Una revista de literatura, donde el amor por las letras sean capaces de abrir todas las fronteras. Exclusiva para mayores de edad.

lunes, 21 de enero de 2013

Nos conocemos desde niños.

          
           Nacimos en la misma calle. Casi desde el primer momento en que nos pudimos poner de pie empezamos a jugar juntos. Nuestras madres nos obligaban a vestir con pantalón corto durante más tiempo del que hubiéramos querido, y a no blasfemar ni siquiera con la imaginación, que la utilizábamos para volar tan lejos como podíamos.  Tu casa fue siempre la mía, y la mía la tuya. Me acuerdo de las bufandas que te tejía con todo cariño mi madre para ir al colegio como modo de que supieses que te quería tanto como a mí, pero que siempre te quedaban demasiado cortas, porque la pobre apenas tenía dinero para hacerte regalos; y me acuerdo también tanto de las meriendas que hacíamos, que a veces parece que noto en mi nariz el aroma a chocolate a la taza, y en mi paladar el sabor de los bollos que nos tomábamos todos los días entre semana. Los viernes tocaba ir a tu casa y tu padre nos recibía siempre, de pie, con un «A merendar muchachos, hay que darse prisa para que no nos quite la comida tanto gandul como anda suelto» con esa sonrisa tan característica que él tenía, mientras sostenía en la mano el libro que devoraba por semana y que, una vez sentado, apostillaba con «Entrad a la cocina, que la bella dueña de este castillo os está esperando para asegurarse de que no os quedáis hechos unos renacuajos». O cuando, todos los años el día de Reyes hasta el año antes de irnos al servicio militar, cuando apenas había salido el sol, tu padre tocaba a la puerta de mi casa, y cuando me tenía delante, me hacía ir aprisa a tu casa porque «Luis, escribes tanto a los Reyes que ya no tienen sitio en tu casa y te han dejado unos cuantos regalos en la de Germán. Vamos hijo». Cómo sufrí cuando él se fue de éste mundo. Dolor que repetí, cuando pocos años después (no sé cuantos porque nunca he tenido noción del tiempo), tu madre se marchó a buscarlo adonde se supone que todos vamos después de respirar por última vez. Prácticamente a continuación, el alcohol se llevó a mi padre, porque en una de sus habituales borracheras, se despeñó por el barranco, y mi madre, consumida de culpa por cómo murió mi padre (aunque no tenía motivos, ya que siempre lo cuidó muy por encima de sus fuerzas), se marchitó de tal manera que, hecha una sombra, tampoco pudo más respirar. Las sombras a veces nos acechan y hasta nos pueden, llegado el momento, quitar la respiración aunque sea por segundos, pero jamás respiran por cuenta propia. Por eso murió mi madre, por quedarse hecha una sombra. Nunca olvidaré que no me dejaste ni un segundo durante las semanas que siguieron al entierro de mi padre, ni tus amargas lágrimas y lamentos en el entierro de mi madre, ni todo lo que después hiciste por mí.

Desde entonces, hemos vivido y descubierto juntos un sinfín de cosas, entre ellas el amor en nuestro primer trabajo. El mío fue en Fundición Infierno, que hacía honor a su nombre. Y no lo digo por el calor que desprendían los calderos al rojo vivo todo el día, sino por el ambiente. Detrás de las palmaditas en la espalda, de las adulaciones y las sonrisas que pasaban por amistosas y sinceras, había una gran jauría de hienas heridas de gravedad en su orgullo, que pugnaban por destrozarme verbalmente en cuanto no me tenían enfrente. Cuando Sofía entró a trabajar en la empresa sentí cierto alivio, porque su imagen y gestos, me hacían pensar que ella era diferente. Lo confirmé cuando ella y yo charlábamos en el trozo que teníamos en común del trayecto a casa: la compenetración e intimidad de nuestras conversaciones era absoluta. Por aquél entonces, en lugar de andar me parecía que flotaba. Desgraciadamente para ella, porque, abstraído por haber quedado para salir aquella tarde con Sofía, no advertí que el jefe de personal dejó caer de la grúa — por estar distraído llamando la atención a Ezequiel–, aquella enorme pieza de metal cuando ella pasaba justo debajo, matándola en el acto, y cuyos pedazos y esquirlas, que salieron como balas, me produjeron esta deformidad en la espalda y me desfiguró la cara, lo cual, además de servir para que las hienas empezasen a llamarme  Frankenstein y alegrarse de lo que me ocurrió, sirvió también para que me despidiesen, aunque, eso sí, con una muy suculenta indemnización.

Tú conociste a Beatriz en la pequeña editorial aquella en la que entraste para ver si de tanto leer manuscritos de poesía y narrativa, te convertías en el gran literato que deseas ser desde que, aún un niño, leíste por primera vez Tirant lo Blanch. Querías deslumbrar a tus lectores con tu enorme caudal imaginativo. Y la verdad es que siempre demostraste tener un enorme talento para ello y ser demasiado noble. ¿Cómo ibas a saber que Beatriz no consentiría que compitieses con ella y que cuando empezó a acercarse a ti fue para ganarse tu confianza y saber mejor cómo derrotarte en todos los sentidos?  A ella, que es peor que mediocre y enormemente envidiosa, no le quedaba otro remedio que ningunearte y sabotearte a todo trance. Fue muy artera y lo consiguió. De la muralla que has sido toda la vida, apenas queda un resquicio de quien siempre ha sido, no mi mejor amigo, sino el amigo que cualquier persona decente quisiera tener. Dices que te sientes vacío y fracasado porque no tienes nada que dar y tu literatura no triunfa y que, así no puedes seguir viviendo, y que por lo tanto te vas a quitar la vida. Pero yo te contesto que no lo voy a permitir.

No lo permitiré, porque tú evitaste que me sintiese una piltrafa con el comportamiento que los de la Fundición Infierno tenían conmigo, y me hiciste ver que sus ataques se debían al sentimiento de miseria que debían tener, aunque inconscientemente, de ellos mismos. Lo que me ocurrió en Fundición Infierno y lo que te ha pasado con Beatriz son reflejo uno del otro. Un sentimiento insoportable de levedad dentro de un cerebro podrido de bajeza moral. 

Tampoco puedo permitir que te quites la vida, porque mi fe en ti, también como escritor, es total. Si ahora mismo eres marginal o prácticamente desconocido, de ninguna manera quiere decir que tus relatos no tengan calidad, puesto que rebosan de ella. Como ya te he dicho antes, siempre has demostrado mucho talento para este bello arte, aunque, ahora, al estar tan desolado por lo de Beatriz, no lo veas así. Tú, mejor que yo sabes que la diferencia entre un auténtico escritor y uno falso es que mientras que el primero busca en sus entrañas el material narrativo, el segundo escribe sobre lo que cree que le interesará a lo demás. Tú eres de los primeros. Sabes también que las listas de libros más vendidos están llenas de novelas de muy escaso valor literario. Si al final tienes que vivir de escribir, se verá, y, en caso contrario, será porque no te merecen como escritor. 

De cualquier forma, estoy convencido de que debemos empezar de nuevo. Mis ahorros ahora mismo están dando de comer al banco, y me parece más oportuno sacar provecho de ellos. Vendamos todo lo que tenemos aquí y vámonos a Galicia. Siempre has dicho que esa tierra es mágica, y que de sus bosques y de sus campos, brota toda esa sencillez y quietud que necesitas para escribir. ¡Pues vámonos a vivir allí que el dinero no será un problema! Eso sí, lo mejor es que nos pongamos a vivir en alguna aldea en la que podamos comprar tierra para que, mientras yo la cultivo y ordeño ovejas y vacas, tu escribas esa novela que tendrá, estoy seguro, un poder de persuasión casi tan inagotable, como lo ha sido tu amistad.


Fernando Sancho Casañ

19 comentarios:

  1. Que bella historia, sintetiza una vida de eventos y personas en breve relato.

    ResponderEliminar
  2. Hola Hugo:
    Me alegro mucho de que te haya gustado. Desde luego es un reto sintetizar tantas cosas en tan poco espacio.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. La solidaridad de los amigos y la ternura de palabras que vienen de alguien que valora las letras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Caliope:
      Los amigos, como la pareja son una especie de tesoro cuyo recuerdo nos podemos llevar siempre con nosotros. El lenguaje es una muy buena herramienta para demostrar los sentimientos

      Eliminar
  4. Todos los que hemos tenido amigos así, nos podemos dar por muy satisfechos. Muy emotivo el texto, y también cercano.
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Faustino:
      Sin duda es una suerte excelente tener amigos así. No todo el mundo la ha tenido a su alcance. Me complace mucho que el texto te haya resultado emotivo.

      Gracias y un sincero saludo

      Eliminar
  5. Excelente, muy bien escrito. Gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Jorge:
      Muchas gracias por tu tan favorable opinión.

      Un saludo y muchas gracias

      Eliminar
  6. Qué bella historia sobre una amistad de HIERRO. Me dio mucha pena cuando a Sofía la aplastó la grúa. Lo más triste es que en ese tipo de empresas, esos accidentes existen de verdad.

    ResponderEliminar
  7. Gontxu:
    Es un honor para mi que la historia te haya parecido bella. La amistad, como el amor, si es auténtica debe ser de HIERRO. ¡Cuantas Sofias habrán perecido de una forma similar!

    Gracias por tus comentarios.
    Saludos

    ResponderEliminar
  8. Fernando: Más allá de las pérdidas, más allá del crecimiento tremendo que conllevan, más allá de todo recuerdo, de cada vivencia, tu narración es un canto a la amistad. Esa amistad que se da pocas veces en la vida, pero que hace de nosotros mejores personas. Mientras leía, podía ver cómo cada palabra esculpía, a modo de cincel, una escultura como homenaje a ese lazo indisoluble.
    Ana Noreiko

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ana: No puedeo estar más de acuerdo contigo respecto a las pérdidas y al dolor. Pese a lo traúmatico que pueden llegar a ser, se puede actuar dejando que se te apoderen, o bien, aprovechar lo aprendido para mejorar. Esa mejoría no tendrá nada que ver con endurecerse sentimentalmente, sino con conservar una adecuada sensibilidad que debe ser el núcleo de cualquier persona de bien.
      La amistad, como el amor, son dos hechos trascendales de nuestra vida y nos llenan mucho por lo que recibimos, pero más por lo que damos y nos gustaría dar.
      Me alegro mucho de que el relato te haya sido tan descriptivo como para calificarlo de escultura. Todo ello, sin duda, me anima a intentar seguir dando lo mejor de mi y a que cada vez, humildemente, sea mejor.

      Un saludo.

      Eliminar
  9. Manuel MEJÍA SÁNCHEZ-CAMBRONERO27 de enero de 2013, 18:24

    Tu péñola con soltura durante la narración ha ido derramando su plasma interno en el papel en blanco, que en muchas ocasiones no es fácil cubrir y ha tenido un término final bastante aceptable en cuanto al contenido literario (me ha mojado tu relato)…

    La amistad si es verdadera
    igual que la de este caso,
    va unida paso tras paso
    sin que exista una frontera.
    Todo lo bueno se espera
    de una leal amistad;
    y una gran tranquilidad
    late dentro del conjunto,
    puesto que punto por punto
    es camino de verdad…

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Manuel:
      Como al resto de las personas que han sido tan amables como para escribir comentarios sobre el relato que nos ocupa, te doy mi más sinceras gracias. Tú, que escribes poesía, sabes por qué nos dedicamos a esto con todos los enormes disgustos que esta actividad nos proporciona a veces (nuestros escritos son como nuestros hijos).
      Y respecto a la poesía, te aseguro que me ha gustado mucho por lo rotunda y significativa.

      Un saludo.

      Eliminar
  10. No hay tesoro más grande que la amistad, ni amor más preciado que el de una admiración mutua. Felicidades Fernando por tus palabras. Aunque la historia es una de tragedia tus palabras son encomiables. Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Carlos:
      Comparto por completo tu opinión respecto a la amistad y al amor. Los dos son un inconmensurable tesoro que, demasiadas veces sólo apreciamos cuando lo perdemos. Es cierto,el amor más firme creo que nace de una profunda admiración.
      Aunque esta historia es trágica, no menos cierto es que sólo acontecimientos como los narrado aquí, ponen a prueba de verdad a las relaciones que mantenemos con los demás.

      Gracias por tus comentarios tan favorables.
      Saludos

      Eliminar
  11. Esas amistades que nacieron al amor de aquellos tiempos, se hacen tan eternas, que siempre se recuerdan, pase el tiempo que pase y sea cual sea la cercanía o el alejamiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Juan:
      Sí. Estas amistades son de lo mejor que le puede ocurrir a una persona. Son una representación de lo aunténtico. Una relación a prueba de cualquier dificultad. Hoy en día, que ha estado prevalenciendo las apariencias y el egoísmo, este tipo de relación, parece anacrónica. Pero sin duda es absolutamente necesaria

      Gracias por tu comentario.
      Saludos.

      Eliminar
  12. Hola Juan:
    Sí. Estas amistades nacidas al calor de unas condiciones socio-culturales ya pasadas,son de las mejores cosas que nos pueden pasar en la vida. Hoy en día, ya hemos visto que el egoísmo es, con excepciones, lo que ha prevalecido en los últimos tiempos. Esperemos que la gente refexione y vea la necesidad de un cambio de mentalidad.

    Gracias por tu comentario.
    Saludos.

    ResponderEliminar

Gracias por dejar vuestros comentarios.