No
sé porqué pero presentía que esa tarde ocurriría algo malo. Intentaba resolver
unos ejercicios de matemáticas y no podía concentrarme, la lluvia repiqueteaba
en el tejado y la ventana con su sonido ensordecedor. Se apagó la luz y mi
madre encendió unas velas, me encantaba la visión fantasmagórica de la tenue
lucecita y tras ella esa silueta aproximándose hacía mi habitación. ¡Qué
graciosa estaba mi madre!, parecía un duende en la noche.
Raquel
cariño, me voy a buscar a tu hermano, todavía no ha llegado estoy un poco
preocupada y cada vez llueve más; tu padre está en el comedor así que no
tengas miedo, regresaré enseguida.
¡Qué linda y cariñosa mi madre!, me
besó en la mejilla y el duendecillo desapareció escalera abajo. Genial, una
buena excusa para no hacer mis deberes de mates. Pero la inquietud me
atormentaba, descendí las escaleras y pude ver a mi padre enfrascado mirando a
través de la ventana.
¡Hola
papá!, ¿te apetece un vaso de leche?
No hija,
no quiero.
En ese
preciso momento golpearon la puerta de la calle y la voz de mi tío Tonet
nos anunció algo terrible.
¿Julio
estáis todos en casa?-No, ¿por qué?
El
alguacil nos ha avisado que debemos abandonar el pueblo y salir hacia la
montaña porque corremos grave peligro, daros prisa.
Pero debo
esperar a Raquel y Julio.
No podemos
esperar te aseguro que el peligro es inminente, no te preocupes por ellos
el pueblo se ha movilizado y estarán bien.
¡No, yo no
me marcho sin ellos!
Otra vez golpes en la puerta, un
guardia civil acompañado por un grupo de personas nos exigió que evacuásemos la
casa. Mi padre, mi abuelo Marcelino y yo seguimos a mi tío Tonet y al agente,
las órdenes imperativas no dejaron otra opción.
Llovía a manta, calados y sin apenas
visión, nos dirigimos hacia la carretera de Navarrés, pueblo vecino de
Sumacàrcer.
Tenía los dedos entumecidos y
congelados, no tuvimos tiempo de ponernos calzado adecuado ni ropa de abrigo,
mis zapatillas estaban empapadas y escapaban de mis pies a cada paso que daba;
un paraguas para tres poco podía resguardar de la intensa lluvia, el frío y la humedad
penetraban en nuestros huesos.
Un cordón de sombras caminaba
montaña arriba; unos lloraban, otros se lamentaban y yo tenía frío mucho frío y
miedo. A los pocos minutos oímos un estallido tremendo, nos paramos para
detectar de donde procedía pero la oscuridad y la cortina de lluvia no nos
permitían divisar nada de nada, mi padre miró su reloj eran las 19: 15h.
Perdimos la noción del tiempo, y el camino se hacía cada vez más resbaladizo y
angosto. Una señora divisó una luz que palpitaba en la lejanía y todos nos
dirigimos hacia ella. La luz se iba haciendo más visible y tres siluetas se
aproximaban a nuestro encuentro; esa luz era la luz de la esperanza. No recuerdo quienes eran aquellas personas,
pero jamás olvidaré estas palabras:
Todo el pueblo nos acogió y nos
ofreció protección, cobijo y sustento. Pasaron unos días y decidimos bajar por
la montaña para ver que había pasado, entonces una dantesca visión nos dejó
petrificados: - lodo y más lodo, mi pueblo destrozado, los naranjos que tanto
amaba mi abuelo Marcelino y que eran herencia de sus antepasados se habían volatilizado,
donde antes había vida ahora existía muerte y desolación. La muerte de un
precioso pueblo llamado Sumacàrcer.
La lluvia torrencial de ese 20 de
octubre de 1982 derramó hasta mil litros por metro cuadrado y la presa de Tous
reventó a las 19:15h dejando a su paso desolación, Sumacàrcer fue el primer
pueblo alcanzado. Recuerdos teñidos de fango y desolación; un pueblo asolado
por una serie circunstancias, casualidades y negligencias que arruinaron a
cientos de familias, segando la vida de nueve personas, recuerdos, pertenencias
perdidas, una deuda difícil de soportar, miles de damnificados, más de 300
millones de euros en daños materiales en agricultura, viviendas y redes
viarias.
La catástrofe conocida como La
Pantanà de Tous dejó heridas abiertas difíciles de cerrar, pero doy gracias
a Dios porque mi familia pudo salvarse otros no tuvieron la misma suerte.
Dicen que el tiempo lo cura todo,
hoy Sumacàrcer es un vergel, un pueblo precioso, lleno de vida e ilusión, por
sus calles pasean los niños, el aroma del azahar está presente en los campos y
las campanas de la iglesia vuelven a repicar esos mismos tonos que un 20 de
octubre se los llevó el agua.
Maricarmen García Sales.
Alicante 20 octubre de 2012
Muy bonito, aunque angustioso y triste. Por aquí tenemos en el recuerdo un hecho parecido que ocurrió en la provincia de Zamora algunos años antes. Lamentablemente pasan los años y similares se repiten, como en Murcia y Aragón.
ResponderEliminarEl terrible drama ante los embates de la naturaleza. Estupenda descripcio narrativa Maricarmen.
ResponderEliminarLa naturaleza es una fuerza con la que no se puede jugar. Impresionante relato sobre una tragedia de la que no tenía idea, a 30 años del suceso. Gracias Maricarmen.
ResponderEliminarGracias a todos. Es una historia real y la he escrito en primera persona pues la viví de cerca, los protegonistas son mis primos, mis tios y abuelo paterno. Ellos lograron salir adelante pero sufrieron muchísimo para poder levantarse de nuevo. Vuando recordamos lo sucedido las lágrimas vuelven brotar. Una historia para nosotros con final feliz pues lo que cuenta es estar vivo.
ResponderEliminarMaricarmen: Me ha calado tu relato, se nota el sentimiento impreso en el papel a través del plasma de tu cálamo bien llevado por tu mano firme, siento que tan de cerca te tocase, pero así son las cosas que no depara esta incierta vida, espero que ya repuesta, nos sigas dando el gusto de ver nuevos escritos plasmados en NUESTR REVISTA, me ha agradado leerte...
ResponderEliminarUn amistoso abrazo
Gracias Manuel. es triste contar estas terribles historias pero a la vez comparto el afán de superación y resistencia .. Un abrazo en la distancia.
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