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miércoles, 10 de octubre de 2012

La Decisión

De píe, inmerso en sus pensamientos, como petrificado, se encontraba un hombre a mi lado.
De repente un humo grisáceo y espeso empezó a deslizarse lentamente envolviéndolo todo, desapareciendo de mis ojos hasta las pequeñas juntas de las empedradas calles y aceras; todos los rincones estaban invadidos por ese lento y frío asesino que iba avanzando sin piedad acompañado de su aliado, el viento.
Oía en la lejanía gritos de angustia y lamentos, gentes corriendo sin saber dónde ir, exhaustos por la desesperación e impotencia de verse acorralados.
Yo, perpleja ante esa dantesca imagen, quise también correr, huir, pero no sabía hacia dónde dirigirme; me invadió el pánico, me faltaba la respiración, me dolía el pecho, el alma y sentía cómo a mi cerebro no llegaba el oxigeno. Extendí mi brazo y abrí mi mano implorando ayuda, ser guiada para poder salir de aquel dramático laberinto, pero aquel hombre continuaba impasible, inmóvil, sin un gesto de expresión, sin compasión.
En aquel momento comprendí que ese hombre era una ilusión óptica de mis ojos, alguien a quien yo había creado desde mi corazón, nacido de mis necesidades, mis expectativas e ilusiones pero que realmente no existía; comprendí que tendría que salir sola de allí si quería seguir viviendo, buscar una salida donde el asfixiante humo no pudiese alcanzarme.
Volví a extender mi mano implorando con mis ojos su ayuda, pero su respuesta fue el silencio acompañado de una fría e impasible mirada. Debía decidir, morir por nada ó correr y vivir. Finalmente decidí vivir cuando  un golpe de viento fresco e inesperado llego hasta mí.
Respiré profundamente e inicié mi andadura por un nuevo camino pudiendo comprobar que cada paso que daba, nuevos paisajes, gentes y  bellos coloridos me acompañaban.
 
María del Carmen Aranda
 

1 comentario:

  1. María del Carmen, me gusto mucho el relato.
    La angustia deja la mente con humos, sin aire, sin poder pensar... anclados en nuestros problemas. Hay mundo fuera por descubrir en donde nuestro mundo interior pueda encontrarse con nuevos colores y olores, con gente diferente que nos hagan sonreir y con nuevas flores que nos hagan sentir.

    Un abrazo...

    Manuel Barranco Roda

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