Aunque
fue ayer cuando escribí en este diario, siento, que ha transcurrido mucho tiempo.
Mis
sentimientos, aunque recientes, son fuertes y el causante de ellos, es Roberto sin
lugar a duda.
Abrahán,
mi hijo, ya tiene siete años. Está creciendo tan rápido, que en ocasiones me formula
unas preguntas, para las que os aseguro que no encuentro respuesta. Pensamos,
que los niños no se enteran de nada, que, desde su mundo de la inocencia y el
juego, no perciben nada del mundo de los adultos, y ahora, me doy cuenta de que
no. Que siendo unos niños —una inmensa mayoría—, son más sensatos, sinceros y
honestos que nosotros; porque no están maleados, porque son transparentes y cada
palabra que dicen, la dicen, con una verdad que en ocasiones hasta para nosotros
puede resultar hiriente.
Aproveché
para desayunar tranquilamente mientras que todavía él seguía durmiendo. En la
mesa de su habitación estaba el puzzle que mi hijo y Davinia montaron, en mi
ausencia, mientras que pasaba la noche con Roberto; lo que me recordaba que
tenía que pasar por la tienda de cuadros, para que lo enmarcasen, como le había
prometido la noche anterior para que lo colgase en su habitación.
De
repente comencé a sentirme muy cansada, apenas había ingerido un café con leche
y una tostada con jamón york y aguacate para desayunar y sentía como si me hubiese
comido un costillar entero.
El
periodo, hacía dos semanas que debería de haberme bajado y no tenía síntoma alguno
de que fuese a hacer acto de presencia. Me negaba a admitir, lo que, dentro de
mí, podría estar pasando.
Sin
tener ninguna prueba que lo confirmase, mi cuerpo, ya había pasado
anteriormente por esto, y estaba más que convencida que de nuevo, una vida en
mi se estaba gestando.
Habían
transcurrido más de 8 años desde mi último embarazo, los años pasaban. Mi hijo
siempre había querido tener un hermano y, sin embargo, me daba miedo. Ya no
tanto por volver a ser madre, sino porque tal vez Roberto no estuviera
preparado para afrontar una paternidad.
No
teníamos una relación consolidada, tan sólo habíamos compartidos unas cuantas
citas, charlas, paseos, confidencias y… ¡Sí! Esa noche de pasión en la que me
estremecí, grité y en la que pedí que no parase… hasta que entre sus brazos sentí
desfallecer de placer…
Y
es que la vida se compone de “momentos” y en un momento se crea una vida.
Continuará…
Próximo
capítulo el 22 de diciembre. Día en que La Revista de Todos, vuelve a ver la luz
y espero que brille como antaño lo hacía. Pero para ello, os necesito a todos y
cada uno de vosotros. Sin vosotros, nuestro trabajo, entrega y dedicación no tendría
razón de ser. Gracias por ser y estar.
Giselle,
regresa, con más fuerza que nunca deseando poder volver a emocionaros, como antaño
lo hacía.
Eva Mª Maisanava Trobo