Una revista de literatura, donde el amor por las letras sean capaces de abrir todas las fronteras. Exclusiva para mayores de edad.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Analis

 

  • Que hizo… ¿Qué?
  • Ya te lo he dicho… Terminó conmigo…
  • No eso… - Exclamó Mónica impaciente - ¿Cómo dices que lo hizo?
  • ¡Ah! – Suspiró Analis - Me envió el mensaje por texto…
  • ¡Dios! Que hijo de su madre ni la cara te dio ¿no? y sabiendo que era tu cumpleaños – Negó con la cabeza indignada, ocupándose en colocar dos cafés en la bandeja – Ya verá cuando…
  • ¡Te prohíbo que se lo digas a Roberto, Mónica! – Exclamó Analis, con la mano en la cintura traspasándola con una mirada acusadora – Tus votos matrimoniales no incluían “Prometo contarte todos los detalles de la vida amorosa de mi hermana hasta que la muerte nos separe…” ¿Sabes?
 
Mónica sonrío levemente sin dejar de colocar la azúcar y leche en la bandeja. 
 
  • Además – continuaba Analis - seguro que si se lo dices se lo cuenta a Ramiro en el taller que es lo mas cercano a publicarlo en el Gettysburg Gaceta.
  • ¿Y…? ¿Seria muy malo que todos se enteraran de lo pendejo que se comportó…? ¿O lo quieres mantener en secreto? 
 
Analis se encogió de hombros, hacia tiempo que esperaba aquel desenlace con Jason. Cuando un hombre te dice “Nena… ¿Puedes hablar de otra cosa que no sea tan deprimente?” cuando le describes tus sueños y aspiraciones, no necesitas una bola de cristal para adivinar que no tiene ninguna intención de ser parte de ese futuro. Sin embargo, tampoco quería ser el blanco de habladurías, Gettysburg era el típico pueblito en donde se nacía, crecía, reproducía y se moría entre las mismas familias y poco se podía mantener en secreto.
 
  • ¿Sabes cual es tu problema Analis? 
 
¡Oh, no! Aquí venia la cantaleta “Analis debes de ser menos seria” “Analis eres muy permisiva” si tan solo Mónica se  pusiera de acuerdo consigo misma de qué era lo que de verdad necesitaba Analis, quizás la podría ayudar a arreglar un poco su existencia, en lugar de confundirla más.
 
  • Lo que necesitas es ser menos rígida… Necesitas relajarte… piensas mucho, trabajas demasiado y ahorras como una vieja avara… ¡suéltate el pelo! Baila desnuda en la playa… ¡Goza de la vida! 
 
Analis se amarró el sobrio delantal que hacia juego con los elegantes pantalones negros, parte del uniforme de mesera, alistándose a comenzar el turno de la cena en La Posada Herr, el único restaurante que se consideraba elegante en Gettysburg.
 
  • No sé exactamente qué es lo que necesito para arreglar mi vida, pero andar desgreñada y en cueros no va a ayudar en nada. Te veo después, debo de memorizar los especiales de la noche…
  • ¿Ves lo que digo? – Sonrío Mónica -  ¡Eres incorregible.. es tu cumpleaños! 
 
Su veintitrés para ser exactos. No que Analis, tuviese planes para celebrar, era un miércoles y le tocaba trabajar hasta la media noche. ¿Quién tenia la energía de celebrar pasada la media noche, cundo se comienza a trabajar a las seis de la mañana en otro lugar y se encuentra físicamente extenuada?.
 
  • Lo que necesito es volver a nacer … - Murmuró para si misma, colocando el bolígrafo en el bolsillo de la impecable blusa blanca, tomando la libretilla, dando la conversación por terminada.  
 
Se dirigió al comedor principal de la vieja mansión, revisando mesas, saludando a compañeros y a clientes con reservaciones tempranas.  
 
Pasadas las ocho de la noche lo vio entrar al comedor siguiendo a Sonia, la anfitriona, que lo sentó en una mesas al frente a la ventana, en su sección. Analis lo conocía de La Casa de Los Panqueques, en donde trabajaba de tiempo completo y en donde el hombre solía desayunar.  Sabía su nombre por la tarjeta de crédito a la que cargaba la factura; Adam Weiss. No era un local, tampoco era un turista. Simplemente se aparecía en Gettysburg la última semana del mes. Alto, maduro, elegante y con un atractivo que le alborotaba el vientre a la chica. Tomaba el desayuno solo, por lo que le creyó soltero y sin compromisos; haciéndose la vaga ilusión de que existía una especie de “conexión” entre ellos. Pero era lógico que un hombre como él tuviese novia. Ahora le acompañaba una esbelta rubia de piernas largas de bailarina clásica y aunque afuera comenzaran a caer copitos de nieve, llevaba puesto un pequeño vestido verde esmeralda, que hacía resaltar aun más un increíble bronceado.  
Analis, se acercó a la mesa con dos cartillas en las manos, dando un profundo suspiro, hubiese querido no ser la mesera encargada de atenderles. Adam Weiss siempre era amable con ella en la Casa De Panqueques, habían cruzado una palabra aquí y allá, pero nada que se pudiese considerar inapropiado o coqueto; sin embargo tontamente se sentía… traicionada. ¡Vaya manera de terminar de arruinarse el día! Pensó.  
¡No!. No había manera de arreglarse la existencia. Se sentía defraudada por lo contrariedad de saberle con una mujer cien veces mejor que ella. Pero la contrariedad no le evitaba escaparse de sus obligaciones, ensayó su mejor sonrisa antes de saludarles.
 
  • Buenas noches y bienvenidos a la Posada Herr ¿Podría ofrecerles agua mineral o corriente?  
 
La mujer apenas le dirigió una mirada, se ocupaba en estudiar los mensajes en su teléfono. Analis supo con certeza que no tendría mensajes de chicos rompiendo con ella. Por lo contrario, pues de cerca era aún más bella.
 
  • Agua mineral  – Contestó Alan Weiss elevando la mirada reconociéndola enseguida – Annie … ¿No es así? 
  • Analis – corrió ella sin sonreírle como usualmente lo hacía, esperando la respuesta de su acompañante.
  • Lo mismo para ella  - Le sonrió indulgente – Si esperamos a que termine de revisar sus mensajes, no cenaremos esta noche - le guiñó el ojo lo que la hizo tragar en seco nerviosamente y sin embargo se mantuvo seria.
  • ¿Les gustaría un cóctel o prefieren ver la lista de vinos?
  • La lista de vinos - Asintió Adam, deslizando la mirada por el sobrio peinado  y la camisa blanca, tan diferente a la camiseta y jeans con lo que usualmente la veía vestida en el otro restaurante. Su inspección provocó que la chica se sonrojara, sintiéndose traspasada, desnuda. Nunca la había visto de esa manera en la Casa de Los Panqueques.
   
Sirvió la mesa con la misma atención que lo hacia con sus tres otras. Pero siempre consciente de la presencia de Adam con la rubia despampanante en la mesa cuatro.  
Se felicitó mentalmente al recitar los especiales de la casa sin trabarse o tartamudear. Sirvió el aperitivo con manos seguras, primero a la mujer y luego a Adam, siguiendo las reglas pertinentes de etiqueta. Sonrió y les preguntó si se les ofrecía alguna cosilla más. La mujer murmuro un pedante no y Adam la premió con una sonrisa y una penetrante mirada de otoño, que ella encontraba devastadoramente atractiva.
Podía sentirlo, sus ojos siguiéndola por el salón, lo que le ocasionó volverse un poco torpe y si es que no tartamudeó recitando la cena en la mesa de Adam, se le olvidó completamente cuando la debía de repetir para la pobre pareja de la mesa tres, que celebraban su aniversario de bodas. 
La pelirroja entraba al comedor una hora después, vistiendo los pantalones de cuero mas ceñidos que había visto Analis en su vida, que además le sentaban envidiablemente. Su cabellera de fuego se balanceaba con cada paso que daba como si estuviese cruzando una pasarela de moda y todos los ojos en el restaurante siguieron su trayectoria hasta que alcanzó la mesa de Adam, quien se levantó de su asiento para saludarla con un beso en cada mejilla.  
Era su obligación averiguar si deseaba ordenar algún aperitivo o algo de beber, pero la mezcla de nervios y otro sentimiento que no definía se lo impedía, especialmente cuando vio a la pelirroja estirar la mano para tomar la de Adam entre las suyas, mirándole a los ojos, suplicante, mientras le hablaba en voz baja. 
Ella tenía sus limites, se acercó a Mónica y le pidió que se hiciera cargo de la mesa, su hermana la vio con una sonrisita maliciosa cuando terminó de inspeccionar a los tres individuos. 
 
  • ¡Bueno ! Ese será tu regalo de cumpleaños hasta el sábado que podamos celebrarlo adecuadamente… - Anunció tomando una cartilla y sin dejar de verles agregó– Deberías de sumarte al trío…. ¡ Él está para comérselo! Aunque quién sabe si alcanzarías algo para ti. Con lo tímida que eres seguro que te quedas con ganas…Porque se nota a leguas que esos de aquí, se van derechito a la cama. 
 
Se marcharon los tres juntos a eso de las diez y media, quizás porque tenían mucha prisa, quizás porque la nieve comenzaba a convertirse en una verdadera tormenta afuera. Una hora después, el restaurante estaba vacío.  
Como pago a su contribución a salvarle la ultima pizca de tranquilidad que le quedaba, Analis le sugirió a Mónica que se marchara a casa una hora antes, mientras ella se encargaba de levantar los manteles de su sección y de las otras pequeñas tareas que cerraban sus labores en la posada. Su hermana se lo agradeció con un beso y un abrazo, cubriéndose lo mejor que pudo con un pesado abrigo y unas botas de nieve.  
 
  • Maneja con cuidado Analis… Llámame en cuento llegues a casa…
  • Sí mamá.. -  Sonrío la chica. 
 
Para cuando salía del restaurante, su Chevy Sprint era uno de tres automóviles que aun estaban en el parking. Limpió la nieve lo mejor que pudo del parabrisas con una vieja escobilla, pero el hielo se había formado abajo, cubriendo el vidrio de una gruesa escarcha. Debía de calentar un poco el motor para derretirla, así que se sentó al frente del volante haciendo girar la llave y….nada. Solo un  “Clic, clic, clic” se dejó escuchar antes de quedar mudo. ¡Oh, no! ¡No la podía dejarla allí y en esas condiciones! ¡No esa noche! Suplicó. Aspirando con la boca abierta quiso darse valor al volverlo a intentar. Uno, dos, tres y… ¡Nada! De nuevo el odioso triple “clic” y silencio. La frustración la llenó de ira… Arremetió en contra del volante dándole una seria de puñetazos mientras gritaba a pulmón tendido: ¡Coño! 
¿De qué servía trabajar como un burro de sol a sol si ni siguiera podía comprarse un auto decente que no la dejara tirada por todas partes? El toquecito en la ventana la hizo enderezarse. Una persona estaba parada afuera, en medio de la tormenta, tocando a su ventana. Giró con dificultad la manilleta bajando la ventana, permitiendo que el ártico frío le abofeteara la cara. Seguro que debía ser Teo, el cocinero.  
 
  • Este cacharro me ha dejado tirada de nuevo Teo… - Exclamó sin terminar la frase al comprobar de que no era Teo quien la miraba con preocupación.
  • ¿Crees que es la batería? – Indagó Adam Weiss, poniendo las manos en la ventanilla inspeccionando el tablero del auto.
  • No lo sé..  – Confesó aun sin salir de su asombro… ¿Qué hacia Adam en el aparcadero de la Posada Herr? A esas horas, lo hacía en un lugar caliente jugando al Kama Sutra en medio de un nudo de cuatro piernas y cuatro brazos.
  • ¿Me permites…? – Preguntó pero ya abría la puerta del conductor. Analis no tuvo mas remedio de deslizarse fuera del asiento dejándole a él a cargo de hacer girar la llave que intentaba revivir un motor que se negaba a resucitar.
  • Podríamos pasarle corriente – Declaró bajando la cabeza buscando su mirada. Ella nunca lo había tenido tan cerca antes y su olor era tan deleitable, que la hizo olvidarse por unos segundos de sus problemas. – Pero la verdad, no me sentiría cómodo dejándote ir en medio de esta tormenta a sabiendas que se puede volver a apagar en un alto.
  • Pues… - No podía quedarse a dormir en el restaurante que por más que llevase “posada” en su nombre lo había dejado de ser el siglo pasado.
  • Permíteme llevarte a casa – No fue una pregunta aunque la entonó como tal.
  
El corazón le comenzó a latir desembocado mientras que una serie de sentimientos contradictorios la asaltaron. Quería hacerlo y mucho, pero el compartir el camino con dos mujeres que deseaban lo mismo que ella no le parecía muy apetecible… ¿Desearan lo mismo que ella?
 
  • No quiero importunar …  
Adam cerraba la puerta del armatoste, después de subir nuevamente la ventanilla. 
 
  • ¿Importunar ? ¿A quién?
  • A tus… tus… - “Amigas” se escuchaba despectivo… ¿Novias?
  • Estoy solo Annie … - Le ofreció el brazo, sin elaborar en donde había perdido a las dos barbies. 
 
Analis dudó seriamente en aceptar su brazo, pues su sexto sentido le decía que Adam le ofrecía algo más que un aventón a casa. Quizás su hermana tenía razón y lo que necesitaba era relajarse, pensó antes de aceptar. Adam la guió hasta una camioneta cuatro por cuatro, perfecta para aplanar calles en aquel clima. La ayudó a subir tomándola por la cintura, quemándola con su toque. El interior de la camioneta olía a él, masculino con un toque de cuero y sofisticación. 
Adam se sentó detrás del volante encendiendo el motor, se sacudió algunos copos de nieve que habían caído en su cabello, viéndola de reojo mientras subía la temperatura del auto. Arrugó el entrecejo al fijarse que no llevaba guantes, posó su mano entre las suyas, frotándola con delicadeza.  
 
  • Dios… estás helada… ¿Cómo es que no usas guantes?
  • Oh… -  Sentir sus manos poniendo presión en las suyas la llenaron de calor, pero un calor interno que le hacia palpitar el corazón en loca carrera – Los pierdo con frecuencia … No tengo remedio. 
 
Adam, se guitó los suyos poniéndoselos a ella, mientras Analis protestaba, pero no pudo hacer nada pues logró sujetarla con ambas manos, evitando que se los quitara. La observó detenidamente, antes de hablar, pero pareció perder el hilo de lo que iba a decirle. Terminó por beber cada rasgo de su rostro, bajando lentamente la vista hasta fijarla en su boca, dando un profundo suspiro.  
 
  • Tienes una piel preciosa…Me encanta cuando te sonrojas… ¿Te incomodo?
  • N…no… - Mintió, le incomodaba. Especialmente cuando sentía la tensión que se creaba entre ellos, aun cuando no estaban solos. Se volvió a sonrojar.
  • No te había visto usar labial antes… - No despegaba la mirada de sus labios – ese color te sienta de maravilla …    
 
No supo cómo ocurrió, en un segundo estaba pensando en como evitar sonrojarse como una lela y en el otro estaba en sus brazos, y ¡Dios! El hombre sabía besar. Succionaba, mientras acariciaba tiernamente sus labios, lentamente, hasta que poco a poco los fue abriendo para introducir levemente su lengua, succionando cada vez con más fuerza. Analis se abrazó a él, soltando un gemido necesitado de lo que Adam prometía con aquella exquisita caricia. El beso se profundizaba, ahora sus lenguas danzaban en un delicioso intercambio de saliva, que la estaban dejando jadeante.  
Sus manos comenzaron a buscar su piel, por entre las capas de ropa, ella le ayudó soltándose la bufanda, despojándose del abrigo sin dejar de besar sus labios… Se sentía embriagada con su sabor y su aroma e incapaz de detenerse, como un tren sin frenos al que le importaba poco irse a estrellar con tal de sentir la excitación. de sentirse libre y en su caso sentirse viva, sentirse mujer.
  
  • ¡Oh…! No sabes cuanto deseaba besarte durante toda la noche… - jadeó Adam a su oído, despojándola del abrigo, sin dejar de besar su cuello, acariciando y mordisqueándole la piel. 
 
Analis quería decirle que ella también lo había deseado mucho antes que esa noche, pero se le hacia imposible hablar, quitándole el abrigo que calló rápidamente cuando Adam la ayudó con la misma urgencia que la suya. Sin despegarse uno del otro, él se quitó el abrigo y la corbata mientras ella le desabotonaba la camisa. 
Nunca había deseado tener más de dos manos, más de una boca, quería poseer todo de Adam, besó su pecho con una fiereza que no conoció hasta ese instante. Perdiéndose en su piel, tocando el suave vello que cubría su pecho. ¡Ese era un hombre!  
Por más grande que fuese la cabina de su camioneta montañera, no tenían suficiente espacio para moverse libremente y Analis lo sabía, pero fue Adam quien la tomó por la cintura sin dejar de besarla, para empujarla levemente por el espacio de los dos asientos frontales, para ir a la parte trasera. Ella obedeció sin desprenderse por un segundo de su boca. Murmurando lo increíblemente sabroso que le parecían sus besos. Adam, se rió aun con los labios en los suyos cuando se golpeó la cabeza en el techo, al seguirla.  
Era incomodo, muy incomodo… ¿Quién dijo que hacer el amor en un auto era excitante? Pero todo pensamiento se fue desapareciendo de su mente al sentir el frío cuero del asiento en contra de su piel desnuda. Sin pantalones, debajo de Adam quien aun permanecía con los suyos puestos, ahora succionando uno de sus pezones con torturadora sutileza, Analis no podía ahogar los gemidos… se retorcía de placer, abriendo las piernas suplicando con movimientos de cadera por sentir su cuerpo dentro del suyo…
 
  • Por favor… Adam.. – Suplicó aferrándose a él – Por favor…  
 
Adam se quedó quieto por unos segundos, jadeante. Se fue separando lentamente de ella, para verla a la cara… 
 
  • Annie… - murmuró con una voz tan ronca y necesitada que la hizo derretirse de deseo – Annie..
  • ¿Si…? – Inquirió dándole un beso en los labios, candente, desesperada por querer más,  mucho más.
  • Annie… no tengo preservativos aquí...
  • ¿Qué? Analis parpadeó, incapaz de aceptar lo que aquello significaba, jadeante, lo veía incrédula.
  • ¿Que… qué? – Indagó inclinándose sobre los codos, sacudiendo la cabeza, segura que le había escuchado mal.  
  • Lo siento. 
 
¿Lo siento? Su rostro se veía sinceramente arrepentido, pero la frustración la fue llenando de vergüenza… y después de ira, al imaginar la razón por la que se le habían terminado los preservativos ¡Claro! Ella era la numero tres de la noche…
Le empujó con ambas manos, levantando sus prendas de vestir una, por una, volviéndoselas a colocar torpemente.
 
  • Por favor no te molestes… - Le suplico Adam, deteniendo su loca retirada – Ven conmigo al hotel… ¿Annie..? 
 
Analis, quería llorar, patalear hacer el espectáculo de su vida. Pero se detuvo, nada de aquella frustración tenia que ver con el detalle de la poca preparación de Adam, o por lo menos no del todo.
 
  • No… - Murmuró, soltándose de su toque para colocarse de nuevo el sostén – Esto fue un terrible error… Por favor, llévame a casa.
 

Autor
Alixel

2 comentarios:

  1. Dejo dos frases que me mataron: "A esas horas, lo hacía en un lugar caliente jugando al Kama Sutra en medio de un nudo de cuatro piernas y cuatro brazos." y "Nunca había deseado tener más de dos manos, más de una boca".

    NO ME PUEDES DEJAR CON ESE FINALLLLLLL, NO EN SU CUMPLEAÑOS!!!

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  2. Claro que no! Estoy trabajando en la parte dos... Gracias por leerlo!

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