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martes, 23 de abril de 2019

La Familia Helviana. Las despedidas.

      La Matrona Elisana se encontraba más recuperada de la maldición. Desde el día en que había logrado hacerse del poder de la familia Helviana, ese había sido el evento más peligroso de toda su vida. La cólera de su diosa había sido tal que todas las espectadoras de la ceremonia fueron marcadas, incluso las sacrificios. Quienes la adoraban habían perdido todos sus poderes, cualquiera que quisiera saldar cuentas con alguna de ellas podía hacerlo si quisiera, no había nada que se los evitara.  

      Mientras observaba con disgusto la forma en que Yasfryn conversaba con las jóvenes novicias del templo, el hechicero de la casa se arrodillo frente a ella en señal de respeto. La criatura era inmensa, mucho más alta que ella aún en esa postura. Pero eso no la ponía nerviosa, la criatura seguía su voluntad y capricho porque era su hijo menor. 

      —¿Cómo está la situación afuera, Batlinel? 

      —Todavía es tensa, señora. Nuestras tropas, junto con las de las casas principales y otras secundarias siguen combatiendo. Aunque sellamos el templo, si yo pude ingresar a este recinto los magos de las diferentes casas pueden ingresar en cualquier momento. El área del templo no es segura ni para usted ni para ninguna de las Matronas. Lo bueno de todo esto es que la ciudad ha sido disculpada de este conflicto, la mansión es el sitio más seguro donde podría encontrarse mientras esto se aclara. 

      Ylonte se lo pensó con cuidado. Hacía poco más de media hora que su antigua hermana política había regresado de su trance. Desde ese momento la marca le había dejado de doler, evidencia de que la Reina de las Arañas esperaba que se cumplieran las condiciones de su pacto. Aunque podía irse cuando quisiera, como representante principal de la casa más poderosa de la ciudad debía dar ejemplo de liderazgo. Por esto debía quedarse en el templo hasta que las condiciones del acuerdo fuesen confirmadas por algún emisario de la Reina de las Arañas. Ella observó a las demás Matronas, sus magos especialistas las habían alcanzado tal como lo había predicho su hijo. Todas contemplaban con incertidumbre el mismo escenario y le devolvían miradas en forma de pregunta. Por esto tomó su tiempo para reflexionar.  

      Si permanecía en el interior del templo sin sus poderes estaría invitando a los enemigos que estaba en las puertas del templo a destruirla. Pero si se iba, cuando llegara la Voz de la Reina ella perdería toda su credibilidad ante las demás matronas y ante todas sus hijas. ¿Si tan sólo existiese alguien en su familia digno de relevarla? 

      La respuesta a esa pregunta no era sencilla. La mejor de sus hijas era justamente la sacrílega de la que ahora sólo quedaban cenizas. Si le entregaba el poder a alguna de las restantes se estaría colocando a sí misma en una posición de desventaja, una en la que podrían aprovechar el poder para tomar el control de la casa. Podía escoger a alguna de sus nietas, si al menos una de ellas tuviese la capacidad de encargarse de esta situación. Pero ninguna parecía estar a la altura de los eventos, todas mostraban ese asqueroso temor que paraliza los miembros, esa incertidumbre ante lo desconocido, esa desesperanza ante el caos que no se puede controlar. Todas mostraban esa debilidad, excepto una. 

      —Ardulintra. ¡Acércate! 

      —¿Qué desea de esta, su humilde sierva, mi señora? 

      La joven se puso de rodillas frente a ella. Era obediente, sabía su lugar dentro de la casa. Eso le produjo una enorme satisfacción.  

      —Ardulintra, durante esta crisis has mostrado valores que no te conocía. Iniciativa, capacidad de tomar decisiones sin consultar a tus superiores, una enorme creatividad y la habilidad para manejar los pocos recursos en tus manos para formarte un criterio sobre la situación que enfrentas. Por eso, a partir de este momento, te nombro Primera Hija. Los asuntos que la casa Elisana tenga durante esta crisis quedan bajo tu responsabilidad, el honor de la casa queda en tus manos. 

      La joven se mordió los labios para no mostrar la enorme satisfacción que sentía. Su abuela puso el medallón que representaba la más alta posición de su casa sobre su cuello, así como el brazalete en su brazo derecho, símbolo de que ahora era su mano derecha. Mientras conservara estos emblemas, no debía responder ante nadie más que a la Matrona; toda su familia y los siervos de su casa debían responder ante ella.  

      Su abuela la obligó a levantarse y a verla de frente y la besó en las mejillas. Después,  Ylonte se unió al gigante que servía como hechicero de su casa para terminar. 

      —No me defraudes, Ardulintra.  

      —No lo haré, mi señora. 

      Dicho esto, el gigante hizo unos pases mágicos y ambos desaparecieron en el aire. Con una sonrisa vanidosa mostró con orgullo el sello de su casa ante sus parientes, hermanas y primas. Estas la devoraron con sus ojos, pero las ignoró y volvió de nuevo al área del altar. Sabía que era el primer peldaño de en un camino tortuoso hacia la gloria de su casa, uno que había dado su madre y su abuela antes de ella. 




      Pasaron varias horas desde que las matronas abandonaron el templo y cedieron la responsabilidad a sus jóvenes nietas más prometedoras. Un grupo de cuatro guerreras sujetaban con fuerza los brazos de Eorel, Ardulintra revisó y aprobó las ataduras que lo sujetaban. Cuando terminó se acercó a Yasfryn, que estaba revisando un disco de jade de la piedra de sacrificio.  

      —¡Está usted bien, señora Yasfryn! 

      —Estoy bien. Gracias, Ardulintra. Pero tú no pareces estar bien. ¡Vuélvete! 

      —En serio. 

      Yasfryn se colocó a su espalda y tocó la marca de maldición en la herida de su hombro, lo que provocó un quejido de su parte. 

      —Esta es la herida más humillante de tu vida. Te la hizo Eorel, ¿verdad? 

      —¿Y qué con eso? 

      —Recuerda esta herida. Mis hermanas, mis sobrinas y sus nietas se mueren de envidia por tu ascenso. Si no cuidas tu espalda como no lo hiciste en esa ocasión, caerás muy rápido y muy duro. 

      Ella presionó su herida para recalcar sus palabras y la curó. Después la tomó de la mano y la llevó hasta el centro de la plaza de sacrificios. 

      —Es hora. 

      Yasfryn se apartó de las jóvenes que la rodeaban con curiosidad; abrió los brazos, e inició la oración con la que daba inicio el hechizo más poderoso que conocía. 

      —Doncella Oscura, tú que todo lo observas desde el cielo escucha la súplica de esta, tu humilde servidora. Permite que tu poder fluya a través de mi cuerpo para crear un enlace entre este mundo y el lugar donde está confinada la Reina de las Arañas. Permite que enlace a nuestros mundos, para que se cumpla el destino que tengas para nosotras.  

      Yasfryn extendió sus manos en forma de un círculo. Ante el asombro de las jóvenes presentes apareció un disco circular de plata. Cuando apareció, su interior tomó la forma de un líquido plateado que se agitó con fuerza. La veterana religiosa conservó las manos en su lugar, exhaló con fuerza y la masa líquida se estabilizó.  

      La religiosa se retiró el sudor de la frente y observó a su alrededor. Todas las jóvenes religiosas que la acompañaban no ocultaban su sorpresa al contemplar la maravilla que había creado. Las grandes matronas, las sacerdotisas veteranas y los mejores hechiceros jamás mostrarían sus mejores habilidades frente a las jóvenes de sus casas. Un portal entre dimensiones era un hechizo de muy poderoso, posiblemente era la primera demostración de este tipo observaban en sus vidas. 


      Ardulintra no daba crédito a lo que veían sus ojos. A través de la imagen traslucida del espejo de plata notó su imagen, pero ella sentía que no era su imagen. Cuando iba a hacer el comentario cuando la imagen atravesó el espejo e ingresó a la habitación. Era enorme, de la misma estatura que Batlinel. Ella había adoptado su apariencia, de ojos claros, piel oscura y su cabello enredado; pero su traje de telarañas y el símbolo en el cinturón evidenciaban su origen divino. La joven se arrodilló de inmediato.  

      La criatura sólo se dignó a levantar el símbolo de la casa que poseía con la enorme garra que usaba como bastón en su mano. 

      —¡Eres muy joven para ser la representante de la casa Elisana! 

      —Lo dice claramente la Reina de las Arañas; no existe edad para la ambición, su ilustrísima. 

      —Entonces saludos, noble señorita, Primera Hija de la casa Elisana. Como la Voz de la Gran Reina de las Arañas, estoy aquí para que honre la penitencia que las familias de la ciudad y las sacerdotisas del templo deben cumplir en su nombre. 

      —Yo, Ardulintra Elisana confirmo dicho acuerdo, su ilustrísima. Aquí están los presentes para la Reina de las Arañas. La encarnación de nuestra señora y los sacrificios dispuestos para honrar su nombre están a su disposición para que los lleve a su presencia. 

      La voz agradable e infantil de la joven Ardulintra satisfizo a la enorme criatura. Con un gesto de sus dedos una combinación de guerreros salió del portal y aseguraron a los prisioneros. Segura de esta parte del acuerdo, la criatura extendió sus manos y mostró ante la joven un juego de media docena de máscaras con formas de diferentes tipos de arañas.  

      —Nuestra Madre, en su infinita misericordia, desea entregar un instrumento para sus servidoras. Debes elegir uno con sabiduría, la misma que debes tener para escoge a las compañeras que te ayudaran en tu labor. Pero recuerda siempre las palabras que la Tejedora siempre nos ofrece. Tu confianza no es de nadie, no existen los aliados, todos son enemigos incluyendo a tu familia. Porque esta es la voluntad de la gran Reina. 

      La joven tomó su tiempo para elegir. La máscara era de color verde blancuzco, con seis ojos rojos que cubrían la mayor parte de su rostro, una boca con pico y dos garras. Se la puso sin titubear; esta se adhirió como si fuese una ventosa, se revolvió sobre su rostro como un nido de gusanos que perforaban su cara. Cuando se detuvieron sus convulsiones, Ardulintra tocó una protuberancia en torno a su oreja, la máscara se deslizó como una visera y expuso su rostro intacto. 

      —¡Sabia elección! Vas a tener que robar una fortuna para complacer a la Reina. La Máscara de la Araña Saltadora te permitirá alcanzar cualquier lugar que desees cuando lo desees como lo desees. Ninguno de tus enemigos podrá descansar tranquilo, harás tu voluntad siempre. 

      La joven tomó las restantes máscaras y las colocó en torno de su cinto. Luego se volvió para encontrarse con Eorel. Los guerreros habían revisado las ataduras y las habían encontrado satisfactorias. Pero ninguno deseaba cargar a la bailarina, así que amarraron sus brazos y obligaron al prisionero a cargarla. Los brazos de Berlashalee abrazaban la cabeza de Eorel, su cabeza colgaba inerte hacia atrás. Él hacía lo posible para que no se lastimara.  

      Los guerreros guiaron a Eorel hasta el portal, pero Adrulintra le cerró el paso, lo sujetó de desprecio la cintura y lo abrazó. En un rápido movimiento ella extrajo el cuchillo que había rescatado de la ceremonia y lo introdujo dos veces en su cuerpo, uno a la altura de su cadera y el otro en su espalda a la altura de su hombro.  

      —Esto es por lo que me hiciste en el callejón. Ahora desaparece de mi vista. 

      El joven aspiró profundamente y sujetó con fuerza a Berlashalee. Con la cabeza en alto, símbolo de su orgullo como guerrero, atravesó el portal sin que nadie lo obligara. Yasfryn recibió a la niña, que acunó entre sus brazos. Digna hasta el final, avanzó hasta el portal y lo atravesó. 

      La tropa que acompañaba a la Voz de la Reina rodeó a los prisioneros del otro lado. Como sabía que sería la última vez que se verían, Ardulintra quiso preguntar algo. Pero una sonriente Yasfryn respondió a la pregunta sin que tuviera que hacerla. 

      —Recuerda, Ardulintra, hija de Jhaelxena, Primera Hija de la casa Elisana. Tú, al igual que quienes te acompañan, son el futuro de Xillander’kull. Queda en sus manos el destino de esta ciudad. 

      La muchacha bajó la cabeza por un momento, quiso contestar que no le importaba; pero el portal desapareció en el momento en que levantó la vista. Ella se guardó para sí misma las palabras de su superiora porque tenía razón. En todas ellas, en todas las jóvenes religiosas que eran prescindibles en el templo, residía el futuro de la ciudad. Tenían el tiempo a su favor, Yasfryn les había enseñado que se volvería increíblemente poderosa con los años. Por esto guardó para sí la promesa de que algún día la ciudad completa sería suya.

Ardulintra, hija de Jhaelexena, Primera Hija de la Casa Elisana.


Carlos Molina 


4 comentarios:

  1. ¡Vaya fantasía! Te felicito por todo el relato, el paso a la otra dimensión, la reina araña y ese personaje valiente que es Andrulina.
    Un abrazo

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    1. Gracias Carmen! Este es un interludio más que un final, la historia espero continuarla en el futuro, pero el ciclo acabó acá. Y si, la joven es bastante valiente para haber aceptado el problema en que se metió.

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  2. Hola Carlos! Posees un don privilegiado para la desbordante imaginación. Es increíble cómo vas tejiendo y entrelazando tantísimos personajes. Te felicito. Tenho que ser sincera contigo, y en honor a la verdad, decirte que como no conozco a esta gran familia Heliana, me cuesta un poco entender el texto, aunque está muy bien hilado. He visto en el margen derecho de la Revista que tienes publicados muchos más sobre esta peculiar familia, que intuyo formar todos juntos una especie de fascículos de un libro. Los leeré (todavía no lo he hecho, disculpa...) para así comprender este final. Sigue sorprendiéndonos en las próximas publicaciones con tanta imaginación.
    Un abrazo
    Rocío Ruiz (Céfiro y Se fue marchitando)

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    1. La Familia Helviana es una historia singular que comienza las andanzas de estos personajes en un mundo de fantasía que manejo. En este caso, este no es tanto el final sino un intermedio. Todavía estoy decidiendo si voy por algo más "realista y moderno" para mis siguientes aportes, pero espero continuar la historia donde quedó. Gracias Rocio.

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