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viernes, 1 de febrero de 2013

El Encanto del Imposible.1. ¿Y si el Mal fuera algo sublime?

  “Siempre había pensado que estar flotando en el espacio como si fuera una estrella iba a producirme un cierto pavor, pero no: ahí estaba, tan tranquilo.

  Tumbado con Annie White sobre la hierba de Fairfield, Iowa, embelesado por aquellos cálidos besos de noche de verano que sólo se dan y se reciben en la adolescencia y no se olvidan durante el resto de la vida, encendido por las mil y una sutilezas de una falda sedosa de margaritas que se remanga, se desarremanga, y se vuelve a remangar, el universo siempre me pareció un océano insondable por el que poder navegar hacia el infinito. Una diáfana infinitud capaz de convocar hasta lo impensable, de poseer amorosamente hasta la última transparencia de tu propio ser, de disolver todas las fantasías imaginables que uno hubiera podido elaborar sobre sí mismo desde tiempo inmemorial. Una inmensidad capaz de hacerte vivir la vida como si fueras muchos. O, más exactamente, como si fueras todo.  

  Y luego el olor de la noche, con su poderosa fascinación. 

  Aquella noche me sentía muy próximo. Como si fuera yo mismo, y yo fuera inmenso. Algo me invitaba a participar de aquel misterio conmovedor, a cruzar un portal desconocido y fundirme con lo más íntimo de su naturaleza ilimitada.  

  Imagínate, allí, inmóvil, extasiado, mirando a la Tierra, abajo, ligeramente a la izquierda, flotando ingrávida como yo, a lo lejos. He de reconocer que le tuve cariño. Y también a la Luna, a Venus, a Mercurio, a Marte y a Saturno. A Sirio, Vega, y Antares. A Lira y Tucán. A la Osa Mayor, y a la Osa Menor.  

  A todo lo imaginable, incluso a lo inconcebible. 

  Inmerso en aquel impresionante silencio, todo rebosa una sacralidad inocente. Presientes una omnipotencia desconocida existiendo en un ahora interminable. Eterno. Una extraña solemnidad provoca en tu interior un gozoso sentimiento de reconocimiento. Algo profundo que nace de dentro. Te sientes delicadamente agradecido sin saber exactamente a qué. Con la misma inocencia inconsciente que si fueras la gratitud misma. 

  Ante tanta exquisitez caes rendido. A tu propia felicidad, quizá. A una parte de ti que de repente se hace familiar, y se revela como un espacio íntimo al que nunca tuviste acceso. Una conciencia diáfana de tu propia valía que comienza a experimentarse como algo definido, inalienable, auténtico. Sin darme cuenta me dejé llevar, y aquella infinitud me transformó al instante en su misma naturaleza. Como si un rayo de luz, el primero que brilló en mi vida, miel de amor puro, hubiera penetrado en mi interior y disuelto en un instante la espesa densidad de todas mis amarguras. 

  ¿No te parece de lo más inverosímil? 

  Todavía un poco ensimismado, voy y me pregunto si el universo terminará algún día. Algo difícil de evitar en la mente de un científico, incluso en aquel momento sublime. 

  La pregunta me hizo sonreír, mi corazón rebosaba amor del más puro. Nada que ver con aquello de te quiero para que me quieras, o lo de te querré toda una eternidad hasta que me canse 

  —La mente no para de preguntar a todas horas ―alcancé a decirme un poco sorprendido por la constatación. 

  Siempre la misma canción. Pensar, entender, decidir, imponer criterios. Allí había que dejarse flotar. Sentir. No era preciso hacer nada. Ser, sólo ser. Así, quietecita, aquí, en el pecho, como si fueras un loto blanquísimo y te abrieras en silencio al amanecer.

  Lejos de razonar, poco a poco fui comprendiendo. Allí, tan encumbrado, lo más insólito se te revela como lo más verdadero. 

  ¿Podría toda aquella inmensidad colapsar de repente y acabar para siempre? ¿Terminar en un momento para comenzar acto seguido de nuevo? Así, sin una razón aparente, como consecuencia natural de su propia evolución. Sonriendo. 

  ¿Acaso tuvo algún propósito la creación del universo? 

  Arrebatado por todo aquel entusiasmo, comencé a experimentar el vértigo fugaz de girar atrapado en un torbellino de galaxias que se aproximan vertiginosamente y colisionan con un estrépito ensordecedor: Andrómeda, Casiopea, la Vía Láctea, Pegasus, y la Gran Nube de Magallanes. El goce indescriptible de quedar disuelto en una luminosidad que sigue existiendo como si nada, al margen de cualquier diversidad manifestada en Espacio y Tiempo. 

  —Luminaria capaz de aglutinar en un instante el destino monumental de universos enteros, algo mágico habrá de tener ―me dije intentando comprender lo incomprensible. 

  Una masa gigantesca de luz que explota el momento menos pensado y crea infinitos universos. Cuerpos refulgentes proyectados al vacío que se alejan veloces, hasta quedar flotando en el espacio que los contiene y en el tiempo que marca su devenir. Esferas celestes suspendidas en la inmensidad, como tierras y mares, con árboles y peces, como lunas que iluminan sus noches, como estrellas que orientan su camino. 

  De pronto, miro instintivamente a la derecha, y veo un grupo de demonios que se acercan enigmáticos y amenazadores, como una sombría bandada de aves de rapiña. Hubieran podido ser palomas mensajeras, sí, pero eran demonios negros como el carbón. Lo supe sólo con verlos. Bastante más expectante que aterrado. Un poco inquieto y moderadamente desconcertado, también 

  Demonios, ¿no te parece romántico, Nicole?  

  Volaban silenciosos y decididos, rodeados por una delicada emanación tenebrosa que les envolvía en forma de alas majestuosas que ondulaban con una inocente desenvoltura espectral. 

  Cabezas poderosas de elegante perfil les conferían un distinguido talante principesco. Aquellos rostros marmóreos de pómulos angulados y mentón prominente parecían delicadamente tallados con la inconfundible suntuosidad de lo abismal. Imagen poderosa y deslumbrante rescatada de un insondable pasado ancestral. Sus cuerpos musculosos delataban una anatomía preparada para largos viajes, y quién sabe para qué farragosos combates. Iban revestidos con un brillo asedado que los hacía esbeltos, sublimes y fastuosos. Indiscutiblemente adornados con una profunda distinción estética que les otorgaba jerarquía. Un encanto arrebatador que ni el más obcecado con la pureza hubiera podido resistir. La seducción en su estado más puro. El Mal.  

  ¿Tendrían que haber sido contrahechos y repugnantes por el hecho insignificante de ser demonios? Pues no, en absoluto.  

  Resultaban excelsos, incluso apetecibles. Con una sensualidad envolvente, ambigua y fascinadora. Hubiera podido decirse que absurda y hasta inconcebible, pero siempre concluyente y definitiva. Cierta. Innegable. Capaz de conmover impertérritos acantilados de basalto antediluviano con su poderoso embrujo.  

  Como ventanas abiertas a herméticos abismos, sus ojos emitían haces perfilados de una penetrante refulgencia anaranjada. Pupilas sin ninguna individualidad, dilatadas, impenetrables, abstractas. Ojos vehementes brillando con el lujurioso resplandor de la perversidad. Inalterable maligno fulgor gobernado por voluntades dirigidas hacia un propósito inquebrantable. Aquella luminaria espectral irradiaba la brillantez cegadora del orgullo, la impávida llamarada de la ira, la avivada exaltación de la soberbia. Eternidades de miedos atroces y deseos violentos. De odios inconmovibles. De placeres exquisitos. De sufrimientos inacabables. 

  Aquella era la única luz que alumbraba su camino.  

  Esencias ancestrales reveladas con poderosa solemnidad. Con la indiscutible autoridad que confiere la pertenencia a una estirpe establecida profundamente en lo ancestral: Mal, y nada más que Mal. Un Mal que además de sobresaltar por lo obsceno que pudiera atribuírsele, aterra porque se presiente críptico e indescifrable, al tiempo que inmediato y enteramente próximo. Conocido y extrañamente familiar. Propio. Como si un indómito torbellino de sangre que hubiera sofocado magmas incandescentes corriera ahora por tus venas, y te hiciera explotar con la arrogancia furiosa de una tempestad. Te mostrara sin ningún recato un alambicado parentesco de linaje que produce inquietantes sentimientos de entronque y de pertenencia. Una coincidencia atávica que adviertes repulsiva y despreciable, pero que te hace sentir orgulloso y suficiente. Un patrimonio hereditario que no dudas en reivindicar como algo íntimamente allegado. Aquel embeleso extraño y repentino me pareció al mismo tiempo verdaderamente inverosímil y rebuscadamente paradójico.  

  ―Muy enajenado tendrá uno que estar para encontrarse emparentado con el Mal y sentirse afirmado ―me dije entre inmodesto y sorprendido.  

  Al percibir mi engreído reconocimiento, aquellas bestias callaron en su negritud y comprendieron. Sin hablar se lo dijeron todo. Habían vencido.  

  Lo demás ocurrió en un instante, como si hubiera sucedido mucho antes. Los demonios se desviaron con una sinuosa exhalación hacia la Tierra, la envolvieron sedosamente, y la penetraron por por detrás con el estruendo de dos planchas de metal que chocan con virulencia, y se restriegan lujuriosas una contra otra ante la imposibilidad manifiesta de poder confundirse.
 
  Al consumarse el hecho, sentí para mis adentros que algún nivel sutil de la creación había quedado grabado para siempre con la maligna caligrafía de un afilado punzón.”
 
 Le dijo Alfred a una Nicole sonriente, delicadamente iluminada por la inmaculada blancura de su desnudez.
 
— Alfred, al hablar del Mal se te han encendido los ojos.
— En todo aquello hubo algo de conocido, Nicole, de familiar.
— ¿Cómo puedes sentirte tan próximo del Mal, Alfred?
— ¿Y si el Mal fuera algo sublime? 
 
Alfred se acercó a Nicole con un claro ademán de parsimoniosa majestad, y le besó suavemente la mejilla con devoción.
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Escrito por:
Jorge Bas Vall
 

12 comentarios:

  1. Me ha cautibado desde la primera frase hasta la última...y me ha llevado por galaxias totalmente desconocida y hasta el mal he llegado para ver que despues de todo, ¿un demonio también es bello?, no se si es una pregunta o una afirmación porque al fin y al cabo, un demonio para conquistar tiene que ser exactamete sublime...a igual que su relato....me ha encantado, gracias y un auntentico saludo.

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    1. Muchas gracias, Manuela. Lo "Imposible" comienza a disfrutarse cuando nuestra curiosidad sobrepasa todo lo que ya conocemos de sobra...
      Eso que dices: "...porque al fin y al cabo, un demonio para conquistar tiene que ser exactamete sublime...", es de una apreciación MUY refinada, enteramente libre, y que, por descontado, se aparta años luz de cualquier mediocre concepto preexistente... Felicidades, Manuela, el mundo sólo lo transformaremos con una exquisita sensibilidad... Saludos cordiales. Jorge

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  2. espectacular relato sobre el bien y el mal, ¡enhorabuena!

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    1. Gracias, Nuria. La novela propone que tanto el Bien como el Mal son estados pasajeros de la existencia observada desde una mente dual. Un grupo de demonios se reencarnan en lo humano y llegan a la conclusión de que ser demonio no es ninguna naturaleza que vaya a durar una eternidad... Al final de muchas vidas humanas se convierten en los ángeles que fueron y llegan a la misma conclusión. La novela concluye en que todos se diluyen en un manto de Infinitud y vuelven a manifestarse fuera de culaquier concepción dual de la existenca: son Humanos que viven en perfecta Unidad con lo Infinito, crean a voluntad y existen mas allá del Tiempo y el Espacio. Han renacido Inmortales...

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  3. Un relato realmente para reflexionar, ¿Tuvo algún propósito la creación del Universo? Muy bueno!!

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    1. Después de tantos años de escuchar diferentes versiones y reflexionar acerca de ellas, uno llega a la conclusión de que la Creación es una obra sin propósito: un acto espontáneo de una naturaleza capaz de manifestar su Infinitud Absoluta en una Infinitud Relativa o Material... Te felicito, María del Carmen, no todo el mundo se fija en un detalle tan sutil como éste.

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  4. Qué bueno esto de usar los demonios para entremezclarlos con un Relato de Amor. Después de todo, no nos olvidemos que los Demonios son nada más ni nada menos que "Angeles Caídos".

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    1. Muy poderoso el punto de vista, Gontxu.
      Después de todo, no olvidemos aquella expresión tan romántica:
      "Lo nuestro fue un amor de mil demonios...."

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  5. Bueno, no soy tan espirituoso. El uso de un elemento de la fantasía como demonios en una historia como esta tiene mucho poder y la vastedad del infinito revela el poder del amor sobre nosotros. Aunque no comparte el punto de vista, está muy bueno el relato.

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    1. "...la vastedad del infinito revela el poder del amor sobre nosotros."
      Es una apreciación muy brillante, Carlos.
      En efecto, para ser AMOR, primero hemos de ser conscientes de la infinitud que nos rodea, de la conciencia que nos contiene... Gracias por compartir tu punto de vista.

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  6. "Algo profundo que nace de dentro. Te sientes delicadamente agradecido sin saber exactamente a qué. Con la misma inocencia inconsciente que si fueras la gratitud misma." Me encanta, un relato con mucho encanto.

    Manuel Barranco Roda

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    1. Muchas gracias por el comentario, Manuel. Te felicito por tu sensibilidad.

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