Lo
que tengo que decirte hoy no es agradable para nadie. Además es preocupante por
las características de algo que comenzó como un encuentro amable y continuó en
secuencia de amistad y confianza que fui creyendo sincera.
Me siento devastado, terriblemente
decepcionado y triste. Me cuesta trabajo creer que se pueda dar un cambio tan
radical a causa de un error, un error que reconozco cometí impulsivamente.
Me disculpe ante ti con toda la
sinceridad que cabe en mí y en nombre de nuestra naciente amistad, bueno, lo
que creí que era una linda amistad y, eso es lo triste, dejar de creer en ti y
tú en mí.
Lo que no puedo creer es que no tomes
en cuenta el entusiasmo con el que corría para abrazarte y recibirte con mucha
alegría en mi corazón. Con cuanto interés buscaba tus mensajes y recibía tus
llamadas telefónicas.
Con cuanta urgencia anhelé un
reencuentro después de aquel corto viaje que hice por razones de trabajo. Te
busqué, te llamé, te envié mensajes diciendo lo mucho que te extrañaba y la
enormes ganas que tenia de verte y abrazarte de nuevo.
Sentí tu voz y tu intención de querer
también verme, te sentí sincera, alegre como siempre y ¿Qué paso? Te recibo con
alegría, te escucho. Desconozco las causas reales de tu estado de ánimo, trato
de sacarte de ese estado, evidentemente no lo consigo, te siento con mucha
resistencia, insisto, otra vez te resistes, no dices nada. Se asoma una lágrima
en tus ojos, te dejo en silencio como muestra de respeto.
Después de un tiempo trato de romper
la tensión y sacarte de ese estado y ¡Zas, sorpresa! En vez de conseguirlo,
provoco tu enojo, un terrible enojo que te hace alejarte sin decir nada, bueno
si, propones algún día para ir al café que acostumbramos para charlar.
Esa misma tarde te busco y, comienzo a
notar la diferencia y escucho el primer reclamo de tu disgusto, trato de no
darle demasiada importancia porque enojos los tenemos todos casi a diario justa
o injustamente. Te siento fría, te comento de reunirnos con una amiga mutua, aceptas.
Llega el día de la cita, nuestra amiga
se confunde de fecha no llega, te marco para avisarte y tu falta de respuesta
me deja inquieto, debe ser algo delicado, pensé, ella es muy formal y no falla
de no ser por algo de verdad importante. Termino mi café, pago la cuenta y
vuelvo a casa, un poco desconcertado si, pero entiendo que las cosas no siempre
salen como uno las planea.
En fin, me quedo con la preocupación,
entro al chat para tratar de encontrarte y preguntar para saber si todo está bien
y... Nada y, más me preocupo.
Me pongo a trabajar pero con la
inquietud e incertidumbre. Miro el teléfono esperando que suene en cualquier
momento, suena, pero no eres tú, es más trabajo. Se pasa el día y pasa la tarde
y... Nada.
Más tarde, casi de noche, el miedo da
creer y suponer que sea algo verdaderamente grave que te impida comentarme algo
por cualquier medio, me pone más inquieto.
Tímidamente, envió un mensaje pidiendo
solamente saber que estas bien, no obtengo respuesta ni esa noche ni el
siguiente día. ¡Uf!, que pasa con ella, me pregunto, algo no anda bien y no me
dice nada...
Al fin te contacto y ¡oh!, sólo para
enterarme de tu tremendo enojo y recibir una serie de cuestionamientos y
advertencias que siempre creí impropias de alguien como tu tan madura, gentil y
buena amiga.
Y en vez de sentir a la amiga, a la
mujer cálida, aparece la profesional analítica, racional y fría.
Y aquí me tienes desconsolado y
triste, preocupado por tus señalamientos que rayaron en amenazas que,
evidentemente, no tiene nada de amistosas.
No puedo entender ese cambio tan
radical en ti, tan sólo por intentar romper en ti un estado de tensión
abrumador.
Ese fue mi gran error, lo reconozco,
tal vez no era la forma en que tu querías que te hiciera sentir tranquilidad y
alivio, es molesto lo sé, pero de eso a que lo tomes con tanto encono… Me
preocupa, me preocupa y me asusta, me asusta y me duele por que,
lamentablemente ya nada será igual entre nosotros y eso duele mucho porque yo
creí en ti siempre, en tu amistad, en tu confianza y tu sinceridad. Yo siempre
te ofrecí lo mismo siempre de corazón, por eso duele.
Una vez más, reconozco haberme
equivocado, muchas veces lo he hecho y, lo más probable es que lo siga
haciendo. Sólo puedo decir una vez más desde lo más profundo de mi corazón
¡Perdóname amiga querida!
No te vayas así de mi lado, te aseguro
que una buena charla resolverá todo. Yo estoy dispuesto y tú, aun con enojo,
eres una gran mujer, de eso no tengo una sola duda y tú sabes que, por enojo,
sobre dimensionaste mi error.
Hugo
Los enredos de amor siempre son problemáticos. Más cuando se trata de comprender una mujer. Hugo, has plasmado la confusión de nuestra mente al enfrentar a las mujeres en ciertas etapas. Gracias!
ResponderEliminarFantástico relato, me has recordado a mí hace ya 2 años, pero a diferencia de ti, yo no quiero que exista ese diálogo que nombras.
ResponderEliminarLa amistad siempre está en la cuerda floja y la falta de comunicación la mata, llama al error y tu lo has narrado de la forma más real. me gusta tu estilo Hugo, aunque sea la humilde opinión de un lector apasionado. gracias por compartirlo.
ResponderEliminar