Habían pasado varias horas desde que se llevó a cabo el
sacrilegio. Toda la magia que sostenía el templo había desaparecido. Eso quería
decir que los hechizos necesarios para mantener a los prisioneros en sus
mazmorras también habían desaparecido. Esto combinado con la ausencia de
poderes de las guardias le dio el valor a los últimos para intentar escapar.
Esto junto con el ataque planeado por Jhaelexena, desató una lucha de tres frentes a todo lo largo del Atrio del Templo y en el área interior.
Todas las religiosas dentro del altar encontraron con
humillación que estaban solas e indefensas. La única religiosa entre ellas que
tenía acceso a sus hechizos era devota de la odiosa Doncella Oscura, la que
sintió el peso del poder de nuevo en sus hombros. Yasfryn no permitió que el
orgullo la dominara. Poco después de mostrar a la niña, ella solicito a su
diosa un cambio en sus hechizos preparados. Luego preparó mágicamente un inmenso
banquete, suficiente para alimentar a las presentes, también administró un
hechizo para disminuir el dolor de las matronas, las cuales resultaron más
afectadas por la maldición que siguió al sacrilegio. Pero una de ellas que no
se sentía aliviada por sus actos. Su hermana política, la matrona de la Familia
Elisana.
—¿Por qué no comes, Ylonte?
¡La sonrisa hipócrita! A pesar de que no era el mismo
monstruo de antes, Yasfryn conservaba esa horrenda sonrisa que usaba para
humillar a sus víctimas. Eso lo sabía muy bien la Matrona, que suspiró.
—Es mejor ser precavida. Ya sabes el viejo adagio, “no
confíes en un elfo oscuro”.
—¡Ylonte! Me conoces mejor que eso. El veneno es para
cobardes. En mis viejos tiempos te hubiera puesto sobre esta piedra y te
hubiera abierto por la mitad para quemar tu corazón en ese brasero. Ahora sólo
te arrancaría la cabeza, si osas hacer algo estúpido.
La Matrona de la Familia Elisana no ocultó su desagrado por
la confianza de su hermana política. Pero tenía hambre, así que tomó algo.
Odiaba reconocerlo, estaba a su merced y no podía hacer nada para evitarlo.
Aunque todavía tenía una carta que podía usar.
—Si eres tan poderosa, ¿por qué no has huido, Yasfryn?
—Tú sabes perfectamente por qué no he huido.
Ambas volvieron su vista hacia la piedra donde se
encontraba atado Eorel. Él había sobrevivido el episodio del sacrilegio sin
heridas, sin consecuencias, bendecido por su masculinidad y su rol de víctima.
Como ya no tenía sentido mantenerlo atado a la piedra sus captoras le
devolvieron una movilidad limitada. Fuertes grilletes y cadenas lo ataban de
manos, pies y del cuello. Grandes pesos evitaban que se escapara. Pero a pesar
de la incomodidad, él lo ignoraba todo. Su atención yacía en sus regazos, donde
descansaba la cabeza de Berlashalee. Su cuerpo estaba cubierto con harapos manchados
en su sangre. Ella no había recuperado la conciencia y eso era lo que ocupaba la
mente de del guerrero, que no podía ocultar su pena al verla.
—¿Y qué vamos a hacer ahora?
—Yo, iré a hablar con la Reina de las Arañas. ¿Tienes como
acompañarme?
Ylonte volvió la cabeza molesta. Yasfryn la ignoró con
orgullo y se colocó en el centro del templo. Un círculo de jóvenes sacerdotisas
se formó en torno al antiguo altar de sacrificio. En el centro, la bebé descansaba
en los brazos de Adrulintra, sus ojos prendidos en fuego azul las observaba con
curiosidad. A pesar de la duda, Yasfryn ingresó al círculo y se dirigió al
centro.
—¿Está segura de esto, señora Yasfryn?
—Es la única forma que existe de hablar con ella.
Yasfryn sostuvo el símbolo sagrado de la Reina de las Arañas
que colgaba del pecho de su sobrina nieta. La joven tragó grueso, abrazó a la
bebé, sujetó con fuerza su propio símbolo mientras dejaba que el brazo de la
anciana la envolviera, y ambas esperaron a que las religiosas cerraran el un
círculo en torno a ambas.
—¡Ya sabes que tienes que hacer si pasa algo!
La joven asintió con la cabeza. Yasfryn cerró los ojos y
exclamó:
—Doncella Oscura, maestra de maestras, razón de mi ser y de
mi existir. Permite que tu voz se escuche en la oscuridad. Permite que tu
palabra se extienda a través del infinito. Permite que esta, tu humilde hija
tenga la fuerza para hablar… con nuestra madre.
No pasó mucho tiempo antes de que las voces se
extinguieran. Yasfryn observó como abandonaba su cuerpo, su espíritu se dejó
guiar sólo por el vasto infinito, salió de la cueva y comenzó a flotar entre
las estrellas en el exterior. Viajó de forma constante; su espíritu comenzó a
buscar con curiosidad, hasta que se tropezó con el Arvandor, el lugar del
eterno verano, donde una mano oscura la guió a su interior. La hermosura y fresco
verdor de sus campos cautivó su vista. Pero no pudo poner mucha atención, debía
continuar su viaje por ese maravilloso lugar vasto e infinito, con la única
guía de la mano oscura.
De pronto se hizo de noche. Una luna del color de la plata refulgió
en el firmamento, un enorme océano se apareció, sobre el cual
voló por lo que le pareció una eternidad, ya que no podía percibir la escala de
tiempo. Esta vez fue la luna quien la guió hasta una isla en medio del vasto
océano. En ella encontró a la Doncella Oscura, que la esperaba al lado de un
portal. Con su mano oscura le indicó la ruta. La figura incorpórea de Yasfryn atravesó
el portal y se encontró de inmediato en los parajes confusos de los Abismos
Infernales, que había recorrido cuando era más joven. Del otro lado, una mensajera
de Reina la esperaba. Ella se dejó guiar por la criatura, la siguió por todos
los rincones y laberintos del hogar de la Reina de las Arañas, en el Agujero
Infernal de las Telarañas.
No tardaron mucho en encontrar en un paraje desolado y
abrazador el castillo de la poderosa Reina. Ambas atravesaron las paredes como
si no existieran. En la antesala del palacio, la mensajera hizo un ademán para
que continuara. Ella atravesó otra pared e ingresó al cuarto del trono.
Yasfryn quedó maravillada por el espectáculo. Lo había
presenciado antes, lo había observado dos veces, pero no podía dejar de
admirarse la tercera vez que lo contemplaba. La habitación principal de la
Reina de las Arañas había cambiado desde la última vez que se encontró en su
presencia. Aunque habían numerosas telarañas en su interior, el cuarto estaba
bien decorado; con delicados gobelinos que colgaban de las paredes. Numerosas
estatuas a la gloria de la diosa decoraban el lugar, al igual que un enorme
trono hecho de huesos, marfil, oro y perlas que coronaba con magnificencia el
lugar. Ella lo contempló con admiración cuando escuchó una voz poderosa
que repuso en su interior.
¿Quién se atreve a
pedir audiencia?
Yasfryn conocía su posición, aunque ya no adoraba más a la
Reina de las Arañas. Se postró de rodillas ante la voz, no se atrevió a
levantar su cara frente a la que había sido su antigua señora. Con un gran esfuerzo
bajó su voz lo más posible de tono, y con la medida correcta de palabras que
iba a usar en su presencia exclamó
—Sagrada Señora. Esta su humilde sierva, Yasfryn Helviana, se
presenta ante usted en nombre de la congregación de Xillander’kull.
¿Y por qué no vienen ellas?
Yasfryn sintió en su cuerpo la traviesa sonrisa de la Reina
de las Arañas. Ella apenas podía observar sus enormes pies, la había encontrado
en su forma de elfa oscura, una de las más benignas que poseía. Conservó baja
su cabeza al contestar.
—Ellas no pueden preguntarle directamente. Todas han
perdido la capacidad de comunicarse con usted, por el sacrilegio que cometieron
al sacrificar a su elegida.
Cierto. Esto no hubiese sucedido si tu hubieras
continuado en el poder del templo, Yasfryn.
—Sí, mi señora. Pero no fui yo la que abandono a su más
fiel seguidora a su suerte.
Cierto también. Tú sabías cuales eran las reglas del juego.
Abandonarme por las enseñanzas de mi hija te ha convertido en una apostata y
hereje. Pero siempre existe utilidad para una vieja mañosa como tú.
—Supongo.
La Reina de las Arañas se volteó, le dio la espalda. Luego
de un momento, ella repuso.
Debes tener
preguntas.
—¿Por qué escogió a esa niña como su avatar?
No lo sabes aún. La
respuesta está frente a ti, y no la has descubierto.
La risa macabra de la Reina de las Arañas resonó en la
habitación del trono. Yasfryn sintió la humillación de no saber la razón de la
hilaridad de su diosa. Cuando se recuperó, ella contestó.
La clave está en las familias
de sus padres.
—¿Y qué se debe hacer para que usted retire la maldición?
¿Suplicar tal vez?
—Yo no soy la que pone las condiciones. Es usted, honorable
madre.
La indiferencia de la diosa se transformó en satisfacción. Tanto
que Yasfryn sintió como le tocaba la cabeza con sus dedos.
Yasfryn… Hace tanto
tiempo, que no tengo seguidoras como tú. Como te extraño.
La enorme deidad se separó y se tomó un largo tiempo para
pensar lo que debía hacer. Luego, rugió en un tono poderoso.
—En primer lugar para recuperar sus habilidades, las
representantes de la ciudad deberán sacrificar la mitad de lo que produce
Xillander’kull en un año, en obsequios en mi nombre, para reacondicionar el
templo y consagrarlo.
Yasfryn viró los ojos y reclamó con un suspiro. Sabía
perfectamente que la solicitud de la Reina de las Arañas provocaría una crisis
interna en la ciudad que la tumbaría de rodillas. Pero se tragó su orgullo y
esperó humildemente en su posición esperando sus instrucciones.
¿No vas a reclamar?
—Una cuarta parte sería suficiente para complacerla, su
señoría.
La respuesta provocó carcajadas en la enorme diosa.
Una tercera parte estará
bien. Tienen una temporada para presentar las ofrendas. Y hay algo más con la
que quedaré conforme.
—¿Qué será lo que usted desea, gran señora?
Bueno. Quiero que tú,
tu hija, el elfo y mi elegida vengan a visitarme a mi hogar.
El espíritu de la religiosa se estremeció, pero la diosa no
le dio tiempo de reaccionar. Sus pies se transformaron en ocho extremidades
cuando la sujetó del cuello con sus tenazas y la obligó a observarla. Conforme se
transformaba en una abyecta abominación reclamó.
—No vas a creer que
saldrás ilesa de este incidente, hereje. Voy a convertir a tu hija en algo para
mi diversión. Al elfo me lo comeré vivo, porque su alma torturada deberá ser
exquisita. Pero a ti, para ti querida Yasfryn; tengo reservado algo tan
espantoso e inmundo, que pasaras el resto de la eternidad maldiciéndote por
haberme abandonado. Serás un ejemplo para aquellas tontas que lo intenten.
El terror se apoderó de Yasfryn, que abrió los ojos de
miedo. En ese instante, una cortada la liberó de sus garras. Mientras escuchaba
las últimas palabras de su antigua señora, su espíritu abandonó el Abismo, regresó
a la habitación del templo; donde cayó gritando al piso frío en el que la
esperaba la realidad, aterrada de no encontrarse a salvo
de las garras de la abyecta Reina de las Arañas.
Como siempre, atrapadora y llena de acción! Deberían hacer una peli con tu historia :)
ResponderEliminarGracias Gontxu. Bueno, todavía no pretendo llevarla tan alto. Voy a comenzar a trabajar con mi editor/lector alfa para reformarlo a las tradiciones de este lado del océano. Mientras tanto voy a seguir sacandola. Pero se me había olvidado decir, a La Familia Helviana (en si) solo le quedan un par de capítulos. Jaja!
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