Una revista de literatura, donde el amor por las letras sean capaces de abrir todas las fronteras. Exclusiva para mayores de edad.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Descontrol

 
          Lo que tengo que decirte hoy no es agradable para nadie. Además es preocupante por las características de algo que comenzó como un encuentro amable y continuó en secuencia de amistad y confianza que fui creyendo sincera.   

          Me siento devastado, terriblemente decepcionado y triste. Me cuesta trabajo creer que se pueda dar un cambio tan radical a causa de un error, un error que reconozco cometí impulsivamente.  

          Me disculpe ante ti con toda la sinceridad que cabe en mí y en nombre de nuestra naciente amistad, bueno, lo que creí que era una linda amistad y, eso es lo triste, dejar de creer en ti y tú en mí.

          Lo que no puedo creer es que no tomes en cuenta el entusiasmo con el que corría para abrazarte y recibirte con mucha alegría en mi corazón. Con cuanto interés buscaba tus mensajes y recibía tus llamadas telefónicas.   

          Con cuanta urgencia anhelé un reencuentro después de aquel corto viaje que hice por razones de trabajo. Te busqué, te llamé, te envié mensajes diciendo lo mucho que te extrañaba y la enormes ganas que tenia de verte y abrazarte de nuevo. 

          Sentí tu voz y tu intención de querer también verme, te sentí sincera, alegre como siempre y ¿Qué paso? Te recibo con alegría, te escucho. Desconozco las causas reales de tu estado de ánimo, trato de sacarte de ese estado, evidentemente no lo consigo, te siento con mucha resistencia, insisto, otra vez te resistes, no dices nada. Se asoma una lágrima en tus ojos, te dejo en silencio como muestra de respeto.   

          Después de un tiempo trato de romper la tensión y sacarte de ese estado y ¡Zas, sorpresa! En vez de conseguirlo, provoco tu enojo, un terrible enojo que te hace alejarte sin decir nada, bueno si, propones algún día para ir al café que acostumbramos para charlar.  

          Esa misma tarde te busco y, comienzo a notar la diferencia y escucho el primer reclamo de tu disgusto, trato de no darle demasiada importancia porque enojos los tenemos todos casi a diario justa o injustamente. Te siento fría, te comento de reunirnos con una amiga mutua, aceptas. 

          Llega el día de la cita, nuestra amiga se confunde de fecha no llega, te marco para avisarte y tu falta de respuesta me deja inquieto, debe ser algo delicado, pensé, ella es muy formal y no falla de no ser por algo de verdad importante. Termino mi café, pago la cuenta y vuelvo a casa, un poco desconcertado si, pero entiendo que las cosas no siempre salen como uno las planea.   

          En fin, me quedo con la preocupación, entro al chat para tratar de encontrarte y preguntar para saber si todo está bien y... Nada y, más me preocupo. 
 
           Al día siguiente espero como de costumbre, alguna llamada tuya y no la hay.  

          Me pongo a trabajar pero con la inquietud e incertidumbre. Miro el teléfono esperando que suene en cualquier momento, suena, pero no eres tú, es más trabajo. Se pasa el día y pasa la tarde y... Nada. 

          Más tarde, casi de noche, el miedo da creer y suponer que sea algo verdaderamente grave que te impida comentarme algo por cualquier medio, me pone más inquieto.   

          Tímidamente, envió un mensaje pidiendo solamente saber que estas bien, no obtengo respuesta ni esa noche ni el siguiente día. ¡Uf!, que pasa con ella, me pregunto, algo no anda bien y no me dice nada...   

           Al fin te contacto y ¡oh!, sólo para enterarme de tu tremendo enojo y recibir una serie de cuestionamientos y advertencias que siempre creí impropias de alguien como tu tan madura, gentil y buena amiga. 

           Y en vez de sentir a la amiga, a la mujer cálida, aparece la profesional analítica, racional y fría.   

          Y aquí me tienes desconsolado y triste, preocupado por tus señalamientos que rayaron en amenazas que, evidentemente, no tiene nada de amistosas. 

           No puedo entender ese cambio tan radical en ti, tan sólo por intentar romper en ti un estado de tensión abrumador.   

          Ese fue mi gran error, lo reconozco, tal vez no era la forma en que tu querías que te hiciera sentir tranquilidad y alivio, es molesto lo sé, pero de eso a que lo tomes con tanto encono… Me preocupa, me preocupa y me asusta, me asusta y me duele por que, lamentablemente ya nada será igual entre nosotros y eso duele mucho porque yo creí en ti siempre, en tu amistad, en tu confianza y tu sinceridad. Yo siempre te ofrecí lo mismo siempre de corazón, por eso duele.   

          Una vez más, reconozco haberme equivocado, muchas veces lo he hecho y, lo más probable es que lo siga haciendo. Sólo puedo decir una vez más desde lo más profundo de mi corazón ¡Perdóname amiga querida! 

          No te vayas así de mi lado, te aseguro que una buena charla resolverá todo. Yo estoy dispuesto y tú, aun con enojo, eres una gran mujer, de eso no tengo una sola duda y tú sabes que, por enojo, sobre dimensionaste mi error.

 

Hugo

3 comentarios:

  1. Los enredos de amor siempre son problemáticos. Más cuando se trata de comprender una mujer. Hugo, has plasmado la confusión de nuestra mente al enfrentar a las mujeres en ciertas etapas. Gracias!

    ResponderEliminar
  2. Fantástico relato, me has recordado a mí hace ya 2 años, pero a diferencia de ti, yo no quiero que exista ese diálogo que nombras.

    ResponderEliminar
  3. La amistad siempre está en la cuerda floja y la falta de comunicación la mata, llama al error y tu lo has narrado de la forma más real. me gusta tu estilo Hugo, aunque sea la humilde opinión de un lector apasionado. gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar

Gracias por dejar vuestros comentarios.