La ciudad esconde un mundo
debajo de la tierra,
Venecia de canales sin agua
surcados por pacificas ballenas.
Esta caverna, donde no sale el sol
y nunca hay luna llena,
cobija en sus entrañas
las doce tribus de Israel enteras:
Rockers,
pijos, trendis, punks,
heavis, skins y bakalas
revueltos, en la diaria carrera,
con hip hoperos, neohippies,
skaters, góticos, frikis;
jonases autoinmolados
que pugnan por ser tragados,
albergados y expulsados,
(crudos, sin ser digeridos),
del vientre de la ballena.
Me sumerjo entre toda la gente,
mientras buscan mis pasos la salida
del laberinto de los cien conciertos,
y cabalgo la cima a la serpiente,
cuyo lomo de acero
transporta a la mesnada dócilmente.
El azote del viento
anuncia que llegamos a la entrada,
sésamo de la cueva
de la ciudad encantada.
La mano del recuerdo de mi padre
me sube la bufanda:
“tápate la boquita,
no te me pongas mala”.
Luz Macías.
10 comentarios:
La fauna humana de las grandes ciudades se concentran, a veces, en el Metro... Has sabido captarla y transmitirla. ¡Enhorabuena!
Una buena introducción de un estudio de comportamiento animal de la humanidad. Los espacios cerrados y públicos generalmente muestran lo peor (y sólo lo peor) de la convivencia humana. Muy bueno.
Cada vez que viajo a Madrid y tomo el metro, me invade una sensación parecida. Muy bien plasmada.
muy diámico, y me encantó la descripción realmente me trasladaste a Madrid. UN ABRAZO
la fauna siempre pululante mezclada y forzada a convivir, así son las grandes ciudades, excelentes me metáforas! Saludos!
Perdona la tardanza en darte las gracias por tu comentario. Un beso de Luz
Gracias, Carlos. Eres muy amable.
Gracias, Juan. Cariñosos saludos de Luz.
Gracias, José, otro para ti de Luz.
Sí, todos nosotros pertenecemos a alguna tribu... Gracias por tu amable comentario, Juan.
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