Jueves.
“Al fin llegó el gran día”
pensó Guillermo mientras volvía a releer la lista que tenía enfrente por
enésima vez. Y, a medida que la leía, iba tildando los nombres y haciendo notas
al costado con su boli de color verde. Mientras repasaba los seis nombres que
estaban en ella, recordó cómo había llegado hasta ahí, hasta ese momento
“bisagra” en su vida, qué podría significar tanto su cielo, su resurgir del
fondo del lodo del océano, como su mismísimo infierno. Sin embargo, él prefería
visualizarse como una Flor de Loto, nacida del fango.
Guillermo Macedo se había
graduado de Psicólogo hacía ya veinte años, pero los últimos quince se había
dedicado a los Recursos Humanos. Su última posición había sido como “Director
de RRHH para el Mercosur[1]”
de una conocida empresa de bebidas cola. Pero entonces, la maldita crisis había
llegado aunque la señora Presidente se empeñara en decir que todo estaba bien y
que vivíamos en el País de las Maravillas, aquel de Alicia. La cruel realidad
era que desde el 2009 que Guillermo estaba parado. Pese a su impresionante
curriculum, no conseguía un trabajo a su altura. Ni a su altura ni por debajo
de ella, ya que para cualquier oficio Guillermo estaba “sobrecalificado”. Sus
ahorros habían comenzado a mermar hasta ya casi ni tener efectivo y sobrevivía
haciendo malabarismos con sus tarjetas de crédito y algunos pequeños trabajos
para consultoras amigas. Su crisis profesional y económica había terminado
también por interferir en su vida personal, ya que su pareja (ahora ex) Sofía,
decidió ni lenta ni perezosa (dos cosas
que nunca había sido) poner punto final a una relación de once años,
argumentando que Guillermo estaba siempre deprimido y que ella aún tenía cuerda
para rato y que no quería que la arrastrara a su abismo oscuro y otros muchos
“y qués”. Los dos compartían la profesión ya que Sofía era Directora de
Recursos Humanos de una cadena hotelera. La cosa se había dado con la rapidez
de un meteoro: a ella le habían ofrecido un ascenso que implicaba radicarse en
el exterior-Hawai, precisamente- ella había lo aceptado y Guillermo no figuraba
en sus planes a futuro. Nunca se habían casado ni habían tenido hijos, las
cuentas bancarias estaban por separado, y no tenían bienes en común, por lo que
Sofía hizo sus maletas de inmediato y se marchó, dejando a Guillermo “sólo,
fané y descangallado[2]”,
como el tango de Discepolo.
Pero bien dicen que la
necesidad tiene cara de hereje. Si bien a Guillermo nunca le había gustado
mucho el consultorio-esa extrema intimidad de la consulta privada lo perturbaba
sobremanera- de repente tuvo un rapto de inspiración y viendo una película ochentosa
sobre un grupo de mujeres en terapia, se le ocurrió la idea de formar un grupo
de terapia solo para hombres, un espacio de reflexión y de contención en donde
los de su propio sexo se sintieran cómodos y libres para hablar de sus
problemas. Los tiempos habían cambiado y con ellos los roles. El hombre ya no
era en muchos casos, el “proveedor” del hogar, sino su mujer la que traía el
pan nuestro de cada día, y muchos de ellos se veían ante conflictos y angustias
que antes su género no desconocía. Pero... ¿sería una idea rentable? ¿Tendría
convocatoria? No lo sabría hasta que no lo intentara. Y Guillermo Macedo era
ante todo, un hombre de acción.
Sorprendentemente, la
convocatoria había sido mejor de lo esperado. A lo largo de tres semanas había
tenido varios llamados Y ese jueves, sentado en su escritorio, volvió la mirada
a su lista y analizó mentalmente cada nombre, preguntándose la historia que se
escondería detrás de la historia de cada uno de esos seis hombres que había
confirmado su asistencia.
El primero de la lista era
José Francisco, un bioquímico de 60
años, cuyos últimos dieciocho los había pasado en prisión, cosa que ser humano
alguno podría imaginar al verlo, con esa pulcritud y flema inglesa y esos modos
tan correctos, empezando por su tono de
voz tan bajo y melifluo. A José Francisco lo habían condenado a cadena perpetua
por el triple asesinato-agravado por el vínculo-de su mujer, el amante de ésta
y además, su suegra, a la que había “agregado en el combo” ya que la
consideraba como la causante de todos los males que aquejaban a su matrimonio.
Ni siquiera se podía decir que aquel había sido un crimen pasional, de esos de
gritos, arranques impulsivos, tiros y sangre desperdigada por todos lados. No,
no. José Francisco había cometido los asesinatos como siempre se había manejado
en su vida: discretamente. Como buen científico que era conocía mejor que nadie
la química de las sustancias y los había envenenado a los tres. José Francisco
había salido por buena conducta-era un interno ejemplar-y quería reinsertarse
en la sociedad. Tenía, además, dos
hijas, a las que no veía desde que eran adolescentes y a las cuales ansiaba
volver a ver pero-demás está decir-ellas no querían verlo a él ni en
estampitas.
Damián tenía
treinta y ocho años y en el auge de las bandas juveniles de fines de los
ochenta y principios de los noventa, había sido una estrella pop. Vocalista de
la banda “Eléctricos”, las adolescentes de los ochenta y noventa suspiraban por
él y sus compañeros (pero sobre todo por
él, solía pensar Damián). Luego la moda de las bandas juveniles pasó a la
historia y el agente de Damián le hizo lanzar una supuestamente promisoria
carrera como solista, en la cual sólo logró tener un “hit del verano” pero sin
el apoyo de la infraestructura de la banda, muchas de las falencias como
artista de Damián quedaron en evidencia y este pasó al olvido tan raudamente
como se había hecho famoso. Luego vinieron años en los que hizo de todo para
subsistir y a mediados de los años 2000, había intentado reavivar su carrera
como solista, pero sin éxito, ni siquiera con su versión remixada de su antiguo
hit del verano. Inclusive había formado parte de una versión para “famosos” de
poca monta y estrellas eclipsadas de un Reality Show, ese que los encerraban en
una casa por tres meses. Cuando estuvo nominado y fue al teléfono junto con una
ex vedette entrada en carnes (pero que
lloraba como una niña porque extrañaba a sus hijos gemelos de nueve años concebidos
por inseminación artificial cuando ella ya había pasado los cuarenta), en
la primera mitad del programa, la gente lo sacó con el 87 por ciento de los
votos. Siendo tan solo el tercer eliminado de catorce participantes, pasó por
el programa sin pena ni gloria, salvo por la escena de sexo hot y triple x que
tuvo en el jacuzzi con otra de las participantes.
Damián vivía rodeado de
sus Posters que le devolvían su pasado de Estrella del Pop, pero
lamentablemente, ya nada quedaba de aquel adolescente carilindo y carismático
de “Eléctricos” que enloquecía a todas las muchachas. Su otrora cuerpo
esculpido se asemejaba al de un ex jugador de Rugby que había pasado años sin
entrenar y su cara angelical se había transformado hacía rato, gracias a la
cocaína, la heroína, el alcohol y la noche-en una mueca dura y forzada con una
mirada vidriosa que estaba más cerca de un zombi que de una estrella del Pop.
Damián se sentía perdido, su vida no tenía sentido pero su principal problema
era el no poder aceptar su ocaso.
Robertino era el menor del grupo. Con sus 23 jóvenes años, había sido derivado
por una colega de Guillermo, pensando que el grupo le iba a resultar muy
sanador. El principal problema de Robertino era la culpa, una culpa infundada
por haber sobrevivido a un accidente automovilístico años atrás, en el que
habían muerto su novia, su hermano y tres de sus amigos. Era de madrugada,
venían de una fiesta en una estancia, el auto estaba sobrecargado y un camión
los embistió. Robertino fue el único que se salvó a la masacre. Hasta el día de
hoy, no se explicaba cómo había logrado salir de esa maraña de hierros
retorcidos que era el auto de su hermano Nicolás, quien junto a su amada
Ayelén, junto a Pancho, a Sebita y a Daniela ahora lo miraban desde el cielo.
La historia de Fausto-el cuarto de la lista- era
bastante parecida a la del propio Guillermo (cosa que al psicólogo le causó un poco de resquemor por el tema de la
bendita transferencia) pero con el agravante de que había hijos en el
medio. Fausto era un ejecutivo que hacía tres años que estaba sin trabajo y no
conseguía nada. Había sido Director de Marketing de una empresa de alimentos
para gatos pero ante la reducción de personal, lo habían despedido, poniendo en
su lugar a su asistente, con quien con diez años menos y la mitad de su
salario, se podrían arreglar. A los cuarenta y dos años, y pese a todos sus postgrados
y “know how”[3], Fausto se la veía
negra para conseguir trabajo. Y sin darse cuenta, había pasado de ser un
exitoso ejecutivo a ser amo de casa y padre de tres a tiempo completo. Para
desdramatizar la situación, el se autodenominaba “Gerente de Familia”. Pero
detrás de su buen humor, se escondía una severa depresión y desvalorización. En
este momento, era Débora, su mujer, quien mantenía el hogar con su sueldo de
maestra de grado en una escuela alemana. Habían tenido que reducir su estilo de
vida ABC1, empezando por sacar a sus niños de una escuela privada y mandarlos a
una pública. Vendieron la camioneta, se acabaron las salidas a cenar y al cine,
los Domingos en el Country dejaron existir, llevándose con ellos los
campeonatos de Golf –que Fausto solía ganar-y varios amigos que demostraron ser
“amigos de buen tiempo”, esos que en las buenas están a tu lado, pero en las
malas misteriosamente, dejan de llamar o siempre se encuentran demasiado
ocupados con sus partidos de Golf, sus vacaciones en Punta del Este o los
“Concerts” de sus hijos.
Darío era
futbolista. En realidad, había sido futbolista hacia tiempo, una joven promesa
del fútbol nacional que había tenido sus quince minutos de fama en las grandes
ligas pero que luego –apenas cumplidos los treinta y por un problema en la rodilla,
se había retirado de la cancha y actualmente se dedicaba a ser Director Técnico
de un equipo de fútbol de Salón de jóvenes. Definitivamente, el fútbol era su
pasión. Algo que no se llevaba del todo bien con su vida personal, ya que Darío
era gay. No obstante lo machista del deporte, el DT había tenido prácticamente
todos sus romances dentro del confín de la cancha y los vestuarios. Pero al
igual que el Ejército en los Estados Unidos, en el fútbol había una política de
“Don’t Ask, Don’t Tell” (No Preguntes
Nada, No Digas Nada). La primera vez había sido a los quince años en las
Ligas Juveniles con su mejor amigo y compañero de equipo, con quien se
disputaban el puesto de Mejor Jugador Júnior del Año. Al cumplir los dieciocho,
se enredó en las sábanas de un árbitro novato; luego vino un hermoso jugador
del banco de suplentes que nunca salía a la cancha, pero que en la cama era un
as y así sucesivamente, Darío actuaba en la cama como en la cancha. Su último
romance había sido con un famoso jugador que había sido comprado por un club de
Barcelona y que se había casado con una botinera-una vedetonga en ascenso que
se parecía físicamente a Marta Sánchez en sus primeros años de solista-para
disipar cualquier duda acerca de su posible homosexualidad. Y así pasaban los
amores de Darío como los penales errados. Tarde o temprano, todos se terminaban
casando (usualmente con vedetongas) y él-que se negaba a cambiar de vida y ser
infiel a sus deseos-se quedaba solo.
Pero además de su soledad
y de su mala estrella para los romances futbolísticos, Darío había venido a
consulta por un tema que le quitaba el sueño y lo angustiaba: uno de sus
“pollos” como él le llamaba, uno de los chicos que él entrenaba, lo hostigaba
todo el tiempo tratando de seducirlo. Una seducción adolescente y torpe, pero
no por eso carente de perversidad. Y a Darío esto le quitaba el sueño. Veía su
culo paradito y redondito debajo de la ducha, sus piernas macizas correr la
pelota y se imaginaba su cuerpo lampiño-con uno o dos pelos escasos que le crecían por el pubis hasta el ombligo-
entrelazándose con el suyo. ¿Cuál era el problema? Qué Jonatan-así sin H- tenía
dieciséis años.
Sin embargo, de toda la
lista, el paciente que más le intrigaba a Guillermo era Alejandro. Alejandro era un muchacho de veintiocho años, de
orígenes modestos pero que actualmente trabajaba como encargado de un Taller
Mecánico. Alejandro amaba los automóviles, los “fierros” como él les llamaba y
tenía un tatuaje de Fangio[4]
en uno de sus brazos y uno de Evita en el otro. “Mis Dos Amores” les decía.
Pero lo que de verdad intrigaba a Guillermo era que en realidad Alejandro nunca
le había contado bien su historia ni por qué consultaba, era bastante parco y
tan solo le había dicho que “quería encajar” y “afrontar su nueva vida” con la
cabeza alta, pero nunca se había extendido en los pormenores más allá de esas
pocas palabras, de esa supuesta nueva vida y ante dos o tres preguntas de
Guillermo, se sintió incomodo por lo que el Psicólogo dejó de hacerle preguntas y simplemente
depositó toda su confianza en los llamados “factores terapéuticos” del grupo, sobre todo en el llamado “Universalidad”, en el que el
paciente se siente identificado con sentimientos, ideas o problemas de otros
miembros del grupo.
Así que ya todo estaba
cocinado. La cita del grupo sería todos los jueves a las 18:30 horas, con una
duración de entre una hora y media y dos horas.
Ese primer jueves,
Guillermo dispuso el consultorio en su propio apartamento, ya que no tenía
dinero para rentar uno aparte y además, necesitaba hasta el último centavo para
pagar los varios meses de hipoteca vencidos, que se seguían acumulando. Reservó
un lugar especial en la sala, junto al ventanal por el cual se podía ver toda
la ciudad y con el objeto de delimitarlo, dispuso sobre el piso de madera
flotante, una especie de alfombra de seda que Sofía se había encaprichado en
traer de su viaje a Tailandia hacía unos años y qué nunca habían usado, porque
no les combinaba con ningún otro mueble.
“A la mierda con la estética” pensó Guillermo, mientras lo extendía por el piso,
tratando de tensarlo para que no tuviera arrugas. La tela tenía una gran cara
de Buda pintada en su interior, lo cual Guillermo pensó que era bastante
oportuno, ya qué iba a necesitar la ayuda de todos los dioses de todas las
religiones posibles. Y en lo que se refería a las terapias actuales, Buda –sin
ninguna duda-siempre tenía mejor Marketing que cualquier otro dios.
Siete almohadones- que
Guillermo había conseguido en oferta en el Barrio Chino-completaban el espacio
terapéutico. Mientras prendía los velones aromáticos con fragancia a vainilla,
sonó el portero eléctrico. El primero de sus pacientes había llegado, quince
minutos antes de lo esperado. Su corazón le dio un brinco y se maldijo por
haber elegido ese sabor dulzón y penetrante de entre todas las opciones del
negocio de velas, que no eran pocas.
“Joder, este ambiente da
muy gay” pensó mientras se acercaba a atender. Respiró hondo y dijo un “Hola”
rotundo a través del auricular (Ya no
tenía visor porque el mismo funcionaba con el cable y este se lo habían cortado
hacía meses por falta de pago) mientras oprimía el botón platinado del
portero.
Parándose frente al espejo
de pie que se encontraba en la pequeña entrada de su apartamento (Sofía amaba
los espejos), se miró por última vez antes del evento. Se acomodó un poco la
camisa, se pasó la mano por los cabellos para comprobar que todo estaba en su
lugar y ensayó una sonrisa cortés, cálida pero sin ser melosa.
Y cuando el timbre de
arriba sonó por primera vez, Guillermo Macedo, ex director de Recursos Humanos
y terapeuta debutante en un grupo de hombres que habían perdido su GPS, respiró
hondo y cual gladiador que sale al circo a enfrentarse a los leones
hambrientos, abrió la puerta para dejar paso al primero de sus seis pacientes.
Continuará...
Escrito por:
Gontxu Morán
[1] RRHH: Abreviatura de Recursos Humanos.
[2] Lunfardo Argentino hecho famoso por el tango de Discepolo “Esta
Noche Me Emborracho”. Significa solo, ajado y desvencijado.
[3] “Know-How”: Se llama así en la jerga de Recursos Humanos para
designar la experiencia, el desenvolvimiento
y la eficacia de una persona.
[4] Juan Manuel Fangio: campeón automovilístico argentino de mediados
del siglo XX.
interesante relato, espero el siguiente.
ResponderEliminarme encanta! Me generò intriga, Gon! cuando sale el pròximo episodio?
ResponderEliminarUn relato interesante, fluido, de fácil comprensión, con un tema diferente que explica las vicisitudes por las que pasamos en la vida, especialmente, las ecónomicas que son las que mas nos afectan y recaen sobre las demas, y el desarrollo de la imaginación para tratar de salir del trance, con una modalidad que permite conocer los laberintos del alma y de las personalidades... espero la continuación para saber que seguirá ocurriendo,felicitaciones.
ResponderEliminarTRINA
Denso y complejo el relato. Bien llevado e interesante. Esperaremos al próximo porque promete. Felicidades
ResponderEliminarMe gusta, ese sabor tan argentino, esa alusión a los maravillosos tangos y esa forma de mostrar las complejidades de la psicología masculina, tan encerrada muchas veces. Enhorabuena.
ResponderEliminarGRACIAS A TODOS POR VUESTRO FEEDBACK!
ResponderEliminarNURIA y LILA: El siguiente saldrá el 22 de Abril, en el especial de Primavera.Quizás llamo a VOTACION para ver por qué paciente quieren empezar :)
TRINA: Gracias. Si, a mi me gusta escribir sobre las cosas que nos pasan pero sobre todo "LO QUE NOS PASA CON LO QUE NOS PASA".La bendita crisis tambien impregna mi vida al igual que la de los personajes.
FAUSTINO: Gracias! Si bien es de fácil lectura (digamos que tengo una forma de escribir "facil", quizas debido a que he escrito mcuhos articulos y ahi utilizas un lenguaje mas cotidiano) es cierto que el contenido es denso y complejo.
JUAN: JJja..Es cierto, tiene un dejo de sabor argentino...pero los pacientes podrian aplicar a cualquier otro pais, tb!
Si, una buena reflección. La crisis ha sacado a relucir las habilidades que muchos pensabamos que no teníamos. La historia tiene un buen gancho y creo que se ira poniendo cada vez más sasonada. Esta muy bueno, Gontxu.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy bien el relato fluido, intretenido ! y además me haces recordar mi experiencia laboral y una frase que me dijerón "cuando te quedes sin pareja sabrás que aquí estás haciendo bien tu trabajo"
ResponderEliminarSaludos!
CARLOS y JUAN: Gracias por vuestro feedback.
ResponderEliminarCarlos, esa es justamente mi intención, que cada vez esté más sazonada.
Juan....Si sabré yo de eso!!! Siempre fui un "Workaholic Romantico", una mezcla INCOMPATIBLE.Aunque siempre treminó ganando el "Workaholic" muy tristemente...