—¿Qué quieres decir con que es indetenible?
—Es indetenible, señor. Esa mujer… es un demonio.
Las cosas no estaban saliendo conforme a los planes.
Zeknarle sabía perfectamente que ninguna estrategia resiste el primer contacto
con el enemigo, pero el terror del soldado al que sujetaba del uniforme escapaba
por mucho todas sus expectativas. De pronto, un chirrido retumbó del corredor frente
a ellos. De inmediato, las paredes vomitaron enormes lenguas de fuego, que lo obligaron
a soltar a su presa. Al verse libre él le dio la espalda y escapó en dirección
al atrio del templo; pero la amante de Zeknarle lo mató sin contemplación con
una saeta en la espalda.
El chirrido duró por un instante que pareció eterno. Este fue
acompañado de sonidos de espada, el crepitar de las llamas y gritos que se
ahogaban sin cesar. Al final, cuando las llamas se extinguieron, el silencio
invadió toda la fachada; donde junto con su amante y una docena de hombres
esperó lo que fuese a salir por la entrada. Fuera demonio o mortal, tenía que detenerlo
por su propio bien y el de su carrera.
—Cobardes. Es como nunca hubiesen visto a una religiosa. ¿Qué
tan poderosa puede ser?
Zeknarle se volteó brevemente su mirada hacia una enorme
litera que esperaba en el atrio del templo, tragó grueso, extrajo su mandoble y
con su mano guió al grupo; que rodeo de inmediato la puerta. De pronto, todos
observaron la figura de una pequeña mujer que salía por la puerta. Al
observarla mejor, todos retrocedieron con una mezcla de terror y sobrecogimiento.
Ella estaba bañada en sangre, la sangre de todos aquellos que habían tratado de
detenerla. Con firmeza, esgrimía con una mano un enorme espadón. De cabello
rojo, fuertes ojos café claro y un cuerpo que mostraba una vida ardua de trabajo,
el oficial y su compañera se sorprendieron aún más cuando la reconocieron. Ella
era la maestra herrera de la ciudad.
—No puedo creerlo. Yasfryn. Eres una sacerdotisa de la Doncella Oscura.
—Es correcto, maldito. Soy la superiora de la orden de este
templo. Voy a hacerte pagar caro por lo que has hecho aquí.
—Dime, como piensas hacerlo, Yasfryn. ¡Somos más que tú! ¡Y
estás rodeada!
Ella no contestó. Con orgullo avanzó en medio del grupo de
guerreros y sujetó su símbolo sagrado con firmeza. Con una rápida mirada de
desprecio abarcó a todos los que la amenazaban con sus armas, acarició el
símbolo y repuso con una exhalación —Dama de los Cabellos de Plata… permite a mi
voz mostrarle a estos infieles que me rodean el poder de tu Palabra Sagrada.
Nadie pudo reaccionara al escuchar la oración. Un breve
destello de color plata que emanó desde su cuerpo alcanzó a todos los soldados
en un parpadeo. De inmediato, la mayoría de los soldados que la rodeaban
cayeron inertes al suelo, muertos por una dolencia misteriosa que los hizo
exhalar su último aliento. Zeknarle, que se sorprendió por la brevedad y el
efecto de la oración, trató de retroceder; pero para su horror no pudo moverse.
Trató de voltearse hacia su compañera, pero esta tampoco podía moverse, al
igual que los que habían sobrevivido a la oración. Con una sonrisa franca, Yasfryn
dejó de sujetar el símbolo y exclamó —Tonto… debiste haber investigado el lugar
antes de atacarlo con toda tu fuerza. En esta cueva la protección contra
hechizos que posees es inútil, mientras que la magia de la Doncella Oscura se
intensifica.
Ella avanzó hacia el mercenario que no podía hacer nada
para defenderse. Con su mano ella estudió la marca que tenía en su pómulo
derecho, que acompañaba un leve rasguño. Esto provocó que su gesto cambiara al
enojo y exclamara con elegancia —Parece que encontré al maldito que sedujo a mi
hija y la uso para traicionar a la orden… Permíteme pagarte completando el
trabajo que ella comenzó.
Ella esgrimió su espada con habilidad y lanzó un tajo
rápido de izquierda a derecha sobre la cabeza del ladino. Paralizado, este no
pudo hacer nada cuando su rostro fue cortado y su ojo escapó de su órbita. No
podía gritar a pesar del horrible dolor que le produjo el acto. No podía verlo con
el otro ojo que le quedaba. Con un gesto de desprecio, la mujer apoyó la espada
contra el suelo, uso su pie para sacarlo y lo aplastó contra el piso.
Yasfryn tomo su tiempo para observar las nuevas estatuas en
la habitación. Todos estaban paralizados por el hechizo que había llevado a
cabo. Ella sinceramente se debatía entre si debía matar a los sobrevivientes o
perdonarlos; pero estaba de acuerdo en que debía buscar a la promotora del
ataque. Era probable que su hija estuviera fuera de su alcance, ya había
logrado vengarse del ladino que había aprovechado de ella para destruir el
esfuerzo que por largos años había invertido en armar la orden de la Doncella
Oscura en la ciudad. Ahora debía ir a la fuente del ataque, a la financista que
lo protagonizó. Tal vez al llegar a ella encontraría a su hija.
Mientras la embargaba la incertidumbre y la indecisión; ella
se extrañó al escuchar aplausos en el fondo de la atrio, desde la litera. Ella
avanzó con la confianza que le daba la espada que tenía en la mano, así como
las estatuas que hombres y mujeres aterrados formaban frente a ella. Al llegar
al medio de transporte, ella retiró la cubierta y encontró a una elfa oscura que
aplaudía muy animada mientras con sus piernas sostenía lo que parecía una
peluca plateada.
—Estupendo… no esperaba nada menos de la Gran Sacrificadora.
¿O es que has abandonado ese nombre, tía Yasfryn?
—Ha pasado mucho tiempo, Jhaelxena ¿Qué te trae por aquí?
—Nada en especial, sólo mi trabajo. Debes saberlo mejor que
nadie, porque ocupaste alguna vez mi posición. La Reina de las Arañas no
tolera otras religiones, mucho menos la de sus hijos traidores. Este lugar
apestoso debe dejar de existir, sus seguidores serán sacrificados y todo aquí
debe ser destruido para nunca volver a ser usado en el nombre de la bastarda
hija de Coronel.
Yasfryn sintió que la sangre le hervía al escuchar la burla
de su sobrina. Por esto, sujetó la espada con ambas manos y se dispuso atacarla;
cuando su rival tomó con una de sus manos la peluca, la levantó frente a ella y
le mostró que era en realidad. Era el rostro amordazado de su hija. Se detuvo de inmediato, lo que motivó una sonrisa en su sobrina—: Sabes,
deberías enseñarle mejor a mi prima cuales son las reglas para vivir en nuestra
sociedad. Sólo un leve descuido fue suficiente para que nos encontremos en esta
encrucijada, eso que has sido la herrera de esta ciudad por mucho más de un
siglo. Así que, honorable maestra, usted elige.
Casi sin esfuerzo, la religiosa acomodó el cuerpo de la
Berlashalee al frente de ella. Convenientemente atada y amordazada, las
lágrimas de la joven gritaban por el perdón de su madre, que las veía a ambas con
una enorme incertidumbre. En un movimiento, ella usó un extremo de su látigo para
sujetar su cuello con fuerza. Conforme la estrangulaba, su sobrina prosiguió—: Tienes
dos opciones, tía. Atacarme a través de tu hija, lo que demostraría que es de
verdad la única y poderosa sacrificadora que sembró terror en esta ciudad por
medio siglo… o rendirte, lo que me produciría una gran decepción, pero un
enorme placer y gloria. Es su decisión, maestra.
La sangre le hirvió a Yasfryn al escucharla. Deseaba acabar
con la arrogancia de su antigua discípula y sobrina cuanto antes, atravesarla
con su espada y dibujar permanentemente esa corrupta sonrisa en sus labios.
Pero eso significaría la sentencia de muerte para su hija, que era usada como
escudo. Si se rendía ambas sobrevivirían, pero lo más probable es que serían
sacrificadas en honor de la Reina de las Arañas. Si atacaba mataría lo que más
había apreciado en su vida, destruiría su último lazo con la cordura y volvería
al sendero oscuro que abandonó mucho tiempo.
Dividida entre ambas opciones, el corazón de la mujer se
debatió dolorosamente, lo que se mostraba en una confusión e indecisión evidente,
porque no sabía el siguiente paso que debía tomar. Finalmente, al observar al
interior de su corazón con detenimiento, supo cual era la única acción posible.
Con un suspiro ella aceptó la decisión, hizo lo que le dictó su conciencia por
primera vez en su vida.
La caída del culto de la Doncella Oscura fue la noticia que
invadió la boca y secuestró los comentarios de toda la ciudad durante los siguientes
días. Al haber tomado parte en la captura; a las casas de Arabth, Hun’afin y
Torrahel, así como a los miembros de los regimientos de la Torre Norte, a todos
les fue concedido el honor de desfilar con los prisioneros, el botín capturado
y los cuerpos mutilados de las víctimas; así como de presidir las ceremonias de
desacración y destrucción del templo en la parte superior de la cueva que
dominaba a la ciudad. Todos mostraron su orgullo al recibir el honor y el
derecho de desfilar por las principales calles de la ciudad mientras los miembros
de las cinco grandes familias de la ciudad no dejaron de observar con envidia el
espectáculo.
Las seguidoras del culto, atadas para intensificar su
escarnio; fueron escupidas, golpeadas con piedras, maldecidas y cubiertas de
toda clase de porquerías. Todas tenían sus ropas rotas, desnudas o en andrajos,
recibieron el abuso de la multitud que con odio expresaba su frustración de su
vida cotidiana. La estricta guardia en torno de ellas impedía que alguien
saltase para acabar con la vida de las prisioneras, porque esto se consideraba un
final muy bueno para ellas.
Frente a la enorme estatua de la Gran Sacrificadora, dos
prisioneras fueron sacrificadas en el altar eterno del templo, en honor a la
digna Reina de las Arañas. Luego, media docena de fieles seglares fueron
separadas y enviadas al Coliseo, para el entretenimiento de las masas, para que
las bestias salvajes devoraran su carne en honor al público presente, para así
conservarlos conservara adormecidos y dóciles. Luego de esto, a la entrada del
templo, las cinco matronas principales decretaron que en conmemoración del
destacado acontecimiento, a partir de ese día que las tres casas que
contribuyeron con sus fuerzas militares y sus recursos para la destrucción del
culto se unirían en una sola rama, la Hun’Arabath-Torrahel, lo que crearía un
sexto asiento entre las grandes familias de la ciudad.
Los restantes prisioneros ignoraron las complicadas
ceremonias políticas, sociales y económicas que se derivarían de esa decisión
tomada por el alto consejo de la ciudad. Mientras las familias celebraban, ellas
fueron conducidas sin pena ni gloria al interior del magnífico templo de la
Reina de las Arañas. Todas se asombraron al observar la estructura mientras
ingresaban por el atrio principal y contemplaron con horror la colosal estatua
de la sacerdotisa sin rostro, con el puñal de sacrificio cubierto en sangre y el
corazón todavía palpitante de su más reciente entrega de devoción a la Reina de
las Arañas. Todas menos una.
En el interior del templo, las
prisioneras fueron distribuidas en orden de importancia. Últimas en la
asignación de celdas debido a su importancia y su peligrosidad; Yasfryn y
Berlashalee fueron puestas juntas en un calabozo en el segundo sótano de la
mazmorra del templo. Ambas fueron atadas con grilletes de cadenas largas y
pesadas a la pared, los cuales comenzaron a brillar en un tono lila
fosforescente cuando entraron en contacto con sus cuerpos. Ellas agradecieron
esto, porque las golpeadas y maltratadas mujeres pudieron descansar después del
largo día; a pesar de que lo único que había para ellas eran un par de camas
duras y un bacín para hacer sus necesidades.
Durante un buen rato ninguna menciono palabra. La madre se
sentó sobre la cama; pensativa, malhumorada y callada. Su hija, que no se
atrevía a darle la cara, porque sabía lo que había hecho; temía la ira de su
madre y sus acusadores ojos confirmaban el grave error que había cometido. Finalmente,
atormentada por la culpa y la vergüenza, la muchacha afirmó de forma tímida—:
¡Mamá!… ¡Perdóname!
La mirada de Yasfryn fue acusadora y fuerte. Sus ojos se
cerraron levemente, su expresión adquirió una seriedad que no había observado nunca.
Ella se limitó a conservar las manos frente a su boca, apoyar su rostro sobre
ellas y quedarse allí sin responder nada.
Desesperada, la muchacha esperó con impaciencia que
respondiera. Sin embargo, atormentada por su silencio, ella exclamó con
indignación y furia, mientras la vergüenza la obligaba a arrodillarse a sus
pies—: Por favor, dime algo mamá… No me ignores. Dime que me odias, que me
odiarás por toda la vida por ser tan tonta. Pero dime algo.
Yasfryn no contestó nada. Luego de contemplar por largo
rato a su hija, la abofeteó con fuerza. Luego, escupió a
su lado y volteó su rostro para regresar a la postura contemplativa con la que
había iniciado su cautiverio.
Grandes lágrimas rodaron por el rostro de la muchacha.
Luego de masajearse el cachete por el dolor que le produjo el golpe de su
madre, ella se desesperó, se cubrió los ojos con las manos y comenzó a llorar
amargamente; abrumada por la culpa, el dolor y la indiferencia de la que había
sido la figura más importante en su vida.
Carlos "Somet" Molina
Hace poco me ha tocado colaborar en un publicación con un relato de ciencia ficción. Reconozco que no era una temática que me vaya, pero es un mundo fascinante que ahora veo con otros ojos y que me hace valorar aún más tu trabajo. Enhorabuena, Carlos. Lo importante es escribir lo que uno siente, y tú lo haces. Chapeau.
ResponderEliminarAgradezco mucho tus palabras, Juan. La historia se ha hecho más extensa de lo que esperaba. Se que no es un género popular, ni el de fantasía ni el de ciencia-ficción, para el mercado latinoamericano. Lo he vivido en carne propio. Sin embargo es lo que me siento seguro por escribir. En cuanto termine esta historia voy a hacer el cambio al tentenpie que hice el día de San Valentín, pero por ahora debo terminarla. Aunque como dicen, la vida te da sorpresas. Gracias de nuevo.
Eliminarun ´genero muy de moda, demasiado largo a mi parecer, pero bien estructurado.
ResponderEliminarGracias Nuria. Si reconozco que está largo, pero estoy dándole los puntos finales para terminar la historia. Eso si se, es de menos de seis cuartillas. Lol!
ResponderEliminarCarlos, es impresionante poder dasarrollar un tema tan complejo como el de la Ciencia Ficción. Tienes caràcter y determinación. Adelante pues.
ResponderEliminarBueno, esto es más fantasía épica que ciencia-ficción. Trabajo ambos géneros y ambos son impopulares. Gracias por el comentario.
EliminarMuy buen Capitulo, se me hizo muy fluido, y bueno ciertamente es uno de los temas que siempre han gustado, bien desarrollado, Saludos!
ResponderEliminarGracias Juan, me alegra mucho que te halla gustado. Aquí estamos para mejorar cada día más con las críticas y comentarios. (y)
EliminarTe felicito Carlos, la fantasía-épica es uno de mis géneros favoritos. Me encanta y tal y como lo haces, no lo leo sino que lo veo. Haces entrar en la situación y sentir el momento. Muchas Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias Sylvia. Es difícil la narrativa de esta forma, más porque se debe armar todo (el ambiente y las situaciones) en lugar de usar mecanismos ya predefinidos. Tus palabras me animan mucho a continuar (por lo menos para darle final). Gracias por todo.
EliminarMuy bueno, Carlos. Me hace enganchar mucho, aunque no me gustaría cruzarme con Yasfryn...Je, je...Este capitulo fue bastante sangriento....
ResponderEliminarNADIE quiere enfrentarse a Yasfryn (es un NPC o "Personaje no Jugador" que use para disuadir jugadores en mi tiempo de Maestro del Calabozo en "Calabozos y Dragones"). Se que esta no es la nota de la revista (el relato es más oscuro y crudo), pero me alegra mucho haberlo enganchado. Los próximos capítulos tendrán una mezcla de drama con pelea, pero espero que no se torne demasiado oscuro para la revista. Por lo demás estamos en contacto y gracias por el comentario.
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