Una revista de literatura, donde el amor por las letras sean capaces de abrir todas las fronteras. Exclusiva para mayores de edad.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Comunicado de La Revista de Todos.


 
 

          Desde la Administración de la Revista, nos ponemos en contacto con vosotros, para pediros que nos perdonéis, pero a partir de ahora las publicaciones, pasarán a ser mensuales.  

          No dejaremos de trabajar, pero de esta forma os garantizamos que la calidad de los textos, sea mejor, o por lo menos trabajaremos para que así sea. 

          Y para no marearos más, cada día 22 de cada mes publicaremos, este 22 de Diciembre como ya había sido anunciado, tendréis el especial Navidad, y luego el 22 de Enero y así sucesivamente... 

          Esperamos que entendáis esta decisión, pero es por la sencilla razón, de que yo ahora voy a estar más ocupada, he recibido una oferta de trabajo, que no puedo desaprovechar, es mi mejor regalo de Navidades, y por este motivo, es totalmente imposible seguir con el ritmo que llevaba hasta ahora. 

          Además que ya ha llegado la hora de que me ponga a trabajar en serio con mi sueño, que espero que más adelante sepáis de qué se trata. 

          Muchas gracias por vuestra fidelidad, que espero que no se pierda, más todo lo contrario vaya en aumento.



 

 

Salud y suerte.
Eva

viernes, 21 de diciembre de 2012

¿Feliz Navidad? ¡No! Salud y suerte.


          Lo sencillo, sería desearos una Feliz Navidad; pero en épocas como estas no puedo evitar plantearme el verdadero significado de la Navidad, y si de verdad existe. 

          ¿Qué es la Navidad?, ¿lo que vemos en la televisión? ¿Lo que El Corte Inglés nos quiere vender? ¡No!, para mi la Navidad, si de verdad existe, dista mucho de lo que nos quieren vender.                   

          Haciendo una burda comparación, sería como equiparar el día de Navidad, con el día de San Valentín. 

          ¿Sólo queréis a vuestra pareja ese día? ¿Sólo le hacéis regalos ese día? ¿No amáis a vuestra pareja el resto del año, igual o más que ese día?, quizás aunque sea una comparación inusual, es lo más parecido.         

          Este planteamiento sobre la Navidad, está más asentado ahora si cabe, ya que yendo el otro día en Renfe con una compañera de formación, y hablando de la Navidad y por lo tanto de la carencia del espíritu Navideño, me dijo: 

          - Eva, es que este año no hay dinero por la crisis, y no se vive igual la Navidad. 

          Y sin querer vuelvo a la misma conclusión. Desde niños hemos percibido la sensación de consumismo, y sin darnos cuenta lo hemos asociado a la Navidad. 

          El único motivo que me impulsa a escribir este relato, (mientras que voy y vengo cada día a la formación a las 8:00 de la mañana, sentada en un asiento de un vagón del tren, mientras que percibo las miradas curiosas de personas ajenas, haciéndome sentir un bicho raro por escribir a esas horas), es para haceros ver a "todos" o a aquellos que tengan un ápice de duda, lo que para mi significa la Navidad, y no sólo el día 25, sino durante todas las Fiestas Navideñas y siempre.

          Y lo voy a hacer de la mejor manera que sé, con un relato, por si lo escrito anteriormente no os ha valido para haceros sentir, lo que seguro después de leerlo, si sentiréis. 

          Esta historia puede ser real, o simplemente fruto de mi imaginación, pero de lo que estoy segura es que esta situación, os hará ver la Navidad desde otro prisma. 

          Denis un hombre africano de 30 años, sin apenas recursos económicos, teniendo por casa unas tristes ramas que con dificultad protegen a su familia de la lluvia, con suerte de tener ese día un trozo de carne que asar, pero sin pan, sin caviar, sin langostinos, sin un árbol de Navidad, sin adornos Navideños, sin paquetes dorados con regalos en su interior. Pero... con un ingrediente que en muchas casas, aun teniendo lo anteriormente mencionado, no tenemos o hemos olvidado, "el saber compartir y dar gracias por lo que tenemos". 

          La salud, la felicidad, el amor y la suerte, no sólo se deben apreciar, desear, ansiar o valorar en estas fechas, sino que deberían estar presentes, en todos y cada uno de nuestros días. 

          La Navidad es ayudar al prójimo, compartir con los más necesitados, dar Amor, pero no sólo ahora, sino siempre. Por eso me niego al consumismo, y a celebrar la Navidad de la forma que la sociedad nos obliga. 

          Por eso termino éste escrito, que no es más que un pensamiento en voz alta compartido con vosotros, con una frase. 

-        ¿Feliz Navidad? ¡No! Salud y suerte.

 

Con cariño



 
 
 
 
 
 
 
 
Eva María Maisanava Trobo

Algo, mágico y luminoso.

 
 
El ángel rubio y asexuado, descabalgó de su soberbia montura con un felino salto. El corcel de piel nívea que le había traído hasta aquí, resoplaba nervioso y excitado, fruto del rápido descenso realizado desde las remotas alturas.
 
Al poner pie a tierra, perfiló una sonrisa de las consideradas perfectas y al tiempo que nos la regalaba, fue tocando y al mismo tiempo, sin llegar a tocar, una por una las cabezas de aquellos mudos testigos que le contemplábamos completamente extasiados.

Nunca se había visto nada igual. Todo a su alrededor irradiaba grandes dosis de alegría y extrema felicidad. La Navidad tiene eso.

La hierba reverdecía a su paso, y la gente, en ese estado emocional que todo lo puede, transitaba por los alrededores como flotando en una nube algodonosa, como tocada por una varita invisible que hacía levitar su ánimo.

El contacto invisible de la mano del ángel, incrementaba el intenso placer que todos sentían, por poder contemplar desde tan cerca a quién había traído esa portentosa dicha.

Los habitantes de esa tierra elegida, entrelazaban los dedos de sus manos y bailaban sin ningún freno, girando su cuerpo a velocidad de vértigo, envolviendo con sus círculos a la pléyade de niños que asistía, como público absolutamente entregado a la causa, a la inesperada fiesta.

Los más pequeños que allí se encontraban, hallábanse entremezclados sin ningún miedo ni pudor con los adolescentes, dando todos ellos ruidosas palmadas al ritmo que marcaban los saltos y las cabriolas de los adultos.

El ángel, caminaba rebosante de gozo y displicencia, satisfecho por lo que allí observaba, y lanzaba por ello, como fruto del el enorme placer interior que le invadía, ceremoniosos saludos y prolijas bendiciones, con el anverso de sus manos vueltas hacia el cielo.

La luz, entretanto, en el ocaso de su luminiscencia, se colaba por los resquicios de las nubes, en poderosos y rectilíneos haces brillantes que aterrizaban suavemente, en el verde tapiz de la tierra, y resultaba ésta, suficientemente clara e intensa, más no cegaba ni perturbaba la mirada de los humanos, que levantaban la vista hacia ellos sin necesidad de entornar los párpados.

Se respiraba felicidad en la epidermis del entorno, en los poros de la multitudinaria fiesta, complacencia y sosiego a partes iguales.

El color vainilla, después del verde, lo inundaba todo. La ornamentación final de los trajes vaporosos que portaban las mujeres, se veía coronada en su parte superior, por una guirnalda de flores frescas, enlazadas entre sí por unas estrechas ramitas de árboles desconocidos, mientras que en las partes centrales e inferiores de las túnicas, ceñían los cuerpos, cinturones de piel vuelta y adornos de seda, realzando aún más si cabe, la sensación de liviandad y pureza, la misma que había regalado el ángel con su llegada, a los anchos corazones de los allí presentes.

Ahora, sólo faltaba que llegase la hora señalada, que la luz de la estrella guía quedase focalizada en el lugar pactado y estipulado cuando cayera la  noche, en el emplazamiento en el que el niño de dorados cabellos y faz sonrosada, el del pequeño tamaño y menor edad aún, habría accedido, sin provocar ningún ruido, a este mundo tan inhóspito, con el ánimo de regalar esperanzas y sueños, aquello que todos siempre hemos demandado.

Aunque, nada de eso tan suplicado y deseado, podrá jamás garantizarlo el niño, tampoco, avalarse ni firmarse en documento alguno. Ni siquiera, en honor de aquellos que celebraban voluntariosos el hecho, ni en el de los que no sabían nada del por qué, del acontecimiento conmemorado, por no hablar de los más extensos en número, el de aquellos que no le otorgan al milagro la más mínima credibilidad.

Sea como fuere, da lo mismo el sentimiento, pues lo más importante siempre será la actitud, la limpieza de nuestra mirada al frente y el enfoque que realicemos de nosotros mismos, para con nuestra existencia y para con la de los demás.

No podemos permitirnos perder ni por asomo, un ápice de esperanza. Ese es el espíritu que debe presidir la celebración de la Navidad.
 


















Faustino Cuadrado

La Navidad del general Tallerman

Se acerca el tiempo de celebración del natalicio de Jesús. Eso queda claro para la mayoría de las Colonias Espaciales que comparten al cristianismo como religión común. El general Tallerman se daba cuenta de este evento, porque la decoración de las tiendas en la ciudad de Li’Chestea coincide ahora con su selección de ropa.

Su figura alta y fornida viste ahora de civil, pero jamás renunciará a la gabardina roja que muestra su rango en los hombros. Tal como toda figura pública, el oficial de cabello canoso, con una amenazadora cicatriz en su ojo izquierdo es saludado con mucho respeto por los transeúntes. Los cadetes en entrenamiento y los soldados de infantería se detienen y presentan sus respetos con un saludo militar. Los civiles en cambio varían los saludos. Los siervos, campesinos o paisanos estrechan su mano de forma bonachona y cordial. Los nobles toman su tiempo para emitir un cortes pero hipócrita saludo al advenedizo héroe que había alcanzado su posición por un hecho de armas y no su rancio abolengo. Pero para las mujeres, un beso es requerido para todas. La mayoría de ellas afirma que a pesar de lo tosco y varonil de su aspecto, es atractivo a su manera.

Él por su parte desearía encontrarse en otro lugar. Como todo general, su deseo es estar en el frente de combate. La Guerra del Borde Interno, el acontecimiento histórico que se vive a lo largo del sector 446, está presente en la vida de los humanos, colonos o terraformados. Los carteles de reclutamiento y los resultados de la lotería de las colonias son un constante recordatorio de que la guerra continúa. Esto lo hizo enfadarse, porque le recordó a ella

La almirante Katherine Xibaja, la mente detrás de las victorias durante el primer mes de guerra. Él ha llegado a odiar a esa mujer de forma irracional y el sentimiento es mutuo. Ha llegado hasta el punto de que ella ignoró sus peticiones de ayuda durante un combate en La Ranura. Como consecuencia, la Décima Flota Irezumi desapareció como fuerza de combate y la maldita Comadreja tuvo que acogerse a una baja forzosa que la alejó del frente.

De lo que no se dio cuenta nunca es que ella no sólo era la mente detrás de las primeras victorias de La Ranura, era quien se encargaba de coordinar la línea de suministro de las fuerzas humanas desplegadas en ese nodo. Él fue incapaz de llevar a cabo esta labor o de delegarla a alguien. No era lo suficientemente humilde para admitir su incapacidad y la Agente de Flota Irezumi no le perdonó su incompetencia. Cuando su sucesor estuvo listo, él también fue enviado de regreso a casa.

Esto lo deprime sobremanera. Mientras camina por las calles de la ciudad capital de la Colonia I, observa los escaparates en silencio y recuerda tiempos mejores. Tiempos en que él vivía con su familia. Los tiempos en que compartía la Navidad con su esposa Renko y con sus hijas, Frantsiska y Tereza.

Él no es muy religioso. Sin embargo, siempre que podía trataba de mantener las tradiciones. Él nunca hizo falta en ninguna de las celebraciones de Navidad. Aunque a decir verdad, la Navidad para la Ortodoxia Oriental es a principios del primer mes del año; a diferencia de finales del año para las otras creencias cristianas. Siempre que podía, él trató de pasar las fechas de fiestas con su esposa y sus hijas. Ahora, el cuerpo de su esposa flota inerte en alguna parte del nodo 350 y su hija mayor está perdida en alguna parte del sector bajo el comando de la odiosa Comadreja.

Bárbara, su actual pareja, un conveniente adorno producto de un acuerdo político para explotar su imagen, es conservadora y piadosa. Su estomago se lo recuerda mientras camina por las calles de la ciudad. El ayuno de cuarenta días antes de Navidad lo ha dejado realmente hambriento. Por eso se alegra cuando una muchacha lo llama a voces. Ella lo saluda frente a un comedor de veinticuatro horas. Él devuelve el saludo, ambos se besan dos veces en las mejillas como es la costumbre de su pueblo desde que tiene memoria.

La joven viste de forma sencilla. La blusa oscura y la falda de color rojo son símbolos inequívocos de que es práctica a la hora de vestir. Zapatos bajos, poco maquillaje y el cabello rojo como la zanahoria muy corto delatan su formación militar. Él sonríe cuando ella le muestra dos bolsas con comida para llevar. En silencio el general acepta, ambos sólo tienen que avanzar unos cuantos metros para llegar a un discreto callejón donde desaparecen de la vista de los curiosos.

Les toma poco tiempo llegar a la puerta del motel al fondo del callejón oscuro. Están en el área rosa de la ciudad, donde cualquier clase de manifestación sexual es permitida. Entre los arrumacos y los besos, ambos se registran como el señor y la señora Maskahdov, un alías como el que muchas parejas se registran en esta clase de negocios. El encargado del día entrega una tarjeta y la pareja ingresa a los elevadores que los lleva a los niveles inferiores.

El general padece varias clases de hambre, pero en este momento desea satisfacer su lujuria primero. A la pareja le cuesta abrir la escotilla de su cuarto. Cuando se cierra, la joven le quita la gabardina entre los abrazos y los besos del hombre maduro. Ambos dejan la comida sobre la mesa de centro, de inmediato se encargan de la molesta ropa que los cubría. Primero salta su camisa clara, que cae sobre un sillón. Luego cae la camiseta que cubre su pecho. A pesar de su edad, sus músculos son firmes y sus hombros son anchos, símbolo de su amor por el ejercicio y la actividad física. Estos se hacen manifiestos junto con su fuerza ante la joven, que comienza a devorarlo con mayor deseo.

Conforme ella juega con su pecho, él se encarga de su blusa. Esto no le da trabajo, pero para su sorpresa su compañera usa un corsé en lugar de sostén. Sería una lucha imposible contra los botones, pero la joven toma sus manos y lo obliga a concentrarse en la parte inferior de su cuerpo. En un suspiro su falda cae al piso de la habitación, lo que delata que no usa bragas. 

Bien Kathy, siempre lista.

Ella lo obliga a sentarse en el borde de la cama. Con una sonrisa lo despoja de sus zapatos. Luego, lo ataca a besos. La confianza de los amantes le da permiso a él de masajear su pecho y a ella de curiosear con sus dedos su entrepierna. Pero cuando ella ha retirado el cinturón de su pantalón, un poderoso bramido de cañones en compañía de las notas estridentes de una pieza fuerte de cámara interrumpe a los amantes.

Él chasquea los dientes. Su mirada se voltea hasta su gabardina roja, en medio de la sala de estar. De inmediato la pesada mano de la joven lo obligó a ponerle atención. Ella lo deseaba realmente. Lo desea aquí y ahora. Pero para él, la traviesa experiencia ya no puede continuar. El deber llama.

—¡Por favor Lillit! ¡No contestes! Ignora esa llamada.

El general niega con la cabeza. Con su mano acaricia el rostro de su amante, sonríe y contesta–: Sabes que no puedo, Kathy. Lo sabes muy bien.

Ella se aparta molesta de su lado. Lillit toma su tiempo para levantarse de la cama. En cuanto puede llega a la sala de estar, donde la molesta y ruidosa sinfonía sigue perturbando a la pareja en la habitación. Tal como es su costumbre, él se cala la gabardina y extrae el aparato de enlace, propio de cada militar dentro de la Flota. Con un gesto molesto estudia el origen de la llamada, pero se sorprende. Quien lo llama no está registrado, la única identificación es la referencia militar de su procedencia.

—Kathy… ¿Conoces a que corresponde la denominación Mike Foxtrot Tango Catorce?

—Yo que voy a saber, Comandante.

Kathy está molesta, no lo oculta. Él no va a preguntarle más. El general entonces revisa el origen de la llamada con los números en el identificador. Descubre que la llamada proviene de una nave espacial, el número de denominación la delata. También identifica el nodo de donde proviene, que aparece como el primer número previo del registro numérico de la nave. La llamada es del planeta terraformado de Tara, a casi un mes de viaje de la Colonia I.

Lillit siente un sudor frío que recorre su cuerpo. Un mes atrás, antes de que llegara al nodo 422, la almirante Xibaja había retirado a la mayoría de las naves de combate del sector antes de que fuesen descubiertas por exploradores orelianos. La operación, una obra maestra de planificación y anticipación, le brindó un respiro a las colonias y evitó que sufrieran ante una revelación indiscreta. La mitad de ese contingente reforzó las fuerzas en la Ranura. Pero la otra mitad, bajo el comando de la mismísima Comadreja, no había dado signos de vida por ninguna parte. Esa flota, más de tres mil quinientas naves de combate, junto con su contingente de suministros, desapareció en el espacio sin que nadie pudiera dar cuenta de su destino.

Una de las cosas que más lo perturba de esto es que su hija se encuentra entre los desaparecidos. Si, los años de celos y paranoia en los que la obligó a tomar clases de vuelo y comando de naves espaciales, en que le enseñó a usar armas y en que la obligó a tomar clases de defensa personal; le pasaban ahora la factura. Jamás había estado arrepentido de sus decisiones hasta ahora. Los conocimientos de su hija mayor le permitieron saltarse las restricciones de edad e integrarse a otros cadetes que estudian para ser oficiales en esta guerra. 

A sus catorce años, su habilidad la tornó elegible como piloto y la hizo sujeto de reclutamiento de su mayor enemiga. La Comadreja se había llevado a su hija, es probable que a propósito. Ahora ella se encontraba lejos, sólo Dios sabe dónde. Si algo malo le pasa, él mismo matará a su rival cuando se vean de nuevo.

Entonces fue cuando lo comprendió. Las naves de combate que no han sido bautizadas reciben el nombre de sus navegantes. Mike Foxtrot Tango es el nombre de un crucero. Pero si se apartan las primeras letras, forman las iniciales de su navegante, M.F.T. Él sólo conoce una persona que tiene específicamente esas letras como iniciales de su nombre. Él mismo las había pronunciado al bautizarla. Son las de su hija perdida, Mariya Frantsiska Tallerman.

El general conectó el aparato de enlace al transmisor de imagen en el centro del cuarto. La luz de la sala se apagó en un instante. Conforme la imagen aparecía, él terminó de acomodar y cerrar la gabardina. No podía ocultar sus nervios. La última vez que se vieron no se habían despedido en buenos términos, doscientos días atrás. ¿Qué debía decirle? ¿Cómo debía hablarle?

La imagen de una joven adolescente se desplegó frente a él. Ella está sentada en el puesto de comando tradicional para los navegantes a la izquierda, pero le da la espalda y habla en otro idioma. Su cabello negro cae desordenado por su cuerpo. Tras una advertencia verbal de su comandante en un idioma que conoce pero no habla bien, ella se voltea de inmediato y su cabello se desliza sobre su pecho. El uniforme verde y la falda negra son signos inequívocos de que todavía es una cadete, ni siquiera tiene derecho a portar un distintivo de comando. La voz en forma de un firme reclamo de la comandante de su hija provoca que le ponga atención por un momento. Se le hace conocida, pero la ignora, a pesar de esa sensación extraña de bilis en su estomago que siente al contemplarla bien. En realidad no la conoce, pero no puede ignorar la sensación de que la ha visto en alguna otra parte. Él la conoce, de mala manera. 

Sin poner atención a la severa reprimenda verbal, la joven frente a él suspira y baja la cabeza.

–Papá… No tengo mucho tiempo.

Tallerman siente un nudo en la garganta que le corta la respiración y el habla. Quiere decirle tantas cosas. Quiere decirle cuanto la extrañaba. Quiere decirle que la ama por encima de todas las cosas. Quiere pedirle perdón por haberla obligado a aceptar a su nueva madre, por haber provocado que saliera de la casa, por haberla forzado a tomar la vía castrense a tan corta edad. Quiere, pero no puede. Un incomodo silencio se impone entre ambos. Pero ella demuestra ser su hija. Como él no reacciona, ella levanta su cabeza y sonríe.


–¡Feliz Navidad, papá!

Los ojos del general se tornan vidriosos. Una leve mueca en forma de sonrisa comienza a invadir su rostro. En el breve lapso en que su garganta se desanuda, este apenas pudo responder–: ¡Feliz Navidad, Fanny!

—Saluda a Teddy de mi parte, por favor.

Hay tantas cosas que quiere preguntarle, pero la joven no tiene tiempo. Cuando ella aproxima su mano al tablero para cerrar la comunicación, él le pregunta—: ¿Cómo está la situación en Tara, hija?

—¡Ganamos!... ¡Te amo papá!

La joven no le da tiempo de reaccionar. Lo último que observa es su sonrisa, franca y amena. La imagen después se torna oscura, clara evidencia de que ella ha interrumpido la transmisión de forma voluntaria. Es probable que su comandante esté al pendiente de la conversación ya que la ha sorprendido, parte de la conversación que logró captar a su espalda se relaciona con esto. Es probable que su hija tenga que pagar alguna pena por hacer esa llamada. Pero la primera persona en quien pensó para comunicarse en cuanto pudo hacerlo fue él. Eso realmente mostraba el amor que todavía siente su hija hacia él.

Yo también te amo, Fanny.

Nada amargó el día del general Tallerman a partir de ese momento. Ni siquiera el reclamo de su amante que abandonó el cuarto y le hizo una escena por su indiferencia. Ni siquiera el reclamo que le haría su pareja política al día siguiente, menos el amargo recordatorio de su oficina en las barracas de entrenamiento de la Colonia I. Nada borró la sonrisa a Lillit María Tallerman de su rostro por largos días. Porque su hija le había hecho un regalo de Navidad inolvidable. Saber que ella estaba viva y con bien es el mejor regalo de Navidad que había recibido en su vida. El mejor regalo que un hijo puede hacerle a un padre. Es la clase de regalos que no se olvidan.


Carlos "S0met" Molina Velázquez

Reflexiones Navideñas...



No mires lo que este año te ha dado,
No lamentes lo que este año te ha quitado,
No añores aquello que no has logrado,
Ni divulgues todo lo que has ganado.
Simplemente reflexiona
Sobre que ha cambiado en ti mism@,
Nadie sabrá si estás sol@
O si hay alguien en tu vida.
Brinda aquello que tienes
Sin esperar nada a cambio,
Porque si lo haces con el corazón
Todo vuelve doblemente gratificado.

¡Feliz Navidad y Año Nuevo !

 

Vanesa Insaurralde (VI)

El fin de un sueño


  • Dada la situación creada por la formación de la Comunidad de Estados Independientes, ceso en mi cargo de presidente.

Vladimir abrió el mueble bar, tomó la botella de vodka, muy mermada ya, y se sirvió un chupito. Como buen comunista, era ateo, pero a pesar de ello, todos los años solía celebrar la Navidad. Sin embargo, ésta era la más amarga de su vida. Acababa de oír por televisión la alocución de Mijaíl Gorbachov en la que presentaba su renuncia como presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y legaba todos sus poderes, incluidos los códigos y el maletín nuclear, a la Comunidad de Estados Independientes, liderada por la nueva Federación Rusa de Boris Yelstin. La URSS a la que había servido desde los dieciocho años acababa de desaparecer. Al día siguiente, el Soviet Supremo ratificaría la disolución del gigante rojo.

Nada de esto había cogido por sorpresa a Vladimir. Su trabajo en la KGB le permitía estar enterado de todo cuanto se cocía en el moribundo bloque socialista. Desde el lunes, ya todos sabían que Gorbachov anunciaría su dimisión el 25 de diciembre, una fecha que quedaría grabada aún más en la historia. Incluso había tenido tiempo el día anterior de hablar con sus contactos en La Habana y en la embajada cubana en Moscú para pasar a servir a la inteligencia del país caribeño. Pero a pesar de ello, la defunción de la Unión Soviética hacía que de sus ojos se escaparan lágrimas de melancolía mientras de fondo escuchaba un quedo Kazachok proveniente de una cajita de música con la forma de la Catedral de San Basilio.

Cuando la música paró, le dio cuerda y echó otro trago, sin dejar de mirar con tristeza el nombre de la ciudad grabado en su versión original, Mokba, sobre la delicada cajita. El sueño había terminado.



Se echó encima el zamarro y se cubrió la cabeza con su enorme gorro de piel de zorro, en el que campeaba, reluciente, la estrella roja de cinco puntas. Como miembro de la Nomenklatura, vivía junto a su mujer y su hijo de tres años en un coqueto apartamento de la calle Arbat, en pleno centro. La vía estaba atestada de gente. Aunque faltaban días para la Navidad ortodoxa y el país era oficialmente ateo, el desmoronamiento del comunismo y la apertura hacia el exterior habían favorecido la entrada de todo tipo de modas importadas de occidente y, en especial, de Estados Unidos. Hacía casi dos años, decenas de miles de personas habían abarrotado la plaza Pushkin para asistir a la inauguración del primer McDonald’s del país, y la Coca-Cola se había impuesto entre la juventud soviética. Los comercios de esa zona habían decorado sus escaparates con guirnaldas y lucecitas, olvidando por un momento las terribles colas que habitualmente debían hacer los ciudadanos para adquirir bienes de primera necesidad. También había arbolitos con bolas de colores y algún retrato de Santa Claus, la versión estadounidense de su querido Ded Moroz. Incluso en algunos cafés sonaban los acordes de tradicionales canciones eslavas propias de esta época del año, mal vistas hasta hacía poco por las autoridades, que tachaban la religión de opio del pueblo.

El capitalismo estaba devorando el malogrado sueño de Lenin y muchos, ansiosos por alcanzar el bienestar de occidente, paseaban por céntricas calles como aquella, celebrando la Pascua como hacían en el Mundo Libre. Tampoco faltaba quien había salido con las nuevas banderas tricolores de Rusia para festejar la marcha de Gorbachov y el fin del comunismo. Sea como fuere, las calles estaban a reventar en un ambiente de fiesta que chocaba con la morriña que sentía Vladimir.

Gorbachov no era santo de su devoción. Al contrario. En agosto, como miembro de la KGB, había participado en el fallido golpe de Estado que trató de derrocarlo y devolver la URSS a la ortodoxia estalinista, pero su renuncia suponía la desaparición del imperio soviético, el fin de la Guerra Fría, el triunfo del capitalismo. Sus años de servicio en Moscú y en Afganistán no habían servido para nada. Había perdido.

Estaba borracho. El vodka empezaba a hacer su efecto y cada paso por las heladas aceras de la avenida que lo llevaba en dirección al Kremlin se convertía en una odisea. Pensó en su nueva vida en Cuba. No debería tener problemas para integrarse en los servicios de inteligencia de allí, dada su experiencia en la URSS, pero había un feo asunto que quizá lo complicara, su hermana, una desertora.

 Vladimir nació en Moscú, como sus hermanos Iosif y Nikita, pero su hermana Dolores nació en La Habana allá por el año 62, cuando la familia se había instalado en la mayor de las Antillas después de que su padre fuera nombrado agregado militar de la Embajada Soviética.

Los padres de Vladimir eran españoles. Él era un veterano del Quinto Regimiento republicano que defendió Madrid durante la Guerra Civil y ella, una refugiada en la URSS que dejó su Asturias natal con sólo siete años. La casualidad hizo que se conocieran en el Moscú de finales de los 40 y que ya no separaran más. El comandante García, cansado del clima y del carácter ruso, y desengañado del comunismo, decidió pedir el traslado a La Habana una vez que triunfó la Revolución. Allí esperaba vivir cómodamente con las prebendas que le otorgaba ser un alto cargo soviético. Por eso nació Dolores en Cuba, y no se marchó hasta cumplir los veintiuno, cuando ella y su marido se exiliaron a Miami para vivir su particular sueño americano.

Esa deserción podía costarle caro a Vladimir, pero él sabía lo que era soportar las sospechas del régimen por los actos de sus hermanos. En 1980, Nikita dejó la Unión Soviética para buscar también una vida mejor en Estados Unidos, donde pudo continuar con sus estudios de telecomunicaciones. El éxito de Nikita determinó a Iosif a seguir por el mismo camino y, algunos años después, dejó su puesto de ingeniero en Lada para trabajar con General Motors en Detroit. Vladimir era el único hermano que permanecía fiel al comunismo. Él debía su nombre a Lenin, no lo había olvidado, pese a que sus hermanos renegaran de ser tocayos de Stalin, Jruschov y ‘La Pasionaria’.

Vladimir llegó a la Plaza Roja justo cuando arriaban la bandera roja del Kremlin e izaban la enseña de la nueva Federación Rusa. Un gesto que decenas de fotógrafos venidos de todo el mundo retrataron para la posteridad. Su mundo ya no existía, lo de Cuba era una huida hacia delante. Resopló, frustrado, y se quedó pensativo un rato, sin prestar atención a lo que tenía alrededor, hasta que un bolazo de nieve lo sacó de su meditación y, unido a los efectos del licor, lo hizo caer sobre el helado pavimento.



El niño responsable del cañonazo se desternillaba ante el inesperado y cómico efecto que había tenido su ocurrencia, mientras su madre lo reprendía, abochornada, y corría a disculparse con aquel hombre. Vladimir sentía en su cara el escozor propio del gélido bolazo que había recibido, pero no estaba enfadado. La risa del pequeño, que no tendría más de siete años, era de lo más contagiosa. Divertido, comenzó a reír, tímidamente al principio, y luego a carcajadas, eclipsando al muchacho. Tan expresiva llegó a ser su felicidad, que la mujer se alejó aterrorizada, pensando que ese tipo estaba loco.

  • ¡Feliz Navidad!-. Los despidió con una voz desde la distancia, sin dejar de sonreír.


Parecía Ebenezer Scrooge después de recibir la visita de los tres fantasmas –de niño había leído esta obra de Dickens sólo porque la veía como una alegoría de la lucha de clases y de la maldad de los patrones capitalistas-. Ahora era dichoso, disfrutaba del espectáculo navideño. Una ola de calor y vitalidad había invadido su cuerpo en esa fría tarde moscovita. Sentía deseos de vivir. Su vida anterior se había ido al traste por culpa de Gorbachov, pero ahora tenía la oportunidad de empezar otra nueva en un paraíso como Cuba, donde, pese a la falta de libertad, las gentes seguirían gozando de una Sanidad y una Educación universales, gratuitas y de calidad, lo que no podían decir en el resto del Caribe.

Miró su reloj. No faltaba mucho para que su mujer saliera del Teatro Bolshoi, donde había llevado a Iván, el hijo de ambos, a presenciar una versión adaptada para su edad del clásico navideño ‘El cascanueces’. Se fijó en un gran abeto que adornaba la puerta de las Galerías Gum. Si Moscú cambiaba, él también. Renovarse o morir, y la Navidad no era un buen momento para morir, si es que existe un momento bueno para eso.

  • ¡Feliz Navidad!-. Volvió a gritar, esta vez ya a las puertas del teatro, totalmente contagiado del espíritu navideño.


Al día siguiente, mientras el Soviet Supremo acordaba su disolución, volvería a sonar la Internacional en su apartamento de la calle Arbat, la misma que sonaría, con acordes de salsa, una vez empezara su nueva vida en La Habana. Pero esa noche, la familia García Santos alegraría las plazas de Moscú con un cálido repertorio de villancicos españoles y guajiros.

Здоровье, товарищей, и Веселое Рождеством!




Juan Martín Salamanca

Visión angelical

VISIÓN ANGELICAL
ORIGINAL: TRINA LEÈ DE HIDALGO

 

Hace cinco navidades, vivíamos en Mérida, una ciudad de los Andes Venezolanos, con sus montañas llenas de nieve y frailejón, su frío penetrante y su variada flora. Allí pensamos mi desaparecido esposo y yo, pasar nuestra senectud.  Jubilada de educación desde hace muchos años, dimos un vuelco a nuestras vidas en procura de un cambio de ambiente, clima y de esa espiritualidad que siempre me ha reclamado. Asentados en una considerable altura sobre el nivel del mar, en un sector denominado SALADO ALTO, una casa de campo grande, con jardines hermosos y chimeneas, también nos encontrábamos rodeados de limosas montañas que no me cansaba de contemplar bajo una copiosa neblina. Había magia en el ambiente, silencio, paz, armonía, que profundizaba nuestra fuente cantarina. Al frente, bosques que explorábamos para bajar con piñones inmensos y musgo barba de palo. A la derecha, la carretera y un pinar lleno de avecillas exóticas. Dicen los vecinos, que con muchos duendes que nunca vi. A la izquierda, más montañas con el misterio de una luz asentada en el Páramo de los Conejos que resplandecía como un espejo hasta media mañana y que los geógrafos no han podido encontrar su origen. 



Toda esa belleza geográfica, la disfruté también con mi hijo MANUEL, mi eterno acompañante, un ser especial con sobrados dones espirituales y creativos. En ese tiempo, hacía su pasantía de Licenciado en Educación Integral y la profesora IRENE, donde la realizaba, específicamente; en la escuela Estadal TERESA DE LA PARRA, como parasicóloga, nos dijo que iba a tener unas visiones agradables. Nos miramos estupefactos y se olvidó la cuestión.

          Llegó la navidad del 2.007. La decoración de la casa quedó espectacular. Llegaron también mis otros dos hijos con sus proles y esposas. Y el 24 en pleno regocijo y entusiasmo, ese que te impregna del amor y unión familiar, mi hijo Manuel, empezó a tomar fotos. Cuando se centró en diferentes perfiles del arbolito, le vi un gesto de asombro. Retrocedió como asustado, volvió a enfocar la cámara y repitió la misma actitud. ¡No podía hablar ni accionar la misma! Cuando lo intenta por tercera vez, todo se había esfumado. Vio un hermoso ángel, una niña con cabello rubio, facciones finas, una túnica color vinotinto de terciopelo, cuello blanco con encaje, con las manos hacia atrás, sonriente, contemplaba anonadada el arbolito. Para el fue un momento de éxtasis y contemplación y su descripción quedó grabada en nuestras mentes como si nosotros también lo hubiésemos visto.

Esa navidad fue una de las más gratificantes por el verdadero significado de estas festividades, la profunda convicción de que ese Dios que nace el 24 es verdadero, por la intensificación de nuestra fe y la creencia en los ‘ángeles, que si existen. Ahora vivo tranquila, porque se que tengo dos: el secreto, con el que converso diariamente; y mi hijo Manuel que vive pendiente hasta del ruido de mi respiración, Se que mientras escribo esta narración, algunos ángeles estarán viéndome y sonriéndose y con ellos, quiero desearles a todos los lectores; una ¡FELIZ NAVIDAD!
 
 
 
 
 
 
 
Trina Leé de Hidalgo


Por Navidad. Dos mensajes distintos desde el mismo escenario.


 
POR NAVIDAD
  DOS MENSAJES DISTINTOS DESDE EL MISMO ESCENARIO

I

Un año más sin ver la claridad,
que en un mar de tinieblas está presa,
el brillo no aparece totalmente,
pues la forma de hacerlo no la encuentra.
Un día tras el otro van pasando;
y en el reloj la circular esfera
va viendo recorrer las manecillas
llevadas por la fuerza de la cuerda;
y el trinquete acaricia el engranaje
diente a diente rozando por la rueda,
formando ese tictac tan cadencioso
que a través del silencio al oído llega
desliando libertad de los piñones
que presionados tiene la ballesta;
y así se pasa el tiempo y poco cambia,
no se ven perspectivas o maneras
de encauzar de una vez y para siempre
los desmanes que emergen en la tierra,
que se cambian de un lado para el otro
y hambre y destrucción en su alma llevan;
y siempre por lo mismo, por la plata,
por el poder y todo lo que encierra.
¿Hasta cuándo podrá aguantar el mundo
este gran lastre que a la espalda lleva?;
y lo que es peor aún que el peso en sí,
son las huellas sangrientas de las guerras,
que arrasan lo que va saliendo al paso
(son el cáncer más grande del planeta);
y no alcanzo a entender cómo y porqué
tanta inquina entre hermanos se genera. 
¡Qué bueno que sería para todos
emplear la igualdad a manos llenas
y con ella la paz afloraría
teniendo así la fórmula completa;
y si ésta cada vez que se aplicara,
la operación en sí fuese correcta,
una balsa de aceite sería el globo;
y todo flotaría sobre aquella!

Aunque es una utopía el planteamiento,

soñando seguiré con la receta.
 
II
 
Paso a paso se acerca Navidad
y nos trae el recuerdo del ayer,
cuando nació Jesús,  pues vino a ver
lo que era nuestro mundo en realidad.
Con los años fue viendo la verdad,
no podía los hechos entender,
y aquello le llevó a querer hacer
un mundo nuevo lleno de equidad.
Sufrió las consecuencias de su intento
y tuvo que bogar a contra viento
en aquella pasión que acabó en muerte.
Dos mil doce años ha de aquella historia,
dio el mundo muchas vueltas en su noria;
y aún espera la bola de su suerte.
¿Llegará alguna vez?, mucho lo dudo,
la Ley siempre será la del embudo...
 
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Manuel MEJÍA SÁNCHEZ-CAMBRONERO
FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO
A TODOS LOS QUE LEAN ESTE MENSAJE