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jueves, 21 de marzo de 2013

La Familia Helviana. El atrio plateado.


Tal como lo había prometido, Berlashalee le comentó a su madre acerca de su nuevo amante. Ella lo describió como un carismático oficial, una figura de poder menor sin nombre al que había logrado seducir con sus encantos. Para su decepción, su madre sólo expresó consternación y preocupación por ese comentario. Ella le explicó que los oficiales son unos grandes mujeriegos, le recordó que su padre había sido un alto oficial, le anticipó que su relación sería sólo una de muchas que el oficial había tomado a lo largo de su vida, un defecto inherente en los hombres cuya vida en la infraoscuridad es sumamente corta e imprevisible.
Ante los reproches de la joven, su madre le prohibió terminantemente que lo volviera a ver y la conversación terminó con una molesta muchacha que regresó a su dormitorio a llorar y rumiar su mal humor.
Para la desgracia de su madre y su dicha, esa fue una orden imposible de cumplir. Ella le había entregado el itinerario de sus presentaciones a Zeknarle, que diligentemente la siguió por todas partes de la ciudad. En la compañía de Eorel, los guerreros siempre pasaban la noche en las tabernas donde ella se presentaba, lo que le permitía expresarle sus deseos y procurar enredarlo más en sus redes y tramas.
Pasado un mes de estas visitas, Zeknarle fue quien dio el paso adelante. Él le dijo su verdadero nombre, le entregó una pequeña cinta ritual, símbolo de unidad en su sociedad. Ella sintió como su corazón se salía de su pecho, aceptó de inmediato la propuesta, se ilusionó con la posibilidad de poder desposar a un atractivo soldado, al cual podría convertir, que podría comprarla para darle su libertad y al cual podría mantener controlado para hacer su voluntad.
Zeknarle se atrevió a algo más. Luego de hacer el amor desenfrenadamente, tal como lo habían hecho desde que se conocieron, le propuso a la ilusionada muchacha visitar a su madre para comunicarle la buena nueva. La ilusión de la propuesta obstruyó cualquier precaución en la cabeza de Berlashalee, que en éxtasis por la alegría y el gozo de la noticia aceptó la propuesta.
Ella se terminó de arreglar el cabello, el cual se ató con una cola por motivo del viaje. Con un vestido de dos piezas revelador que no dejaba nada a la imaginación, ella sonrió frente al espejo, tomó una estola y se la puso en torno a sus brazos. Es probable que todavía estuviese frío afuera, pensó mientras la acomodaba para que no estorbara. Satisfecha con su reflejo en el espejo; ella volteó su vista a su mesa de noche, donde observó sus cuadernos y notas.
¡Tengo que volverme a presentar aquí! Mañana me los llevaré.
En realidad su libro de hechizos y sus ingredientes le estorbaban. Por esto ella salió por la puerta sin ellos y cerró la puerta de su habitación con llave. Bajó por las escaleras al piso inferior de la taberna. Pero casi se tropieza con un bulto en la base de las escaleras.
Ella quiso reclamar cuando observó mejor y descubrió quien era. Eorel se encontraba tirado en el piso, completamente ebrio. Él estaba acurrucado contra el pilar de las escaleras hecho una piltrafa. La escena casi le hace voltear su estomago.
¡Qué asco!
Berlashalee no ocultó esa sensación que le provocó el desaseado y sucio elfo oscuro, que no podía conservar la belleza de su cuerpo, la estabilidad en su comportamiento ni la moderación en sus actos. Pero verlo así le provocó lástima. De una mesa a su lado tomó uno de los manteles y lo cubrió con cuidado. Al acariciar su cabello, por accidente retiró el sombrero que usaba y él se transformó ante sus ojos.
Su piel oscura y azabache como la noche comenzó a aclararse con rapidez, hasta que adquirió un tono blanco cenizo, apenas enrojecido por los efectos del alcohol. Ella no evitó la curiosidad al observarlo, era la primera vez que veía una variedad de elfo diferente a la suya. Era un elfo claro. Un elfo de alta cuna, un descendiente del Padre de los Elfos, que se había disfrazado para pasar desapercibido en la ciudad.
Ella enmudeció de asombro por un largo rato. No podía dar crédito a lo que observaban sus ojos. ¿Cómo se había colado un elfo claro en la ciudad? Ella sabía muy bien el destino que le esperaba si era descubierto. Sería torturado de forma agónica y brutal, sería puesto boca arriba en una mesa de sacrificio. Al final extraerían su corazón de su pecho y lo ofrecerían a la Reina de las Arañas, a la que todos escuchan y con la que todos sueñan.
Berly… ¡Te estoy esperando!
La voz de Zeknarle la regresó de nuevo a la habitación. Ella colocó el sombrero de Eorel en su sitio sobre su cabeza y sonrió para sí misma con delicia. El hechizo se restauró sobre el muchacho, su apariencia volvió a ser la de un elfo oscuro. Ella guardaría ese conocimiento para usarlo en caso de que Eorel estorbara en su relación. Antes de volver a ser llamada, ella salió a las afueras del local y se asombró con el espectáculo que se ofrecía frente a ella.

Zeknarle Hun'Afin
Arte: Alx Palacios; Color: Yonan Montalban.

El local donde había amanecido se encontraba cercano al uno de los canales de aguas termales que atraviesan la ciudad. Al lado de la gran plaza frente a la taberna ella encontró con sorpresa que una montura alada la esperaba. Zeknarle ayudó a la joven a subir, luego él montó delante de ella, dominó a la criatura y con un leve movimiento de las riendas alzó vuelo. Berlashalee no pudo evitar la sorpresa al observar la montura, al percatarse de que su amante sabía cómo controlarla y como la criatura volaba ante sus órdenes. Por esto, luego de un rato en el aire ella exclamó con sorpresa—: ¡Vaya! No sabía que pudieras montar.
—Existen muchas cosas de mi que no sabes, querida— exclamó el muchacho mientras acariciaba su cabello con una mano. Ella por su parte se sujetó con fuerza y observó deleitada como la criatura batía sus alas y se deslizaba hacia las cavernas superiores.
—Dime qué rumbo debo tomar, querida.
Ella no expresó más palabra, no podía debido al ruido que hacían las alas al batirse. Señaló a su derecha con firmeza, a un acceso en medio de la piedra. Zeknarle movió las riendas en esa dirección, la criatura obedeció la orden y voló en dicha dirección.
El calor del vapor que subía de las aguas termales y de la lava que rodeaban la cueva hizo más difícil la jornada. Berlashalee comenzó a sudar copiosamente y se resbaló del asiento. De inmediato ella lo abrazó de la cintura (es perfecta) mientras la montura se esforzaba por ascender la enorme distancia que todavía los separaba del acceso en la piedra.
Al llegar a la protuberancia, Zeknarle tuvo que hacer un gran esfuerzo para maniobrar su montura. El ascenso, que había sido largo y extenuando por el calor, agotó a la montura. Pero en cuanto tuvieron a la vista la entrada, con mucha habilidad él logró que recogiera las alas y se posara grácilmente en su interior.
Él bajó primero de la montura y la ayudó a bajar. Una brisa helada los recibió como única respuesta. A la vista de la única luz, Berlashalee tomó una antorcha permanente de un anillo que la sujetaba a la pared de piedra, tomó de la mano al jinete y comenzaron el ascenso por el estrecho pasadizo que daba a la entrada.
Ambos solo sentían que pasaba el tiempo mientras caminaban. La luz y su habilidad para ver en la oscuridad les permitía pisar con seguridad entre la caótica disposición de las gradas de ascenso.
—¿Ya llegamos?
—Qué impaciente que eres. Aquella sólo era la entrada principal. La caverna se extiende mucho más allá… Todavía nos hace falta caminar un poco más.



El viento se tornó cada vez más helado conforme avanzaban. Con un sutil movimiento, Berlashalee subió la estola sobre sus hombros para cubrirse. Faltaba poco. Por esto, cuando observó la luz plateada frente a ella, sonrió, apresuró a su pareja y avanzó los últimos pasos que quedaban con decisión y alegría.

—Llegamos.
Zeknarle trató de retener un suspiro. La bóveda de la cueva era enorme y brillaba en un tenue brillo plateado que acompañaba el color de sus cabellos. Su expresión de asombro era sincera, al comprender por un momento que no había nada de natural en la disposición de la bóveda y el brillo que emanaba de ella.
—Bienvenido al Atrio. En este lugar las fieles se congregan para ingresar al templo. Llamaré a mi madre para que podamos purificarnos y entrar al área interior como corresponde.
Berlashalee le dio la espalda en ese justo instante. Pero cuando quiso avanzar, la mano de su amante la detuvo. En un arrebato ella fue abrazada de espaldas y pudo escuchar su dulce voz susurrar en su oído —Por mí está bien… Quiero decirle en persona lo que siento por ti. No sabes cómo deseo que nos de su aprobación.
—En serio, que alegría.
La muchacha se volvió y lo abrazó con ternura. Conforme recostaba su cabeza sobre su pecho, sonriente e ilusionada, ella reafirmó con su abrazo lo que sentía. Había esperado tanto tiempo encontrar a un hombre que la protegiera y defendiera; que la sedujera, que expresara lo que sentía hacia ella, que estuviese perdidamente enamorado de ella.
Berlashalee sentía que había alcanzado el cielo, que había alcanzado la cúspide de sus metas. Este era su momento de triunfo. Este era su mejor momento. Jamás nunca podría repetir el logro que se encontraba entre sus brazos. Uno excepcional para ella misma en la sociedad que la rodeaba y la ciudad que la atormentaba.
Pero un leve ardor en su espalda la hizo regresar a la realidad. Ella se llevó la mano al punto donde le ardía y sintió la saeta que sobresalía de su espalda por debajo de las costillas. Incrédula la tocó, el latigazo de dolor que le produjo le hizo ver que estaba herida. De inmediato las fuerzas la abandonaron. Ella luchó para conservar su abrazo, pero su amante sonrió maliciosamente y respondió con orgullo —Debo agradecerte cariño, por darme esta oportunidad de ascender en mi carrera. No es personal, pero deberías cuidar mejor lo que dices frente a otras personas; no es así, seguidora de la Doncella Oscura.
Las sensaciones que se combinaron en Berlashalee la abrumaron. Primero el dolor de su herida que la ahogaba en la inconsciencia, el dolor de la traición de la que había sido objeto, la furia por no haber sido lo suficientemente precavida para reconocerla y la vergüenza por haber sido usada de esa forma. Ahora su clero desaparecería por su culpa y no podría hacer nada al respecto. Visiblemente molesta, ella reunió las fuerzas que le quedaban y abofeteo a su amante en su mejilla derecha. Lo único que consiguió por esto fue un codazo en el centro de su pecho y la compañía de las infames palabras de su antigua pareja —¡No me toques!
Su cuerpo apenas sintió el frío suelo de piedra pulida. Ella, que apenas podía conservar los ojos abiertos, observó como Zeknarle la escupía en su rostro, mientras otra mujer, con un gesto de orgullo, sostenía una ballesta pequeña y cargada en la mano. Con una sonrisa de realización, ella lo abrazó con su brazo libre.



—Así que esta es la estúpida bailarina.
—¡Así es! ¡Me imagino que ya vienen, Zin!
—Por supuesto, cariño. Deberán estar aquí en cualquier momento.
Conforme las fuerzas la abandonaban ella comenzó a llorar amargamente en el piso frío. Luego, sólo pudo sentir los pasos, cientos de pasos que comenzaron a avanzar al interior del templo, así como los gritos de sus hermanas en la congregación conforme iniciaba el ataque. Al instante, una alarma sonora se dejó sentir a lo largo de la cueva y todo se tornó oscuro.


Carlos "S0met" Molina

12 comentarios:

  1. precioso relato de comic. me encanta

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    1. No puedo negar mis bases. Comence como guionista de comic para varios artistas nacionales y no puedo abandonar tan fácil el genero. Me alegra que te guste. Muchas gracias.

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  2. Me encanta, ub abrazo
    Manuel Barranco Roda

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  3. JUAN CARLOS MUÑOZ23 de marzo de 2013, 22:25

    Me ha gustado Carlos Molina. Decirte que soy amigo desde hace más de treinta años del dibujante de Comic Carlos Pacheco, ya que somos del mismo Pueblo ( San Roque- Cádiz )

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    1. Me alegra que te haya gustado. Es un proyecto que he debido empantanar por falta de recursos, pero las historias las tengo hechas para irlas liberando. Espero encontrar financiamiento pronto. Y muchas gracias.

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  4. Desde luego Carlos, eres un especialista en la materia. Es un mundo fascinante el del comic. Todos aprenderemos mucho de ti respecto de ese mundo tan particular. Felicidades

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    1. Gracias don Faustino. Me gusta escribir, pero lo que me dio la primera oportunidad fue hacer guiones de comics. Espero llevar a buen término la historia y comenzar ODETA (la que presente en febrero) que es más moderna, cómica y progresiva.

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  5. Una vez más nos vuelves a llevar a ese mundo de fantasía como si fuera real. Un abrazo.

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  6. me va gustando ... va pausada! pero va metiendo al lector suavemente :p Saludos!

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    1. En el siguiente creo que le he inyectado más velocidad. Voy a procurar ir más rápido. Gracias por leerlo, y nos estamos escribiendo.

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