “mulata”- en un parador de la ruta brasilera 377,
para calmarle la soledad. No le importaba que la Doña le hubiera dado cinco
hijos ni que hubiera estado siempre firme su lado, esperándolo con un mate y
con su compañía, pero Xiomara le presentaba una nueva vida. Si la Doña, lo
esperaba con un mate, Xiomara lo esperaba con las piernas abiertas y le
devolvía esa juventud que él sentía haber perdido. Como buen camionero, Rufino
Balenciaga había estado con muchas mujeres en su vida, más de las que podía
contar, pero jamás ninguna lo había hechizado tanto como Xiomara, que se
jactaba que descendía de una línea de chamanes de una tribu del Mato Grosso y
que todos los carnavales era “destaque(12)" de una Escola do Samba de su pueblo. Justamente, la noche anterior, antes de
despedirse, Xiomara le había grabado un video erótico en su celular, para que
la tuviera siempre presente en el camino, como quien le da una Virgencita a un
camionero para que lo proteja en la ruta.
Después de tantas horas sin ella, Rufino
Balenciaga sintió ganas de ver el video. Mientras manejaba con una mano-a esa
hora no andaba nadie por la ruta, menos en invierno- acomodó su celular en la guantera de forma que
pudiera ver la pantalla y dio play al video, en donde aparecía Xiomara bailando
en filo dental al ritmo del Samba, con sus enormes tetas turgentes y su culo
prieto meneándose como maracas. Estaba tan concentrado, tan apasionado y tan
cachondo con el video que llevar una mano a sus genitales y abrirse la bragueta
fue un acto reflejo. Cuando vio venir el auto que tenía enfrente, ya era
demasiado tarde.
Eran exactamente las 5:23 de la mañana
cuando el camión de Rufino Balenciaga embistió el Ford Falcon modelo 85 de
Nicolás Scaglione. En la mente de Robertino, todo sucedió como en cámara lenta:
el auto dando vueltas, los gritos histéricos de las chicas, el olor a marihuana
y la voz de la locutora de la radio que no dejaba de hablar (Robertino no pudo distinguir si era Daisy
May Queen o Julieta Pink(13)). Tirado
en el piso, lejos del auto sin saber cómo,
la última imagen que tuvo fue la del sol saliendo arriba de su cara como un
gran girasol de Van Gogh que cobraba vida.
Ocho días más tarde, Robertino se despertó
en la unidad de terapia intensiva del Hospital. Había estado en coma. “Nico…Aye…” fue lo primero que dijo, tratando
de preguntar por su hermano y por su novia. Su madre rompió en lágrimas; su
padre, bajó la cabeza. Solo su cuñada –la única que tenia-casada con su hermano
mayor, fue la que se atrevió a hablar.
-Rober,
vas a tener que ser fuerte. Nico…Ayelén…los otros chicos…todos…
No hubo falta que su cuñada dijese más.
Robertino sintió una punzada por dentro, pero no pudo llorar. Simplemente hizo
un gesto: ¿Y por qué yo…? ¿Cómo me salvé?
-Fuiste
expulsado del auto, los demás se quedaron atrapados dentro. Los médicos dicen
que fue un milagro. Solo te rompiste algunos huesos, vas a andar con muletas
algún tiempo pero después vas a estar bien.
-Yo
los maté…Yo los maté…-no paraba de decir, con sus ojos verdes vidriosos
pero sin derramar una lágrima, aunque nadie entendía nada y se lo atribuían al
efecto de la morfina.
Robertino salió del hospital una semana
después, en silla de ruedas. La recuperación física fue rápida, gracias a la
ayuda de una kinesióloga amiga de su cuñada; la psicológica, no tan rápida, ya
que pesadillas acosadoras lo torturaban por las noches, haciéndole revivir una
y otra vez el momento del accidente y la culpa. Después de todo, había sido él
el que había armado el cigarrillo de marihuana que había llenado de humo el
auto, impidiéndole a su hermano una visión clara del camino. Un psiquiatra le diagnosticó
Trastorno por Estrés Post-Traumático y lo medicó con un cóctel de reboxetina,
clonazepam y benzodiacepina.
El día de su cumpleaños número 21, seis
meses después del accidente, Robertino estaba en su cama escuchando música, con
la mirada perdida en el ventilador de techo. Sabía que su madre le estaba
preparando una fiesta sorpresa, pero él no quería saber nada. Pero como
siempre, luego de un par de negativas, se había encogido de hombros y se había
recluido en el único lugar sobre el planeta en el que se sentía refugiado de la
invasividad del mundo: su cuarto. De
repente, tuvo el impulso de tomar su cámara de fotos (la cual milagrosamente había quedado intacta luego del accidente) y
la conectó en su computadora, para bajar las fotos de la noche del casamiento,
el día fatal, el día en que Rufino Balenciaga quien iba a dejar a su esposa por
una travesti mulata, los había embestido con su camión de acoplado.
Mientras las bajaba, pensaba en lo morboso
del impulso, pero no podía parar. Fue pasando las fotos una a una hasta llegar
a la foto grupal que se habían sacado los seis antes de irse. Nunca supo por
qué había tenido el impulso de poner en su mp4 el último tema que habían
bailado en aquella fiesta. “Muerdo el
anzuelo y vuelvo a empezar de nuevo…cada vez…” volvía a repetir la voz de
Calamaro, esta vez saliendo por los parlantes de la computadora. Empezar de
nuevo. Cada vez. Robertino no sabía si él tenía ganas de empezar de nuevo, cada
vez. Abrió el segundo cajón de su escritorio y sacó una caja de lápices
italianos que su Nonna(14) le había traído de un viaje a Italia cuando era chico, de esas que tenían tres
“pisos” de lápices. Buscó debajo de los lápices y sacó un bisturí que se había
robado del hospital cuando estaba internado.
Todavía con el pantalón del pijama puesto y en musculosa, fue hasta el
baño, se miró al espejo y sintiendo un profundo vacío interior y las voces en
su cabeza que lo llamaban, apretó fuerte la filosa navaja del bisturí sobre las
venas de sus muñecas.
“Soy
un Atrapasueños. Soy intrincado y vistoso, vivo colgado. Sirvo para atrapar los
sueños malos de la gente, las pesadillas…
-Muy
bien-asintió Guillermo, pensando en lo poco acertado que había sido poner
un Atrapasueños en la bolsa. Menos mal que Robertino sabía lo que era-¿Algo más?
-No,
no se me ocurre más-le contestó Robertino-Es un objeto poco común. Lo
más importante es que atrapa las pesadillas…
-En
primera persona-lo
corrigió Guillermo
-Sí,
perdón, “atrapo las pesadillas”.
“Pesadillas. Todos tenemos pesadillas”
pensó Guillermo. Pesadillas grandes, pesadillas chicas, fantasmas que nos
atormentan. Pero para cada ser humano son distintas. Cada uno tiene sus
propias, únicas y originales pesadillas, con su nombre impreso en letras de
molde. Después de todo, como solía decir Frida Kahlo: “Yo nunca pinto sueños o
pesadillas; tan solo pinto mi propia realidad”
Continuará…
(1) Juego de Palabras: en Argentina “estar colgado” significa “estar en
las nubes”, ser despistado.
(2) Músico, compositor,
intérprete y productor argentino también famoso en España por su grupo “Los Rodríguez”.
(3) Gastr: Especie de corteza que se le pone a las tortas o los
helados.
(4) Bellatrix Lestrange /Remus Lupin: personajes de la saga de
« Harry Potter », escrita por JK Rowling.
(5) Arte marcial de Brasil.
(6) “Bailando Por Un Sueño”: Versión argentina del Reality Show
“Dancing With The Stars”
(7) Arg.: Panza de embarazada.
(8) Arg: Cigarrillo de Marihuana.
(9) Idem.
(10) Revistas que hablan de la vida privada de la farándula.
(11) “Bancar”: arg. Soportar, aguantar.
(12) Bailarin o bailarina principal de las Escolas Do Samba en los
Carnavales brasileros.
(13) Locutoras de radio argentinas, muy populares entre la gente joven.
(14) En italiano “Abuela”
Al empezar el relato inmediatamente se siente la continuidad en las ideas, predominando la descripciòn de personajes con la versatilidad de sus vidas y experiencias significativas, hasta da la impresiòn, que tu eres el psicòlogo que atiende y visualiza las diferentes anomalìas. Felicitaciones y gracias por compartirlo.
ResponderEliminarTrina Leè de Hidalgo
Gracias, Trina. Será que yo soy muy visual y por eso me estiro un poco en la descripción de los personajes.Y si, yo también soy un poco el Psicólogo!
Eliminarestoy de acuerdo con Trina, al ser un narrador omniesciente, parece que eres tú el psicólogo y sí la descripción de los personajes es abundante y puede resultar algo pesado, pero por el tema perfecto.
ResponderEliminarCiertamente la manera de hacer las descripciones es muy buena, me puedo imaginar el ambiente, y los pensamientos de los personajes, bien llevado, saludos!
ResponderEliminarNURIA, JUAN: Gracias por vuestro feedback. Estoy tratando de "intentar" el estilo POV (Point of View) en Inglés, redactar cada capitulo desde el punto de vista de un personaje. Es decir, aunque igual uno habla en tercera persona, pero el "modo", el lenguaje, es como si el que hablara fuera el personaje. La saga de A SONG OF ICE & FIRE está escrita así. Obviamente tengo que super mejorarlo y pulirlo, pero vamos a ver como sale.
ResponderEliminarHe aprendido cosas nuevas con tu relato. Y, me gusta mucho...
ResponderEliminarAbrazos
Manuel Barranco Roda
Pues técnicamente, un relato que pone en contraposición el hedonismo de nuestra generación contra la realidad de estos acontecimientos. Gracias por compartir, Gonzalo.
ResponderEliminarMANUEL: Qué bueno que hayas aprendido cosas que no sabias. Uno nunca termina de aprender. Por eso AMO ESCRIBIR, porque siempre aprendo algo nuevo.
ResponderEliminarCARLOS: Gracias por tu feedback y es un placer compartir aquí.
me gustó bastante, la forma de narrar a través de un personaje también me gustó. Las descripciones están muy bien conseguidas, Enhorabuena Gontxu, Un Abrazo
ResponderEliminarHe conocido un poco más a los personajes, poco a poco me voy haciendo con ellos. Gracias por tus aclaraciones con respecto al léxico utilizado. El estilo que estás empleando me gusta mucho.
ResponderEliminarMe quedo a la espera de la continuación. Bechotes.
Josè: Si, trato de usar (en realidad "practicar") el POV, aveces me sale, a veces no.
ResponderEliminarSylvia, que bueno que ya te vayas haciendo de los personajes. El proximo episodio serà fuerte...