Tal como lo
había prometido, Berlashalee le comentó a su madre acerca de su nuevo amante.
Ella lo describió como un carismático oficial, una figura de poder menor sin
nombre al que había logrado seducir con sus encantos. Para su decepción, su
madre sólo expresó consternación y preocupación por ese comentario. Ella le
explicó que los oficiales son unos grandes mujeriegos, le recordó que su padre
había sido un alto oficial, le anticipó que su relación sería sólo una de
muchas que el oficial había tomado a lo largo de su vida, un defecto inherente
en los hombres cuya vida en la infraoscuridad es sumamente corta e
imprevisible.
Ante los
reproches de la joven, su madre le prohibió terminantemente que lo volviera a
ver y la conversación terminó con una molesta muchacha que regresó a su dormitorio
a llorar y rumiar su mal humor.
Para la
desgracia de su madre y su dicha, esa fue una orden imposible de cumplir. Ella
le había entregado el itinerario de sus presentaciones a Zeknarle, que diligentemente
la siguió por todas partes de la ciudad. En la compañía de Eorel, los guerreros
siempre pasaban la noche en las tabernas donde ella se presentaba, lo que le
permitía expresarle sus deseos y procurar enredarlo más en sus redes y tramas.
Pasado un mes de
estas visitas, Zeknarle fue quien dio el paso adelante. Él le dijo su verdadero
nombre, le entregó una pequeña cinta ritual, símbolo de unidad en su sociedad. Ella
sintió como su corazón se salía de su pecho, aceptó de inmediato la propuesta, se
ilusionó con la posibilidad de poder desposar a un atractivo soldado, al cual
podría convertir, que podría comprarla para darle su libertad y al cual podría
mantener controlado para hacer su voluntad.
Zeknarle se
atrevió a algo más. Luego de hacer el amor desenfrenadamente, tal como lo
habían hecho desde que se conocieron, le propuso a la ilusionada muchacha visitar
a su madre para comunicarle la buena nueva. La ilusión de la propuesta obstruyó
cualquier precaución en la cabeza de Berlashalee, que en éxtasis por la alegría
y el gozo de la noticia aceptó la propuesta.
Ella se terminó
de arreglar el cabello, el cual se ató con una cola por motivo del viaje. Con
un vestido de dos piezas revelador que no dejaba nada a la imaginación, ella
sonrió frente al espejo, tomó una estola y se la puso en torno a sus brazos. Es probable que todavía estuviese frío
afuera, pensó mientras la acomodaba para que no estorbara. Satisfecha con
su reflejo en el espejo; ella volteó su vista a su mesa de noche, donde observó
sus cuadernos y notas.
¡Tengo que volverme a presentar aquí! Mañana me
los llevaré.
En realidad su
libro de hechizos y sus ingredientes le estorbaban. Por esto ella salió por la
puerta sin ellos y cerró la puerta de su habitación con llave. Bajó por las
escaleras al piso inferior de la taberna. Pero casi se tropieza con un bulto en
la base de las escaleras.
Ella quiso
reclamar cuando observó mejor y descubrió quien era. Eorel se encontraba tirado
en el piso, completamente ebrio. Él estaba acurrucado contra el pilar de las
escaleras hecho una piltrafa. La escena casi le hace voltear su estomago.
¡Qué asco!
Berlashalee no
ocultó esa sensación que le provocó el desaseado y sucio elfo oscuro, que no
podía conservar la belleza de su cuerpo, la estabilidad en su comportamiento ni
la moderación en sus actos. Pero verlo así le provocó lástima. De una mesa a su
lado tomó uno de los manteles y lo cubrió con cuidado. Al acariciar su cabello,
por accidente retiró el sombrero que usaba y él se transformó ante sus ojos.
Su piel oscura y
azabache como la noche comenzó a aclararse con rapidez, hasta que adquirió un
tono blanco cenizo, apenas enrojecido por los efectos del alcohol. Ella no
evitó la curiosidad al observarlo, era la primera vez que veía una variedad de
elfo diferente a la suya. Era un elfo claro. Un elfo de alta cuna, un
descendiente del Padre de los Elfos, que se había disfrazado para pasar
desapercibido en la ciudad.
Ella enmudeció
de asombro por un largo rato. No podía dar crédito a lo que observaban sus
ojos. ¿Cómo se había colado un elfo claro en la ciudad? Ella sabía muy bien el
destino que le esperaba si era descubierto. Sería torturado de forma agónica y
brutal, sería puesto boca arriba en una mesa de sacrificio. Al final extraerían
su corazón de su pecho y lo ofrecerían a la Reina de las Arañas, a la que todos
escuchan y con la que todos sueñan.
—Berly… ¡Te estoy esperando!
La voz de
Zeknarle la regresó de nuevo a la habitación. Ella colocó el sombrero de Eorel en
su sitio sobre su cabeza y sonrió para sí misma con delicia. El hechizo se
restauró sobre el muchacho, su apariencia volvió a ser la de un elfo oscuro. Ella
guardaría ese conocimiento para usarlo en caso de que Eorel estorbara en su
relación. Antes de volver a ser llamada, ella salió a las afueras del local y
se asombró con el espectáculo que se ofrecía frente a ella.
El local donde había amanecido se encontraba cercano al uno de los canales de aguas termales que atraviesan la ciudad. Al lado de la gran plaza frente a la taberna ella encontró con sorpresa que una montura alada la esperaba. Zeknarle ayudó a la joven a subir, luego él montó delante de ella, dominó a la criatura y con un leve movimiento de las riendas alzó vuelo. Berlashalee no pudo evitar la sorpresa al observar la montura, al percatarse de que su amante sabía cómo controlarla y como la criatura volaba ante sus órdenes. Por esto, luego de un rato en el aire ella exclamó con sorpresa—: ¡Vaya! No sabía que pudieras montar.
Zeknarle Hun'Afin Arte: Alx Palacios; Color: Yonan Montalban. |
El local donde había amanecido se encontraba cercano al uno de los canales de aguas termales que atraviesan la ciudad. Al lado de la gran plaza frente a la taberna ella encontró con sorpresa que una montura alada la esperaba. Zeknarle ayudó a la joven a subir, luego él montó delante de ella, dominó a la criatura y con un leve movimiento de las riendas alzó vuelo. Berlashalee no pudo evitar la sorpresa al observar la montura, al percatarse de que su amante sabía cómo controlarla y como la criatura volaba ante sus órdenes. Por esto, luego de un rato en el aire ella exclamó con sorpresa—: ¡Vaya! No sabía que pudieras montar.
—Existen muchas
cosas de mi que no sabes, querida— exclamó el muchacho mientras acariciaba su
cabello con una mano. Ella por su parte se sujetó con fuerza y observó deleitada
como la criatura batía sus alas y se deslizaba hacia las cavernas superiores.
—Dime qué rumbo
debo tomar, querida.
Ella no expresó
más palabra, no podía debido al ruido que hacían las alas al batirse. Señaló a
su derecha con firmeza, a un acceso en medio de la piedra. Zeknarle movió las
riendas en esa dirección, la criatura obedeció la orden y voló en dicha
dirección.
El calor del
vapor que subía de las aguas termales y de la lava que rodeaban la cueva hizo
más difícil la jornada. Berlashalee comenzó a sudar copiosamente y se resbaló del
asiento. De inmediato ella lo abrazó de la cintura (es perfecta) mientras la
montura se esforzaba por ascender la enorme distancia que todavía los separaba
del acceso en la piedra.
Al llegar a la
protuberancia, Zeknarle tuvo que hacer un gran esfuerzo para maniobrar su
montura. El ascenso, que había sido largo y extenuando por el calor, agotó a la
montura. Pero en cuanto tuvieron a la vista la entrada, con mucha habilidad él logró
que recogiera las alas y se posara grácilmente en su interior.
Él bajó primero
de la montura y la ayudó a bajar. Una brisa helada los recibió como única
respuesta. A la vista de la única luz, Berlashalee tomó una antorcha permanente
de un anillo que la sujetaba a la pared de piedra, tomó de la mano al jinete y
comenzaron el ascenso por el estrecho pasadizo que daba a la entrada.
Ambos solo
sentían que pasaba el tiempo mientras caminaban. La luz y su habilidad para ver
en la oscuridad les permitía pisar con seguridad entre la caótica disposición
de las gradas de ascenso.
—¿Ya llegamos?
—Qué impaciente
que eres. Aquella sólo era la entrada principal. La caverna se extiende mucho
más allá… Todavía nos hace falta caminar un poco más.
El viento se
tornó cada vez más helado conforme avanzaban. Con un sutil movimiento,
Berlashalee subió la estola sobre sus hombros para cubrirse. Faltaba poco. Por
esto, cuando observó la luz plateada frente a ella, sonrió, apresuró a su
pareja y avanzó los últimos pasos que quedaban con decisión y alegría.
—Llegamos.
Zeknarle trató
de retener un suspiro. La bóveda de la cueva era enorme y brillaba en un tenue
brillo plateado que acompañaba el color de sus cabellos. Su expresión de
asombro era sincera, al comprender por un momento que no había nada de natural
en la disposición de la bóveda y el brillo que emanaba de ella.
—Bienvenido al
Atrio. En este lugar las fieles se congregan para ingresar al templo. Llamaré a
mi madre para que podamos purificarnos y entrar al área interior como
corresponde.
Berlashalee le
dio la espalda en ese justo instante. Pero cuando quiso avanzar, la mano de su
amante la detuvo. En un arrebato ella fue abrazada de espaldas y pudo escuchar
su dulce voz susurrar en su oído —Por mí está bien… Quiero decirle en persona lo
que siento por ti. No sabes cómo deseo que nos de su aprobación.
—En serio, que
alegría.
La muchacha se
volvió y lo abrazó con ternura. Conforme recostaba su cabeza sobre su pecho,
sonriente e ilusionada, ella reafirmó con su abrazo lo que sentía. Había
esperado tanto tiempo encontrar a un hombre que la protegiera y defendiera; que
la sedujera, que expresara lo que sentía hacia ella, que estuviese perdidamente
enamorado de ella.
Berlashalee sentía
que había alcanzado el cielo, que había alcanzado la cúspide de sus metas. Este
era su momento de triunfo. Este era su mejor momento. Jamás nunca podría
repetir el logro que se encontraba entre sus brazos. Uno excepcional para ella
misma en la sociedad que la rodeaba y la ciudad que la atormentaba.
Pero un leve
ardor en su espalda la hizo regresar a la realidad. Ella se llevó la mano al
punto donde le ardía y sintió la saeta que sobresalía de su espalda por debajo de
las costillas. Incrédula la tocó, el latigazo de dolor que le produjo le hizo
ver que estaba herida. De inmediato las fuerzas la abandonaron. Ella luchó para
conservar su abrazo, pero su amante sonrió maliciosamente y respondió con
orgullo —Debo agradecerte cariño, por
darme esta oportunidad de ascender en mi carrera. No es personal, pero deberías
cuidar mejor lo que dices frente a otras personas; no es así, seguidora de la Doncella Oscura.
Las sensaciones que
se combinaron en Berlashalee la abrumaron. Primero el dolor de su herida que la
ahogaba en la inconsciencia, el dolor de la traición de la que había sido
objeto, la furia por no haber sido lo suficientemente precavida para reconocerla
y la vergüenza por haber sido usada de esa forma. Ahora su clero desaparecería
por su culpa y no podría hacer nada al respecto. Visiblemente molesta, ella reunió
las fuerzas que le quedaban y abofeteo a su amante en su mejilla derecha. Lo
único que consiguió por esto fue un codazo en el centro de su pecho y la
compañía de las infames palabras de su antigua pareja —¡No me toques!
Su cuerpo apenas
sintió el frío suelo de piedra pulida. Ella, que apenas podía conservar los
ojos abiertos, observó como Zeknarle la escupía en su rostro, mientras otra
mujer, con un gesto de orgullo, sostenía una ballesta pequeña y cargada en la
mano. Con una sonrisa de realización, ella lo abrazó con su brazo libre.
—Así que esta es
la estúpida bailarina.
—¡Así es! ¡Me imagino
que ya vienen, Zin!
—Por supuesto,
cariño. Deberán estar aquí en cualquier momento.
Conforme las
fuerzas la abandonaban ella comenzó a llorar amargamente en el piso frío.
Luego, sólo pudo sentir los pasos, cientos de pasos que comenzaron a avanzar al
interior del templo, así como los gritos de sus hermanas en la congregación conforme
iniciaba el ataque. Al instante, una alarma sonora se dejó sentir a lo largo de
la cueva y todo se tornó oscuro.
Carlos "S0met" Molina
precioso relato de comic. me encanta
ResponderEliminarNo puedo negar mis bases. Comence como guionista de comic para varios artistas nacionales y no puedo abandonar tan fácil el genero. Me alegra que te guste. Muchas gracias.
EliminarMe encanta, ub abrazo
ResponderEliminarManuel Barranco Roda
Gracias Manuel!
EliminarMe ha gustado Carlos Molina. Decirte que soy amigo desde hace más de treinta años del dibujante de Comic Carlos Pacheco, ya que somos del mismo Pueblo ( San Roque- Cádiz )
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Es un proyecto que he debido empantanar por falta de recursos, pero las historias las tengo hechas para irlas liberando. Espero encontrar financiamiento pronto. Y muchas gracias.
EliminarDesde luego Carlos, eres un especialista en la materia. Es un mundo fascinante el del comic. Todos aprenderemos mucho de ti respecto de ese mundo tan particular. Felicidades
ResponderEliminarGracias don Faustino. Me gusta escribir, pero lo que me dio la primera oportunidad fue hacer guiones de comics. Espero llevar a buen término la historia y comenzar ODETA (la que presente en febrero) que es más moderna, cómica y progresiva.
EliminarUna vez más nos vuelves a llevar a ese mundo de fantasía como si fuera real. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan!.
Eliminarme va gustando ... va pausada! pero va metiendo al lector suavemente :p Saludos!
ResponderEliminarEn el siguiente creo que le he inyectado más velocidad. Voy a procurar ir más rápido. Gracias por leerlo, y nos estamos escribiendo.
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