Se acerca el tiempo de celebración del natalicio de Jesús. Eso queda claro para la mayoría de las Colonias Espaciales que comparten al cristianismo como religión común. El general Tallerman se daba cuenta de este evento, porque la decoración de las tiendas en la ciudad de Li’Chestea coincide ahora con su selección de ropa.
Su figura alta y fornida viste ahora de civil, pero jamás renunciará a la gabardina roja que muestra su rango en los hombros. Tal como toda figura pública, el oficial de cabello canoso, con una amenazadora cicatriz en su ojo izquierdo es saludado con mucho respeto por los transeúntes. Los cadetes en entrenamiento y los soldados de infantería se detienen y presentan sus respetos con un saludo militar. Los civiles en cambio varían los saludos. Los siervos, campesinos o paisanos estrechan su mano de forma bonachona y cordial. Los nobles toman su tiempo para emitir un cortes pero hipócrita saludo al advenedizo héroe que había alcanzado su posición por un hecho de armas y no su rancio abolengo. Pero para las mujeres, un beso es requerido para todas. La mayoría de ellas afirma que a pesar de lo tosco y varonil de su aspecto, es atractivo a su manera.
Él por su parte desearía encontrarse en otro lugar. Como todo general, su deseo es estar en el frente de combate. La Guerra del Borde Interno, el acontecimiento histórico que se vive a lo largo del sector 446, está presente en la vida de los humanos, colonos o terraformados. Los carteles de reclutamiento y los resultados de la lotería de las colonias son un constante recordatorio de que la guerra continúa. Esto lo hizo enfadarse, porque le recordó a ella.
La almirante Katherine Xibaja, la mente detrás de las victorias durante el primer mes de guerra. Él ha llegado a odiar a esa mujer de forma irracional y el sentimiento es mutuo. Ha llegado hasta el punto de que ella ignoró sus peticiones de ayuda durante un combate en La Ranura. Como consecuencia, la Décima Flota Irezumi desapareció como fuerza de combate y la maldita Comadreja tuvo que acogerse a una baja forzosa que la alejó del frente.
De lo que no se dio cuenta nunca es que ella no sólo era la mente detrás de las primeras victorias de La Ranura, era quien se encargaba de coordinar la línea de suministro de las fuerzas humanas desplegadas en ese nodo. Él fue incapaz de llevar a cabo esta labor o de delegarla a alguien. No era lo suficientemente humilde para admitir su incapacidad y la Agente de Flota Irezumi no le perdonó su incompetencia. Cuando su sucesor estuvo listo, él también fue enviado de regreso a casa.
Esto lo deprime sobremanera. Mientras camina por las calles de la ciudad capital de la Colonia I, observa los escaparates en silencio y recuerda tiempos mejores. Tiempos en que él vivía con su familia. Los tiempos en que compartía la Navidad con su esposa Renko y con sus hijas, Frantsiska y Tereza.
Él no es muy religioso. Sin embargo, siempre que podía trataba de mantener las tradiciones. Él nunca hizo falta en ninguna de las celebraciones de Navidad. Aunque a decir verdad, la Navidad para la Ortodoxia Oriental es a principios del primer mes del año; a diferencia de finales del año para las otras creencias cristianas. Siempre que podía, él trató de pasar las fechas de fiestas con su esposa y sus hijas. Ahora, el cuerpo de su esposa flota inerte en alguna parte del nodo 350 y su hija mayor está perdida en alguna parte del sector bajo el comando de la odiosa Comadreja.
Bárbara, su actual pareja, un conveniente adorno producto de un acuerdo político para explotar su imagen, es conservadora y piadosa. Su estomago se lo recuerda mientras camina por las calles de la ciudad. El ayuno de cuarenta días antes de Navidad lo ha dejado realmente hambriento. Por eso se alegra cuando una muchacha lo llama a voces. Ella lo saluda frente a un comedor de veinticuatro horas. Él devuelve el saludo, ambos se besan dos veces en las mejillas como es la costumbre de su pueblo desde que tiene memoria.
La joven viste de forma sencilla. La blusa oscura y la falda de color rojo son símbolos inequívocos de que es práctica a la hora de vestir. Zapatos bajos, poco maquillaje y el cabello rojo como la zanahoria muy corto delatan su formación militar. Él sonríe cuando ella le muestra dos bolsas con comida para llevar. En silencio el general acepta, ambos sólo tienen que avanzar unos cuantos metros para llegar a un discreto callejón donde desaparecen de la vista de los curiosos.
Les toma poco tiempo llegar a la puerta del motel al fondo del callejón oscuro. Están en el área rosa de la ciudad, donde cualquier clase de manifestación sexual es permitida. Entre los arrumacos y los besos, ambos se registran como el señor y la señora Maskahdov, un alías como el que muchas parejas se registran en esta clase de negocios. El encargado del día entrega una tarjeta y la pareja ingresa a los elevadores que los lleva a los niveles inferiores.
El general padece varias clases de hambre, pero en este momento desea satisfacer su lujuria primero. A la pareja le cuesta abrir la escotilla de su cuarto. Cuando se cierra, la joven le quita la gabardina entre los abrazos y los besos del hombre maduro. Ambos dejan la comida sobre la mesa de centro, de inmediato se encargan de la molesta ropa que los cubría. Primero salta su camisa clara, que cae sobre un sillón. Luego cae la camiseta que cubre su pecho. A pesar de su edad, sus músculos son firmes y sus hombros son anchos, símbolo de su amor por el ejercicio y la actividad física. Estos se hacen manifiestos junto con su fuerza ante la joven, que comienza a devorarlo con mayor deseo.
Conforme ella juega con su pecho, él se encarga de su blusa. Esto no le da trabajo, pero para su sorpresa su compañera usa un corsé en lugar de sostén. Sería una lucha imposible contra los botones, pero la joven toma sus manos y lo obliga a concentrarse en la parte inferior de su cuerpo. En un suspiro su falda cae al piso de la habitación, lo que delata que no usa bragas.
Bien Kathy, siempre lista.
Ella lo obliga a sentarse en el borde de la cama. Con una sonrisa lo despoja de sus zapatos. Luego, lo ataca a besos. La confianza de los amantes le da permiso a él de masajear su pecho y a ella de curiosear con sus dedos su entrepierna. Pero cuando ella ha retirado el cinturón de su pantalón, un poderoso bramido de cañones en compañía de las notas estridentes de una pieza fuerte de cámara interrumpe a los amantes.
Él chasquea los dientes. Su mirada se voltea hasta su gabardina roja, en medio de la sala de estar. De inmediato la pesada mano de la joven lo obligó a ponerle atención. Ella lo deseaba realmente. Lo desea aquí y ahora. Pero para él, la traviesa experiencia ya no puede continuar. El deber llama.
—¡Por favor Lillit! ¡No contestes! Ignora esa llamada.
El general niega con la cabeza. Con su mano acaricia el rostro de su amante, sonríe y contesta–: Sabes que no puedo, Kathy. Lo sabes muy bien.
Ella se aparta molesta de su lado. Lillit toma su tiempo para levantarse de la cama. En cuanto puede llega a la sala de estar, donde la molesta y ruidosa sinfonía sigue perturbando a la pareja en la habitación. Tal como es su costumbre, él se cala la gabardina y extrae el aparato de enlace, propio de cada militar dentro de la Flota. Con un gesto molesto estudia el origen de la llamada, pero se sorprende. Quien lo llama no está registrado, la única identificación es la referencia militar de su procedencia.
—Kathy… ¿Conoces a que corresponde la denominación Mike Foxtrot Tango Catorce?
—Yo que voy a saber, Comandante.
Kathy está molesta, no lo oculta. Él no va a preguntarle más. El general entonces revisa el origen de la llamada con los números en el identificador. Descubre que la llamada proviene de una nave espacial, el número de denominación la delata. También identifica el nodo de donde proviene, que aparece como el primer número previo del registro numérico de la nave. La llamada es del planeta terraformado de Tara, a casi un mes de viaje de la Colonia I.
Lillit siente un sudor frío que recorre su cuerpo. Un mes atrás, antes de que llegara al nodo 422, la almirante Xibaja había retirado a la mayoría de las naves de combate del sector antes de que fuesen descubiertas por exploradores orelianos. La operación, una obra maestra de planificación y anticipación, le brindó un respiro a las colonias y evitó que sufrieran ante una revelación indiscreta. La mitad de ese contingente reforzó las fuerzas en la Ranura. Pero la otra mitad, bajo el comando de la mismísima Comadreja, no había dado signos de vida por ninguna parte. Esa flota, más de tres mil quinientas naves de combate, junto con su contingente de suministros, desapareció en el espacio sin que nadie pudiera dar cuenta de su destino.
Una de las cosas que más lo perturba de esto es que su hija se encuentra entre los desaparecidos. Si, los años de celos y paranoia en los que la obligó a tomar clases de vuelo y comando de naves espaciales, en que le enseñó a usar armas y en que la obligó a tomar clases de defensa personal; le pasaban ahora la factura. Jamás había estado arrepentido de sus decisiones hasta ahora. Los conocimientos de su hija mayor le permitieron saltarse las restricciones de edad e integrarse a otros cadetes que estudian para ser oficiales en esta guerra.
A sus catorce años, su habilidad la tornó elegible como piloto y la hizo sujeto de reclutamiento de su mayor enemiga. La Comadreja se había llevado a su hija, es probable que a propósito. Ahora ella se encontraba lejos, sólo Dios sabe dónde. Si algo malo le pasa, él mismo matará a su rival cuando se vean de nuevo.
Entonces fue cuando lo comprendió. Las naves de combate que no han sido bautizadas reciben el nombre de sus navegantes. Mike Foxtrot Tango es el nombre de un crucero. Pero si se apartan las primeras letras, forman las iniciales de su navegante, M.F.T. Él sólo conoce una persona que tiene específicamente esas letras como iniciales de su nombre. Él mismo las había pronunciado al bautizarla. Son las de su hija perdida, Mariya Frantsiska Tallerman.
El general conectó el aparato de enlace al transmisor de imagen en el centro del cuarto. La luz de la sala se apagó en un instante. Conforme la imagen aparecía, él terminó de acomodar y cerrar la gabardina. No podía ocultar sus nervios. La última vez que se vieron no se habían despedido en buenos términos, doscientos días atrás. ¿Qué debía decirle? ¿Cómo debía hablarle?
La imagen de una joven adolescente se desplegó frente a él. Ella está sentada en el puesto de comando tradicional para los navegantes a la izquierda, pero le da la espalda y habla en otro idioma. Su cabello negro cae desordenado por su cuerpo. Tras una advertencia verbal de su comandante en un idioma que conoce pero no habla bien, ella se voltea de inmediato y su cabello se desliza sobre su pecho. El uniforme verde y la falda negra son signos inequívocos de que todavía es una cadete, ni siquiera tiene derecho a portar un distintivo de comando. La voz en forma de un firme reclamo de la comandante de su hija provoca que le ponga atención por un momento. Se le hace conocida, pero la ignora, a pesar de esa sensación extraña de bilis en su estomago que siente al contemplarla bien. En realidad no la conoce, pero no puede ignorar la sensación de que la ha visto en alguna otra parte. Él la conoce, de mala manera.
Sin poner atención a la severa reprimenda verbal, la joven frente a él suspira y baja la cabeza.
–Papá… No tengo mucho tiempo.
–Papá… No tengo mucho tiempo.
Tallerman siente un nudo en la garganta que le corta la respiración y el habla. Quiere decirle tantas cosas. Quiere decirle cuanto la extrañaba. Quiere decirle que la ama por encima de todas las cosas. Quiere pedirle perdón por haberla obligado a aceptar a su nueva madre, por haber provocado que saliera de la casa, por haberla forzado a tomar la vía castrense a tan corta edad. Quiere, pero no puede. Un incomodo silencio se impone entre ambos. Pero ella demuestra ser su hija. Como él no reacciona, ella levanta su cabeza y sonríe.
–¡Feliz Navidad, papá!
–¡Feliz Navidad, papá!
Los ojos del general se tornan vidriosos. Una leve mueca en forma de sonrisa comienza a invadir su rostro. En el breve lapso en que su garganta se desanuda, este apenas pudo responder–: ¡Feliz Navidad, Fanny!
—Saluda a Teddy de mi parte, por favor.
Hay tantas cosas que quiere preguntarle, pero la joven no tiene tiempo. Cuando ella aproxima su mano al tablero para cerrar la comunicación, él le pregunta—: ¿Cómo está la situación en Tara, hija?
—¡Ganamos!... ¡Te amo papá!
La joven no le da tiempo de reaccionar. Lo último que observa es su sonrisa, franca y amena. La imagen después se torna oscura, clara evidencia de que ella ha interrumpido la transmisión de forma voluntaria. Es probable que su comandante esté al pendiente de la conversación ya que la ha sorprendido, parte de la conversación que logró captar a su espalda se relaciona con esto. Es probable que su hija tenga que pagar alguna pena por hacer esa llamada. Pero la primera persona en quien pensó para comunicarse en cuanto pudo hacerlo fue él. Eso realmente mostraba el amor que todavía siente su hija hacia él.
Yo también te amo, Fanny.
Nada amargó el día del general Tallerman a partir de ese momento. Ni siquiera el reclamo de su amante que abandonó el cuarto y le hizo una escena por su indiferencia. Ni siquiera el reclamo que le haría su pareja política al día siguiente, menos el amargo recordatorio de su oficina en las barracas de entrenamiento de la Colonia I. Nada borró la sonrisa a Lillit María Tallerman de su rostro por largos días. Porque su hija le había hecho un regalo de Navidad inolvidable. Saber que ella estaba viva y con bien es el mejor regalo de Navidad que había recibido en su vida. El mejor regalo que un hijo puede hacerle a un padre. Es la clase de regalos que no se olvidan.
Un cuento navideño muy original. Te felicito por tu imaginación, amigo Carlos.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan! Perdón por responder hasta ahora, pero estoy un poco liado, voy a salir a la casa de mi hermano. Esto se me ocurrió con el especial de Eva, es algo que sucederá en el futuro del libro que estoy publicando. Estamos para servirte.
EliminarMuy bien podría ser ésta, una Navidad del inmediato futuro. Confíemos en que no sea así, por el bien de todos nosotros. Un relato muy interesante y comprometido. ¡Feliz Navidad! Carlos, confío en que tú sí tengas cerca a todos los que amas.
ResponderEliminarGracias Faustino! Estoy un poquitillo enredado porque voy a salir de la capital. El relato es parte de los libros que estoy promocionando, se me ocurrió con el concurso de Eva. Esperamos un mejor año el próximo. Suerte!
EliminarProyectado al futuro sin perder el valor y la importancia de la Navidad. Así ha sido y sera por siempre.
ResponderEliminarExtraordinario relato.
Gracias Hugo. Es un cuento corto de las historias que estoy publicando en Amazon (directamente con sus personajes). La voy a guardar para un futuro. Estamos en contacto.
EliminarMe ha sorpendido y gustado al mismo tiempo. Ha sido un placer leerte.
ResponderEliminarGracias Calliope. Este es un stand-on de lo que escribo. Me alegra que te haya gustado y estamos en contacto.
Eliminar