Fueron
sus labios los que de una manera suave acariciaron los míos, despertándome de
una noche de pasión. Aunque me sentía completamente feliz, no dejaba de
sentirme culpable. Desde que tuve a mi hijo, ni una sola mañana había amanecido
lejos de él, y mucho menos con un hombre.
Ya ni
recordaba la maravillosa sensación que era el despertar desnuda y al lado de un
hombre después de haber hecho el amor.
Mis
recuerdos eran muy distintos, más gélidos sin lugar a dudas...
Había
estado en las mejores suites de los más prestigiosos hoteles, con las mejores atenciones, con mi botella de Moët & Chandon, mis perfumes, todo lo que yo
quisiera a mi disposición y sin embargo a excepción del tiempo que estuve con
Musa, todos los trabajos eran iguales. Con educación, respeto y saber estar,
pero desde luego que fríos, muy fríos.
Aunque
bien es cierto que pocas veces eran las que llegaba a subir a la habitación, ya
que mi presencia era más requerida como acompañante para asistir a comidas de
empresa, fiestas, cócteles, photocalls, etc...
Me llegué
a mover casi siempre con los mismos clientes. ¡Ay! Si yo hablase…
Tal vez
algún día os llegue a contar el por qué tomé la decisión de dedicarme a ese
mundo tan seductor como peligroso, tan emocionante como frío. La verdad es que
me desenvolví bien. Y lo mejor sin duda fue conocer al padre de mí hijo, a
Davinia y porque no decirlo a Roberto. Nunca me imaginé que fuese tan fogoso a
la par que tierno en la intimidad. Le tenía como un hombre frío de negocios, y
sin embargo cuando me besó por primera vez, mi cuerpo experimentó un temblor al
que no estaba acostumbrada.
Y
aunque he de confesar que tengo miedo, necesito saber a
dónde me va a llevar esta sensación.
Cuando
salí del baño, la señora de la limpieza ya había hecho la habitación y Roberto
se había encargado de dejarme en la cama el desayuno. Ya me dijo la tarde
anterior que tenía en el banco una reunión. Hacía mucho tiempo que no me sentía
así, feliz, llena, pero con un ápice de temor a que tanta felicidad se
fuese tan rápidamente como me pasó con Musa. Que ni tan siquiera pude decirle
que estaba esperando un hijo suyo…
Tarde o temprano, Abrahán, conocería la verdad y entonces llegaría el momento de hacerle saber que tiene dos hermanos.
Tarde o temprano, Abrahán, conocería la verdad y entonces llegaría el momento de hacerle saber que tiene dos hermanos.
Fue al
levantarme de la cama y al ir a coger el móvil que había dejado en silencio
desde la tarde anterior, cuando me di cuenta de que Roberto me había dejado una
rosa con una nota.
Giselle:
Nunca
tengas miedo a ser feliz, nunca te arrepientas de haberte querido sentir viva.
Porque si vives constantemente con miedo, huyendo de lo que tu corazón te
dicta, cuando te quieras dar cuenta… ya apenas te quedará tiempo para vivir
intensamente y entonces… te acordarás de estas palabras y de que el haber estado
a la defensiva solamente te sirvió para hacerte daño a ti misma y de alejarte
del camino de la felicidad.
Vive la vida como si no fuese haber
un mañana.
No puedo prometerte un futuro, pero
si puedo lograr que tu vida esté llena de momentos inolvidables…
Roberto
Leer esta pequeña nota hizo que mis
ojos se humedecieran de felicidad. Ya sé que me repito mil veces, pensaréis,
pero… hace tantísimo tiempo que no me sentía así.
Llamé a Davinia para poder hablar
con mi hijo, echaba tanto en falta escuchar esa voz que durante siete años de
mi vida me despertaba… y que hoy, al no escucharla, hizo que me sintiese
completamente sorda.
—¡Mamá! ¿Estás bien?, es la primera
vez que al despertar está mamá Davinia, pero tú no. ¿Me estás castigando por
algo? ¿Hice algo mal? ¿Ya no me quieres? —.
—Mi amor… Cómo puedes decir algo así
cuando eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Eres mi ilusión, mi motor, mi
fuerza… Tenía que hacer unas cosas y no me daba tiempo a poder pasar la noche
contigo y contarte el cuento como siempre, pero esta noche, si quieres, pedimos
una pizza y vemos una película de Disney.
—¡Sí, mamá, sí! Además, tengo que
contarte una cosa, ¿sabes?
—Dime, vida. ¿Qué tienes que
contarme?
—Esta noche al no poderme quedar
dormido, mamá Davinia y yo, hemos montado un puzzle. ¡Nos ha quedado muy
bonito! ¿Lo puedo poner en la habitación, mamá?
—¡Pues claro!
Cuánto había cambiado mi vida con la
llegada de mi hijo, hasta tal punto que estoy convencida de que, si decido
publicar esta parte de mi vida, de mi historia, como hice la anterior vez, no
venda tanto. Es una pena que la gente solo se haya quedado en las escenas
eróticas. —¡Por nada del mundo cambiaría mi vida por la de antes! Mi hijo está
por encima de todo—.
Después de finalizar la llamada,
cogí una hoja y la pluma que Roberto había dejado en la mesa y le dejé una
nota.
En
contestación a tú nota tengo que decirte que jamás he tenido miedo a ser feliz,
puesto que ya lo soy, Roberto. Mi hijo, es mi mayor felicidad.
Jamás
me arrepentiré de lo que ha sucedo, aunque has de entender, que no soy esa
Giselle que conociste hace años. Al no ser padre, te costará comprenderlo, pero
si algún día lo eres, sabrás que un hijo es la mayor prioridad en tu vida.
En
lo que si tengo que darte la razón es en que vivo con miedo. ¡Si! Roberto,
cierto.
Pero
cuando alcanzas la felicidad y la pierdes de una manera abrupta, concederte el
privilegio de ser feliz, es algo que, aunque no quiera, me da miedo.
Quiero
vivir la vida intensamente, pero con cabeza. Soy madre, no lo olvides.
Pero
como todo en la vida, organizándote, es compatible. El amanecer en tus
brazos me ha hecho ver la vida desde otro prisma.
No
necesito que me ofrezcas un mañana, me basta con que me prometas que cada día
que nos veamos, hagas de ese día, un día diferente a los que en el futuro nos
podamos ver.
Esta
noche cenaré con mi hijo. Espero tu llamada.
Giselle
Antes
de ir a mi casa, me pasé por donde vivía Davinia para recoger a mi hijo.
Hay
muchas mujeres que ambicionan tener en su cuello la mejor joya del mundo, la mismísima
perla peregrina, y sin duda alguna, la mejor joya que yo tenía, en ocasiones,
colgada de mi cuello, era ese abrazo de mi hijo Abrahán. Sus brazos rodeando mi
cuello era mi mejor joya.
Davinia y yo nos miramos con esa mirada
cómplice de tantos años.
—¿Estas bien, Giselle?— Me preguntó con ternura.
—¡Sí, Davinia! Hace mucho tiempo que no me sentía así.
—¿Estas bien, Giselle?— Me preguntó con ternura.
—¡Sí, Davinia! Hace mucho tiempo que no me sentía así.
Me
gustaría haberla podido contar todo lo que me había pasado. Todo lo que había
sentido al lado de Roberto. Pero, sin querer, posiblemente la hiciese daño.
Nos
despedimos de ella, y nos fuimos a nuestra casa.
Por fin,
después de mucho tiempo tenía todo lo que tanto anhelaba. El amor de mi hijo, y
lo que estaba empezando a ser un sentimiento de amor hacía un hombre…
Reconozco
que me daba miedo y mucho. Pero estaba dispuesta a asumir todos los riesgos.
Tal vez solamente sería una aventura, pero por una vez en la vida alguien
quería estar a mi lado sin importarle mi pasado, mi profesión de escorts.
Ya ni
recuerdo cuando fue la última vez que disfruté de un baño de espuma con mi hijo,
pero era algo que me encantaba hacer. Mientras que chapoteábamos con la espuma,
nuestras risas sin sentido hacían de ese momento, un momento mágico, único.
Cuando
saqué a mi hijo de la bañera, para envolverle con su toalla, se abrazó a mi
como hace mucho tiempo que no lo hacía. Y es que mi niño, estaba creciendo más
rápido de lo que yo quería. Sé que era ley de vida, pero tan injusto…
El
próximo veinte de septiembre, mi hijo, cumplirá 7 años. Y aunque fuese una locura
me estaba apeteciendo ser madre de nuevo, darle un hermano a mi hijo era un
idea que con más fuerza que nunca quería materializarla. Lo que me recordaba
que tenía que ir al ginecólogo. Llevaba años sin tomar ningún tipo de precaución,
porque no lo había necesitado y después de haber estado con Roberto, mi visita, quizás tenía más sentido que nunca...