La
Navidad siempre ha sido una época propensa a las historias.
No
solo hablamos de los tradicionales cuentos de invierno que narran los orígenes
de la festividad, o los relatos de generosidad y esperanza que inundan las
bibliotecas y el cine.
En
esta época, se abre un espacio que invita a soñar, un rincón de la realidad
donde lo imposible parece más cercano, y el espíritu humano alcanza, aunque sea
momentáneamente, dimensiones mágicas y misteriosas. —¿Por qué es así? ¿qué
tiene la Navidad que hace que nuestra mente deambule entre mundos de fantasía,
sueños y deseos inalcanzables?—.
Quizás
sea el invierno, que, con su manto de silencio, nos lleva a volver la vista
hacia adentro. Quizás sea la celebración misma, que nos hace recordar las
promesas, tanto de amor como de redención, que aún esperan en algún rincón del
alma.
En los cuentos navideños, las historias no son solo de dulces y luces, sino también de sombras y anhelos profundos. La literatura está llena de estas dualidades navideñas: Dickens, en su "Cuento de Navidad", no escatimó en presentarnos espectros y arrepentimientos, mientras que Hans Christian Andersen nos trajo historias conmovedoras y tristes, como la de “La niña de los fósforos”, donde la esperanza se mezcla con la melancolía y la compasión. Las historias de Navidad nos permiten explorar los deseos más íntimos, aquellos que nunca se expresan y que, muchas veces, se alojan en esa delgada línea entre lo real y lo fantástico.
Yo,
humildemente y sin querer parecerme, nada más que a un personaje de los que
disfrutan de la navidad, relataré un cuento para la noche más mágica del año.
Le pondré de título “Los soñadores” al fin y al cabo es una noche para soñar.
“En un rincón apartado, rodeado de copos de nieve que parecían danzar al compás
de un antiguo villancico, surgía un sueño. Cada noche, bajo las estrellas de
diciembre, un joven llamado Samuel se acostaba en su vieja cama junto a la
ventana. Su vida era sencilla y algo solitaria, marcada por una rutina sin
grandes destellos, excepto en esos momentos antes de dormir, cuando cerraba los
ojos y sentía que alguien, en algún lugar, compartía su soledad. En otro rincón
del mundo, a kilómetros de distancia, Elisa se dejaba llevar por el mismo
sueño, sintiendo que sus pensamientos, en algún modo incomprensible, conectaban
con alguien. Ella también era solitaria, alguien a quien el mundo apenas
miraba. Pero cada noche, en ese espacio de ensoñación, Elisa sentía el toque de
una presencia familiar y amable, como si un hilo invisible los uniera. Ambos
soñaban cada noche, creando un universo compartido donde paseaban entre luces
de Navidad, caminaban sobre calles llenas de aromas a canela y menta, y se
miraban a los ojos, aunque no podían verse. Elisa y Samuel se contaban
historias en esos sueños, historias que iban más allá de las palabras. Pero
cada vez que intentaban tocarse, la ilusión se desvanecía y la soledad
regresaba. Sin embargo, cada mañana despertaban con una sensación de plenitud y
esperanza, de que, en algún lugar, a pesar de la distancia y el silencio,
alguien soñaba con ellos. Una noche de Navidad, en medio de un sueño
particularmente nítido, Elisa le susurró a Samuel que deseaba encontrarlo, no
solo en el mundo de los sueños, sino también en el mundo real. Samuel,
asombrado y sin saber si aquello era posible, le prometió que, aunque no sabía
cómo, haría todo lo posible por encontrarla. Esa misma noche, sin que pudieran
entender cómo, los dos despertaron en sus respectivos hogares con una sensación
renovada. Habían sentido el calor de una mano sobre la suya, aunque en el mundo
físico seguían separados. La Navidad había pasado, y la promesa de aquel
encuentro quedó suspendida en el aire, como una luz fugaz, pero cargada de
esperanza. Tal vez, un día, volverían a soñarse, y entonces, con la complicidad
de una Navidad mágica, lograrían encontrarse en algún rincón del mundo. Aunque
unas fotos en su móvil, tanto de él cómo de ella, sorprendentemente indicaba
que algo mágico había acontecido aquella noche, aparecían juntos, en un lugar
desconocido, felices.” Este cuento, como muchos otros relatos de Navidad, no
ofrece respuestas definitivas, sino una promesa, una chispa de esperanza. La
Navidad, en su esencia, es también un momento de encuentro con lo que está más
allá de la razón y nos recuerda que, a veces, los sueños más hermosos son
aquellos que nunca se concretan del todo, pero que, aun así, nos llenan de luz
y nos invitan a seguir soñando. ¡O quizás los sueños se cumplen!
Fran
Medina Cruz
Parte de la magia de la Navidad es precisamente crear esas ilusiones y esperanzas en las que esperamos algún día poder realizar. El cuento de los amantes en el sueño es un gran ejemplo de como dos almas destinadas la una a la otra logran romper la barrera de lo físico y logran encontrarse en ese mundo mágico de los sueños y precisamente esa noche de navidad y las fotos en los móviles les dice que algún día esa barrera física se rota y podrán encontrarse en el mundo físico ya que ahora saben que es mas que un sueno o una fantasía, saben que su destino es encontrarse y ese regalo mágico de navidad a puesto la rueda a correr.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Efrain. Si no existieran las esperanzas ¿Dónde quedarían los sueños?
EliminarEs interesante relatar un posible encuentro onírico entre dos personajes, a como va avanzando la tecnología y la virtualización esa posibilidad es cada vez más cercana. Sería interesante que los personajes se pudiesen encontrar en algún momento, pero eso queda al criterio del autor. Muy bien!
ResponderEliminarQue raro, no puso mi nombre el primero. Es interesante relatar un posible encuentro onírico entre dos personajes, a como va avanzando la tecnología y la virtualización esa posibilidad es cada vez más cercana. Sería interesante que los personajes se pudiesen encontrar en algún momento, pero eso queda al criterio del autor. Muy bien!
ResponderEliminarMe gustó mucho como inspira calidez y esperanza, como si los sueños fueran el hincapié de las metas y aspiraciones, aún cuando no hay conexión física, se puede conectar con cosas más allá de la realidad.
ResponderEliminar¡Olé! En qué poco espacio nos has hecho soñar, recordando nuestros primeros amores, cuando nuestra inocencia nos permitía creer en la magia, en la Navidad y en la vida...
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
Me encantan los finales felices. Lo confieso. Aunque el relato empieza describiendo un lugar común de un entorno navideño, poco a poco nos va introduciendo en una creativa narrativa donde los sueños se hacen posible. El amor paseándose como esa bella y sorprendente energía que posibilita todo lo imposible. Que transita sin límites cada dimensión que bien podría detenerlo y desaparecerlo.
ResponderEliminarPor el contrario se evidencia en su inherente magia en cada espacio... en cada dimensión.