Juan Martín-Mora Haba
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te asomes a la ventana en noches de luna llena, ten mucho cuidado, porque andan
sueltos los duendes rompecorazones. Eso es lo que ves reflejado en su cara: ‘el
guiño de la luna’, provocando el enamoramiento, estimulando tus antojos,
haciéndote dudar sobre la resolución del momento. Los labios, esos que deseas
besar, están llenos de fuego y puedes quemarte. Son como seres extraños,
cautivadores de sueños y, además, se adueñan
de tus estancias más íntimas, adormeciendo tus oídos hasta rechazar a
quien quiera halagarte para que te sientas viva, auténtica, preparada para amar
a quien debes amar: al que tu vuelo íntimo imponga.
Hay una mujer que me turba,
un amor que me retiene,
una casa que se nubla.
Cuando vengo, tú no vienes.
Hay un sol que me calienta,
un parque en el que espero,
una hora que me impacienta,
y una espera en el tintero.
Hay un niño que me inquieta,
un corazón que me late,
una razón para la existencia,
y un sueño colgado en el escaparate.
Hay una encina gruesa y alta,
y una tierra ancha para hombres.
Mujer, amor, casa. Si vienes como sol, el parque se llena, la hora se
cumple, la espera se acaba, el niño ríe, el corazón vive, la razón se impone,
el sueño se materializa, la sombra desvanece, el horizonte no se rompe, la
encina se robustece y la tierra florece.
Juan Martín-Mora Haba
Cuánta pasión, compañero. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarVoy a leer lo tuyo. Supongo que estará perfilado como acostumbras.
EliminarUna excelente combinación de prosa con poesía. Gracias por compartir tu inspiración.
ResponderEliminarGracias por leerlo.
EliminarExcelente combinación!!! y el final me encanta, resume todo en pocas palabras.
ResponderEliminarMe ha parecido fantástica.
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