Este
relato es pura ficción, lo que ocurrió realmente ese día, como fue o como no
fue o si fue ese día u otro, solo lo saben los protagonistas de esta historia.
Era
un día claro, luminoso, de esos que cuando miras por la ventana se te quitan
todas las penas. Además iba a ser un día muy especial o así al menos me lo
imaginaba desde hacía unas cuantas semanas.
Mientras dormía, mientras me duchaba, mientras
trabajaba...mis pensamientos estaban en este día.
Lo elegí por puro azar, una tarde un compañero del
trabajo me regaló un cupón y resultó con dinero vuelto con el número 5 y como
nunca me había tocado nada, me puso tan contento que decidí que el 5 del mes
siguiente sería el gran día.
Y así llegó el susodicho, me levanté el primero y
preparé un desayuno de los que nos gusta a nosotros: pan de campo tostadito,
manteca colorá y café de pucherete...te sube el colesterol...pero te sube con
una alegría en el cuerpo que pa qué...
Bueno, la mañana la pasé medio perdido en pensamientos
de quita y pon. Me explico, le diré esto, no, lo otro; me vestiré así, no, de
la otra forma; se lo diré aquí, no, allí...total un galimatías tal que llegaría
la hora y ni sabría qué decir, ni qué ponerme ni dónde decírselo.
El caso es que ella llevaba todo el día intrigada,
incluso algo mosqueada porque me notaba raro...y yo no estaba raro, no, yo lo
que estaba era hecho un flan intentado que los pensamientos no se me vieran en
la frente pasar con lucecitas rojas como el letrero que hay en contribución
para coger turno, vamos...
¡Pues no iba a estar raro, si apenas comí, con el
saque que yo tengo!
Y llegó las 5 de la tarde.
Resulta que tanto pensé cómo iba a decírselo-
memoricé unas cuantas palabras que casi rimaban para darle un toque romántico,
imaginé cogiéndola de la mano y con dulzura poniéndole una alianza de pequeños
diamantes que aparté en la joyería hace ya varios meses y fantaseé con besarla
apasionadamente hasta dejarla casi sin aliento-, que llegó la hora y se me
había olvidado ir a recoger el regalito y por supuesto en pleno verano y
sábado, no me iban a abrir la puerta de la joyería ni aunque la echara abajo
tirando piedras.
Y llegó las 5 de la tarde.
Ella tomaba un té ojeando una revista, yo, con el
delantal puesto fregando los platos –hoy me tocaba a mi- me cogió el toro.
Y tenía que ser a las 5, podía aplazarlo para un
poco más tarde, pero como soy tan cabezota, quería que fuera a esa hora.
Y allí mismo, con el delantal puesto, una coqueta
pulsera de alambre inventada por mí a la prisa y con los ojos vidriosos como
platos, le dije:
- ¿Te quieres casar conmigo?
Y se lo dije tan bajito que ella siguió leyendo y yo
esperando la respuesta.
Creí morir. ¿Será que no quiere? ¿Me estará gastando
una broma? ¡Ya no sabía qué pensar!
Y le repetí, ahora con más fuerza en la voz –
demasiada -, no calibré la verdad:
- ¡¿Te quieres casar conmigo o no?!
- ¿Pero qué dices Antonio, me lo puedes repetir?- dijo ella con esa dulzura que la caracteriza.
Y yo, con la pulsera de alambre en la mano, el delantal
puesto y la voz más temblorosa aún, le repetí.
- ¿Te quieres casar conmigo?
Y ella, no echó cuenta a la pulsera, ni al delantal,
ni escuchó mi corazón galopando, sólo me miró a los ojos como la primera vez
que la conocí, acarició mi rostro con sus manos y me susurró al oído:
- Te amo, te amo como jamás nadie te ha podido amar.
Me mordió con suavidad el lóbulo de la oreja y
siguió diciendo:
- Sí, sí quiero. Quiero estar a tu lado hasta que nuestros cabellos sean plateados, nuestros nietos hayan crecido y el que está arriba nos guiñe un ojo y nos llame para estar a su lado.
Y ahí fue cuando la besé, con tanto amor que quería
demostrarle en ese gesto que perdimos el equilibrio y terminamos en el sofá
riéndonos como críos.
Ese fue mi día 5 y aunque en ese momento no le dije
bellas palabras, las tengo escritas y dicen así:
Cuando la luz de las estrellas
te miren de reojo
piensa que te estoy amando.
Cuando la espuma del mar
bañe tus pies
recuerda que siempre estaré a tu lado.
Cuando la música de una caracola
suene quedamente en tu oído
no olvides que soy yo el que te está llamando
para decirte sin palabras que TE QUIERO
para cantarte sin música que TE ADORO
y para escribirte sin letra que TE AMO.
¿QUIERES CASARTE CONMIGO?
Por:
Nurya Ruiz
Me gustó mucho, sobre todo la primera parte, qué tiene un toque de humor.
ResponderEliminarPor partes, Nuria. El dibujo es de lujo, encantador. El relato, completísimo. Ese aire andaluz que destilas, lo inunda todo. Arte, gracejo y literatura. El mensaje, cómo casi todo el mundo quisiera que fuera (habrá alguien que le guste otro final...). A mi me ha gustado todo, de principio a fin. Felicidades
ResponderEliminarEs un relato muy completo y muy bien compuesto Nurya. Más la forma traviesa en que la mujer acepta. Estuvo genial.
ResponderEliminarLo que más me gusta de este relato es que, aunque no sé cuándo fue la pedida, mis padres se casaron precisamente un 5 de mayo, el cinco del cinco. Casualidades de la vida, jaja.
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