La ciudad esconde un mundo
debajo de la tierra,
Venecia de canales sin agua
surcados por pacificas ballenas.
Esta caverna, donde no sale el sol
y nunca hay luna llena,
cobija en sus entrañas
las doce tribus de Israel enteras:
Rockers,
pijos, trendis, punks,
heavis, skins y bakalas
revueltos, en la diaria carrera,
con hip hoperos, neohippies,
skaters, góticos, frikis;
jonases autoinmolados
que pugnan por ser tragados,
albergados y expulsados,
(crudos, sin ser digeridos),
del vientre de la ballena.
Me sumerjo entre toda la gente,
mientras buscan mis pasos la salida
del laberinto de los cien conciertos,
y cabalgo la cima a la serpiente,
cuyo lomo de acero
transporta a la mesnada dócilmente.
El azote del viento
anuncia que llegamos a la entrada,
sésamo de la cueva
de la ciudad encantada.
La mano del recuerdo de mi padre
me sube la bufanda:
“tápate la boquita,
no te me pongas mala”.
Luz Macías.
La fauna humana de las grandes ciudades se concentran, a veces, en el Metro... Has sabido captarla y transmitirla. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarPerdona la tardanza en darte las gracias por tu comentario. Un beso de Luz
EliminarUna buena introducción de un estudio de comportamiento animal de la humanidad. Los espacios cerrados y públicos generalmente muestran lo peor (y sólo lo peor) de la convivencia humana. Muy bueno.
ResponderEliminarGracias, Carlos. Eres muy amable.
EliminarCada vez que viajo a Madrid y tomo el metro, me invade una sensación parecida. Muy bien plasmada.
ResponderEliminarGracias, Juan. Cariñosos saludos de Luz.
Eliminarmuy diámico, y me encantó la descripción realmente me trasladaste a Madrid. UN ABRAZO
ResponderEliminarGracias, José, otro para ti de Luz.
Eliminarla fauna siempre pululante mezclada y forzada a convivir, así son las grandes ciudades, excelentes me metáforas! Saludos!
ResponderEliminarSí, todos nosotros pertenecemos a alguna tribu... Gracias por tu amable comentario, Juan.
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