domingo, 4 de mayo de 2025

La Revista sigue latiendo (aunque yo me ausente un poco)

 Pozuelo de Alarcón, 4 de mayo de 2025

 

Queridos lectores de La Revista de Todos


Este comunicado debería haberlo escrito el 30 de abril, justo una semana después del Día del Libro, pero creedme: no he tenido ni un respiro. Como muchos ya sabéis, me van a operar en breve y estoy a contrarreloj para dejarlo todo listo antes de la intervención.

Aun así, no quería dejar pasar la ocasión de daros las gracias. El 23 de abril, nuestra revista registraba 244.267 visitas. Siete días después, el 30 de abril, la cifra subía a 244.784. ¡517 visitas en tan solo una semana! No sabéis lo importante que es para mí ver que seguís ahí, leyendo, acompañando, sumándoos a este proyecto que ya es de todos. 


Durante un tiempo estaré ausente, y me costará. Pero intentaré, en la medida de lo posible, dedicar tiempo a leer, que es algo que llevaba demasiado tiempo posponiendo. La lectura es una herramienta imprescindible para quien escribe, pero también una forma preciosa de seguir presente incluso cuando el cuerpo necesita parar.

En mi ausencia, La Revista de Todos seguirá viva, con todo el contenido que hemos ido creando con tanto mimo. Os invito a seguir explorando sus rincones. Y, por favor, no dejéis de leernos. Cada visita, cada lectura, es para mi equipo y para mí, un gesto de cariño que atraviesa la pantalla.

Sed buenos, sed malos… pero no me seáis infieles.

Con cariño, Eva

P. D.: Mi equipo y yo ya estamos trabajando para que, cuando este pequeño bache esté superado, podamos seguir emocionándoos como merecéis. Nos reencontraremos con más fuerza, más historias y muchas más ganas.

martes, 29 de abril de 2025

Cuando escribir también es saber parar.

  

 

Hola a todos:

 

Como no sé a qué hora podréis conectar, quiero adelantarme. Sabía que tarde o temprano este momento llegaría. Aunque amo escribir, y aún más a nuestra hija —La Revista de Todos—, hoy me veo en la nada fácil decisión de tener que alejarme por un tiempo de este mundo que tan feliz me hace: el de escribir, el de hablar con palabras. 


Los que me conocéis desde hace tiempo, y también los que habéis comenzado a seguirme más recientemente, sabéis que en diciembre sufrí un ataque de ciática. Mi intuición —sin necesidad de ser doctora— me decía que algo más complejo estaba sucediendo.

Después de realizar rehabilitación, y tras varios tratamientos para el dolor, ninguno dio resultado, así que no me quedó otra que acudir a mi neurocirujano. Hoy me ha comunicado lo que en el fondo ya temía: tienen que volver a operarme.

Esta vez será una intervención más compleja. Me van a colocar placas y tornillos para fijar la vértebra L5-S1, que tanto "por culo" me está dando —permitidme la expresión, aunque no sea la más correcta—.

La operación anterior duró 45 minutos y estuve solo dos días en el hospital. En esta ocasión, la cirugía durará más de dos horas y media, y estaré ingresada entre 4 y 5 días en el Hospital Quirón.

¡Vamos, que me cojo unas vacaciones!: sin planchar, sin limpiar, sin cocinar... Se admiten visitas y regalitos.

De antemano, me han recetado mimos, detalles y descanso.

Permitidme que me lo tome con humor; bajo ningún concepto quiero venirme abajo.

Entre otras cosas, porque mi meta es volver a escribir con más ganas, retomar las locuciones de Luis Anguita Juega como antaño, recuperar mi vida, escribir el libro que mi Tata y yo soñamos... y, sobre todo, volver a verte, Tata.

Quería hacer un especial para junio, pero será imposible. Aún no está confirmada la fecha exacta de la operación —será el 22 o el 29 de mayo— y, evidentemente, no estaré en condiciones de pasar mucho tiempo sentada frente al ordenador.

Además, también necesito desconectar un tiempo, leer y descansar.

No sé si me echaréis de menos o no, pero yo a vosotros sí.

Tanto a los lectores de La Revista de Todos como a los lectores de mi humilde blog.

Eso sí, espero que sigáis leyéndome. Desde el móvil podré ver las estadísticas, y será como sentirme abrazada por todos y cada uno de vosotros.

Me despido por ahora. Os mantendré informados de la fecha de la operación y de las novedades.

 

Os quiero muchísimo a todos.

Petons, Bicos, Besos, Kiss.

Eva

miércoles, 23 de abril de 2025

El regreso de Giselle. No vives, sobrevives.

 

Paseando por la explanada de Alicante, cerca ya de la playa, vislumbré a uno de mis antiguos clientes. Me hice la despistada, con la esperanza de que no me reconociera. Los años pasaban y, si con el embarazo de Abraham mi figura había cambiado, ahora, mi cuerpo comenzaba a experimentar los efectos de mi estado actual.

Quise girar hacia el ayuntamiento, dejando la playa a mi derecha, cuando escuché que alguien gritaba mi nombre. Al volverme, vi a Alejandro. En su momento intentó tener algo conmigo, y aunque era el hombre que había esperado toda mi vida, preferí hacerme la loca. Sabía que era de esos hombres que valían más como amigos que como amantes, y temía que la amistad se perdiera si cruzábamos esa línea.

Nos saludamos con dos besos. Noté, una vez más, cómo le era imposible no mirarme el escote. Y mentiría si dijera que no me gustaba. Todo lo contrario: me encantaba. Recuerdo que, tiempo atrás, cuando iba a visitarlo a su trabajo, siempre llevaba escote. Su mirada despertaba mis musas, esas que a veces, caprichosas, me abandonaban.

Hablamos largo y tendido. Saber que tenía pareja me hizo feliz, aunque en el fondo extrañaba ese juego de coqueteo que tanto me gustaba. Pero esas cosas no se pueden forzar, simplemente suceden.

Cuando me acompañó a la puerta del hotel, por un instante, cuando fue a besarme la mejilla, se me pasó por la cabeza robarle un beso. Pero no podía. Me atraía tanto como me bloqueaba. Nunca había sentido algo así por un hombre. Me despertaba las mismas ganas de abofetearlo que de probar el sabor de sus labios.

Pero ni podía, ni debía, ni quería más complicaciones. Estaba embarazada de Roberto y no era justo, ni siquiera pensar en algo que no tenía razón de ser.

 

La escapada a Alicante me estaba sentando mejor de lo que imaginaba. La conversación con Alejandro y la distancia de mi rutina me ayudaban a despejar la mente, dejando de pensar, aunque solo fuera por instantes, en el audio que le había enviado a Roberto. Volvía a conectar con mi faceta de escritora, que después de ser madre, era lo que más me llenaba.

Apenas llevaba quince minutos en la habitación cuando sonó el móvil. Era Roberto. Estaba en Alicante. Había tomado el AVE tras salir del trabajo y quería hablar. Me puse muy nerviosa. Me había hecho a la idea de enfrentar esa conversación a mi regreso, pero no me quedaba otra que encararla ya.

El golpe en la puerta me paralizó por un instante. Me sentía como una adolescente. Saber que había venido a verme me hacía feliz, pero escucharlo era lo que me aterraba.


—Hola, Giselle. ¿Cómo estás?

—Contrariada, no te voy a mentir. Creí haber sido clara con mi audio.

—Y lo has sido. Por eso estoy aquí. No podemos seguir con audios y mensajes como si fuéramos niños. Tenemos que hablar y lo sabes.

—Sí, así es… Te escucho.

Estaba temblando. Apenas podía sostenerme en pie. Seguramente se dio cuenta.

—Siéntate, por favor. Sé que mis palabras no fueron las más acertadas y que por eso has venido aquí. Te conozco más de lo que crees. Y aunque no dudo de que la feria te hizo ilusión, en el fondo sé que aceptaste para huir, una vez más, de tus fantasmas.

Hizo una pausa y continuó:

—Es cierto que no mencioné a Abraham, pero el día que te abracé en la calle, cuando vaciaste todas esas lágrimas que llevabas enquistadas en el alma, asumí todo lo que había en tu vida, porque quería formar parte de ella. Por más que intentes poner distancia, no enfrentas tus miedos. La única que sigue creyendo que todos los hombres queremos lo mismo eres tú. Pero no, Giselle Bayma. No todos los hombres somos iguales.

Sus palabras me golpeaban fuerte.

—Desde que te conozco, tu reacción ante las adversidades ha sido la misma: huir. ¿Crees que así se solucionan las cosas? ¿Qué pasará si tu hijo quiere irse fuera a estudiar o si cae enfermo? ¿También huirás? ¿Cuándo vas a dejar de tener miedo y enfrentarte a la vida?

Me ardía el pecho.

—¡Cállate! Vete de aquí, te odio —le espeté llena de rabia.

—No me odias. Simplemente no quieres escuchar la puta verdad. Pero no voy a tener más tacto, porque sé que me quieres. Lo que te asusta no es estar conmigo, sino la idea de volver a quedarte embarazada, de perder al padre de tu hijo, de quedarte sola de nuevo. Te da miedo vivir, Giselle.

Me tapé los oídos, pero siguió hablando.

—Eres la mujer más especial que he conocido. La mejor hija, la mejor amiga, la mejor madre… incluso la mejor escort de Madrid. Eres una de las mejores escritoras que conozco, pero tú no crees en ti. —No vives, sobrevives—. Y de eso no se trata la vida.

Sus palabras me desarmaban.

—Estás acostumbrada a refugiarte en tu diario, a escribir para que tus personajes vivan lo que tú no te atreves. Pero la vida no es un diario, Giselle. La vida, en ocasiones, es un guion mal escrito, con un final de mierda; pero aun así, hay que vivirla.

—Te odio, vete de aquí. ¡Ojalá te mueras!

—Blasfema lo que quieras, grita si lo necesitas, pero no me voy a ir. Ni de aquí, ni de tu vida..

Me quedé en silencio.

—¿Cuándo pensabas decirme que estabas embarazada?

Levanté la cabeza, sorprendida.

—Creíste que lo tenías todo controlado, pero no, cielo. Tu audio me extrañó tanto que llamé a tu oficina. Justo después de que te fuiste, Davinia encontró el test de embarazo en la papelera. Al menos podrías haberlo guardado para mostrármelo. Me habría encantado compartir ese momento contigo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Perdóname —susurré.


 Nadie me había hablado nunca con tanta claridad. Y lo peor es que no tenía nada con qué rebatirle. En ese instante entendí que la vida no era solo escribir. Primero debía vivir y luego plasmarlo en papel. No al revés.

Roberto me atrajo hacia él. Me calmó entre sus brazos, arrancó mis miedos con sus besos. Sus caricias me hicieron olvidar el temor y, con su buen hacer en la cama, pasó de ser el hombre al que odiaba y deseaba muerto, al que me hacía morir de placer y amor entre sus brazos. 

Por primera vez en mucho tiempo, escribí en mi diario sobre algo que viví, no sobre algo que solo fantaseé.

Esa noche, sin saber cómo terminaría, comencé a escribir la primera página de un libro que quería vivir hasta el final.

 

Continuará…



Lágrimas de un libro.

 

 

¿Te acuerdas de nuestras noches tejidas con palabras?

Letras de piel y deseo que se han convertido en recuerdos.

Un libro, decíamos.

un libro de versos y besos que no pudimos escribir

solo soñar y cantar

y sentir en pequeños momentos.

 

Donde se ocultan aquellos sueños

tal vez convertidos en máscaras vacías

en misterio.

 

Hoy he abierto de nuevo aquellas letras

que ya no son sino silencio.

La vida se desvaneció de sus páginas

para convertirse en soledad,

en un triste y fallido sortilegio.

 

Solo quedará un libro

mudo testigo de lo que no pudo nacer

más que en sueños.

 

Escribiré ese libro en papel y colores

y sus palabras vivirán

al leerlo

Aunque ni tu ni yo estemos ya vivos

el libro —así lo creo—

será eterno .

 

Magia y poesía de un libro

—como todos los libros—

escrito con el alma en carne viva

para guardar la memoria,

enjugar una lágrima

y tal vez desafiar al olvido.

 

 

Fernando Alonso Barahona

Marzo 2025

Oda a Erató


En lo profundo de mi mente, como la visión de lugares imposibles, a través de letras y papel se vuelven comprensibles e imaginables, como una biblioteca cuya luz siempre está a tu lado y el resto, tinieblas, navegando entre sus pasillos, acariciando cada libro en sus estantes, posando momentáneamente mis dedos en sus lomos, como quien lee con ellos y cierra los ojos para ver su contenido, para seguir vagando sin rumbo en el laberinto de Minos, encerrado aquí; pero elusiva te veo de vez en cuando, oh mi dulce musa, Erató, ríes con tu cara cubierta con el libro de mis desamores, acaricias página a página cada una de mis tristezas, porque en cada una me inspiraste a crear dulces letras, ignoradas y olvidadas. 

¡Oh, hermosa Erató!, eres testigo del amor en mi lírica, en el peso y sentimiento en cada letra. Sonríes y lloras recorriendo los pasillos más oscuros, donde los recuerdos que no deseo recordar se hallan, cada bellos ojos que atención ponían en mí, aunque fuera por un momento. Vos, mi maestra Erató, movías mi mano para crear jocosas letras, tímidas rimas y seductoras afirmaciones. Puede que casi todas cayeran en sordos oídos, que ni un palpitar o sentimiento promovieron, pero siempre estás para mí. Aunque no pueda verte, cierro los ojos y tus susurros crean las letras, los párrafos y renglones, aun cuando a nadie son dirigidos, siempre con el libro de mis fracasos en tu seno, pero jamás olvidando las letras que tu perfume inspiró.

¡Oh, musa! ¡Oh, Erató! Que tus letras siempre mantendré en la biblioteca de mi mente, aunque las hojas a pedazos se caigan cada día, aunque las llamas de Alejandría los estantes consuman, aunque las aguas atlánticas se traguen los tintes, siempre perdurarán las rimas que fueron dedicadas, creadas gracias a vos por voz. Pese a que mortal alguna las aprecien, los tesoros entre prólogo y epílogo, que rasgaron el papel tatuando los sentimientos sin voz pero razón. Ahora hoy, tus manos acarician mis dedos, guiando palabra por letra y letra por palabra, como el viento mece el barco a una dirección. Te dedico este estribillo, la humilde ofrenda de un don nadie a una diosa, como el pordiosero que regala una flor a una reina, rogando a que no abandones los pasillos de mi cabeza, para así volver a crear dulces letras con un suspiro perdido, melancólico y profundo, entre los libros de mi mente.


Marvin Duran


Jaimito, un capullo “de libro"


Hola:

Me llamo Jaime, pero los que me conocen me llaman Jaimito “El mentiroso”…

Tras las pruebas médicas que me realizaron las dos tesinandas que, por cierto, obtuvieron premio extraordinario por sus TFM'S sobre "Miembros viriles desaforados" (ellas lo llamaban "macrofalosomía genital", un trastorno que creo que al rey Fernando VII le impedía mantener relaciones sexuales normales y, según he leído, también lo padecían Napoleón Bonaparte, Rasputín y el rey Carol II de Rumania)... Pues, como os iba diciendo, tras aquel triste día de San Valentín, el día de los más de diez orgasmos seguidos, me propuse buscar el amor de verdad y, con mi cerebro científico y organizador, planeé una fecha tope para conseguirlo: El día de San Jorge (Jordi, para los amigos)... ¿Por qué elegí esa fecha...? Pues, es claro: La tradición habla de regalar un libro y una rosa a la persona amada y pensé que sería una bonita oportunidad para, con esa excusa, hallar el amor verdadero y duradero (Ya sabéis que, a pesar del tamaño de mi cacharro, soy un romántico...). Pero, aunque algunos me envidien por motivos obvios, al mirarme a la bragueta, creo que tengo un poquito de gafe y la jugada me salió rana... Veréis...

Yo vivo en una primera planta y tengo una vecina que vive en el segundo interior, de forma que la ventana de su cuarto tiene una visión excelente del espejo del armario de mi dormitorio. Cuando me asomo a tomar el fresco, casualmente, siempre veo a Carmen (así se llama) mirando hacia abajo y siempre me deleita con una sonrisa intensa y carnal, como fiera que ha puesto los ojos en presa sabrosa... La verdad es que la chica está muy bien y me desasosiega tanto su mirada, que no me queda más remedio que desahogarme unas cuantas veces, mientras me dura su recuerdo. Supongo que a todos vosotros os pasará lo mismo que a mí...

Una tarde me encontré a Carmen en el portal, al regresar a casa desde la universidad. Ella estaba hablando por teléfono y al verme meter la llave en la cerradura, colgó inmediatamente la llamada.

Yo la saludé y ella no me contestó, sólo se quedó mirándome alternativamente a los ojos y a la entrepierna y, aunque no soy muy experimentado, tampoco soy idiota e interpreté enseguida que ella me estaba avisando sutilmente de que debía de llevar la bragueta abierta. La sonreí un poco ruborizado y, girándome discretamente, trate de subir la cremallera, pero, resulta que no la tenía bajada, por lo que, me volví a mirar a la chica con cara de interrogación... Ella sonrió pícaramente, y se me abalanzó sin darme opción de proteger mi dignidad... Mientras me besaba como una loca, metiéndome la lengua hasta el último de mis empastes, me echó la mano a la bragueta y, ahora sí que se desabrochó... Imaginaos cómo se me puso el instrumento... Si ya en estado normal es desmesurado, ante aquella acción duplicó su tamaño. No os cuento la cara que puso ella al evaluar el tamaño real de mi apéndice reproductivo; solo, deciros que me miró con esa cara que solo ellas saben poner, cuando te ven desnudo y con la boca abierta de animal en celo, lees en sus ojos un “reviéntame con eso, cabrón”… Pero hete aquí, que de repente, la vecindonga del tercero exterior abrió la puerta de la calle y me miró al ver la escenita se quedó petrificada, con cara de pánico...

La chica se separó de mí violentamente hacia atrás y allí me quedé yo, delante de la Karen del visillo, empalmado como un verraco, con la bragueta bajada y un volumen interior tan espeluznante que, al verlo, va, la muy pedorra y se desmaya, rebotándole la cabeza dos veces en el suelo...

Carmen, muy asustada, salió disparada hacia su casa (nunca imaginé que pudiera subir las escaleras tan rápido, con aquellas piernecillas cortas y aquel tafanario espectacular que tenía...).

Yo no salía de mi estupefacción por lo que acababa de acaecer... Sólo le daba vueltas en mi cabeza a la idea de que la pobre mujer quizás se habría matado del golpetazo contra el suelo... Y sin dudarlo un instante, cogí, me agaché, le puse el oído en el pecho para ver si se escuchaba su corazón y, al ver que le latía, me serené un poco y hasta me puse a pensar en lo duras que tenía las tetas la buena señora y entonces ocurrió lo peor: ¡Apareció su marido! (imaginad la escena) y me pilló, con su mujer inconsciente en el suelo, visiblemente empalmado, con la bragueta abierta, tumbado sobre ella, mojándole la camisa a la altura del pezón, con la baba que aún tenía en mi barbilla por los besos de la otra... ¡Bueno...! Me dio hostias hasta en la foto del carnet de conducir y lo peor: Terminó su desahogo propinándome una patada donde ya os podéis imaginar... (Esta fue la primera vez en que agradecí a la madre naturaleza la desmesura de mi miembro; porque, al ser tan grande mi pene y mi glande (grande y glande riman... jijijiji...), hicieron de amortiguador y protegieron entrambos a mis cataplines, que podrían haber fenecido en la batalla...

Afortunadamente, los vecinos llamaron a la policía cuando escucharon los gritos, y fue ya en la comisaría donde finalmente se pudo aclarar todo lo sucedido...

A la mujer, se la llevó el SUMA 112 y no hacía más que decir a los médicos que había visto cómo salía un “Alien” de mi cuerpo, por mi vientre... ¡En fin...! Creo que con el tratamiento está mejorando...

Yo tardé cinco semanas en recuperarme del palizón que me propinó aquel energúmeno. Para sobrellevar la convalecencia, y para lavar también su conciencia, Carmen me regaló un libro muy bonito con un título romántico y poético donde los haya: "Métela hondo y hasta el fondo" (Creo que el autor es un monje budista, basándose en la enseñanza del Kãma-sūtra-mãdre...).

 

La verdad es que la chica, cada vez que bajaba a verme, me hacía todas las cosas tal y como si fuera yo mismo... Yo creía que era un milagro el haber encontrado a alguien que conociera con tanta precisión mis gustos y preferencias eróticas (hubo días de gastar un paquete de tissús de 100 hojas, para adecentarnos y no chorrear el suelo al ir a la ducha) y, de ese modo, empezó a nacer en mí un amor romántico, a pesar de que algunos de sus hábitos dejaban bastante que desear, en lo higiénico... Pero, yo la perdonaba porque, en el fragor de la contienda, un cuesco casi huele a ambrosía...

Ella se empeñaba en querer hacer lo que me hizo, en su día, aquella pobre chica a la que ensarté y me quedé enganchado, hasta que me la arrancaron en el hospital... Yo le conté el suceso para prevenirla y aproveché para preguntarle qué ¿Cómo podía conocer con tanta precisión mis preferencias en el juego pajotero...?

¡Oído y atención a la respuesta...!

Me espetó: <<Porque llevo más de un año matándome a pajas, mirando desde mi ventana, en tu espejo, cómo te las haces tú...>>

Aunque me reí en el momento, fue un poco doloroso notar que su admiración por mí y su aspiración personal se basaban de nuevo en las bajas pasiones y no en el amor noble y puro al que yo aspiraba... ¡Qué le vamos a hacer...!

Los pocos ratos, en que me quedaba solo, los dedicaba a leer el libro; pero, como solía estar agotado, me quedaba dormido y avanzaba muy despacio en aquella penetración en el seno de la literatura, vetada para mí, por mi estado de agotamiento permanente...

Llegando San Jorge, ya bajaba yo a la calle y, la víspera, me fui a comprar una rosa roja y un libro para mi lasciva amiga. En mi anacrónico romanticismo, pensé que podría llamarle la atención un libro de poesía y busqué un clásico para la ocasión... Me dije... ¡Ya lo tengo! Le voy a comprar "Poemario Antológico de José Espronceda" (cuando lea "Con cien cañones por banda..." seguro que quiere casarse conmigo...).

Llegó el día señalado y yo, muy ufano, con mi rosa roja del Mercadona y mi Poemario, subí a entregárselos a Carmen con intención de invitarla a comer... Llamo al timbre, abre la puerta y aparece en paños menores, no... ¡ínfimos! y entorna la puerta tras de sí, como queriendo evitar que se viera quién había dentro... Pero, empinándome, alcancé a divisar que había un maromo, con su triste pene inhiesto, mal oculto tras su mano, que nos miraba perplejo...

Guardé silencio, me di media vuelta y entré en mi casa... Al cerrar la puerta, me senté en la cama y recapacité en lo acababa de ocurrirme y me di cuenta de que no le había entregado ni el libro, ni el puto capullo de rosa que le había comprado... Y pensé que estaba como el de la canción de Joaquín Krahe (Ya sabéis: “Y yo con mi capullo hice el gilipollas, madre”…), aunque terminé diciéndome resignado: ¡Jaimito! ¡Eres un capullo “de libro”...!

Pues, amigos lectores, de nuevo me quedé sin saborear las mieles del amor verdadero, aunque ,eso sí, Carmen, cuando estaba conmigo, siempre tenía las bragas "para sembrar arroz"... Sí, amigos, sí... Como la puta Albufera... ¡Siempre, empapadas!

Y es que, aunque el sexo no me falta (y, si me falta, me apaño)... ¡No sirvo para el amor!

Y los cabrones de los amigos siguen diciéndome que miento... Y yo, resignado, les digo: Sí, sí... ¡Soy Jaimito, “El Mentiroso"! Jajajaja…

 

To be continued!

 

El Perurena


El beso robado.

 


Traté de controlarme, pero no pude. Tenerte al frente mío en esa área aislada sin que nadie se acercase fue un ataque mortal a mi compostura. Te arrinconé en la esquina, evitando que te movieras, aunque no era necesario, tu asombro te paralizó; enmudeciste. Tu mirada me preguntaba qué estaba sucediendo, qué estaba haciendo. Te acaricié ambos hombros sin decir una sola palabra. Sólo te admiraba y en mi embriaguez, intoxicado por tu belleza, me di cuenta de lo que había hecho. Te abracé con fuerza mientras ocultaba mi rostro en tu cuello, sintiendo tus sedosos cabellos acariciarme. Ya había dado el paso, no había vuelta atrás. Acercando mi boca a tu oído, rozando mis labios por tu piel, respirando profundamente sobre tu ser te susurré las palabras que llevaban ahogándome desde hacía un año “te deseo con todas mis fuerzas”.

Respiré sobre tu cuello, aun abrazándote, inhalando aún tu aroma, sintiendo tu calor, sintiendo la presión de tu pecho sobre el mío. Trataste de moverte, pero más fue por instinto que por rechazo y sentí la humedad en tu rostro, sentí tus lagrimas rodando suavemente por tus mejillas. Con mis ojos cerrados, sin borrar la imagen de tu dulce cara, dejé que mis labios tomaran esas gotas de sabor salado que provenían de tus preciosos ojos. Lentamente las iba saboreando una a una y mientras lo hacía sentía como tu respiración se hacía más profunda y entrecortada, sentía los latidos de tu corazón aumentando de velocidad haciendo eco de mis propios latidos y fue entonces cuando volví a decirte “te deseo, te deseo con todas mis fuerzas”.

No te permití reaccionar. Presioné mis labios sobre los tuyos, aprovechando tu estado de asombro e incredibilidad. Sentí tus manos apretar mi espalda mientras tu boca comenzaba a contestar mi atrevimiento, rindiendo tus labios a los míos, entregándome un largo beso el cual ya yo te había robado.

Un año ha pasado desde que comenzamos a trabajar en el mismo piso de la planta, un año de intercambiar sólo miradas, las cuales inconscientemente decían, sin aún nosotros saberlo, lo mucho que nos deseábamos. Ahora entiendo porque nos evitábamos, porque no intercambiábamos palabras en esos pasillos; ni tan siquiera un frío saludo se cruzaba entre nosotros. Ambos tratábamos silenciosamente de defendernos de nuestros ardientes deseos, recordándonos que ambos estamos casados y ambos tenemos hijos.

No deseaba apartarme de ti, quería seguir bebiendo la pasión que emanaba de tu boca, pero al escuchar que alguien se acercaba, retiré tristemente mis labios de los tuyos y sin apartar mi mirada de tus dulces ojos, te sonreí y miraste al suelo mientras sonreías también. Me di media vuelta y regresé a mi oficina sin borrar tu imagen de mi mente, aun saboreando la humedad de tus labios. Abrí la gaveta de mi escritorio y tome el libro de poemas La Flor del Mal de Charles Baudelaire, libro que seguramente fue el que me inspiro para tal atrevido acto.  Tomé un sobre de correos internos y coloqué el libro dentro, junto a una simple nota: 'Un obsequio'. Me emocioné cuando, más tarde, pasaste cerca de mi escritorio y mirándome, sonreíste levemente antes de mover tus labios disimuladamente formando una sola palabra, “gracias.” Note que tenías el libro en tu mano. Sonreí también.

Ahora, en la oscuridad de mi recamara, con mi esposa durmiendo a mi lado, los niños en sus cuartos, el recuerdo de ese beso sigue fresco en mi memoria, deseando tenerte nuevamente entre mis brazos mientras te arrebato otro apasionado beso. Te buscaré en las esquinas, en los solitarios pasillos de la planta, en los solitarios pasillos de la planta, en los lugares donde al menos pueda rozar tu piel y sentir el toque de tu cuerpo. La semilla del deseo que por un año había estado germinando en lo más profundo de nuestros cuerpos finalmente ha roto el último nivel de restricción que tenía para finalmente ver la luz de la pasión y emprender el camino hacia el clímax de dos inevitables amantes.


Efraín Nadal De Choudens




El libro de la vida.

 




Si no lees en un girasol la respuesta que buscas...

Si una piedra no te grita los sonidos que contiene...

Si las hojas de la hierba no te corean el canto de la vida...

Si una leve brizna no te trae una nueva canción...

Si el sol entrando por tu ventana no ilumina tu espíritu...

Si una gota de agua no te revela sus secretos...

Si un cristal de hielo calla sus voces...

Si llueve en silencios...

Si los rayos del sol no te producen ningún sonido...

Si no entiendes la danza de los cisnes....

Si nada de esto ves y nada de esto comprendes...

No has leído el libro de la vida.




Hollman Barrero

El Sembrador

Colombia Copyright



WolfWE. Helena I. Toma y daca.

Fertility Insititute of San Diego, La Jolla
San Diego, Califormia.
EE. UU.


¿Qué habrá retrasado a Aldus? Él nunca viene tarde a una cita.

Esos y muchos otros pensamientos invadían la mente de la mujer que esperaba de pie en el salón de espera. Ella era alta, de cabello negro, alta y su figura era imponente. Vestía pantalón y saco de vestir, con una blusa blanca que discretamente ocultaba su busto y que destacaba el porta identificadores que llevaba colgado en el cuello con un collar. Pero lo que más se notaba de ella no era su piel color canela, ni su largo cabello negro, ni sus labios carnosos. Porque a pesar de usar traje, o debido a ello, se notaba que era musculosa y estaba notablemente tonificada.

Ya la mente de la mujer iba a volver a rotar las mismas preguntas cuando por el corredor un enorme hombre se acercó con un paso firme y seguro. Él vestía informal, con una camiseta, un pantalón de mezclilla y tenis sin medias, usaba una gorra de béisbol para cubrir su cabello y mantenía la vista baja para no ser observado. Pero lo que volvía de cabeza a algunos que lo observaban es que a pesar de ser tan alto no era mal parecido y su musculatura estaba balanceada con su altura.

Ella esperó a que él se acercara, cuando ambos estuvieron al alcance él bajó la cabeza y ambos se besaron en la mejilla, eso lo tranquilizó. En silencio ella lo tomó de la mano y con una seña a la recepcionista ambos desaparecieron de la sala de espera e ingresaron a uno de las oficinas de atención médica que convenientemente estaba vacía.

—Buenas. Llegas tarde, Aldus— reclamó la mujer mientras tomaba asiento frente a él en el puesto de atención médica.

—Buenos días, Helena. Mira, lo siento. Tenía que encontrar a alguien que cuidara a Nela. Por dicha Berly se va a quedar un rato por la ciudad, así que se ofreció. Tenía que llevarla a su apartamento antes de venir acá, tráfico.

—Fuiste tú el que me llamaste a mi— reclamó la mujer con autoridad. —Deberías ser más consciente, mi tiempo es muy limitado. 

—Te recuerdo que fuiste tú la que sugirió la clínica. El campo de tiro está más cerca.

Helena bufó de enojo, esperó a que se sentara y comentó.

—Ya estamos aquí. Dime, ¿qué es tan urgente que me llamaste con tan poca anticipación? ¿Y qué no podíamos tratar por teléfono?

—Amatista regresó dos días antes de la fecha del intercambio de custodia.

Ella guardó silencio, extrajo su teléfono, con sus dedos buscó información en él y suspiró.

—Amatista Fernanda Leiton y Rodríguez de la Piedra. La menor de todas las Hermanas de la Piedra. Según la Agencia ha estado en conversaciones con varios carteles a lo largo y ancho de California en el último par de meses. Es algo descuidada, pero por la forma en que conversa es difícil sacarle evidencia, pero es muy fácil de rastrear. Te recomendaría que te alejaras de ella lo antes posible, pero si estás aquí es porque ella ocupa algo y por ende tú ocupas algo.

—¡Si!— reclamó Aldus entre dientes. —Anoche ella y Berly se conocieron.

     —Supongo que “La Armenia” le pegó una bofetada en cuanto la conoció.

—¿Cómo lo supiste?

—Ya te dije, Amatista deja muchas pistas. En las redes sociales aparece super enojada y subió fotos del moretón en el cachete. ¿Ya la puso en la lista de muerte de la familia?

—La amenazó con ponerla…

—¿Y no te da miedo dejar a tu hija con un blanco de las Hermanas de la Piedra?

—No— exclamó Aldus algo nervioso. —Ningún golpe se puede dar sin la aprobación de la Señora Esmeralda.

—Si, Mamá Piedra debe dar la orden. Entonces, ¿me vas a pedir protección para Berly?

—¡No!

—¿Entonces qué hago yo aquí?

—Amatista ocupa regresar a México, ¡ya!

—¡Oh, cielos!— exclamó la mujer mientras se dejaba caer en la silla. —¿Al menos te comentó que estupidez hizo ahora?

—Me dijo que “retocó” unos libros y qué tiene el “mandado” en unas llaves encriptadas. 

—¡Criptomonedas!— exclamó Helena, se llevó la mano a la cabeza y negó lentamente. Ella sabía el significado de lo que había dicho Aldus, sabía lo que pasaría después. Pero en ese momento Aldus reclamó nervioso.

—Helena, ¡eres de Seguridad Nacional! Tiene que haber algo que puedas hacer.

—En lo personal no puedo hacer nada— reclamó la mujer mientras revisaba su teléfono. —Si todo el rastro de las personas con la que se reunió es cierto, ella se hizo de enemigo a la mitad de los carteles de Costa Oeste en menos de un trimestre. O se cree muy lista o es muy estúpida para no darse cuenta.

—¡Ambos! ¿Qué es lo que recomiendas?

—¡Qué la dejes morir! Eso es lo que se merece. Esa es mi recomendación.

—¡No puedo hacer eso! Si ella se muere, La Señora Esmeralda me va a arrancar los huevos para dárselos de comer a sus perros, antes de matarme.

—¡Ok! Déjame pensar.

Ella se puso a revisar su teléfono mientras Aldus bajaba la cabeza y la ponía entre sus manos, se veía muy nervioso. De pronto, ella abrió los ojos y reparó en un detalle.

—Aldus, ¿estás trabajando para la CLAA, verdad?

—Si, ¿por qué?

—Eso quiere decir que tienes que ir a México, ¿en dos semanas?

—¡Si! Tengo que asistir a un evento en la capital estatal, me lo confirman en tres días. Además, debo asistir a las grabaciones para el próximo trimestre. Voy a permanecer dos semanas ahí.

—Ok, adelanta tu viaje y llévate a Amatista contigo. Ellos buscan a una mujer, no a un grupo. Hay varias casas seguras en las inmediaciones, te enviaré la información al correo. Usa la ruta terrestre para pasar la frontera. Voy a hablar con el supervisor, creo que te podemos dar tres días de gracia para salir del país, sin preguntas y sin problemas.

—¿Tres días? Eso no me da tiempo para encontrar a alguien que cuide a mi hija.

—Invita a “La Armenia”, que ella cuide a Nela y se van todos juntos a México. Entre más sean, mejor.

—Nela va a alegrarse mucho cuando sepa que va a volver a ver a la abuela. ¿Pero, no se si Berly va a aceptar?

—Ella es actriz, está de “vacaciones”, lo que significa que no tiene proyectos ni empleo hasta que le den luz verde a la siguiente temporada de la serie en que trabaja, si es que se la dan. Te garantizo que irá contigo, con gusto. Solo mantengan el perfil bajo hasta que lleguen a destino.

—Muchas gracias, Helena. No sabes cuanto te agradezco lo que estás haciendo. Me salvaste.

Cuando Aldus se levantó para darle la mano pero Helena negó con la mano. Por esto, él suspiró y volvió a tomar asiento.

—¿Vas a pedir algo a cambio?

—Por supuesto, Aldus. Yo no hago favores gratis, menos de este calibre. Está bien que seas mi informante estrella, pero esto que me pides es mucho. ¡Tienes que darme algo a cambio!

Para sorpresa de Aldus, la mujer registró la gaveta del escritorio donde se encontraba, tomó un frasco y lo puso frente a él.

—¿Y el frasco es para?

—Verás… —reclamó Helena con pena. —Mónica se fue de vacaciones con su familia, varias de sus hermanas y primas le mostraron sus hijos. Parece que todas dieron a luz al mismo tiempo. ¿Sabes qué sucede cuando una mujer con pareja está en contacto con muchos niños? ¿Y es como Mónica?

—¡Un momento! Monique te convenció de tener hijos. Esa no la veía venir.

—Deja de reír, idiota.

Helena no pudo ocultar su malhumor cuando Aldus estalló en carcajadas al enterarse de la situación. Ella bufó en silencio, esperó a que él se calmara y que con una sonrisa mordaz comentara.

—Sabes que para tener bebes se ocupa del varón, ¿verdad?

—¡Si, lo sé!— reclamó Helena entre dientes.

Helena se puso roja de la cólera al ver que él continuaba riendo. Pero antes de que estallara en gritos, Aldus puso su mano al frente y aceptó con la cabeza.

—Está bien, Helena. Tenemos cuanto, ¿dos, tres años de conocernos? Desde que me volví tu topo me has salvado de muchas a mi y a mi hija. Esto no paga lo mucho que te debemos.

Helena se calmó, observó como Aldus tomó el frasco y lo sujetó entre sus enormes manos. Por eso ella bajó la cabeza y respondió con humildad.

—No conocemos muchos “varones”, Aldus; eres uno de los pocos que no le importa lo que Mónica y yo compartimos. Así que si lo haces, da por seguro que te lo agradeceremos mucho.

—Muy bien, entonces saliendo del cuarto voy al mostrador, entro al cuarto, hago lo mío y entregó el frasco. ¿Alguna otra cosa más?

—Avísame cuando salgas del país. ¡Y por cierto…


Aldus escuchó su teléfono sonar varias veces. Cuando lo sacó para confirmar, no pudo creer lo que veía. Había frente a él al menos una docena de fotos y un video donde Helena y Mónica hacían el amor apasionadamente, solas o en compañía, sus cuerpos se fundian en un apasionado y sensual areebato de pasion, cada vez mas candente. Visiblemente sorprendido y sonrojado, este reclamó.

—¿Helena, por qué me envías esto? ¡Sabes qué es sexting! No hay necesidad.

—Mónica es “estricta” con respecto a estas cosas, ella cree que el aprendizaje está en todas las fases, desde la gestación hasta la vejez. Así que fue muy clara, si vas a hacerlo tenemos que estar presentes de alguna forma.

—Mónica siempre ha estado como quiere, es una belleza que quita el aliento. Pero tú eres muy hermosa Helena, incluyendo los músculos. ¡Nos vemos!

La mujer se sonrojó con su despedida. Él guardó su teléfono, se levantó del asiento, le dio la mano como despedida y salió por la puerta. Al hacerlo, Helena ocultó su cara con las manos y comenzó a gritar de vergüenza por lo que había hecho y le había dicho.




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