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sábado, 21 de septiembre de 2013

EPISODIO 5: DARIO ¿Lo Sabe Tu Madre Acaso?

“Soy un Control Remoto, sirvo para varias cosas, para cambiar los canales, para subir el volumen, lo más importante es tener el control…
 
Luego de escuchar la presentación de José Francisco, Darío finalmente se animó, agarró su objeto, lo analizó y se presentó.
 
“Control sobre ese animal que llevo dentro, que si no lo controlo va a saltar y va a hacer atrocidades” reflexionó, completando la frase internamente.
 
Oh casualidad, el control siempre había signado la vida de Darío Solanas. Ya desde pequeño, su madre le había enseñado a controlar sus impulsos. Darío sentía un fuego dentro de él, un volcán de pasiones, una vehemencia que con los años había aprendido a controlar y qué solo salía en raras ocasiones, en forma de un enojo indignado. Inclusive Darío ejercía el control sobre su virilidad: siendo gay, era extremadamente masculino (paradójicamente, quizás el más masculino de todo el grupo de pacientes de Guillermo), de hecho, exudaba virilidad; también solía tener una especie de tensión en el cuerpo, como si estuviese reteniendo dentro de sí un reactor nuclear, una fuerza destructora que iba a explotar de un momento a otro. Esto se le veía sobre todo en su mirada penetrante e inquisidora y en su mandíbula dura.
 
Su madre, una modista de barrio puritana y Profesora de Catequesis, lo más parecido a la madre de Carrie White[i] que existiese en la vida real, había influenciado mucho en esto del Control. Pero lamentablemente, Darío no tenía poderes como Carrie para deshacerse de los mandatos puritanos de su madre.
 
No te toques el pito” solía decirle cuando Darío tenía 5 años y se la pasaba tocando y estirando su órgano como hacen todos los niños en la etapa fálica. “Eso es pecado”. También era pecado cuando lo encontraba jugando al doctor con su primita o con su primo mayor o con los dos al mismo tiempo. O cuando lo encontró haciendo el amor con una compañerita de colegio.
 
Lo peor había sido cuando Darío había dejado a su novia por un árbitro de fútbol. Ese había sido el peor de los pecados para su madre. Aunque Darío ya había tenido experiencias adolescentes de toqueteo en los vestuarios y había debutado sexualmente con un compañerito de fútbol, con este hombre-15 años mayor que él-la cosa esta vez fue en serio y sin retorno.
 
Desde ese entonces, las dos pasiones de Darío fueron el fútbol y los hombres. Ambas cosas iban de la mano. Recordaba cuando de chico veía los partidos de fútbol, como se excitaba con las piernas macizas, peludas y vibrantes de los jugadores. Salir a la cancha era similar a tener un orgasmo. Darío podía canalizar su “volcán interno” en el césped, pateando la pelota, corriendo por todo el campo, haciéndole zancadillas a los rivales. Y luego venía la parte de los vestuarios. Los vestuarios que producían esa mezcla de macho cabrío, sudor y olor a desodorante, combinación que despertaba las feromonas. Y Darío-una gran promesa del fútbol-actuaba en la cama como en la cancha. Pero luego vino el accidente, él estaba de acompañante en la moto de uno de sus amantes, chocaron y pese a que Darío salvó su vida porque llevaba casco, le quedó una lesión en la pierna. Y esa lesión lo sacó directamente del campo de juego, y del estrellato futbolístico.
 
Estuvo un par de años resentido y furioso, peleado con el mundo y consigo mismo, hasta que un ex sponsor lo contrató para ser Director Técnico de una Liga de Menores de un club ignoto de barrio. Y a partir de ese momento, esos chicos se convirtieron en su razón de ser. Darío sintió finalmente que tenía algo por lo que vivir. Todo anduvo sobre ruedas, hasta que apareció Jonathan sin H. Así se había presentado. Jonathan sin H tenía 16 años para 17 aunque parecía mucho más grande, unos 19 o 20 inclusive.
 
Cuando Jonathan sin H entró, así sin permiso y con su ímpetu adolescente en la vida de Darío, el futbolista estaba con las defensas bajas, ya que había acabado su último romance con un famoso jugador que había sido comprado por un club de Barcelona y que se había casado con una botinera-una vedetonga[ii] en ascenso que se parecía físicamente a Marta Sánchez en sus primeros años de solista-para disipar cualquier duda acerca de su posible homosexualidad. Darío siempre se enamoraba con pasión. Su furia interna se transformaba en amor pasional pero siempre terminaba quemado en ese fuego, ya que nadie lograba amarlo a él con la pasión con la que él amaba. En ese amor, Darío solía sentirse con derecho a manejar la vida del otro, a reformarle sus hábitos, era cómo qué él sabía SIEMPRE lo que era mejor para el otro .Darío tenía en su haber una larga lista de amores frustrados donde él amaba y los otros se dejaban amar. Y así pasaban los amores de Darío como los penales errados. Tarde o temprano, todos se terminaban casando (usualmente con vedetongas) y él, que se negaba a cambiar de vida y ser infiel a sus deseos-se quedaba solo.
 
Lo de Jonathan sin H comenzó como un juego. El chico era un futbolista excelente-aunque a Darío le molestaban su soberbia y su rebeldía-y no tardó en convertirse en el favorito del entrenador. Había perdido a su padre hacia un año. Por eso, no fue extraño que Darío se convirtiera en una especie de figura paterna para Jonathan sin H. Pero con el tiempo, la relación fue virando en algo más. Y aunque Darío era un experto en el control de los bajos impulsos, Jonathan sin H tenía la perversión de los adolescentes y comenzó a cruzar ciertas líneas que a Darío lo perturbaron. Empezó a pensar en él mañana, tarde y noche. En cómo le decía “Jefe” y le guiñaba el ojo, como lo rozaba con las piernas “sin querer” o como se paseaba desnudo en el vestuario delante de él, mirándolo fijo mientras se enjabonaba las partes intimas. Jonatan sin H también sabía toda la música que le gustaba a Darío y cuando estaba con su mp4, se sacaba los auriculares y le decía: “Escuche, Jefe” y ahí estaban Amaia Montero, Soda Estéreo y Ana Belén.
 
Por más que Darío intentaba controlar la situación con una fuerza estoica, su fuego interno pugnaba por salir. Ver a Jonatan en la ducha, con su culo lampiño y parado, redondo y turgente; sus piernas delgadas, torneadas y duras, su espalda ancha, su vientre plano, su tatuaje de Callejeros[iii], todo en él se había convertido en una tortura para el futbolista.
 
Como en la canción de María Magdalena en Jesucristo Superstar[iv], Darío se preguntaba qué le había visto a ese chico, por qué esa locura tan cegadora, si al cabo de cuentas era solamente un hombre, y en su vida había habido tantos, así que en cierta manera, Jonatan con H era uno más.
 
Y así como los volcanes dormidos despiertan un día y arrasan con todo, Darío no pudo aguantarse, sintió el fuego de su volcán interno, la lava que recorría su cuerpo y un día que estaban solos en el vestuario y el chico lo provocaba como siempre, arrinconó a Jonatan sin H contra la pared, así, sin importarle nada. Luego se arrepintió y se alejó asustado y horrorizado de lo qué había hecho y de sus posibles consecuencias...pero para su sorpresa, Jonatan sin H le dijo:
 
-¿No va a seguir, Jefe?” y le comió la boca de un beso, hurgando con su lengua adolescente, ávida de besos. De repente, sin saber cómo, estaban los dos desnudos en el vestuario, besándose apasionadamente, entrelazando sus cuerpos con un frenesí salvaje.
 
Darío estaba acostumbrado a ser la parte dominante en el sexo, jamás había sido penetrado (bueno, salvo una vez qué le parecía que su primo lo había violado de chico, pero no recordaba el hecho con claridad). Sin embargo, de repente sintió como Jonatan sin H lo agarraba por la espalda y le besaba el cuello con su lengua, sintiendo su gruesa verga apoyada en su culo. Y sin saber cómo, de repente estaba acostado sobre el banco del vestuario y Jonatan sin H encima de el, penetrándolo salvajemente, con ese salvajismo de la adolescencia. El dolor dio paso al placer y el placer dio paso al amor. Y así transcurrieron seis meses de ensueño para Darío, quien esta vez no se preguntaba si esa pasión era prohibida y lo amó con la misma intensidad que había amado a todos los demás.
 
Hasta que un día, así de la nada, Jonatan sin H le dijo:
 
A mi me gustan las chicas; volví con mi novia”.
 
Darío sintió como la desesperación le corría por el cuerpo, dando luego lugar a la furia, similar a la de un toro embistiendo al torero y con una fuerza animal, lo agarró del cuello arrinconándolo contra la pared. Mientras mantenía el puño en alto, cerrado, tratando de no pegarle, sus ojos se ponían rojos de furia y de lágrimas.
 
Si no me soltás, le digo a mi vieja que llame a la cana[v] y te denuncie por corrupción de menores, puto[vi].
 
Darío no podía creer lo que estaba escuchando. El mismo chico con el que durante meses había tenido una relación, ahora se había convertido en un psicópata.
 
Me dijiste que me amabas” le dijo en un tono seco, tratando de contener la furia y las lágrimas.
 
Bueno, pero yo no soy trolo[vii], te equivocaste. Volví con mi chica. Y si no me dejás de joder, te denuncio. Y si me echás del club, peor para vos, así que ni se te ocurra”.
 
Devastado, Darío agarró su bolso de Adidas, se lo puso al hombro y empezó a caminar por la cancha, tratando de que el frío del invierno curara esa pesadilla que acababa de vivir.
 
Al otro día, volvieron a verse en el entrenamiento, pero ni se hablaron. Y por más que con su frialdad Darío no lo demostrara, se sentía muerto por dentro. Y mientras veía de reojo a Jonatan sin H jugar con sus compañeros, pensó en un dicho que solía decir su madre:
 
“El Que Se Acuesta Con Niños, Amanece Meado”.
 
Continuará…




 
[i] “Carrie”: película de Brian de Palma basada en el libro homónimo de Stephen King


[ii] Vedetonga (argentinismo): joven estrella que suele saltar a la fama por sus atributos físicos y sus escándalos mediáticos.


[iii] Callejeros: grupo de rock argentino escuchado por adolescentes usualmente de clase media baja


[iv] La canción dice: “No Logro Entenderlo/Me Emociono Con Verlo/Sé qué es/Un hombre más/Y En Mi Vida Hubo Tantos/Debo Saber/ Qué es Un Hombre Más/Solo Uno Más”


[v] Cana: Arg. Policía


[vi] Homosexual (despect)


[vii] Idem
 
 

4 comentarios:

  1. Bueno, la gran circunstancia del homosexualismo es su estado taboo en los países hispanoparlantes. Sin embargo, a pesar de las cosas, estoy de acuerdo con la última expresión. No hay que meterse con menores. Amarga lección que aprendió nuestro paciente en el quirófano de este singular psicoanalista. Estamos en contacto Gonzalo.

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  2. He seguido la continuaciòn y secuencia de tu relato, es directa, de fàcil comprensiòn, Gracias por compartirlo


    TRINA LEÈ DE HIDALGO

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  3. A pesar de el control que se pueda ejercer sobre los sentimientos, siempre está el que se escapara de ese control, Buen relato fluido, Saludos!

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  4. Gracias a todos por vuestro feedback.
    CARLOS: No creo que en países como España o Argentina la homosexualidad sea un tema tabú (quizás en el resto de los otros países hispanos, si) .Justamente, el dilema de Dario no es su Homosexualidad-algo que siempre tuvo bien claro-sino la lucha entre su hiper-control y sus instintos mas animales. Como un hombre que siempre hizo gala de su control, se hace añicos cuando conoce a un adolescente perverso.

    TRINA: Se que me lees siempre y te gusta mis historia. Gracias!

    JUAN: Gracias! Es cierto, por más que uno trate , siempre alguno se escapa. Cuanto más uno reprime, peor es.

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