"Piensan
robarme mi reserva de miel, puedo verlo en sus ojos mientras me hablan de las
tareas que realizan en los girasoles cercanos al estanque. Sé que todo es una
artimaña para que les hable de mi reserva, la cual he almacenado durante tantas
primaveras. Pero de mi no saldrá ni una tan sola palabra acerca del asunto, el
secreto morirá conmigo."
Así pensaba para si misma una abeja psicótica, la cual acostumbraba a volar siempre en los mismos lugares, nunca se le veía reír, su ceño siempre estaba fruncido, sus antenas se movía como si cavilara asuntos muy profundos. Sus alas se veía impecables, como sí cada día las limpiará.
Pero entre todo aquel misterio, la abeja sufría una afrenta cada día y noche la cual era que alguien le robará su reserva de miel. La cual se encontraba en el pequeño hueco de un viejo roble, al otro lado del río, fue una tarde cuando ya el sol se ocultaba, que observo aquel hueco y desde ese momento supo que tendría un escondite para su tan preciada reserva.
Cada tarde, lleva un poco de su miel a ese lugar, lo cual requiere mucho esfuerzo debido a que sus compañeras vuelan por doquier en aquel hermoso paisaje.
"Un día he de disfrutarte", dijo mientras depositaba la porción de aquel día. Mas no sabía la pequeña abeja que ese día nunca llegaría porque el día siguiente, cerca de las doce del mediodía, mientras volaba buscado polen en algunas flores, sin apercibirse cayo en la trampa de una vieja araña la cual había tejido una hermosa estructura invisible.
Se movía de un lado a otro, esperando encontrar la salida de ese mortal momento. La araña pacientemente aguardó, disfrutando de aquel agonizante espectáculo. La pequeña abeja se dio por vencida y mientras veía el sol esconderse pensó en su reserva que ya hacía guardada en aquel viejo roble.
Así pensaba para si misma una abeja psicótica, la cual acostumbraba a volar siempre en los mismos lugares, nunca se le veía reír, su ceño siempre estaba fruncido, sus antenas se movía como si cavilara asuntos muy profundos. Sus alas se veía impecables, como sí cada día las limpiará.
Pero entre todo aquel misterio, la abeja sufría una afrenta cada día y noche la cual era que alguien le robará su reserva de miel. La cual se encontraba en el pequeño hueco de un viejo roble, al otro lado del río, fue una tarde cuando ya el sol se ocultaba, que observo aquel hueco y desde ese momento supo que tendría un escondite para su tan preciada reserva.
Cada tarde, lleva un poco de su miel a ese lugar, lo cual requiere mucho esfuerzo debido a que sus compañeras vuelan por doquier en aquel hermoso paisaje.
"Un día he de disfrutarte", dijo mientras depositaba la porción de aquel día. Mas no sabía la pequeña abeja que ese día nunca llegaría porque el día siguiente, cerca de las doce del mediodía, mientras volaba buscado polen en algunas flores, sin apercibirse cayo en la trampa de una vieja araña la cual había tejido una hermosa estructura invisible.
Se movía de un lado a otro, esperando encontrar la salida de ese mortal momento. La araña pacientemente aguardó, disfrutando de aquel agonizante espectáculo. La pequeña abeja se dio por vencida y mientras veía el sol esconderse pensó en su reserva que ya hacía guardada en aquel viejo roble.
Kenson Gonzalez
Está muy bien, toda una lección para la avara abeja. La lección parece clara, carpe diem!!
ResponderEliminarUna buena parábola de la cual aprendemos que no debemos dejar las cosas para mañana, cuando podemos dejarla para hoy y compartirlo con los demás. Después de todo, la muerte es lo único seguro en la vida. Gracias Kenson por tus palabras.
ResponderEliminarClaro, la aventura no podía acabar bien. Hay que vivir y disfrutar el momento pues puede que cada uno de nosotros, tenga su araña particular
ResponderEliminarRetener pequeños tesoros, esconderlos, no sirve de nada al fin y al cabo. El egoísmo humano es tal el de esta pequeña abejita, pudiendo compartirlo (como la poesía y las historias) algunos por timidez, desconfianza, desazón... no lo hacen, y he ahí su triste final, el del olvido, el abandono...
ResponderEliminar¿Qué ser será el que descubra la miel de esa abejita...? ;)
Un abrazo,
María José Cabuchola Macario
Nunca ha sido bueno acumular por acumular sea lo que sea, como bien dicen es mejor compartir ya que no sabemos que nos depara el futuro, muy buen relato reflexivo, Saludos!
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