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miércoles, 21 de noviembre de 2012

El bicho de los coches oficiales

13 de noviembre de 2012
 
 
El presente artículo no pretende ser un alegato contra la clase política, sería demasiado fácil e injusto generalizar y demonizar a todos. Se trata de una advertencia, para aquellos de nuestros representantes, que parecen haber adquirido un rango superior, olvidado cuáles son sus principales obligaciones y deberes. Y, sobre todo, al servicio de quién están.
 

Yo hice la mili en aviación. Concretamente en la base aérea que linda con el aeropuerto de Barcelona y con los campos de golf de El Prat de Llobregat. A pesar de la época, no fue una mala mili. Corría el año 66 del pasado siglo, en el ocaso de la dictadura, pero aún vivita y coleando. Gozábamos de ciertas libertades y éramos especialistas en tomarnos muchas más. 

Merced a los cambios en la duración del servicio militar, varios remplazos se sucedieron en breve espacio de tiempo, por lo que, a las pocas semanas, los nuevos reclutas éramos mayoría y nuestro remplazo gozó de los derechos que los veteranos tenían sobre los novatos. Uno de esas inviolables ventajas era la de dormir, si no teníamos servicio, hasta que nos apeteciera. Los barracones de nuestra escuadrilla estaban, como he contado, en el área del aeropuerto y fuera de toda circulación privada y pública. La limpieza general la hacían los recién llegados, amén de las guardias menos deseadas. Por lo demás, eran compañeros y amigos. 

Un día, Jordi Planas y un servidor disfrutábamos de nuestras prerrogativas de veteranos. Un par de novatos andaban barriendo y haciendo los catres. Cuando llegaron a nuestra altura uno de ellos se dispuso a retirar y airear las mantas. El otro se acercó a su compañero y en tono temeroso pero divertido, dijo: “No esas no, que todavía tienen bicho dentro”. Dicho eso se alejaron sin hacer ruido. Jordi y yo nos miramos y estallamos en risas. 

Pues bien, en nuestro país ha sucedido algo parecido. Sólo que en vez de “malditos” se trata de los oportunistas de turno. Nuestra joven democracia quiso dotar a nuestros políticos de las prebendas y salarios que les correspondían. Esa aureola de casi héroes que les otorgamos, les concedía nuestra admiración y respeto: luchaban por nuestros derechos y eran nuestra voz; la voz del Pueblo. Así les consentimos que recurrieran a protocolos franquistas, a despachos con olor a rancio, a coche oficial y a guardaespaldas y chofer; todo con cargo del erario público. Y de generosos sueldos, con un argumento realista y claro: sus esfuerzos tienen que estar bien remunerados para evitar tentaciones.

La contrapartida estaba, y está clara: la clase política debe adelantarse a las situaciones de riesgo, sean políticas, financieras o de derechos, y atajarlas antes de que conviertan en peligro o desastre social. 

No se puede argumentar que nos ha sorprendido la crisis, que nuestros bancos son los más seguros del mundo, que el estado del bienestar está a salvo o que la reforma laboral traerá más empleo, cuando no se tiene idea real de lo que está sucediendo. En este caso, o se trata de una cuestión de ignorancia o de mala fe, no hay otra. 

Los políticos deben saber adelantarse a los acontecimientos y proteger a la ciudadanía que representan. Uno de los ejemplos más sangrantes es la situación de los préstamos hipotecarios. Se permitió que la banca, insaciable, insolidaria y cagona lanzara contratos hipotecarios falaces y abusivos. Nuestros gobiernos, corrieron veloces a salvar a las entidades financieras, a sus productos basura y a las cuentas de Suiza de sus directivos; en eso, incluso muchos políticos les imitaron. Y no me reten a dar nombres. En cambio son extremadamente lentos, ineficaces y por ello culpables, de los 400.000 desahucios que se llevan practicados en España. 

Hay una nueva estirpe de tiralevitas, distantes y engolados, a quienes no les bastan los buenos sueldos, ni tienen el nivel humano para ostentar el cargo sin petulancias. Tal vez para algunos, herederos de burguesías, alineaciones místicas y ancestros golpistas, eso es lo más normal. Sin embargo, nuestros primeros parlamentos, fueron una mayoría surgida de las urnas con gentes corrientes, trabajadoras y entusiastas, con todo lo hermoso que encierran estos adjetivos. ¡Tanto hemos cambiado! 

Durante décadas, cuando un coche con banderita oficial pasaba por delante de nosotros tratábamos de ver al personaje que dormitaba en los asientos traseros. “Mira, nos decíamos, es el subsecretario de tal y cual o es el director general de esto o de lo otro, estará agotado el pobre”. 

Pero nos relajamos y poco apoco, como en la novela de Orwell, algunos de los supuestamente sufridos animales se iban pareciendo más a los granjeros explotadores. Especularon, prevaricaron, confundieron, mintieron, engañaron, defraudaron en todos los sentidos y nos hicieron esperar en los antedespachos como en los tiempos de Larra. Insisto en que, probablemente, les esté hablando de una minoría, pero es que los culpables suenan tan fuerte que apagan las voces de los más justos. Pero no las del Pueblo. 

Ahora cuando el automóvil blindado del banderín oficial, se pone a nuestra altura, miramos indiferentes si lleva bicho dentro y comprobamos que siguen dormitando, sin buscar soluciones a los problemas, incapaces de hacer su labor; soñando con cargos bien remunerados y en facilitar las cosas a sus amigos; olvidando su razón de ser. 

Por eso, uno aplaude la medida de ir retirando los coches oficiales y los guardaespaldas de los políticos. No lo hacen convencidos, lo hacen por problemas económicos. Pero que quieren que les diga, a mí me encanta que vuelvan a coger el metro, se mezclen con la gente, vayan al médico del ambulatorio que les toque y sufran la misma inseguridad que cualquier otro ciudadano: la de un policía, un minero, un pescador, un peón de albañil; la de un parado para sobrevivir, o la de un ama de casa al cambiar la botella de butano. No quiero anatemizar, pero, después de lo que hemos visto y siempre considerando las excepciones, ¿creen de veras que son mejores que los ciudadanos de a pie? ¿Es de recibo que se prolongue tanto una acción para evitar los desahucios? ¿Qué orden de prioridades tienen gobierno y oposición? 

Por lo menos estamos ante una verdad palpable: el ahorro de un millón de euros. Y ante un hecho significativo: no hacía falta tal despliegue de recursos. Los servidores públicos deben ser los primeros en dar ejemplo, en despertar por la mañana y acudir a sus remodelados despachos para ver si sacamos el tema adelante. Y regresar a sus casas tomando el bus o el metro, después de compartir una caña con sus amigos y pagar a escote. Volvamos al huevo, al inicio, a los principios filosóficos en todas sus acepciones.
 

No sería bonito ni nada bueno, pasar por las Cortes y preguntar temerosos pero divertidos a los policías de la entrada: ¿Perdone, hay todavía bichos dentro?
 
 
 



 

 
 
 
 
 
 
Jordi Siracusa

8 comentarios:

  1. No tengo mucho que decir, dada la profunda admiración que siento por este señor. Como siempre, ácido y puntilloso, nada temeroso de la polémica. No cambies nunca, amigo Jordi.

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  2. Solo puedo decir "bien dicho"...a más s un parlamentrio lo ponía yo a coger cada mañana el metro o el bus, esperar en un ambulatorio que te toque tu turno que se suponía que era a tal hora y resulta que era más de una hora...y así susecivamente...solo entonces cuando bajarán hasta el primer peldaño de la escalera se pondrían en el lugar del ciudadano, lo que fuerón ellos en su día y que ya olvidaron con tanto protocolo y coches blindados con banderita. Si quitaran todos esos servicios que se le presta a los politicos creo que se llenarían de nuevo las arcas publicas, dinero no falta, solo falta para los necesitados.
    Un gran artículo. Un grato saludo al Sr.Jordi Siracusa.

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  4. Pufff !!!

    Yo soy de las personas que opinan que si los políticos pasarán las mismas penurias que el pueblo otro gallo cantaría.

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  5. 435.000 politicos en España. Creo que no hay que decir nada más.

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  6. Siempre he creído que existen ciclos para la administración de las naciones. Democracia, dictadura y monarquía se turnan constantemente durante la historia sin que se den cuenta. Estamos en una encrucijada fuerte, similar a la de los años 30. Es bueno recordar con las palabras que ahora el gobierno debe ser austero y evitar los excesos de los carros. Porque en aquellos tiempos, los extremos mediaron y destruyeron Europa. Aunque soy de allende al mar, espero que no vuelva a suceder.

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  7. Es a todas luces claro que Jordi ya en su introducción deja transparente el contenido de su artículo, con la gran soltura de su pluma, por lo que con poco más de corrido en su lectura, se llega a la conclusión entendible, a la que un país puede llegar con una nefasta administración, de la que uno de los ejemplos que pone son los coches oficiales, que resalta en el titulo de su obra.

    ASÍ NO HAY QUIEN AGUANTE

    Está a todas luces claro
    que tanto despilfarrar
    nos conduciría a estar
    con esta tasa de paro.
    Mas con tanto coche caro
    y de consumo muy alto,
    se llegaría a estar falto
    de plata para el sustento
    de esos monstruos; y el momento
    perdido no se quedó,
    sino que al final llegó
    repartiendo sufrimiento...

    Manuel MEJÍA SÁMCHEZ-CAMBRONERO


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  8. Gracias a tod@s por vuestros comentarios. Es importante que nos involucremos, que opinemos y que desintamos de lo que nos parece injusto. Lo contrario sería ser víctimas de nuestros propios defectos.

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