miércoles, 23 de abril de 2025

WolfWE. Helena I. Toma y daca.

Fertility Insititute of San Diego, La Jolla
San Diego, Califormia.
EE. UU.


¿Qué habrá retrasado a Aldus? Él nunca viene tarde a una cita.

Esos y muchos otros pensamientos invadían la mente de la mujer que esperaba de pie en el salón de espera. Ella era alta, de cabello negro, alta y su figura era imponente. Vestía pantalón y saco de vestir, con una blusa blanca que discretamente ocultaba su busto y que destacaba el porta identificadores que llevaba colgado en el cuello con un collar. Pero lo que más se notaba de ella no era su piel color canela, ni su largo cabello negro, ni sus labios carnosos. Porque a pesar de usar traje, o debido a ello, se notaba que era musculosa y estaba notablemente tonificada.

Ya la mente de la mujer iba a volver a rotar las mismas preguntas cuando por el corredor un enorme hombre se acercó con un paso firme y seguro. Él vestía informal, con una camiseta, un pantalón de mezclilla y tenis sin medias, usaba una gorra de béisbol para cubrir su cabello y mantenía la vista baja para no ser observado. Pero lo que volvía de cabeza a algunos que lo observaban es que a pesar de ser tan alto no era mal parecido y su musculatura estaba balanceada con su altura.

Ella esperó a que él se acercara, cuando ambos estuvieron al alcance él bajó la cabeza y ambos se besaron en la mejilla, eso lo tranquilizó. En silencio ella lo tomó de la mano y con una seña a la recepcionista ambos desaparecieron de la sala de espera e ingresaron a uno de las oficinas de atención médica que convenientemente estaba vacía.

—Buenas. Llegas tarde, Aldus— reclamó la mujer mientras tomaba asiento frente a él en el puesto de atención médica.

—Buenos días, Helena. Mira, lo siento. Tenía que encontrar a alguien que cuidara a Nela. Por dicha Berly se va a quedar un rato por la ciudad, así que se ofreció. Tenía que llevarla a su apartamento antes de venir acá, tráfico.

—Fuiste tú el que me llamaste a mi— reclamó la mujer con autoridad. —Deberías ser más consciente, mi tiempo es muy limitado. 

—Te recuerdo que fuiste tú la que sugirió la clínica. El campo de tiro está más cerca.

Helena bufó de enojo, esperó a que se sentara y comentó.

—Ya estamos aquí. Dime, ¿qué es tan urgente que me llamaste con tan poca anticipación? ¿Y qué no podíamos tratar por teléfono?

—Amatista regresó dos días antes de la fecha del intercambio de custodia.

Ella guardó silencio, extrajo su teléfono, con sus dedos buscó información en él y suspiró.

—Amatista Fernanda Leiton y Rodríguez de la Piedra. La menor de todas las Hermanas de la Piedra. Según la Agencia ha estado en conversaciones con varios carteles a lo largo y ancho de California en el último par de meses. Es algo descuidada, pero por la forma en que conversa es difícil sacarle evidencia, pero es muy fácil de rastrear. Te recomendaría que te alejaras de ella lo antes posible, pero si estás aquí es porque ella ocupa algo y por ende tú ocupas algo.

—¡Si!— reclamó Aldus entre dientes. —Anoche ella y Berly se conocieron.

     —Supongo que “La Armenia” le pegó una bofetada en cuanto la conoció.

—¿Cómo lo supiste?

—Ya te dije, Amatista deja muchas pistas. En las redes sociales aparece super enojada y subió fotos del moretón en el cachete. ¿Ya la puso en la lista de muerte de la familia?

—La amenazó con ponerla…

—¿Y no te da miedo dejar a tu hija con un blanco de las Hermanas de la Piedra?

—No— exclamó Aldus algo nervioso. —Ningún golpe se puede dar sin la aprobación de la Señora Esmeralda.

—Si, Mamá Piedra debe dar la orden. Entonces, ¿me vas a pedir protección para Berly?

—¡No!

—¿Entonces qué hago yo aquí?

—Amatista ocupa regresar a México, ¡ya!

—¡Oh, cielos!— exclamó la mujer mientras se dejaba caer en la silla. —¿Al menos te comentó que estupidez hizo ahora?

—Me dijo que “retocó” unos libros y qué tiene el “mandado” en unas llaves encriptadas. 

—¡Criptomonedas!— exclamó Helena, se llevó la mano a la cabeza y negó lentamente. Ella sabía el significado de lo que había dicho Aldus, sabía lo que pasaría después. Pero en ese momento Aldus reclamó nervioso.

—Helena, ¡eres de Seguridad Nacional! Tiene que haber algo que puedas hacer.

—En lo personal no puedo hacer nada— reclamó la mujer mientras revisaba su teléfono. —Si todo el rastro de las personas con la que se reunió es cierto, ella se hizo de enemigo a la mitad de los carteles de Costa Oeste en menos de un trimestre. O se cree muy lista o es muy estúpida para no darse cuenta.

—¡Ambos! ¿Qué es lo que recomiendas?

—¡Qué la dejes morir! Eso es lo que se merece. Esa es mi recomendación.

—¡No puedo hacer eso! Si ella se muere, La Señora Esmeralda me va a arrancar los huevos para dárselos de comer a sus perros, antes de matarme.

—¡Ok! Déjame pensar.

Ella se puso a revisar su teléfono mientras Aldus bajaba la cabeza y la ponía entre sus manos, se veía muy nervioso. De pronto, ella abrió los ojos y reparó en un detalle.

—Aldus, ¿estás trabajando para la CLAA, verdad?

—Si, ¿por qué?

—Eso quiere decir que tienes que ir a México, ¿en dos semanas?

—¡Si! Tengo que asistir a un evento en la capital estatal, me lo confirman en tres días. Además, debo asistir a las grabaciones para el próximo trimestre. Voy a permanecer dos semanas ahí.

—Ok, adelanta tu viaje y llévate a Amatista contigo. Ellos buscan a una mujer, no a un grupo. Hay varias casas seguras en las inmediaciones, te enviaré la información al correo. Usa la ruta terrestre para pasar la frontera. Voy a hablar con el supervisor, creo que te podemos dar tres días de gracia para salir del país, sin preguntas y sin problemas.

—¿Tres días? Eso no me da tiempo para encontrar a alguien que cuide a mi hija.

—Invita a “La Armenia”, que ella cuide a Nela y se van todos juntos a México. Entre más sean, mejor.

—Nela va a alegrarse mucho cuando sepa que va a volver a ver a la abuela. ¿Pero, no se si Berly va a aceptar?

—Ella es actriz, está de “vacaciones”, lo que significa que no tiene proyectos ni empleo hasta que le den luz verde a la siguiente temporada de la serie en que trabaja, si es que se la dan. Te garantizo que irá contigo, con gusto. Solo mantengan el perfil bajo hasta que lleguen a destino.

—Muchas gracias, Helena. No sabes cuanto te agradezco lo que estás haciendo. Me salvaste.

Cuando Aldus se levantó para darle la mano pero Helena negó con la mano. Por esto, él suspiró y volvió a tomar asiento.

—¿Vas a pedir algo a cambio?

—Por supuesto, Aldus. Yo no hago favores gratis, menos de este calibre. Está bien que seas mi informante estrella, pero esto que me pides es mucho. ¡Tienes que darme algo a cambio!

Para sorpresa de Aldus, la mujer registró la gaveta del escritorio donde se encontraba, tomó un frasco y lo puso frente a él.

—¿Y el frasco es para?

—Verás… —reclamó Helena con pena. —Mónica se fue de vacaciones con su familia, varias de sus hermanas y primas le mostraron sus hijos. Parece que todas dieron a luz al mismo tiempo. ¿Sabes qué sucede cuando una mujer con pareja está en contacto con muchos niños? ¿Y es como Mónica?

—¡Un momento! Monique te convenció de tener hijos. Esa no la veía venir.

—Deja de reír, idiota.

Helena no pudo ocultar su malhumor cuando Aldus estalló en carcajadas al enterarse de la situación. Ella bufó en silencio, esperó a que él se calmara y que con una sonrisa mordaz comentara.

—Sabes que para tener bebes se ocupa del varón, ¿verdad?

—¡Si, lo sé!— reclamó Helena entre dientes.

Helena se puso roja de la cólera al ver que él continuaba riendo. Pero antes de que estallara en gritos, Aldus puso su mano al frente y aceptó con la cabeza.

—Está bien, Helena. Tenemos cuanto, ¿dos, tres años de conocernos? Desde que me volví tu topo me has salvado de muchas a mi y a mi hija. Esto no paga lo mucho que te debemos.

Helena se calmó, observó como Aldus tomó el frasco y lo sujetó entre sus enormes manos. Por eso ella bajó la cabeza y respondió con humildad.

—No conocemos muchos “varones”, Aldus; eres uno de los pocos que no le importa lo que Mónica y yo compartimos. Así que si lo haces, da por seguro que te lo agradeceremos mucho.

—Muy bien, entonces saliendo del cuarto voy al mostrador, entro al cuarto, hago lo mío y entregó el frasco. ¿Alguna otra cosa más?

—Avísame cuando salgas del país. ¡Y por cierto…


Aldus escuchó su teléfono sonar varias veces. Cuando lo sacó para confirmar, no pudo creer lo que veía. Había frente a él al menos una docena de fotos y un video donde Helena y Mónica hacían el amor apasionadamente, solas o en compañía, sus cuerpos se fundian en un apasionado y sensual areebato de pasion, cada vez mas candente. Visiblemente sorprendido y sonrojado, este reclamó.

—¿Helena, por qué me envías esto? ¡Sabes qué es sexting! No hay necesidad.

—Mónica es “estricta” con respecto a estas cosas, ella cree que el aprendizaje está en todas las fases, desde la gestación hasta la vejez. Así que fue muy clara, si vas a hacerlo tenemos que estar presentes de alguna forma.

—Mónica siempre ha estado como quiere, es una belleza que quita el aliento. Pero tú eres muy hermosa Helena, incluyendo los músculos. ¡Nos vemos!

La mujer se sonrojó con su despedida. Él guardó su teléfono, se levantó del asiento, le dio la mano como despedida y salió por la puerta. Al hacerlo, Helena ocultó su cara con las manos y comenzó a gritar de vergüenza por lo que había hecho y le había dicho.




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