- ¿Lo conoces?-. Preguntó Carlos a Sofía, en alusión a Roberto.
- Claro. Fue uno de los tipejos que fueron al Congreso a armar bronca el 25-S.
- Comprendo. Así que éste es el tipejo por el que me dejaste-. Ahora era Carlos el que lanzaba reproches a Margarita, mientras Sofía confirmaba horrorizada que aquel desprecio no reflejaba más que un amor aún vivo.
- ¿Tipejo?-. Roberto estaba molesto. Las elegantes pintas de ejecutivo que lucía Carlos, aunque no lo fuera, lo ponían en el disparador. Aborrecía a ese tipo de gente. No podía creer que Margarita estuviera haciendo todo esto por él –Mira tío, no te confundas. Yo sólo vengo como amigo, para que Margarita no hiciera el viaje sola. Ha venido hasta Madrid sólo para buscarte a ti.
Aterrada por
el efecto que pudieran tener esas palabras, Sofía se apresuró a meter baza.
- Roberto es siempre el mejor de los amigos, ¿verdad? Él es íntimo del tipo que me dejó plantada, al que buscaba el día que nos conocimos bajando del tren, ¿recuerdas?
- Quizá debieras darle otra oportunidad-. Terció Margarita –Ha vuelto a casa, y me consta que está deseando retomar lo vuestro.
- ¿Lo conoces?-. Sofía se fue acercando hacia la chica, pero enseguida se detuvo, al surcarle la mente un negro presagio. Angustiada por resolver el enigma, se volvió rápida hacia Carlos –El chico por el que ella te dejó, siempre has hablado de él como de un perroflauta.
- Es lo único que sé de él, eso y que fueron juntos al instituto.
- Lo dejaste por Marcos, ¿verdad?
Margarita se
sintió arrinconada.
- ¡A ti qué te importa!
- Se le da muy bien interrogar a la gente-. Terció Roberto –Con Hakim también lo hizo.
Sofía volvió
entonces la mirada hacia Roberto, que desvió la suya. ¡Se trataba de Marcos! De
lo contrario, cualquiera de los dos ya le habría dicho que no. No se lo podía
creer. El mundo era un pañuelo.
- ¿Sabías Carlos-. Sofía comenzó a desentrañar toda la trama –que el hombre que me dejó plantada y aquel por el que te dejó Margarita son la misma persona?
- ¿Qué?
Ajeno a
cuanto de él se decía, el pobre Marcos se acercaba a Madrid en un lento
autobús, con la esperanza de encontrar a Sofía y comenzar de nuevo. Cierto que
no había sido capaz de elegir entre Margarita y ella, pero a la fuerza ahorcan,
y ahora ya lo tenía claro. Se sentía ilusionado y miraba ansioso el reloj,
deseando llegar cuanto antes para pedirle una nueva oportunidad a Sofía. Sabía
que no sería fácil, después de cómo se fue, pero estaba dispuesto a ser
paciente, a trabajar día a día, a hacer lo que fuera necesario, incluso a
pelear con quien fuera si, como le rondaba la mente, la chica hubiera
encontrado a alguien que ocupara el lugar del que él huyó. Se asomó por la
ventana y vio la perspectiva de la enorme capital de España desde las montañas.
En algún punto de aquel inhumano hormiguero se encontraba el amor de su vida.
Qué nervios.
- Así que el perroflauta se largó y te quedaste sola, y ahora vienes a buscarme, y encima me vienes con reproches por haber encontrado a alguien.
- Eso no es así, Carlos. Si me dejas que te lo explique.
- No es necesario, Margarita. No me debes ninguna explicación. Yo te he querido mucho, ¿sabes? Y siempre te recordaré con cariño, pero ahora estoy con otra persona, soy feliz, y creo que me merezco esta oportunidad. Eso es lo que importa, no por qué vienes ahora a buscarme. Me temo que ya es tarde.
- ¡Pero yo te amo!-. Los numerosos viandantes que pasaban frente a la Torre Europa seguían su camino, aunque mirando de refilón hacia la escena que aquel cuarteto estaba preparando, con voces en alto volumen y declaraciones de amor propias de un culebrón –No he venido aquí porque me haya quedado sola, como dices. Después de Marcos conocí a otro chico-. Roberto se sentía cada vez más incómodo en aquella situación –y fue estando con él cuando me di cuenta de que no anhelaba estar con Marcos, sino contigo. Así me quedó claro que te amaba, que te amo, que sólo puedo vivir contigo, que necesito que vuelvas conmigo.
Carlos
empezaba a perder el control. No era una escultura de piedra. Aquellas palabras
lo estaban afectando, y mucho. Una parte de él deseaba lanzarse a sus brazos,
besarla, decirle que no importaba cuánto había pasado, cuánto habían sufrido,
ni quién se había metido por medio, que juntos podrían con todo, que volverían
a ser felices, como un día no tan lejano lo fueron.
Miró entonces
a Sofía y recordó aquellos preciosos ojos que se le quedaron grabados en el
andén de una estación de provincia. Quería a Sofía,
ella lo quería, y ambos eran felices en Madrid, lejos de un pasado que había terminado de un modo muy doloroso.
Se acercó a
Sofía, la abrazó por la cintura, atrayéndola hacia sí.
- Lo siento, Margarita. Es demasiado tarde.
Como habían
hecho Margarita y Roberto esa misma mañana, Marcos descendía del autobús en la
Estación Sur, camino del acceso al metro que lo llevaría a la boca del lobo, a
la central de las Unidades de Intervención Policial, el lugar de trabajo de
Sofía. Tenía el pulso y el corazón acelerados. No se recordaba tan frágil como
en ese instante en toda su vida. Si fracasaba en lo que iba a intentar, no
tenía un plan b, no sabía qué iba a ser de él. No imaginaba un día siguiente
sin ella, no había nada detrás. Es curioso cómo unos días de sugestión pueden
cambiar a una persona de elección por eliminación a amor de su vida. El largo
tren metropolitano terminó de frenar y las puertas se abrieron para que pudiera
entrar. La suerte estaba echada.
En uno de
aquellos oscuros túneles, el convoy en el que viajaba Marcos se cruzó con otro,
uno menos ilusionado, más triste, pues en el iban, de regreso a la estación,
Roberto y Margarita.
Margarita
estaba destrozada. Había fracasado. No se trataba de pelear para que Carlos la
perdonara con el tiempo. Esa estrategia, prevista a medio plazo, se venía abajo
con la presencia de Sofía, que de nuevo se había interpuesto en una relación
suya. Su mundo se había venido abajo. Su única esperanza era que Marcos fuera
capaz de recuperar a aquella rubia impertinente, pero en el fondo, no sabía
hasta qué punto lo deseaba, pues había visto muy feliz a Carlos, radiante, y si
aquello se rompía, iba a ser muy duro para él. Ella no quería verlo sufrir,
pero su vena egoísta rogaba por que todo se torciera y pudieran volver a estar
juntos. No podía desearlo sin que le remordiera la conciencia, y tampoco podía
desear la felicidad de Carlos con Sofía sin sentirse una estúpida. Pero todo
eso carecía de valor, porque ella regresaba a casa sin su hombre, mientras él
se quedaba con otra mujer.
Carlos y
Sofía llegaron a Moratalaz en silencio. La escena en la que se acababan de ver
envueltos no era agradable, y ninguno quería hablar sobre ello. Al margen del
bochorno pasado, cada uno tenía sus propios fantasmas que lo atormentaban. Por
un lado, Sofía no dejaba de pensar que la afectación que mostraba su chico
significaba que aún sentía algo por aquella muchacha, lo cual era realmente
preocupante. Por el otro, Carlos no podía evitar sentirse mal por Margarita.
Sabía que había tomado la decisión correcta, pero lo preocupaba que ella
sufriera. Sabía que en el fondo, no había dejado de quererla.
Y eso era lo
que más miedo le daba, que tal vez estuviera viviendo una mentira con Sofía,
que la estuviera engañando sin querer, que el bonito gesto en la puerta de la
Torre Europa no hubiera sido más que una pantomima inconsciente, que la estuviera
haciendo creer que era el amor de su vida cuando él empezaba a tener serias
dudas. Maldita fuera Margarita, que en tan mala hora tuvo que volver a su vida.
En Moratalaz
estaba la Jefatura de las UIP, y ahí debían despedirse los dos amantes. El
metro los había dejado muy cerca, y ahora caminaban, también en silencio, por
las calles del barrio. Al llegar a la puerta, los dos se fundieron en un abrazo
muy especial, de dos seres angustiados que necesitaban darse cariño y apoyarse.
El destino los había puesto ante una dura prueba, pero si lograban pasarla, su
relación tendría mucho futuro. También se decían eso con el abrazo. ¡Animo!
¡Aguanta! Juntos podemos, el amor lo vence todo. El abrazo fue rematado con un
intenso beso que los dejó sin respiración.
A ellos y a alguien
más.
Al separarse,
Carlos se quedó pálido al ver frente a ellos a un joven con rastas que había
clavado la mirada en ellos, petrificado. Algo le decía que aquel chico era el
famoso perroflauta.
Marcos se lo
había temido. Había reaccionado tarde, Sofía estaba con otro. Al igual que
Margarita, él también se los había encontrado en pleno beso, pero su manera de
actuar fue muy distinta. No era capaz de articular palabra ni de llamarles la
atención para inmiscuirse e interrumpir su pasión. Margarita lo había hecho, y
con ello había logrado poner incertidumbre y sembrar dudas en la pareja, pero
Marcos era incapaz de hacer lo mismo.
No iba a
hablar, no iba a decir una palabra, tampoco quería que lo vieran, no quería
interrumpir. Su deseo, pasar desapercibido, desaparecer. Pero tampoco pudo, se
sentía clavado al suelo, incapaz de moverse, incapaz de reaccionar. Estaba
paralizado, como la mujer de Lot tras ser convertida en estatua de sal. Si al
menos fuera eso, una providencial lluvia podría disolverlo. Ni siquiera ese
consuelo tenía. Llevaba toda la tarde mentalizándose de que aquello podría
ocurrir, pero no fue hasta ver a su gran amor en brazos de otro hombre, y
besándolo, cuando comprendió que toda preparación era inútil.
De modo que
no dijo nada, pero Carlos lo vio, y fue su expresión de terror la que llamó la
atención de Sofía, que se giró en la dirección hacia la que miraba su pareja.
En ese
instante fue Sofía quien tornó en estatua de sal, víctima de la curiosidad,
como en la historia bíblica. Pero en lugar de presenciar la destrucción de
Sodoma, la terrible escena que la dejó cual escultura inanimada fue ver de
nuevo el rostro de Marcos.
Juan Martín Salamanca |
Y así fue
como, de repente, tres personas enamoradas se convirtieron en estatuas en el
barrio de Moratalaz.
Continuará…
Como siempre, ESCALERA DE CORAZONES es impecable, sus historias son tan cotidianas que te resultan como si te hubieran pasado....
ResponderEliminarOuch... Colisión de trenes y media en un menage-a-trois que dejo plantado a tres posibles amantes que nos han mantenido bailando así como sus relaciones. Creo que tendré que repasar las anteriores para saber donde me perdi. Gracias Juan por compartirlo con nosotros.
ResponderEliminarQué versión más actual del amor, de las inconveniencias, de los celos y las pasiones. Una historia que continúa desmadejándose. Un relato magnífico desde el primer capítulo. Enhorabuena Juan
ResponderEliminarINTERESANTE REDACCIÒN QUE INCITA A LEER Y QUE FORMA PARTE DE UNA NOVELA MOTIVADORA EN SU CONTENIDO, FELICITACIONES Y GRACIAS POR COMPARTIR.
ResponderEliminarTRINA LEÈ DE HIDALGO
las paradojas siempre llenas de incertidumbre resultado entretenido, Saludos.
ResponderEliminarSiempre es un placer leer a un amigo del mundo de las letras, y nuevamente te felicito por tu calidad y por la vehemencia que pones en todo lo que escribes. Te felicito.
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